martes, 20 de octubre de 2015

capitulo 1








—Euge, escucha, sé lo mucho que quieres ir, pero yo en realidad  no quiero. —Levanto la cabeza de la almohada para ver su ceño fruncido dirigiéndose hacia mí—. ¡Uf! ¡Muy bien! —Me levanto de la cama y camino hacia la puerta. 

Eugenia es una de mis mejores amigas y su cumpleaños fue el mes pasado. Su novio, Nico, le consiguió  boletos para ver a una de las bandas que ama. Por sorprendente que parezca, es en realidad una de esas esta banda que salió alrededor de un año más o menos. 

Ellos hicieron su debut en el mundo del rock y son todo lo que escuchas en la radio. Euge siempre ha sido una fan conservadora de la música country, pero Nico se niega a escuchar  nada más que no sea rock. Descubrió esta banda, The Renegades, hace unos meses, y este  es el primer concierto que han hecho cerca  de nosotros. 

—No vas a ir así —Euge está de pie en mi puerta con las manos en las caderas. 

—¿Por qué no? —Me miro en el espejo. Estoy usando pantalones de yoga negros y una camiseta que dice: No soy pequeña solo tengo una estatura adorable. 

—Uno, porque te acostaste con esa ropa anoche. Dos, porque te ves como en las fotos que la gente publica de  fallos de moda que encuentran en Wal-Mart. Ah, y tres, porque es mi cumpleaños y yo lo digo. —Me saca la lengua. Entrecierro mis ojos hacia ella y le  saco el dedo medio antes de acercarme a mi armario y sacar  un par de vaqueros  ajustados. 

Mientras me los pongo, Euge está  buscando a través de mi armario. Se acerca a mí y me entrega una camisa con cuello en V que es tan escotada que la  suelo llevar  con una camiseta debajo. Me la pongo, sin importarme eso, ya que no me preocupo por cómo me veo. No tengo absolutamente ningún interés en “engancharme a un hombre”, como Euge dice. 

La sigo por las escaleras para encontrarnos con nuestras otras dos amigas, Candela y Rocio. Todas y cada una de mis amigas tienen el tipo de relación que siempre había soñado. Tienen a alguien que camine a través del infierno por ellas, lo cual es genial, pero no es  algo que quiera o necesite más. 

Mi hermano, Gaston, camina hacia mí con una mirada de desaprobación en su rostro. 

—¿Realmente vas a usar eso, Lali?

 Amo a mi hermano,  pero a veces puede ser un sobreprotector  dolor de culo. Él y Rochy han estado juntos por un tiempo y ahora están planeando su boda para este verano. 

—Sí, papá. — Salgo de la casa, sin  querer escuchar ninguna otra objeción de él. 

Gas y Rochy tienen la relación perfecta, aunque no sé cómo diablos lo soporta a veces. Todas  fuimos con ella a escoger su vestido de novia y el de  las damas de honor la semana pasada y se veía increíble. Todo el tiempo vi la alegría en su rostro mientras se probaba vestido tras vestido, reviviendo el momento en que yo solía esperar que un día me toque a mí. 

Oigo que alguien viene detrás de mí y sé que es Gas. Pone su brazo alrededor de mi hombro y me jala hacia él. 

—Escucha, sólo  no quiero que seas molestada  por idiotas toda la noche. 

Él todavía me está  hablando, pero todo lo que puedo es centrarme en su brazo. Se siente como si su piel estuviera  hecha de agujas que me están apuñalando y quiero gritarle que me suelte. Desde  el "incidente" hace unos meses, no puedo soportar que me toquen. Ni siquiera es que no me gusta, simplemente no puedo soportarlo. No  le he dicho a nadie porque no quiero ser psicoanalizada, y conociendo a Gas, correría a donde  mi padre  y le diría. Me jala a un abrazo y luego se echa hacia atrás para mirarme. 

— ¿Tiene sentido? 

Asiento, porque  quiero que piense que escuchaba lo que decía. Las chicas salen de la casa y todas se suben al coche de Gas porque él insistió llevarnos y recogernos. 

El concierto es en un lugar al aire libre, y por suerte no hace frío esta noche. El asunto de los puestos es básicamente el primero  que llega el primero que se sienta. 

