sábado, 20 de febrero de 2016

capitulo 7


¿Es mierda una o dos palabras?   





Lali

Aún me sentía como una mierda y apestaba estar en una fiesta en donde todos pueden beber menos tú. 

Estaba debatiendo conmigo misma la posibilidad de marcharme de allí cuando mi teléfono vibró con un nuevo mensaje de texto desconocido.  

Estás muy guapa esta noche. 

Fruncí el ceño inconscientemente mientras la confusión y la curiosidad se apoderaban de mí. 555-9143.

 No reconocía el número, pero lo identifiqué como el mismo que me había dado una llamada perdida esta mañana.  

Podría haberlo ignorado, pero era como un gato demasiado curioso que tenía que meter las narices en todos lados.  

¿Cómo lo sabes?  

Mi teléfono vibró.  

Porque te veo.  

Bueno, no sabía si debía sentirme alagada o alarmada, pero creo que me inclinaba un poco más hacia alarmada.  

¿Quién eres?  

Unos segundos más tarde «Juan Pedro» apareció en mi teléfono. 

 Una sonrisa cruzó mi rostro cuando recordé haberlo llamado así ayer por la noche. También creí recordar vagamente que a él no le gustaba que le llamaran así y me pregunté porque era tan quisquilloso con el asunto.  


Levanté la vista del teléfono para buscarle con la mirada, pero no le encontré en la cocina, así que bajé de la encimera y entré en la sala de estar. No hubo suerte. Podía verme, pero no hacía acto de presencia, lo que significaba que se estaba escondiendo de mí. 

 Rápidamente le respondí al mensaje.  

¿Dónde estás acosador?  

Seguí mirando a mí alrededor mientras esperaba su respuesta.

 Buzz. 
Afuera.  

Nunca me gustó jugar al escondite. 

Salí al patio trasero y no le vi por ninguna parte. Me abrí paso a través la multitud hasta pasar cerca de la piscina y aún así no lo encontré. Quería que lo persiguiera, pero yo no estaba de humor para este tipo de cosas y ya me había hecho perder bastante tiempo. 

 No te veo. Me voy.  

Le di a enviar. Rápidamente mi teléfono volvió a sonar. 

En la entrada.  

Sí, efectivamente conseguí que fuera más específico si amenazaba con irme. Los tíos eran tan maleables como la plastilina en manos de las niñas.  

En lugar de regresar y salir por la puerta principal que era donde él esperaba, rodeé la casa con la intención de pillarle con la guardia baja; tal y como quería. Yo defendía la igualdad. Si él podía espiarme, yo podía espiarle.  

Lo encontré apoyado causalmente contra una de las columnas de la fachada, esperando a que yo saliera por la puerta principal.

 Intentaba parecer indiferente, con los brazos cruzados sobre el pecho, pero era completamente inútil porque nada de lo que él hacía dejaría alguna vez de ser sexy. Resoplé al darme cuenta del camino que habían tomado mis pensamientos y me di una bofetada metal. 

¡Arg! ¿Por qué tenía que sentirme tan atraída por ese tío? 

Era un mujeriego de carreras callejeras y estaba segura de que de lo único de lo que se preocupaba era de su siguiente carrera y su próxima apuesta.  

La música estaba muy alta así que no me oyó acercarme sigilosamente a él y no pude resistir el impulso de hacerle cosquillas, así que alargué la mano derecha hacia sus costillas y deslicé mis dedos justo en ese punto donde todo el mundo tiene cosquillas.  

—¡Ya estoy aquí! Ahora, ¿cuáles son sus otros dos deseos?  

Él saltó, se dio la vuelta a la vez que yo retrocedía y luego me dedicó esa media sonrisa.  

—¡Tú, pequeña sigilosa! Te parece divertido, ¿no?  

No puede contener la risa.  

—Sí, me parece divertido y estoy segura de que a ti también te lo parecería si pudieras haberte visto saltar.  

Bajó los escalones de la entrada y se detuvo frente a mí con las manos en los bolsillos de sus vaqueros mientras miraba el bolso que llevaba en el hombro.  

—¿Te vas tan pronto? 

