domingo, 14 de febrero de 2016

capitulo 3

Noches largas y Long Islands  








Lali

¡Puf! Aquello fue humillante. 

Estaba a punto de decirle a aquel cretino que mantendría mi parte del trato y saldría con él, cuando entonces ese «oh» lo arruinó todo. 

Me recordé a mí misma que en realidad tan sólo era una estúpida apuesta con la que me engañó para que aceptara, por lo que técnicamente no le debía nada, ¿no?  

Nico y Euge estaban ocupados hablando con algunos de sus antiguos compañeros de clase y yo quería estar sola, así que aproveché la oportunidad para esconderme en el auto y lamerme las heridas. 

Me senté en el vehículo y miré en dirección a la línea de meta, pero lo único que podía ver era una multitud de personas yendo a buscar sus ganancias y yo, definitivamente, no entraba en ese grupo.  

Cogí mi iPod y la encendí por All The Same To Me de Anya Marina y luego bajé las ventanillas del auto debido al aire cargado que había en el interior.  

Cerré los ojos después de apoyar la cabeza en el asiento y tamborileé las uñas de mi dedo índice y medio contra el reposabrazos al ritmo de la música, mientras esperaba a Nico y Euge. 

No quería hacerlo, pero no conseguí dejar de pensar en cómo aquella chica le había puesto las manos encima a Peter Lanzani. 
Parecía haber demasiada familiaridad entre ellos. Fue repugnante lo obvio que era que se la estaba tirando, sin embargo, él iba detrás de mí sin importarle que ella lo viera. Peter tenía razón. Era un completo Jugador. Ya había escuchado tres canciones más cuando Euge abrió la puerta del asiento del pasajero y me sobresaltó.  
                                                          
—¡Por fin! Creía que nunca íbamos a irnos. Estoy lista para largarnos de aquí.  

—Ansiosa por salir de aquí, ¿eh? —preguntó Nico mientras se deslizaba en el asiento de atrás con tono divertido. 

Apostaba a que Peter le había contado todo el asunto de las apuestas y cómo me había engañado.  

Me negué a mirarles y no le contesté a Nico, no íbamos a mantener esa conversación. Salí del aparcamiento en dirección a la carretera y puse la música alta mientras nos colocábamos detrás de la fila de autos que se alejaban de «The Strip». 

Tac. Tac. Tac. 

Me sobresalté y salté cuando oí unos nudillos golpear contra la ventanilla lateral del conductor. 

Me giré para ver como Peter Lnzani me hacía señas para que bajara la ventanilla. Mi cerebro me gritó que continuara conduciendo mientras mis entrañas me suplicaban para que bajara la ventanilla. Estaba segura de que era una mala idea, pero me puse del lado de mis entrañas y presioné el botón para bajar la ventanilla unos centímetros. 

—¿Qué? —le espeté a través del espacio abierto de la ventanilla. 

Hizo un gesto con la cabeza hacia la puerta trasera.  

—Abre. Voy contigo.  

Fruncí el ceño arrugando la frente tal y como mi madre siempre decía que no hiciera ya que me provocaría arrugas prematuras.  

—¿Vienes conmigo a dónde?  

—Al club en Franklin —respondió.  

¿Cómo sabía ha donde íbamos? 

Miré a Euge y a Nico dedicándoles mi mirada de: ¿Qué Diablos?

 —¿De qué está hablando, Kimosabe? 

—Invite a Peter a Shenanigan. 

—Dime que no es verdad —dije entre dientes. 

—Hace tiempo que Nico no ve a Peter —explicó Euge—. Quieren ponerse al día. 

Sí, claro. Sabía que querían ponerse al día y que eso no tenía nada que ver con el hecho de que hacía tiempo que no veía a su amigo. En contra de lo que yo quería, abrí la puerta y él me sonrió victoriosamente antes de subirse al asiento de atrás.  
                                                         
Peter y Nico mantuvieron una pequeña charla de camino hacia el club y escuché como reían y hablaban sobre los viejos tiempos en Collinsville. Podía oír la diversión en la voz de Peter al recordar una payasada de Nico cuando trabajaba en la biblioteca en sexto grado. Sabía que si alzaba la mirada hacia el espejo retrovisor una vez más podría ver sus hoyuelos, pero me obligué a no hacerlo porque me negaba a exponerme así.  

