lunes, 22 de febrero de 2016

capitulo 13

Adicto a la adrenalina   





Lali

¿Acababa de poner mis labios sobre el cuello de Peter Lanzani como si fuera una aspiradora Dyson? 

Por qué, si lo hice al parecer había hecho un buen trabajo por la sonrisa que tenía en el rostro.  

Él se apoyó sonriente contra el respaldo del sofá mientras esperábamos a que Nico y Euge nos encontraran y descubrieran que ya no estábamos en la piscina. Le miré y no pude contener una sonrisa por el pequeño secreto que intentaba ocultar debajo del cojín que le lancé. Debería haberme sentido mal por ello, pero no pude porque disfrutaba cada minuto que pasaba con él.  

Después de que Nico y Euge nos encontraran, Nico se dejó caer entre nosotros y miró el cojín casualmente colocado en el regazo de Peter. Sí, tenía sospechas de la razón de aquella estratégica colocación. 

—¿Qué pasa, Lanzani? 

Peter dejó caer el brazo sobre el cojín como si tuviera miedo de que Nico pudiera quitárselo en cualquier momento. 

—Nada interesante. Nos cansamos de la piscina y se nos ocurrió venir a ver un poco la televisión mientras cogíamos unos bocadillos.  

Respuesta equivocada. 
Vamos, Peter. No se podía ver un televisor que no estaba encendido.  

Nico alzó la vista hacia el televisor empotrado contra la esquina de la casa. —¿Estás viendo una pantalla en negro?  

Peter se pasó una mano por el pelo y se rió.  

—Error mío. Me refería a escuchar umm… Civil Twilight.  

Nico miró hacia la piscina.  

—¿A dónde se han ido Gas y Rochy? 

Peter y yo nos volvimos esperando encontramos con la pareja en la piscina, pero no había ni rastro de ellos y esta vez me adelanté a contestar ya que Peter había fallado la pregunta número uno.  

—No lo sé. Supongo que estarán tomándose un descanso de tanta natación.  

—¿Cómo no les han visto salir de piscina si todo lo que han estado haciendo era estar aquí sentados escuchando música mientras comíais un bocadillo?  

Se acercó y agarró la rodilla de Peter dándole un fuerte apretón.  

—A mí me parece que estás mintiendo.  

Peter dio una sacudida y agarró a Nico por la muñeca para hacerle parar mientras se quejaba.  

—Maldita sea, amigo. Déjalo.  

Euge puso los ojos en blanco cuando me miró y se levantó para ir a coger una bebida en la casa de la piscina.  

—Déjalo en paz, Nico. Ellos pueden hacer lo que quieran.  

Nico obedeció de mala gana a Euge y soltó la rodilla de Peter.  

—No podía evitarlo, Princesa. Me lo ha puesto demasiado fácil. En serio, amigo… pareces «un niño de dos años pillado con las manos en el tarro de las galletas». —Nico le dio un codazo en las costillas a Peter y luego me miró—. No puedo creer que vaya a decir esto, pero te estás pillando, amigo.  

Era imposible no darse cuenta de la forma en que Peter negó la afirmación de Nico. Me percaté de que me gustaba la idea que él se estuviera enamorando de mí. Quería pasar más tiempo con él para poder descubrir lo que hay entre nosotros. 

Mi mente rápidamente comenzó a devanar en todas las maneras con las que podría lograr eso, pero tuve que dejar esos pensamientos a un lado porque Gas y Rochy cruzaron la puerta. Euge salió de la casa de la piscina a buscar su bebida y vio a Gas y Rochy acercarse por el patio trasero.  

—Bueno, pero mira quienes han aparecido como por arte de magia. 

 Gas arqueó una ceja hacia Euge.  

—Creo que eso mismo podría decir yo de ti y Nico desde que desaparecieron como por, ¿cuánto? ¿Dos horas?  

Euge miró a Nico y ambos sonrieron.  

—No fueron más de 30 minutos.  

—Sí, claro. Si tú lo dices.  

Gas le ofreció caballerosamente la única silla libre que quedaba a Rochy y luego se sentó a su lado en la hamaca

—¿Qué ocurre aquí? ¿Una reunión de grandes mentes?  

