jueves, 13 de agosto de 2015

capitulo 3 y 4




Se volvió y fue a su jeep. Continué jugando con mis mangas, viéndole volver con una botella de agua.
—Parece una fuga de la manguera del radiador.
—¿Eso es malo?
Desenroscando el tapón del agua, la vertió dentro de mi motor.
 —Esto va a enfriarlo. Debería funcionar ahora. Por un tiempo, al menos. ¿Hasta dónde vas?
—Cerca de veinte minutos.
—Probablemente lo hará. No vayas más lejos que eso o se recalentará de nuevo. Llévalo a un mecánico a primera hora de mañana para que pueda reemplazar la manguera.



Respiré con más facilidad.
 —Eso no suena tan mal.
—No debería costar más que un par de cientos.
Hice una mueca. Eso sería casi acabar con mi cuenta. Tendría que ver cómo trabajar unos pocos turnos extras en la guardería o conseguir algunos más como canguro. Por lo menos cuando hacía de canguro, podría conseguir estudiar un poco después de que los niños se fueran a la cama.
Cerró el capó en su lugar.
—Muchas gracias. —Metí las manos en mis bolsillos
—. Me salvaste de llamar a un camión de remolque.
—¿Así que nadie venía de camino, entonces? —Esa esquina de su boca se elevó de nuevo y supe que le divertía.
—Sí. —Me encogí de hombros—. Podría haber hecho eso.
—Está bien. No estabas exactamente en una situación ideal. Sé que puedo dar miedo.
Mi mirada escaneó su rostro. ¿Miedo? Sabía que probablemente bromeaba, pero tenía ese cierta ventaja para él. Un ambiente peligroso con sus tatuajes y piercing.
Incluso si era sexy. Era como el vampiro oscuro de las películas con el que las chicas terminaban obsesionadas. El que se debate entre comerse a la chica o besarla. Siempre he preferido al hombre mortal y agradable, y nunca entendí por qué la protagonista no iba a por él. No me iba lo de oscuro, peligroso y sexy. No te va nadie. Empujé el susurro, bateándolo para alejarlo. Si el chico adecuado —el que quería— se diera cuenta, todo eso cambiaría.
—No diría que das miedo… exactamente.
Se rio en voz baja. —Claro que lo dirías.
El silencio se cernió entre nosotros por un momento. Mi mirada lo recorrió. La camiseta de aspecto confortable y vaqueros bien gastados eran casuales. Los chicos los llevaban todos los días en la escuela, pero no tenía un aspecto informal. No se parecía a ningún chico que hubiera visto en todo el campus. Se veía como problemas. El tipo por el que las chicas perdían la cabeza. De repente, mi pecho se sentía muy apretado.
—Bueno, gracias de nuevo. —Ofreciendo un pequeño saludo, me metí dentro de mi auto. Me observó girar la llave. Afortunadamente, no salió humo del capo.
Al alejarme, me negué a arriesgarme a echar una mirada hacia atrás por el espejo retrovisor. Si Rochi hubiera estado conmigo, estoy segura de que no se habría ido sin su número de teléfono.
Con los ojos en el camino otra vez, me alegré perversamente de que ella no estuviera allí.





Mantuve la puerta abierta con mi hombro, mis manos llenas con una bolsa de palomitas y una botella de limonada rosa. Caminé hacia la habitación adjunta y me dejé caer en la silla giratoria de Euge. Como siempre, Rochi se hallaba rodeada de ropa.
ABBA resonaba en el aire, la firma musical de rochi para alistarse-para-salir. Siempre que la escuchaba a través de las paredes, sabía que la preparación había comenzado.
Dejando mi botella en el escritorio en medio del desastre de cuadernos y libros, llevé un puñado de palomitas a mi boca y la miré mientras se deslizaba dentro de una minifalda. La loca impresión en zigzag en blanco y negro se veía bien en su pequeña figura. Sonreí, imaginándome usando eso. No era una imagen bonita. Yo no medía un metro cincuenta ni pesaba cincuenta kilos.



—¿A dónde vas esta noche?
—Mulvaney.
—No es tu lugar de siempre.
—Freemont se ha llenado de idiotas.
—Pensé que eso era lo tuyo.
—El año pasado tal vez. Terminé con eso. Este año me interesa más… —Movió la cabeza, examinándose en el espejo—… hombres, supongo. No más adolescentes para mí. —Me lanzó una sonrisa de nuevo—. ¿Quieres venir?
Negué con la cabeza. —Tengo clase mañana.
—Sí. Como a las nueve y media. —Agitó la cabeza con disgusto—. Vamos. Mi clase es a las ocho.
—A la que probablemente faltarás.
Sonrió. —El profesor nunca pasa lista. Le pediré las notas a alguien.