—Aún no lo he decidido. Le estaba dando vueltas a la idea cuando recibí tu mensaje.  

—Definitivamente deberías irte de esta fiesta. Conmigo, quiero decir.  

Este chico era increíble. Realmente esperaba que me fuera con él. 

 —Apenas te conozco y no recuerdo que ayer noche eso cambiara, ¿por qué me iba a ir contigo? 

 —En primer lugar, me debes dos deseos más según has reconocido, Genia. En segundo lugar, podrías utilizar el tiempo para llegar a conocerme mejor.  

—¿Y por qué tendría que conocerte mejor?  

Allí estaban; aquellos hoyuelos que adoraba y me pregunté qué había provocado su aparición. 

—Así nuestra primera cita no será tan incómoda.  

Era atractivo, pero no cometería el mismo error de siempre. 

—No creo que haya forma de que pueda auto convencerme de que esto podría llegar a ser una buena idea. 

Él sacó la manos de sus bolsillos y cogió las mías.  

—Muchas grandes ideas han ocurrido por error.  

Bajé la vista hacia nuestras manos unidas. Eso podría ser cierto, pero no estaba dispuesta a correr ese riesgo cuando mi último error aún estaba tan reciente. 

—No necesito más errores en mi vida.  

Soltó una de mis manos y colocó dos de sus dedos debajo de mi barbilla para hacerme levantarla. Tenía los ojos marrones más maravillosos que jamás había visto y estaba celosa de sus largas pestañas.  

—Lali, nosotros no somos un error. Deberías saberlo.  

¡No! No me dejaría engañar por los encantos de un Jugador como Peter Lanzani. 

—¿Es mierda una o dos palabras?  

—Tienes una boca irónicamente inteligente y no voy a mentir al respecto; tengo muchas ganas de besarla, pero no lo haré hasta que estés lista.  

—¿Qué te hace pensar que llegaré a estarlo?  

—He decido utilizar mi segundo deseo para que salgas de esta fiesta conmigo, lo cual quiere decir que aún me queda un último deseo y lo voy a guardar para nuestro primer beso. Te informaré cuando esté listo para gastarlo. Entonces, ¿no necesitas avisar a Euge y Nico de que te vas conmigo?  

Caray, era un presuntuoso. Tendría que haberle dicho que no iba a ninguna parte con él, pero eso no fue en absoluto lo que terminé diciendo. 

—No, le enviaré un mensaje a Euge. —No quería tener esa discusión en ese momento. Y me refiero a aquella en la que tendría que explicar cómo había perdido la cabeza cuando decidí marcharme con el Jedi de los Trucos Sexuales.  

Me voy con Peter. Te llamo más tarde.  

Mi pulgar vaciló sobre la tecla enviar.

 ¡Arg! Ella y Nico se iban a poner hechos una furia conmigo por haberme ido con él y por eso no apreté enviar hasta que Peter y yo llegamos a su auto. 

Abrió la pesada puerta para mí y me dejé caer en el asiento entrando con muy poca gracia ya que su auto era mucho más bajo que mi Lexus. 

—Whoa, no me esperaba ese tipo de caída. 

—¿Qué? ¿Estás insinuando que mi auto es de baja calidad? 

 —¿De baja calidad? —Me reí—. Claro, vamos a decir que es de baja calidad, si es así como quieres llamarlo.  

—¿Cómo lo llamarías tú? 

Definitivamente no era como el afeminado, pequeño y estrecho de Euge.  

—«Culo arrastrándose por el suelo» es como lo llamaría yo. —Extendí una de mis largas piernas hacia Peter—. ¿Has visto mis piernas? Mido uno cincuneta y la mayoría de ello se lo debo a estas. 

Sus ojos se dirigieron hacia mi tobillo y lentamente siguieron la longitud de mi perna justo hasta donde empezaban mis pantalones cortos, haciéndome darme cuenta de que mi movimiento no había sido una buena idea.  

—¿Te estás quejando conmigo? No hay forma de que pudiera perderme esas piernas, Cara de Muñeca. —Se echó a reír y yo metí rápidamente mi pierna dentro del auto. 

Sentí mi cara ponerse como un tomate. Me ruboricé, por Dios, completamente ruborizada por primera vez en mi vida. 