—Sí, y por esa razón no estabais invitados. ¿Dónde has estado? 

Él alzó su teléfono para enseñármelo.  

—Lo dejé en el auto, estaba esperando una llamada de Agus. Tengo planes para esta noche.  

—¿Por qué no pasamos la noche aquí? Mis padres no están — sugerí—. Podríamos preparar algo de comer.  

Euge sabía que yo no tenía ni idea de cocinar, así que no me sorprendió que objetara mi sugerencia.  

—¿Desde cuándo cocinas?  

—No he dicho que cocinaría. Dije que «nosotros» lo haríamos. 

La chica no era un titulo académico por casualidad. Sabía sumar uno más uno.  

—Lo que significa que quieres que cocine yo.  

Me encogí de hombros y me hice la inocente sólo por fastidiarla. 

—Bueno, si te estás ofreciendo voluntaria, entonces «sí». Eso es exactamente lo que significa. 

—Lo siento, pero no puede ser. Tenemos planes para cenar con mis padres. ¿Recuerdas? Invitaron al tío Bill a la cena para que pudiera hablar con Nico sobre la facultad de derecho y no podemos cancelarlo.  

Rochy le dedicó una mirada de disculpa a Peter.  

—Y yo tengo que regresar. He quedado con Melody y Tefy.  

Vaya mierda. Las cosas no estaban saliendo como yo quería.  

—Yo podría llevar a Rochy a casa si Peter quiere quedarse. —Se ofreció Gas y eso confirmó mis sospechas de que podría querer conocer mejor a la hermana de Peter. 

Peter ni siquiera se lo pensó.  

—¿Te importaría, Rochy?                                                         

—No, para nada. —Rochy le lanzó una mirada a Gas y esbozó una sonrisa dulce—. Me encantaría.  

                           *** 

Estábamos solos en mi casa y de repente me entró el pánico. 

¿En qué estaba pensando? 

Esto era una mala idea. Era una locura estar a solas con Peter después de la forma en la que antes me había dejado llevar. Si había ido tan lejos habiendo gente aquí, ¿qué haría ahora que no estaban?  

Y ese no era mi único problema. Había invitado a Peter a cenar y ni quiera en mis mejores días sabía hervir agua.  

—Lali no estaba bromeando cuando dijo que no sabía cocinar.  

—No hay problema. Nadie hace mejor carne a la parrilla que yo, así que si sabes envolver papas con papel de aluminio, estaremos bien.  

Me relajé un poco porque parecía que en su cabeza había carne, no sexo. Eso era bueno porque la carne no me metería en problemas. 

 —¿Quieres que vayamos ahora al supermercado para que podamos cenar temprano?  

—Claro. Es buena idea, porque me estoy muriendo de hambre.  

—Muy bien. Sólo dame un minuto para cambiarme.  

Subí las escaleras y rápidamente cambié mi bañador por un vestido de verano casual y sandalias. Me rocié el pelo con un poco de espuma, dejando que se ondulara de forma natural en vez de plancharlo, como solía hacer. Me apliqué mi loción de melocotón y flor de cerezo favorita por el cuerpo, luego le di una nueva capa de brillo a mis labios y ya estaba lista para salir.  

Vi la cara que compuso Peter cuando bajaba las escaleras y pude comprobar que estaba sorprendido por mi cambio de look.  

—Tu pelo… es rizado. Otra sorpresa más.  

Su sonrisa se ensanchó y extendió la mano para apartar alguno de los mechones por encima de mi hombro. 

 —Te queda muy bien. 

—Gracias.  

Fuimos a coger mi bolso y las llaves mientras me preguntaba qué auto llevaríamos.  

—¿Llevamos mi auto o el tuyo?  

—Vamos en el mío.  

Me gustaba cuando él conducía, así que por mí estaba bien. Avancé y puse la alarma de seguridad en cuenta atrás.  

—Listo.  

Como había hecho Peter otra veces, me abrió la puerta del auto pero esta vez estaba prevenida con la caída en el asiento del pasajero.  

—Creo que lo hice con un poco más de gracia en esta ocasión. 

—Nada de lo que haces es sin gracia —dijo con voz ronca antes de cerrar la puerta.   