Una vez que Gas nos deja, todas nos  dirigimos directamente hacia el escenario. 

—¿Alguien más quiere un trago? Voy a agarrar algo para mí y Euge. —Rochy y Euge tienen veintiún años, pero Cande y yo somos un año menor. Niego con la cabeza. Sólo les toma unos minutos conseguir bebidas, y cuando vuelven, las personas están empezando a desplazarse alrededor del escenario. 

—Voy corriendo al baño.—No necesito ir al baño; Sólo quiero hacer una escapada de un minuto y conseguir un poco de aire. Me alejo, tratando de averiguar cómo voy a hacer  frente a estar tan cerca de tanta gente esta noche. Me doy la vuelta hacia la parte posterior del edificio. Hay una barandilla que separa  el  estacionamiento y un lugar que parece un buen sitio para esconderse, así que me acerco y me siento en la barra superior. Es tan tranquilo y pacífico estar  aquí, muy diferente a la parte delantera, donde todo el mundo ha comenzado a reunirse. Me inclino hacia atrás y miro el cielo, deseando poder ser como el resto de mis amigas. Quiero ser feliz, sin preocupaciones y no saltar cada vez que alguien me roza, pero soy así. 

—¿Qué estás haciendo aquí? —Una voz susurra en mi oído roncamente. Salto, un poco sorprendida por el hecho de que alguien se ha acercado  a  mí sin que yo me dé cuenta. 

Perdiendo el equilibrio, casi me caigo hacia atrás mientras unas manos serpentean alrededor de mi cintura y me estabilizan. Me preparo para el dolor de su toque, pero en lugar de lastimarme, parece que ponen a  mi cuerpo en alerta máxima. Miro a la persona que me sostiene y jadeo. 

Él puede ser el hombre más caliente que he visto en persona,  con el cabello marrón oscuro por el cual  quiero pasar mis dedos  y tal vez jalar un  poco. Su camiseta negra  abraza sus bíceps con tanta fuerza que no me sorprendería que la arrancara. Sus ojos son del color del océano que siempre se ven  en esos anuncios  de escapadas tropicales. 

Mi atención se dirige a sus labios carnosos, dibujados en una sonrisa, mientras su lengua los humedece. Al verlo lentamente deslizar su lengua por sus labios, tengo fantasías acerca de ella sobre mí. No tengo ninguna duda de que él debe ser capaz de ver el deseo escrito en mi cara, porque se apoya hacia al frente como si estuviese a punto de besarme. Es entonces cuando salgo del hechizo al que me sometió. Salto de la barandilla y me zafo del agarre  que tiene sobre mí. Deseando que el suelo se abriera y me trague entera, empiezo  a regresar hacia el área del escenario. 

—¿Ni siquiera un gracias? —Dejo de caminar y miro hacia atrás por encima de mi hombro—. Lo menos que puedes hacer es decirme tu nombre. 

Él camina hacia mí y mi corazón comienza a latir tan rápido que parece que está a punto de salirse  de mi pecho. Camino hacia atrás, tratando de poner espacio entre nosotros, pero me encuentro  contra una pared. Antes de darme cuenta, el Sr. Alto Misterioso y Guapo  está a un par de centímetros de distancia,  dándome una mirada que podría derretir las bragas de cualquier mujer. Él engancha sus  manos en mi cabello. 

—¿Cuál es tu nombre? Su rostro está tan cerca del mío, que si me moviera un centímetro, nuestros labios se estarían tocando. 

Niego con la cabeza; él no necesita  saber mi nombre. Realmente tengo que salir de aquí, pero mis piernas ya no están escuchando a mi cerebro. Su boca se estrella contra la mía con tal fuerza que ahora estoy al  ras de la pared de piedra fría detrás de mí. Él libera mi cabello y mueve sus manos por mis brazos hasta encontrar  los míos. Sujetando sus dedos con los míos, que poco a poco eleva por encima de mi cabeza, y al mismo tiempo su lengua invade mi boca. 