Entramos en el club y encontramos una mesa libre cerca de la pista de baile. Sólo me tomó un minuto encontrarme con la mirada a mi estúpido ex novio, Pablo, bailando con Maria Del Cerro y sentí como mi corazón se aceleraba como un cohete. ¿Por qué tenía que haber aceptado venir aquí con Nico y Euge? Era consciente de que iban a estar juntos en este lugar. Euge se percató de la pareja feliz en la pista de baile y colocó una mano alentadora en mi brazo.  

—¿Quieres irte? 

Sí, quería, pero no les iba a aguar la fiesta a Euge y Nico simplemente por mis tonterías.  

—No, quiero quedarme, necesito divertirme un poco. Creo que eso me hará olvidar lo que ocurrió.  

Alcé la mirada para ver como Pablo y Maria salían de la pista de baile en nuestra dirección. 

—Ahora vuelvo. Voy a hacerle una visita al baño de señoras. 

Me abrí paso entre la multitud y entré en el cuarto de baño. Me detuve frente al espejo, saqué mi brillo de labios del bolso y cubrí estos con una nueva capa de brillo mientras recordaba el ultimátum que me había dado Pablo. Fue humillante y doloroso, pero nunca lo admitiría a ante nadie más que no fueran Nico y Euge. 

Me retoqué el brillo con el dedo sobre el arco de Cupido. 

—Puedo hacerlo —le dije a mi reflejo. 

No tenía elección; había que hacerlo.  

Cuando regresé me encontré a Pablo y Maria sentados en nuestra mesa. El brazo de Pablo descansaba posesivamente sobre el respaldo de la silla de Maria y me pregunté si eso era algo que hacía a menudo o si se debía a que el Señor Me Tiro Hasta Un Palo estaba sentado con nosotros.  

—¿Estás bien? —me susurró Nico cuando me senté junto a él y Euge.  

—Sí, estoy bien —mentí mientras le daba una de mis mejores sonrisas falsas. 

Era extraño como Nico había adoptado el rol de mí protector. Él era como un hermano mayor para mí, sólo que mucho más. El chico que una vez había tomado por un fracasado tatuado de Collinsville era ahora mi mejor amigo.  

Se inclinó hacia mí para que nadie más le oyera.  

—No te creo.  

¿Qué se suponía que debía decir?  

—Tengo que superar que ellos están juntos porque es un hecho y no parece que tenga intención de cambiar a corto plazo. No puedo continuar fingiendo que tengo que irme cada vez que me los encuentro en alguna parte. 

Euge se inclinó hacia nosotros para unirse a la conversación.  

—¿Nos dirás si cambiar de opinión y decides marcharte?  

Entorné los ojos.  

—Sí, Madre. Sí, Padre. Se los diré. 

Single Ladies empezó a sonar y una banda de chicas salió disparada hacia la pista de baile. Normalmente le solía rogar a Euge que bailara conmigo, pero esta noche era diferente porque no estaba de buen humor ni tampoco tenía una copa en la mano.  

—No importa si te toca conducir esta noche. No quiero que te preocupes por eso, yo me encargo. Quiero que tú y Euge se diviertan. —Se ofreció Nico—. ¿Qué quieres de tomar?  

No sé si fueron los tatuajes o qué, pero Nico nunca había conseguido una tarjeta como socio de los lugares a los que íbamos y siempre nos traía tantas bebidas como quisiéramos. Euge pidió su habitual Cosmopolitan y yo me lo pensé un momento antes de elegir la única cura posible para aliviar mi aflicción. 

—Te pido la tuya —anunció Peter desde el otro lado de la mesa mientras me miraba—. Te traeré lo que quieras.  