Peter utilizó el viaje al supermercado para interrogarme sobre Gas, porque creía que Rochy estaba interesada en él. Quería saber con cuantas chicas había estado y si había engañado a alguna de ellas. Encajaba perfectamente en el perfil de hermano mayor protector y eso me hizo ver un lado de él que me gustó aún más.  

Entramos en el supermercado y el coger un carrito de compras con Peter parecía una actividad muy extraña y… doméstica.  

Entrar en una tienda de comestibles era algo que nunca antes había hecho en una cita. Espera. ¿Esto era una cita? Si no era una cita, ¿entonces que era? 

Peter insistió en comprar carne fresca, así que estábamos esperando a que el carnicero terminara de cortar nuestra carne cuando decidí sorprender a Peter con un postre.  

—Vuelvo enseguida.  

Miré aún lado y a otro de los pasillos, pero me quedé en blanco. Yo sólo entraba en la cocina para comer no para cocinar, así que le envié un mensaje a Euge en busca de ayuda.  

Siendo la perfecta Hogareña que era, inmediatamente me contestó el mensaje. 

Fresas, bizcocho y crema batida. No requiere cocción.  

La amaba. Tenía las respuestas para todo. Después de coger el bizcocho y la crema batida, me acerqué a la frutería a por las fresas y me di cuenta de que una chica muy guapa estaba mirando a Peter en la carnicería. 

Cuando sacó de su bolso un lápiz labial y se lo aplicó, sabía que estaba a punto de acercársele y mi lado posesivo salió a la superficie.  

Me acerqué a ella.  

—Está bueno, ¿no?  

Se volvió bruscamente hacia mí y su expresión me dijo que no creía haberme visto nunca antes.  

Eché un vistazo a mí alrededor como si tuviera miedo de poder ser escuchada y me incliné para susurrarle.  

—Es una verdadera lástima que tenga ladillas.  

—¿Qué? —chilló.  

Me incliné un poco más cerca.  

—Es cierto. Él le trasmitió las ladillas a una amiga mía y tardó semanas en conseguir deshacerse de ellas. Ella no sabía lo que eran y alguien le dijo que la única manera de acabar con ellas era echándoles alcohol. Digamos que todo el mundo en un radio de cinco millas tuvo que taparse los oídos. No me importa lo bueno que esté, ningún hombre vale tanto la pena como para padecer ladillas.  

Rápidamente cerró la polvera y la guardó en el bolso.  

—Vaya, gracias por el aviso.  

Alcé la palma de la mano  

—El gusto es mío. Las chicas antes que las pollas, ¿verdad?  

Ella extendió la mano y su palma encontró la mía en una audible palmada. 

—Por supuesto.  

Siguió su camino y me reí mientras buscaba entre las fresas las que mejor apariencia tuvieran. Aquello había estado mal de mi parte pero sirvió para evitar que esa chiquilla hiciera lo que pensaba hacer con mi Peter.  

¿Mi Peter? 
¿De dónde había salido eso?  

Mi estómago dio un vuelco al pensar en cómo este tipo de cosas probablemente le ocurrían constantemente, chicas lanzándose sobre él. No era de extrañar que tuviera un número de conquistas desconocido.  

—¿Lista? —le escuché preguntar cuando se acercaba por detrás de mí.  

—Creo que sí.  

Miró los ingredientes que descansaban en mis brazos.  

—¿Tarta de fresa?  

—Sí. No requiriere de cocción. ¿Está bien?  

—Batir crema siempre ha sido lo mío.  

Mis ojos se agrandaron y lo mismo hizo su sonrisa.  

Batir crema siempre ha sido lo mío. ¿Estaba hablando de comida o de algo completamente diferente?  

Mi mente emprendió su propio viaje durante el camino de regreso a casa, sin poder dejar de pensar en la suave y dulce crema, y en todas las formas en que se le podía dar uso. Me obligué a redirigir la dirección de mis pensamientos.  

—¿Por qué participas en las carreras? ¿Es por el dinero?  

—Me gusta el dinero, pero tengo un pequeño hábito del que no me puedo deshacer.  

Oh, no. 