Nunca en mi vida he besado así y ahora estoy hecha  masilla en sus manos, para que él haga  lo que quiera. Creo que lo más sorprendente para mí es el hecho de que su tacto parece fijar mis sentidos hacia el  fuego. Su mano libre se mueve hacia un lado, trazando las curvas de mis pechos, mis caderas y, finalmente deteniéndose  en la parte superior de mi pantalón. Su mano se mueve lentamente hacia la parte de mi cuerpo que ahora está gritando por él. Incluso con mis pantalones, tan pronto como sus dedos rozan  por encima de mí, dejo escapar un gemido. 

Trato de mover mis manos para poder envolverlas alrededor de él, pero no las suelta. Su pulgar está dando vueltas lentamente en mi clítoris mientras sus dedos están ahuecando el resto de mí, me está volviendo loca. No puedo creer que él haciendo  esto,  me haga sentir tan bien y estoy todavía completamente vestida. ¿Qué diablos podría hacer si estuviéramos  realmente desnudos? Agarra mi labio inferior entre los dientes. 

—Dime. Tú. Nombre. 

—Mariana, Lali... Esposito. —Mi nombre sale más como un gemido que cualquier otra cosa. 

Él libera mis labios y empieza a besar mi cuello hasta que llega a la V de mi camisa. Su mano comienza a moverse más rápido en mi contra, mientras continúa su asalto con su boca. No puedo creer esto, pero estoy tan malditamente cerca de un orgasmo. Sus manos continúan  y  descansa su frente contra la mía. Empujo mis caderas hacia él, rogándole  terminar lo que ha empezado y que no me deje  en el limbo. 

Una risa arrogante escapa de sus labios. Aprieta la boca con la  mía de nuevo y luego se aleja. Mis manos se hunden lentamente y lo miro con confusión. 

—Encantado de conocerte, Lali Esposito. 

Mi boca se abre y estoy completamente sin palabras cuando lo veo alejarse. ¿Encantado de conocerme? Qué gilipollas. Trato de acomodar mi cabello y la ropa de la mejor manera que puedo. El espectáculo comienza pero no tengo ningún interés de unirme a las chicas. Doy vueltas por un tiempo antes de decidir que probablemente debería ir a verlas. Mientras estoy caminando de vuelta hacia el escenario, estoy apretando mis muslos juntos, tratando de conseguir cualquier tipo de alivio. No puedo creer que ese hijo de puta me hizo eso, pero lo que es peor, no puedo creer que lo dejé. ¿Por qué su toque no me molesta? Ni siquiera puedo soportar cuando mis mejores amigas o mi hermano me tocan, pero  ¿por qué ese idiota puede? Desde el ataque, he sido tan cuidadosa con los hombres que no conozco. Incluso a veces sólo una mirada de un extraño me hace entrar en  pánico, pero hacer eso contra una pared... ¿está bien? Mi cabeza está tan jodida. Dudo que esto tenga sentido para alguien, sobre todo porque ni siquiera tiene sentido para mí. 

Las chicas están en la parte delantera de la multitud y  empujo través de las personas, estremeciéndome cada vez  que toco  a alguien. Esto sólo me molesta más, porque  en todo lo que puedo pensar es en las manos de ese tipo encima de mí. Fue tan insistente en saber mi nombre, ¿pero alguna vez mencionó el suyo? Nop. Cande me ve de primera y se ve aliviada. 

—¿ A dónde diablos fuiste?

 —Tomé un paseo alrededor para conseguir un poco de aire. —La mirada que me da me dice que no me cree. 

Todo el mundo está animando y cantando junto a la música mientras me estoy volviendo loca. Tener a  todo el mundo a mí alrededor así,  es tan sofocante que creo que  en realidad podría  tener un ataque de pánico. La banda está tocando, pero en  todo lo que puedo centrarme es en el miedo atado a través de mi cuerpo. Me siento como si me estuviera ahogando y mareando. No quiero salir y que todos me pregunten qué me está pasando. 

Cande sospecha; ella sabe que algo pasa desde el primer día. Hubo un par de veces en las que ella intentó hablar sobre ello; yo hice como que no era nada. Es problema mío y yo averiguaré qué hacer con él.  La música se detiene y alguien comienza a hablar. Mi cabeza da vueltas y mis oídos zumban, así que no puedo escuchar lo que dice. Me inclino hacia Cande. 