Parecía más un desafío que una oferta. ¿Me estaba imaginando la doble intención en su tono de voz o simplemente me estaba invitando a una copa? Finalmente le respondí.  

—Un Long Island. 

No hubo lugar a dudas para la mirada que me lanzó mi hermano mayor Nico.  

—¿Estás segura de que es una buena idea? Sabes que no necesitas mucho de esos para acabar como una cuba. 

—No me he olvidado y eso es precisamente lo que estoy buscando. — No me rebatió, pero sabía que tendría puesto su ojo de halcón sobre mí el resto de la noche. 

Los chicos regresaron con nuestras bebidas y Peter optó por sentarse en la silla contigua a la mía en vez de la que se encontraba al otro lado de la mesa. 

—Su bebida, señorita. 

—Gracias —dije amablemente antes de darle un largo trago a la copa. Peter observó cómo me bebía la cuarta parte de mi Long Island.  

—Tengo la impresión de que te estás buscando pasar el resto de la noche sobre tu culo o tu espalda.  

Inmediatamente me puse a la defensiva con la mención de yo de espaldas. 

—Bueno, no estaré nunca contra mi espalda por ti. Lo siento si esa es la razón por la que me pediste la bebida o por lo que has decidido venir con nosotros.  

Me di cuenta de que eso le cogió de improvisto.  

—He venido porque un amigo me invitó, que conozco desde hace mucho más tiempo que tú, he de añadir. También acabo de ganar un montón de dinero en efectivo, así que quería celebrarlo. En cuanto a la bebida, la pedí para ti por cortesía. Tan sólo intentaba ser un caballero. 

—Bueno, gracias, pero no me interesan tus motivos —dije secamente. 

 Peter se inclinó un poco más cerca.  

—¿Qué he hecho para que pongas en duda mis motivos?  

Me sentí agradecida de que la música estuviera lo suficientemente alta como para que Nico y Euge no pudieran escuchar la conversación que manteníamos Peter y yo.  

—Oh, no lo sé. Tal vez pudo ser la forma en que trataste de chantajearme para salir contigo o cómo me engañaste para que hiciera una apuesta para, y cito, «pasar una noche contigo», fin de la cita. Ni siquiera estoy segura de lo que significa para ti pasar una noche contigo. O podría ser la forma en la que aquella chica de «The Strip» estaba encima de ti como si conociera cada parte de tu cuerpo, o quizás fue la forma en que me agarraste por la cintura y me atrajiste contra ti como si ya lo hubieras hecho un millón de veces. Tal vez fue la forma con la que con tanta facilidad me susurraste al oído y me provocaste escalofríos por todo el cuerpo. 

 Esa media sonrisa regresó.  

—¿Así que te gustó cuando te atraje cerca y te susurré al oído?  

Claro que sí, me gustó, pero eso no era lo que le estaba intentado decir.  

—Creo que escuchas lo que quieres escuchar.  

—Tal vez sea que porque quiero saber que te gustó estar cerca de mí, pero también interpreto que estás celosa de Paula. 

Este tío era increíblemente arrogante.  

—Ahora, realmente estás soñando —me burlé.  

—Se suponía que íbamos a quedar después de la carrera, pero la dejé tirada para venir aquí contigo —lo dijo con orgullo, como si mereciera algún tipo de recompensa por haber dejado tirada a aquella chica con un colchón atado a la espalda.  

—Lo siento. No quería echarte a perder una noche de sexo fácil — dije sarcásticamente.  

Me dedicó una mirada provocativa antes de darle un trago a su cerveza. 

—No te preocupes. No lo has hecho.  

¿Qué se supone que significa eso?  

Pablo y Maria se dirigieron de nuevo a la pista de baile y Euge se inclinó mientras Peter se ponía en pie.  

—Nuestra canción, vamos a bailar si te parece bien.  

Siempre tenían que bailar esa canción ñoña.  

—Claro, tómate tu tiempo. —Asentí con la cabeza hacia Peter—. Tengo al Jedi aquí para que me haga compañía.  

Esperaba que Peter me preguntara por mi obsesión con Jedi pero no lo hizo. Se recostó contra la silla. 