¿Estaba metido en algo? 
¿Marihuana? ¿Heroína? ¿Metanfetaminas? 

 Él se echó a reír al ver la expresión de mi cara.  

—No te asustes.  

Para mí, las drogas eran un factor desvivo. 

—Dime de qué estás hablando y luego decidiré si debería estar asustada o no.  

—Soy adicto a la adrenalina. Me encantan las endorfinas. Y no son ilegales. Descubrí la sensación cuando era un niño. Comencé con los trucos en patineta. Me gustaba la sensación que dejaba los giros sobre las rampas. Con el tiempo las rampas fueron haciéndose cada vez más y más grandes hasta que trasladé las acrobacias a la BMX y el Motocross. Necesitaba algo más para conseguir alcanzar grandes velocidades, por lo que he escalado a las carreras callejeras.  

—¿Qué es lo que sigue ahora? ¿Acrobacias con aviones?  

—Quizás algún día.  

Hablaba en serio.  

—¿Esa es la verdadera razón por la que quieres ser oficial de policía? ¿Necesitas persecuciones a grandes velocidades?  

—Es posible.  

Se estaba poniendo muy críptico.  

—¿No podrías simplemente ir a hacer puenting o algo así?  

Se apresuró a responder.  

—Ya lo he hecho. 

Sí, debería haberlo adivinado.  

—Eres raro. 

 —No digas que algo no te gusta hasta que lo hayas probado. 

 Quizás tuviera razón.  

—Tú auto tiene mucha potencia.  

Sonrió ante el hecho de que me diera cuenta de eso. 

—No es que sea del todo legal. Tiene un montón de timbres y silbatos que he ido añadiendo.  

Recordé la forma en que su auto me hizo sentir aquella noche que tuve que llevarlo a casa.  

—Cuando conducía tu auto, me encantó la sensación que producía estar en el haciendo del conductor.  

—¿Ves? Podrías ser una adicta a la adrenalina en potencia. Miré alrededor de la carretera en la que estábamos y no vi ningún otro auto. 

—Enséñamelo. 

Desvió la mira hacia mí y de nuevo a la calzada.  

—¿Enseñarte qué?  

No entendía de qué estaba hablando.  

—La velocidad que sueles alcanzar cuando corres. —Volvió a mirarme para ver si estaba hablando en serio y yo le guiñé un ojo—. Dame una descarga de adrenalina.  

Estaba sonriendo, con hoyuelos y todo. Se sentía orgulloso de lo que podía hacer y quería hacerlo conmigo en el auto.  

—¿Estás segura?  

—Sí. Enséñame lo que este pequeño puede hacer.  

—Está bien.  

Agarré el borde de mi asiento y sentía como todo mi cuerpo se tensaba mientras aceleraba cada vez más rápido por la autopista. Daba la sensación de que podríamos despegar del suelo en cualquier momento.  

—¡Mierda! ¿A qué velocidad vamos?  

—El velocímetro sólo marca hasta 120. Supongo que alrededor de unos 140 kilómetros por hora. Pero esto es lo más rápido que pienso ir contigo aquí. 

Él comenzó a desacelerar, pero yo aún no había terminado, así que bajé la ventanilla.  

—¿Qué estás haciendo?  

—Quiero más.  

Me desabroché el cinturón y me puse de rodillas para sacar la cabeza por la ventana. Él tenía razón. Me gustaba está sensación. Me quité los zapatos y me deslicé hasta estar sentada en la cornisa de la puerta. Levanté los brazos y dejé que el viento se hiciera cargo de mí por completo. Era tan emocionante que no puede evitar soltar un grito.  

—Yuhuuu. 

Sentí como el auto reducía más la velocidad.  

—Joder, chica. Estás loca. Mueve tu culo de nuevo al interior del auto antes de que te tragues algún insecto. 

Me deslicé de vuelta al asiento y bajé la visera para intentar domar, frente al espejo, mi pelo salvaje. 

—Eso fue increíble.  


Estaba mucho más calmada para cuando llegamos a casa. Fuimos a la cocina tan pronto como estuvimos de vuelta y comenzamos a preparar la cena. Lavé las papas y las envolví en papel de aluminio, a continuación limpié y corté las fresas mientras Peter preparaba la carne. Sinceramente, no podía hacer eso mal y recé en silencio para que no fuera así; no quería que él pensara que era una completa inútil.  