Posiblemente un desafortunado estudiante de primer año que se quedaba con la lengua trabada cuando Rochi se acercaba. Seguramente le ofrecería su riñón si lo pidiera.
Euge entró en la habitación envuelta en una bata y cargando sus cosas de baño. —Oye, Lali. ¿Sales con nosotros hoy?
Mi mano se congeló en la bolsa de palomitas. —¿Tú también vas? —Eso sería raro. Euge pasaba la mayoría de las noches con su novio.
Asintió. —Sí, Nico está estudiando para un gran examen que tiene mañana, así que ¿por qué no? Mulvaney es genial. Vence a Freemont.
Rochi me lanzó una mirada de te-lo-dije. —¿Segura que no te nos unes? —preguntó, deslizando un top turquesa sobre su cabeza. Era sexy. Solo con un hombro, y la abrazaba como una segunda piel. Algo que yo nunca usaría.
—Les dejaré la noche salvaje a ustedes dos.
Rochi resopló. —No sé cómo de salvajes nos podemos poner con Euge aquí. Es prácticamente una mujer vieja y casada.
—¡No lo soy! —Euge desenvolvió la toalla de su cabeza y se la lanzó a Rochi
Rochi sonrió y agarró algunas palomitas de mi bolsa. Se las metió en la boca y luego lamió la mantequilla de sus dedos, asintiendo hacia mí. —Tú eres la que debería ir.
—Deberías ir —secundó Euge—. Eres soltera. Vive un poco. Diviértete. Coquetea.
—Está bien. —Agité la cabeza—. Tendré mi emoción indirecta a través de ustedes dos.
—Oh, sé honesta. Es por Pablo —dijo Rochi acusadoramente mientras permanecía frente al espejo y aplicaba algún producto a su cabello oscuro. Agarró y estiró las hebras hasta que estuvieron en diferentes ángulos, creando un salvaje look encrespado alrededor de su cara. Lucía como algún tipo de duendecillo.
Me encogí de hombros. No era un secreto que mi corazón perteneciera a Pablo Martinez y. Había estado enamorada de él desde que tenía doce años.
Un sonido familiar vino de mi habitación. Le lancé mi bolsa de palomas a Rochi y me apresuré hacia la puerta adjunta.
Aterrizando en mi cama con un rebote, agarré mi teléfono de donde lo dejé, vislumbrando el nombre de quien llamaba antes de responder
—: Hola, Cande
—Oh, por Dios, lali, ¡nunca creerás esto!
Sonreí ante el sonido de la voz de mi mejor amiga. Iba a la escuela al otro lado del país, en California, pero cada vez que hablábamos era como si no hubiera pasado el tiempo. —¿Qué pasó?
—Acabo de colgar el teléfono con mi hermano.
Mi corazón se apretó ante la mención de Pablo. No era un secreto que estaba encaprichada con él. Tan loco como parecía, era en parte la razón por la que había aplicado para Dartford. No es que no fuera buena en la escuela. Cuando una pequeña voz en el fondo de mi cabeza me recordó que había otras escuelas estelares por ahí, elegí ignorarlo.
 —¿Y? —solicité.
—Él y Mary rompieron.
Mi mano se apretó alrededor del teléfono
. —¿En serio? —Pablo había conocido a Mary en su segundo año y estuvieron juntos desde entonces. Comenzaba a temer que se fuera a convertir en la señora Martinez
—. ¿Por qué?
—No sé… algo sobre querer salir con otra gente. Dijo que era un acuerdo mutuo, pero ¿a quién le importa? El punto es que mi hermano está soltero por primera vez en dos años. Es tu oportunidad.
Era mi oportunidad.
La emoción me recorrió unos pocos minutos antes de una muerte repentina. Luego llegó el pánico. Pablo finalmente estaba libre. Había esperado por este momento desde siempre, pero no me encontraba lista. ¿Cómo podría hacer que me notara? Por lo que a Pablo respecta, solo era la mejor amiga de su hermana pequeña. Fin de la historia.
—¡Oh! Tengo que correr —decía Cande en mi oído—. Tengo entrenamiento, pero hablamos más tarde.
—Sí. —Sentí como si pudiera verme—. Te llamaré después.
Me senté en mi cama por un largo momento con el celular en la mano. Las risas de Rochi y Euge venían de la habitación de al lado, mezcladas con “Dancing Queen”. Era un momento macabro. La realidad por la que tanto había esperado había llegado, y no tenía ni idea de qué hacer.
Rochi abrió mi puerta. Se dejó caer en la silla.
 —Oye. Estoy por terminar con tus palomitas. —Agitó la bolsa hacia mí. Su sonrisa se desvaneció cuando vio mi cara—. ¿Qué está mal?
—Rompieron —murmuré, mis dedos jugando con mis labios

1 comentario:

  1. Esta nove ya la eh leido y es buenisima....espero siguiente capitulo ,Besos!

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