Peter cerró la puerta, rodeó el auto y entró por el lado del conductor. Arrancó el motor y este rugió con la fuerza que siempre imaginé que un NASCAR rugiría. 

—No hay nada malo en que te hayas escabullido a hurtadillas en la noche con este maleducado chico malo, ¿no?  

—No, no hay ningún problema, hace tiempo que dejé de jugar al escondite. En mi casa no hay muchas reglas.  

Caray, esperaba que él no tuviera padres como la madre y la abuela de Nico.  

Salió del aparcamiento e hizo un giro en U frente a la casa de Gas. No tenía ni idea de a dónde íbamos, pero tampoco me importaba porque necesitaba poner algo de distancia entre yo y mi más reciente error.  

Recibí un mensaje y cogí mi teléfono para ponerlo en silencio, porque sabía que Nico y Euge no tardarían en hacerlo explotar.  

—Tus padres no tienen reglas, ¿eh?  

—En realidad no. Vivo con mi padre y a él no le importa lo que realmente hagamos, siempre y cuando no le metamos en problemas. ¿Tus padres aún te tienen puesto un toque de queda o algo así?  

—El control que ejercen mis padres no tiene nada que ver con un toque de queda. Se preocupan más por las apariencias, les gusta controlar con quien estoy y lo que hago, porque soy su reflejo. 

—Habla del diablo y se manifestará. 

El mensaje era de mi madre, guardé de nuevo el teléfono en mi bolso sin contestarle—. Dicho así parece como si mis padres fueran unos auténticos idiotas de clase A, ¿verdad? 

—Supongo que depende de los límites. Déjame adivinar… no aprobarían que su niña perfecta esté con alguien como yo. ¿Me equivoco?  

La idea de que mis padres pudieran pensar que fuera perfecta me hizo reír, pero estaba en lo cierto cuando suponía que lo desaprobarían.  

—Mis padres no caen en la idea errónea de pensar que sea perfecta. No se ilusionan.  

Se giró para mirarme brevemente.  

—Pero no me aprobarían, ¿verdad?  
  
Miré por la ventanilla y vi pasar las luces de la calle rápidamente. 

—No, y decir que no aprobarían que esté contigo es decir poco. 

Se quedó unos segundos en silencio y me pregunté en qué estaría pensando.  

—¿Qué piensan tus padres sobre Nico?  

Les había oído expresar su opinión una y otra vez, pero iba a omitir la parte sobre que era basura y que nunca llegaría a ser nadie importante.  

—Ellos agradecen a los Suarez que ayuden a Nico, pero creen que es un error que viva con ellos en su casa. Están un poco escandalizados porque le permitan a su hija estar con él. 

—¿Preferirían que se fuera a vivir con su abuela traficante de drogas?  

—No, no son tan insensibles. Su solución implicaría gastar un poco de dinero en una organización benéfica y dejar que otros se encarguen del trabajo sucio. 

Giró en dirección la carretera que conduce de Franklin a Collinsville.  

—Asumo que no te importa ir a Collinsville, probablemente prefieras que no nos encontremos con tus padres.  

Miré en su dirección.  

—Mis padres están fuera de la ciudad, pero probablemente sea lo mejor, así no nos encontraremos con algunos de sus amigos. —Me sentía culpable por esto, pero me alegraba de que me llevara lejos de Franklin.  

Tenía una expresión que me dejó bastante inquieta, pero entonces mi curiosidad desapareció cuando cambió de tema.  

—¿Tienes hermanos y hermanas? 

—Vamos, ¿de verdad crees que mis padres podrían manejar otro yo?  

—Así que, ¿eres un bicho malo? 

—Absolutamente. ¿Qué hay de ti? Dijiste que a tu padre no le importaba lo que «nosotros» hiciéramos. ¿Eso quiere decir que tienes hermanos y hermanas?  

—Uno de cada uno y tengo el placer de ser alborotador hijo de en medio.  

Me revolví en el asiento para girarme en dirección a Peter y poder verle sin tener que retorcer el cuello incómodamente.  

—Háblame de ellos.  