—Estos no estarán tan buenos como lo estarían si los hubieran marineado más tiempo.  

—Estoy segura de que te quedarán estupendos.  

—Vas a tener que dejarme usar la parrilla, no tenemos toda la noche para que la carne se marinee.  

Eso significaba que tendríamos tiempo para nosotros de nuevo.  

—Sin problema.   

Salió a encender la parrilla cuando yo terminaba de cortar las fresas y mientras lo observaba por la ventana me coloqué justo frente al fregadero. Recordé lo que me había dicho Euge sobre la forma en la que lo miraba cuando creía que él no se daba cuenta de que lo observaba y me atrevería a decir que probablemente, ahora mismo, tenía esa misma expresión. 


Una hora después cenamos y Peter fue fiel a su palabra.  

—No estabas bromeando. Eres un experto en carne a la parilla. Me lo comí todo.  

—Aprendí de mi padre.  

—Me cae bien tu padre. Fue muy amable conmigo la noche que me llevó a casa.  

Él sonrió a medias y luego cambió rápidamente de tema. 

—¿Qué hay de postre? Quiero que me muestres tus habilidades culinarias.  

Hubo poca habilidad implicada en lo que había hecho.  

—Querrás decir la falta de ellas.  

—Estoy seguro de que eso no es cierto.  

Estaba poniendo demasiada confianza en mis habilidades porque nunca antes me había visto en acción en la cocina.  

—Por desgracia, es cierto, pero no creo que corras peligro con un pastel de fresas. Corté dos rebanadas de pastel y luego los cubrí con la crema batida y las fresas antes de servírsela.  

—Bon appétit.  

—Tiene buena pinta.  

Traté de que quedara bonito y creo que no hice un mal trabajo, pero desde luego no se parecía en nada al de los que se podían encontrar en un restaurante.  

Con un poco de suerte, podría competir con el departamento de degustación.  

Esperé a que él probara el primer bocado ya que yo estaba demasiado nerviosa.  

—Está muy bueno.  

Sentí alivio correr por mi cuerpo.  

—¿En serio? No lo estarás diciendo para evitar herir mis sentimientos, ¿verdad?  

—De verdad que está muy bueno. Te lo prometo. Toma. Prueba un bocado.  

Alargó el brazo y se ofreció a darme un trozo del suyo aunque yo tuviera el mío justo enfrente de mí. Madre mía, que sexy era. La sola idea de poner mi boca dónde él la había puesto provocó que me hormiguera el estómago.  

Mis ojos no se apartaron de los suyos mientras me acercaba y aceptaba el bocado que me ofrecía. Él observaba mi boca mientras me lamía los labios y esperé a que me ofreciera otro pedazo por lo condenadamente sexy que se veía. 

—Tienes un poco… —dijo mientras se señalaba la comisura de sus labios.  

Me llevé un dedo hasta allí y lo deslicé hacia abajo.  

—Permíteme —dijo con voz ronca mientras se inclinaba y me besaba en la boca—. Sabe aún más dulce así —susurró mientras sonreía contra mi boca y eso fue todo; estaba perdida, yo era su títere y él el titiritero; que podía hacer conmigo lo que quisiera.  

La boca de Peter seguía contra la mía y pude sentir el torrente cálido de su aliento sobre mis labios, entonces descubrí que quería un postre que no incluía pastel de fresas.  

—¿Te apetecería nadar un poco esta noche?  

Él sonrió contra mis labios de nuevo.  

—Creo que sí me apetece.  

Mordisqueé mi labio inferior por un segundo mientras consideraba la idea de retractarme.  

—Déjame un minuto para que me cambie.  

Subí por las escaleras mientras escuchaba el grifo de la cocina correr y el tintineo de los platos repiquetear entre sí, así que supuse que Peter estaría limpiando la mesa y lavando la vajilla. Era irresistiblemente atractivo y además considerado. ¿Se podía pedir más?  