—Así que, están enamorados, ¿eh?  

Coloqué la copa sobre mis labios y le di otro trago. Me había bebido ya tres cuartas partes y aún estaba bien. Iba a tener que beber más rápido.  

—Sí, están enamorados y la cosa va en serio. Predigo que se convertirán en Sr. y Sra. en dos años. Y yo iba a ser la tercera en discordia. Me pregunté si me invitarían a ir con ellos a la luna de miel. 

Me llevé la copa a los labios y la terminé.  

—¿Quieres otra? —se ofreció Peter.  

—Umm, sí por favor —dije mientras cogía el bolso para buscar algo de dinero ya que había pasado por el cajero automático de camino al club.  

—No, pago yo. ¿Otro Long Island? 

Le dediqué una sonrisa amistosa pues sentía que al menos le debía 
eso. 

—Sí, por favor. Gracias.  

—Aunque depende de quién los haga, sabes que la mayoría de los Long Island son casi todo alcohol, ¿verdad?  

Le recité los ingredientes.  

—Vodka, Ron, Ginebra, Tequila, Triple Seco, Sour Mix, y un chorrito de Coca Cola, aunque depende de quién lo haga.  

Sonrió como si estuviera divirtiéndose.  

—Umm, otra cosa que no esperaba que saliera de tu delicada boca. Estás llena de sorpresas.  

—Si me conocieras, no estarían tan sorprendido.  

Me miró como si fuera alguna especie de misterio antiguo y quería preguntarle qué era lo que estaba pensado, pero no lo hice por temor a lo que pudiera decirme. Cuando el silencio fue incómodo y las miradas pesaron, se levantó de la mesa.  

—Enseguida vuelvo. No te vayas.  

Permanecí sentada en la mesa esperando a que Peter regresara con nuestras bebidas mientras observaba las parejas bailar en la pista de baile. Cuando la canción de Nico y Euge terminó, otra canción de amor cursi la reemplazó y tuve la sensación de que los tortolitos no regresarían hasta que acabara.  

Como un perro guardián, Nico me vigilaba de cerca desde donde estaba bailando con Euge. Se percató de que estaba sentada sola y elevó su pulgar en señal de pregunta. Pareció satisfecho con mi asentimiento y una sonrisa tranquilizadora así que regresó su atención hacia mi mejor amiga, que sostenía entre sus brazos.  

Peter llevaba un tiempo sin aparecer, así que miré en dirección a la barra para comprobar si aún se encontraba haciendo cola para la bebidas y lo vi hablando con una chica con una camisa sin mangas que le realzaba las tetas. Él le iba a comprar una bebida y me sorprendí resoplando mientras pensaba en lo Jugador que era.

 Dándome cuenta rápidamente por la forma en la que estaba apoyado contra la barra del bar, que no había estado bromeando cuando dijo que no le estaba echando a perder una noche de sexo fácil.  

Giré la cabeza con disgusto y unos minutos más tarde Peter regresó a nuestra mesa con las bebidas.  

—Aquí tienes tu doble.  

No sabía por qué, pero me molestó que estuviera intentando conseguir una cita para esta noche mientras iba a comprar mí bebida. Cuanto más pensaba en ello, más me molestaba, pero no dije nada, porque este hombre no me debía la monogamia. 

 Simplemente me llevé la copa a los labios y le di un trago a mi segundo Long Island.  

Vi como Peter miraba mi vaso.  

—Oye, querías tomártelo con más calma o podrías llamar algún tipo a altas horas de la madrugada para mantener ese tipo de conversaciones que sobrio nunca se tendrían 

No estaba segura de si era yo o el alcohol el que estaba hablando a través de mí, pero no tenía aquí a Euge para que me parara los pies.  
—¿Por qué tendría que importarte que llamase a un chico borracha a altas horas de la madrugada? ¿Celoso?  

—Me importa porque esta noche eres mía y no pienso compartirte con nadie más. 


CHICAS MARATÓN!!

PD: LAS QUIERO Y COMENTEN 

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