—Escucha, no me siento bien. Ustedes quédense, voy a tomar un taxi a casa. 
  
Ella abre la boca, seguramente para protestar, cuando Euge agarra mi mano, la levanta en el aire, y comienza a gritar. Mi muñeca está ardiendo, y no de la buena manera de antes, con el Señor ámalo y déjalo. Por favor, para. Por favor, para. Por favor, para. Dicen algo más en el escenario y ella comienza a saltar.  

La miro confundida. 

—Ve, Lali. 

Aprovecho la oportunidad para soltar mi mano de su agarre.  

—¿Qué? ¿Ir a dónde?  

—¡Al escenario! ¡Ellos te seleccionaron! —Le echo un vistazo a mi entorno y noto que todos me miran—. Anda, ve. 

Euge va agarrar mi mano otra vez, asumo que para llevarme. Decido ir por mi cuenta solamente para ahorrarme el dolor. Mientras camino hacia mi objetivo, todos se corren de mi camino. Cuando llego enfrente del escenario, hasta donde se permite caminar, un guardia de seguridad me chequea, seguramente para asegurarse de que no lleve armas.  

—Aquí tienes —me entrega un micrófono y me deja pasar. Lo miro confundida—. Mira, no te pongas nerviosa. Estarás bien. 

—¿Qué se supone que haga? 

Suelta una carcajada.

 —Supongo que no estabas escuchando cuando tu amiga te ofreció —niego con la cabeza—. En cada show ellos eligen a una chica para que suba con ellos y canten juntos su nuevo sencillo, Love and Hate. Es un dúo, así que espero que te sepas la letra. Antes de que pueda formular alguna palabra, una señora vestida de negro con auriculares va a agarrar mi mano, pero me aparto. Me mira molesta.

 —Vamos, que estás deteniendo el espectáculo.  

Mierda. No tengo una voz horrible, pero definitivamente no quiero hacer esto. Planteo dar media vuelta y volver con mis amigas, pero sé que esa mujer insistiría y me obligaría a subir allí. Respiro profundamente y subo las escaleras.  

La luz me cega cuando doy el primer paso. Camino hasta el medio, pero no encuentro al cantante. Hay otros dos tipos en el escenario, uno en la batería y otro con una guitarra. Aunque debería haber un tercero. Euge siempre está hablando de lo hermoso que es.  

Todo el público está animando, y me gustaría pensar que lo hacen por mí, pero no soy tan ingenua. Los pelos de mi nuca se erizan, y estoy a punto de darme la vuelta hasta que lo escucho. 

—Nos volvemos a encontrar, Ángel.  

Oh, dios mío. Es él.  
  
La canción comienza, es la que he estado cantando en la radio éste último par de meses. Nunca había visto una foto de la banda y no tenía idea que el idiota del estacionamiento era el cantante principal. Mis mejillas se sonrosan de vergüenza. Cuando lo miro, me está sonriendo. Maldito bastardo engreído.  

Él comienza a cantar y no tengo idea de cómo voy a poder hacerlo. Digo, estaba nerviosa antes de saber que iría a cantar con el tipo que casi me hace venir detrás de un edificio con toda mi ropa puesta. Mientras estoy perdida en mis pensamientos, se para detrás de mí.  

Quiero llevarte lejos
 A un lugar donde nunca has estado 
¿Te gusta jugar? 
Te voy a demostrar lo bien que se siente pecar… 

Se mueve hacia enfrente del escenario, pasando la mano sobre mi trasero. Se me pone la piel de gallina. ¿Cómo puede hacerme esto? Mis manos tiemblan, pero consigo acercar el micrófono a mi boca. Escuché esta canción miles de veces, puedo hacerlo. Pongo mi mejor cara de sirena sexy y me pavoneo hacia él.  

Nunca he conocido a nadie como tú 
Nunca he necesitado a nadie 
Quiero ver qué puedes hacer 
Vamos, nene, haz que mi corazón se sacuda… 

La letra es muy cursi, pero se vuelve erótica cantándola con él mirándome de esa forma. Para el final de la canción la tensión sexual nos sofoca. Me bajo del escenario y voy directo hacia la salida. Mi cabeza va demasiado rápido. No puedo creer lo que acaba de pasar. Estoy por llamar un taxi cuando escucho a alguien llamándome.  