Miré hacia mi todavía mojado bikini blanco y me pregunté si valía la pena ponérmelo aunque estuviera empapado o si debía usar uno seco. A Peter le gustaba vérmelo puesto, así que decidí que sin duda valdría la pena pasar un poco de frío cuando me lo vistiera. Además, no sería más que un momento.  

Me miré en el espejo y mis ojos inmediatamente fueron atraídos por mis notablemente pezones erectos. No había planeado ponerme de nuevo un forro, pero supuse que tendría que hacerlo hasta que esas dos cosas decidieran calmarse.  

Entré en la cocina y Peter ya había limpiado nuestros platos en el lavavajillas.  

—Gracias, pero eres mi invitado y no tenías por que hacer eso. Lo habría limpiado yo todo más tarde.  

—No fue nada. Estoy acostumbrado a hacerlo, en mi casa somos yo, mi padre, Vico y Rochy.  

Su madre. Él no hablaba de ella y me pregunté por qué. Tal vez falleció y le resultaba demasiado doloroso tocar el tema. Le preguntaría sobre esto más adelante, pero no por ahora. No quería pasar el tiempo que teníamos a solas hablando de sus padres.  

Salimos y encendí la luz de la piscina. Entrar en ella esta vez fue diferente; no fue tan divertido como antes mientras bajábamos las escaleras hacia la parte menos profunda. Me dejé caer hasta que el agua cubría mis hombros y luego hundí la cabeza hacia atrás. Me reincorporé y me sequé el agua del rostro.  

—Me encanta nadar por la noche.  

No perdió tiempo en llegar hasta mi mientas nadaba sobre la superficie.  

—Nunca había nadado de noche, pero creo que me va a gusta bastante.  

—¿Y qué te hace pensar eso?  

—Esto. —Extendió la mano y me agarró por la cintura, tirando de mí hacia él, y no puede resistirme a poner los brazos alrededor de sus hombros a la vez que permanecíamos de rodillas en la zona menos profunda.  

Fue un beso dulce, muy parecido a los anteriores que habíamos compartido. Sus labios se movían lentamente mientras su lengua entraba deliberadamente en mi boca y yo se lo permitía. Sus labios abandonaron los míos para deslizarse por mi barbilla, alcanzando el cuello, en la zona justo debajo de mi oreja, y finalmente incliné la cabeza hacia un lado animándole con el gesto a que continuara su camino.  

En alguna parte del recorrido, la línea inconfundible que definía a Peter había cambiado. No podía precisar el momento exacto en el que había pasado de ser nada de lo que quería para mí a todo lo que necesitaba, no quería vivir sin él y tan sólo la idea de penarlo me asustaba terriblemente. Tenía miedo de su pasado y de ser utilizada como lo había hecho con otras muchas antes.  

—Siento que me has acorralado en una esquina —susurró contra la piel de mi cuello.  

—Umm, creo que soy yo la que tiene la espalda contra la esquina de la piscina.  

Dejó de besarme y colocó sus manos alrededor de mi rostro. Sus ojos buscaban en los míos una respuesta a una pregunta que no escuché ser formulada.  

—Me refería a la forma en la que me haces sentir. —Acarició con sus pulgares mis pómulos—. Entre nosotros hay una conexión especial y nunca antes había sentido esto por alguien.  

Mi cadena de celos se rompió. Ambos podíamos sentir una corriente eléctrica, pero esa era una sensación que no había experimentado con nadie más. 

—Lo dudo mucho. Creo que has estado conectado con un número incontable de chicas tal y como me confesaste.  

—Maldita sea, Lali, esto no se trata de cómo yo te digo tonterías para que así consiga acostarme contigo. Se trata de que quiero decirte lo que siento por ti y tú no me lo pones muy fácil cuando dices cosas como esas.  

Oh, mierda. Él no estaba de broma. 

—Lo siento. No me di cuenta de que hablabas en serio.  

—Cuando no estamos juntos, deseo estarlo. Cuando no estamos tocándonos, tengo la esperanza de conseguir aunque sólo sea el más mínimo, y accidental roce. Tú eres todo en lo que pienso y es por eso que todo mi mundo se está cayendo ante tus pies. Con fuerza.  

JURO QUE YO A ESTE CHICO LE DOY!! 

PD: LAS QUIERO Y COMENTEN 

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