—Bueno, Vico tiene veintiún años y trabaja para el departamento de agua y electricidad de Collinsville. Aún vive con nosotros y tiene una novia llamada Cande. Te acuerdas de ella, ¿verdad? Creo que te referiste a ella como la «Señorita de la Camisa Negra sin Mangas» anoche en el club.  

Sí, recordaba a la «Señorita de la Camisa Negra sin Mangas» y también recordaba los celos inesperados que sentí cuando creí que estaba haciendo planes para trabajársela mientras me compraba una bebida en el bar. 

Me guardé ese pensamiento para mí mientras proseguía: —Mi hermana, Rocio, tiene diecisiete años y este será su último año en Collinsville. 

—¿Tu hermano no está en la universidad?  

—No, la universidad no era lo suyo.  

Lo dijo orgulloso, como si a su familia le pareciera bien que no fuera a la universidad.  

—¿Qué hay de ti? ¿Es la universidad lo tuyo? 

Sería una pena que no tuviera sus propias metas.  

—En realidad no, pero iré de todos modos porque quiero seguir los pasos de mi padre. Cuerpo de policía.  

Mierda, Peter vestido de uniforme sería probablemente más de lo que podría llegar a soportar.  

—¿Vas a ser policía?  

—Sí, ¿por qué estás tan sorprendida?  

—Porque ser un agente de policía es peligroso.  

—A mí me gusta el peligro.  

La calle del frente estaba cortada y un agente de policía estaba desviando el tráfico.  

—A menos que tengas que dirigir a los conductores atascados como ese tipo. Eso no sería ni peligroso ni excitante. ¿Qué está pasando?  

—La feria ha llegado a la ciudad.  

Miré y vi las luces de la noria mientras daba vueltas.  

—Siempre quise ir cuando era niña, pero mi madre nunca me llevó. 

—Tienes que estar tomándome el pelo. ¿Nunca has estado en la feria?  

Aparté la vista de la atracción y de las brillantes luces para mirar a Peter. 

—No. 

Me miró con incredulidad. 

—¿Nunca has comido perritos calientes, churros y algodón de azúcar para luego vomitarlo todo tras subirte a la Remolino?  

Uf… tal vez no me estaba perdiendo demasiado después de todo. 

 —Ni una sola vez.  

Giró la cabeza para mirar en dirección al tráfico del carril contrario y luego cambió rápidamente de carril conduciendo hacia la zona de aparcamientos del recinto ferial.  

—¿Qué estás haciendo?  

—Como si no lo supieras. —Sonrió y entendí lo que sugería—. Te voy a llevar a la feria.  

Eso era ridículo. No le iba a dejar llevarme a la feria.  

—No, no lo harás. Estoy demasiado mayor para paseos infantiles. 

 Aparcó y luego me miró.  

—No, no lo estás, pero, ¿cómo vas a saberlo si nunca has estado? Quédate ahí —dijo antes de salir y darle la vuelta al auto para abrirme la puerta—. Vamos, Cara de Muñeca, esto va a ser divertido.  

Me sentía ridícula. 
¿Qué persona de dieciocho años iría a la feria? 
Aparentemente yo. 
Y con el Jedi de los Trucos Sexuales, nada menos.  

Resoplé, pero no puede evitar que saliera a la superficie la sonrisa que había estado conteniendo desde que me dijo a dónde íbamos. Me cogió de la mano y la agarró como si temiera que pudiera salir corriendo en cualquier momento. 

Caminamos hacia la entrada y lo miré.  

—No puedo creer que estemos haciendo esto. Es una tontería. Ya lo sabes, ¿verdad?  

—No hay nada malo en hacer el tonto. Va a ser divertido. 

 No debería haber sacado el teléfono del bolso, pero lo hice de todos modos. Sabía que tendría un millón de mensajes y llamadas perdidas de Nico y Euge, y no quería tener que escuchar todas las razones por las que no debería haberme ido con Peter Lanzani. 

En ese momento, nadie podría convencerme de que esto estuviese mal.


QUIEREN MARATÓN MUY BIEN SE LOS DARÉ ..5 CAPS MAÑANA 

PD: LAS QUIERO Y COMENTEN

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