—¡Lali! —Cande corre hacia mí. Cuando finalmente me alcanza no tiene aliento y jadea—. ¿Por qué te estás yendo? Eso fue asombroso.  

No sé qué decirle. Antes de poder responder cualquier cosa, un deportivo negro estaciona al lado nuestro. La ventanilla se baja y ahí está él. No me pide que entre, ni siquiera me dirige la palabra. Estoy aquí, mirándolo sin saber qué hacer. Esto es una locura. De ninguna manera entro a ese auto. Paro un taxi y salto en su interior. En cuanto arranca, miro a Cande en la distancia. 

Ella tiene la boca abierta y mira confundida el deportivo y luego a mí. Probablemente debí haberme ido con ella y las chicas, pero necesito alejarme y despejar mi mente.  

Apoyo la cabeza contra el respaldo y cierro los ojos. La música de la radio para y el DJ comienza a hablar. 

“Aquí está el último hit que ha estado haciendo furor, del grupo The Renegades.” Es la canción que he estado cantando con… me doy cuenta que no sé su nombre. Muy bonito, Lali, ¿Puedes decir mala? El taxi estaciona enfrente de casa, le pago y camino hacia la entrada. Nico y Vico, los novios de Euge y Cande, están sentados en el sillón de la sala de estar. Crecí junto a ellos porque son los mejores amigos de Gas.  Salto hacia el sofá y ambos me miran.  

—¿Qué? 

Nico me mira y niega con la cabeza. 

—Sabes que Gas estaba enloqueciendo porque no quería que vengas a casa por tu cuenta, ¿Cierto? 

Estoy a punto de contarle la historia cuando la puerta se abre y entran todos.  

—¿Qué mierda, Lali? Te dije que te pasaría a buscar. Te podría haber pasado cualquier cosa —parece cabreado.  

Suelto un gemido por la frustración.

  —¡¿Cómo qué, Gas?! Miles de personas toman taxis todos los días, no es como si hubiera venido caminando ¡Ya te he dicho que no eres mi padre! —abre la boca para hablar, pero lo interrumpo—. ¡No! Yo voy a tomar mis propias decisiones y terminé contigo tratándome de controlar. —Paso furiosa delante de él, golpeándolo intencionalmente. Entonces suena el timbre, arruinando mi salida dramática.  

Cuando abro la puerta, no puedo evitar abrir la boca. Parado enfrente de mí se encuentra el Sr. Estrella de Rock ¿Cómo hizo para encontrarme? 

—Hola, Ángel, tiempo sin vernos. —Me sonríe y me controlo para no pegarle en su vanidoso rostro.  

—¡Oh, dios mío! —giro la cabeza y veo a Euge mirando estupefacta—. Tú eres… ¿Qué haces…? ¿Cómo…? ¡Oh, dios mío!

 No puedo entender cómo puede estar tan enamorada de él. Claro, es hermoso, pero, vamos, no es para tanto. Un brazo se posa en mis hombros. Es Gas. Lárgate. 

—¿Quién rayos eres? 

 La Estrella de Rock lucía confundido. Vuelve a posar los ojos en mí. 

 —¿Novio? 

Me deshago del brazo de Gas.

 —No, hermano.  

Sonríe y me tiende la mano. 

—Vamos 

—¿Ir a dónde? 

¿Habla en serio? Ni siquiera sé su nombre. Abro la boca para protestar, pero Gas me interrumpe. 

 —Ella no irá a ninguna parte hasta que me digas quién eres. 

Lo miro con mala cara. Estoy tan cansada que me diga lo que puedo o no hacer.  

—¿Sabes qué, Gas? Iré y no puedes impedirlo. —Le echo un vistazo a quienquiera que fuese—. Andando. 

 Caminamos hacia el mismo deportivo en que lo había visto antes. Abre su puerta y entra. Que caballeroso. Luego lo imito, pero le enseño el dedo a Gas antes de cerrarla. Toma eso. 
 

1 comentario: