martes, 4 de agosto de 2015

capitulo 21 y 22





Estaba bastante segura que Peter no se me acercaría en el instituto. ¿Por qué iba a hacerlo? No era que me extrañara... o como si yo, realmente, realmente lo deseara. Él no perdía nada. Había un montón de chicas listas de reemplazo y dispuestas a llenar cualquier vacío que pudiera haber dejado en su agenda. Así que no había necesidad de un plan de evasión la mañana del lunes.

Sólo que no quería verlo. Si tuviera que verlo día tras día, nunca podría aspirar a olvidarlo. Nunca podría aspirar a seguir adelante. Por esta situación, era necesario tener un plan, y tenía varios en fila.

Paso uno: Mantenerme distraída en el pasillo en caso de que pasara.

Paso dos: Estar ocupada en Inglés y nunca buscarlo en las aulas.

Paso tres: Ir deprisa hacia el aparcamiento y no correr hacia él.

Papá hizo los tres pasos posibles arreglando mi coche el domingo, así que estaba segura que podía dejar de ver a Peter. En cuestión de semanas, sería capaz de superar nuestra relación, o la falta de ella. Si no, bueno, nos graduábamos en mayo y nunca más tendría que mirar esa sonrisa arrogante.

Esa era la teoría, de todos modos.

Pero en el momento en que la campana sonó el lunes, supe que mi plan se iba a arruinar. No ver a Peter no necesariamente significaba no pensar en Peter. De hecho, pasé la mayor parte de mi día pensando en no mirarlo. Entonces pensé en todos las razones por las que no debía pensar en él. ¡Nunca malditamente iba a terminar! no tenia nada que pareciera distraerme.

Hasta ayer por la tarde.

Yo estaba de camino a la cafetería después de un tiempo insoportable en la clase de gobierno AP cuando sucedió algo que me dio la distracción que necesitaba. Algo increíble e impactante. Algo muy, muy impresionante.

Gas se puso a caminar conmigo en el pasillo. —Oye—, dijo.

—Hola—. Hice mi mejor esfuerzo para parecer al menos algo agradable. — ¿Qué pasa,
muchacho de Harvard?

Gas sonrió y miró hacia abajo, arrastrando los pies. —No mucho —, dijo. —Sólo se trata de decidir sobre qué escribir para la tarea de redacción. El Sr. Chaucer no fue muy específico. ¿Sobre qué vas a escribir tú?

—No estoy segura—, admití. —Estoy pensando en hacerlo sobre el matrimonio gay.

— ¿En apoyo o en contra?

—Oh, definitivamente en apoyo. Quiero decir, el gobierno no tiene derecho a decidir quién puede y no puede declarar públicamente su amor el uno por el otro.

—Qué romántico por tu parte, — dijo Gas. Solté un bufido. —No lo creo. No soy romántica en absoluto, pero es lógico. Negar a los homosexuales el derecho al matrimonio infringe su libertad e igualdad. Ya están bastante jodidos.

—Mis pensamientos son ésos exactamente, —acordó Gas. —Parece que tenemos mucho
en común.

—Creo que lo tenemos.

Caminamos un par de segundos en silencio antes de que preguntara: —Entonces, ¿Tienes algún plan para la fiesta de graduación?

— No — le dije —. —No voy a ir. ¿Por qué pagar doscientos dólares por un vestido, treinta y uno por una entrada, cuarenta por el peinado y maquillaje, y un puñado más por la cena, donde lo único que puedes comer es una ensalada sin aderezo porque hay que evitar ensuciarte el elegante vestido? Es un poco ridículo.

—Ya veo, —dijo Gas. —Eso es un poco lamentable... Tenía la esperanza de que fueras conmigo.

Bueno, no lo había visto así. Para nada. Nunca. Gas Dalmau, el chico al que había seguido durante años, ¿Quería pedirme que lo acompañara al baile de graduación? Oh, Dios mío. Oh, Dios mío. Y había criticado totalmente la institución del baile de la escuela secundaria como una obstinada idiota. Prácticamente lo había rechazado sin siquiera quererlo. Oh, mierda. Era un idiota. Una completa idiota. Y ahora estaba sin palabras. ¿Qué había dicho? Me disculparía o me arrepentiría de lo que había dicho o...

—Pero está bien si te sientes de esa manera, —dijo Gas. —Siempre he pensado que el baile era un rito sin sentido, así que estamos en la misma onda.

—Eh, sí— Dije sin convicción.

Oh, mierda ¡Que alguien me ayudara ahora mismo!

—Pero— Gas presionó — ¿Te opones a otra clase de citas ? ¿Las que no incluyen vestidos elegantes o ensaladas de mierda?

—No. No tengo ningún problema con ellas.

La cabeza me daba vueltas. Gas quería que saliera con él. ¡En una cita! No había estado en una cita real, ya que... infiernos, nunca me habían invitado a una cita real. A menos que cuente la de Pablo en la parte posterior de una sala de cine como una cita.


No había tenido ninguna.

Pero ¿por qué? ¿Por qué a Gas le gustaría salir conmigo? Yo era la Duff. Las Duffs no tienen citas. No de verdad. Sin embargo, Gas estaba desafiando las probabilidades. Tal vez era un hombre más maduro que la mayoría. Al igual que yo siempre lo imaginé en mis estúpidos, femeninos, sueños de clase media. No poco profundo. No vanidoso. No engreído o banal. Sino un perfecto caballero.

—Eso es bueno, —dijo. —En ese caso...- Me di cuenta que estaba nervioso. Sus mejillas se volvieron de color rosa, y estaba mirando sus zapatos y jugando con sus gafas.
— ¿El viernes? ¿Te gustaría salir conmigo la noche del viernes? —

—Me gustaría...

Entonces sucedió lo inevitable. Pensé en el ser despreciable. En el playboy. En el mujeriego. En la única persona que podía arruinar este momento para mí. Sí, me había enamorado de Gas Dalmau.

¿Cómo no iba a hacerlo? Era dulce y encantador e inteligente... pero mis sentimientos por Peter iban mucho más allá de eso. Había saltado la piscina para chicos y saltado directo a las profundidad, infestada de tiburones del océano de emociones. Y, si me perdonan la dramática metáfora, era una pésima nadadora.

Pero Cande había dicho que debía seguir adelante, y aquí estaba Gas, lanzándome un flotador y ofreciéndose para salvarme de morir ahogada. Sería muy estúpida al no aceptar. Sólo Dios sabía cuánto tiempo podría pasar antes de que otro grupo de rescate llegara.

Y, vamos, Gas era adorable.

—Me gustaría —Dije, esperando que mi pausa no lo había asustado demasiado.

—Genial—. Pareció aliviado. —Te recogeré a las siete el viernes.

—Bien.

Nos separamos en la cafetería, y creo que salté — Sí, salté como una pequeña niña, mi mal estado de ánimo estaba totalmente olvidado.

Y se quedó olvidado.

Para el resto de esa semana, no pensaba en como no debía estar pensando en Peter. No pensé en Peter en absoluto.

Ni una sola vez. Mi cerebro estaba demasiado lleno de cosas como lo que debía ponerme y como me peinaría. Todas las cosas de las que nunca me había preocupado antes. Hablando surrealistamente.


Pero esas eran las cosas en que Cande y Euge eran expertas, por lo que vinieron a mi casa la tarde del viernes, y estaban ansiosas de volverme su muñeca Barbie personal. Si no hubiera estado tan nerviosa por esta cita, tendría que haberme horrorizado y chillar por dejarme acicalar y por mi sensibilidad feminista ofendida.

Me obligaron a probarme, como, veinte conjuntos diferentes, todos los odié, antes de decidir sobre uno. Acabé en una falda negra y una blusa color turquesa de escote bajo, justo en la curva de mis pequeños senos.

Luego me pasé el resto de la hora con una plancha de hierro en mi rizado pelo. Les llevó dos horas, no es una exageración, por cierto, para ponerlo todo en orden.

Ya eran las seis cincuenta cuando me pusieron delante del espejo para examinar su trabajo.

—Perfecto—Anunció Cande.

— ¡Lindo! — Acordó Euge.

—Mira, La —Dijo Cande. —Toda esa mierda de la Duff es ridícula. Te ves realmente genial, ahora mismo—.

— ¿Qué mierda es eso de la Duff? —Preguntó Euge.

—Nada —le dije —.

—La piensa que ella es fea.

— ¿Qué? — Exclamó Euge. —Lali, ¿realmente piensas eso?

—No es para tanto.

—Si lo es, dijo Cande. —Ella me lo dijo.

—Pero no lo eres, Lali, —insistió Euge. —¿Cómo puedes pensar eso?

-Euge, no te preocupes- le dije. -No es para tanto.

—Yo sé—, dijo Cande. — ¿No seas estúpida? ¿No es atractiva, Euge?

—Es muy atractiva.

—Mira, La. Eres muy atractiva.

Suspiré. —Gracias, chicas—.Tiempo para un cambio de tema. —Por lo tanto, eh, ¿cómo iréis a casa? No puedo llevaros en caso que Gas me recoja en diez minutos. ¿Vuestros padres vendrán a recogeros?


—Oh, no, —dijo Euge. —No nos iremos.

— ¿Qué?

—Estaremos aquí cuando regreses de tu cita—Cande informó. —Entonces tendremos una fiesta ultra femenina, en honor a la gran cita de La.

—Sí —Chillo Euge.

Yo las miré boquiabierta. —No estás hablando en serio.

— ¿Parece qué te estamos tomando el pelo? — Preguntó Cande.

—Pero, ¿qué van a hacer mientras estoy fuera? ¿No os aburriréis?

—Tienes televisión— Euge me recordó.

—Y eso es todo lo que necesitamos, — dijo Cande. —Llama a tu padre. No tienes elección.

El timbre sonó antes de que pudiera argumentar algo más, y mis amigas prácticamente me empujaron por las escaleras. Una vez que estuve en la sala, empezaron a enderezar mi falda y ajustar el cuello de mi camisa, tratando de agrandar el escote. —Tendrás un gran momento, —suspiró Cande felizmente, empujando un poco de pelo detrás de mí oreja. — Habrás terminado con lo de Peter rápidamente.

Se me hizo un nudo en el estómago.

—Shh... Cande... —murmuró Euge. Sabía que Cande le había contado toda la historia ahora, pero no me habría dicho nada, lo cual apreciaba. Realmente sólo quería mantener mi mente alejada de Peter como fuera posible.

No había hablado con él desde la mañana en que había dejado su casa. Había tratado de hablar conmigo una vez o dos veces después de inglés, sin embargo. Sólo lo había evitado, haciendo que hablaba con Euge o Cande y saliendo corriendo de la clase lo más rápido que podía.

—OMG, lo siento, — dijo Cande, mordiéndose el labio. —No lo pensé. —Se aclaró la garganta con torpeza y se rascó la parte posterior de la cabeza, agitando su pelo corto.

— ¡Diviértete! —Intervino Euge, obligando a la incómoda pausa a alejarse. —Pero, sabes, no demasiado. A mis padres tal vez no les gustará mucho si tengo que rescatarte de la cárcel.

Yo me reí. Sólo Euge podría salvarnos de esos momentos difíciles con su peculiar humor. Miré a Cande, y pude ver una chispa de miedo en sus ojos. Sabía que quería que superara lo de Peter, pero sabía que estaba preocupada. Preocupada de que la dejara atrás de nuevo. Preocupada porque Gas la reemplazara.


Pero no tenía nada que temer. Esto era totalmente diferente a mi relación con Peter. No estaría huyendo más. No de la realidad. No de mis amigos. No de cualquier cosa.

Le sonreí para tranquilizarla.

— ¡Ve! ¡Ve! —Chilló Euge, con su coleta rubia balanceándose mientras saltaba con entusiasmo.

—Sí —Dijo Cande, sonriéndome. —No tengas al chico esperando.

Me empujó y desapareció en el piso de arriba con un ataque de risas y susurros.

—Raras —Murmuré, sacudiendo la cabeza y luchando con una pequeña risita. Respiré hondo y abrí la puerta.

—Hola Gas.

Estaba de pie frente a la puerta, lucía muy atractivo con su chaqueta azul marino y pantalones color caqui. Parecía un Kennedy. Con un corte plano. Me sonrió mostrando sus dientes de marfil. — Hola — dijo, caminando hacia mí. —Había estado esperando a un lado de la puerta. — Lo siento. Decidí esperar. Oí risas.

—Ah, — miré por encima del hombro. — Sí. Lo siento.

—Guau. Te ves hermosa, Lali.

—No, no—Le dije, totalmente avergonzada. Ningún chico, excepto mi papá me había dicho eso antes.

—Por supuesto que sí, —dijo. — ¿Por qué iba a mentir?

—No lo sé—. Oh, me había atrapado. ¿Por qué no podía recibir un cumplido? ¿Qué pasaba si huía antes de que incluso comenzara la cita? Dios, eso sería una mierda. Me aclaré la garganta y traté de parecer como si no estuviera golpeándome internamente a mí misma.

—Entonces, ¿estás lista para irnos? — Preguntó Gas.

—Sí.

Salí y cerré la puerta detrás de mí. Gas me cogió del brazo y me condujo por la acera hacia su Taurus color plata. Incluso abrió la puerta del pasajero para mí, al igual que los chicos hacen en las viejas películas. Muy elegante. No pude dejar de preguntarme, otra vez, por qué estaba interesado en mí. Puso la llave en el encendido y se volvió para sonreírme. Su sonrisa era sin duda su mejor característica. Así que se la devolví, sintiendo pequeñas mariposas revoloteando alrededor de la boca de mi estómago.

—Espero que tengas hambre —Dijo.


—Estoy hambrienta —Mentí, sabiendo muy bien que estaba demasiado nerviosa para comer.

Para cuando llegamos a Giovanni’s, un pequeño restaurante italiano en Oak Hill, me había sentía un poco más cómoda. Mis nervios se habían relajado, e incluso había conseguido comer un tazón de espagueti sin carne. Estábamos riendo y hablando, y estaba divirtiéndome tanto que no quería que la cita terminara cuando Gas pagó la cuenta. Por suerte para mí, él sentía lo mismo.

—Sabes, — dijo, mientras las campanas sonaban en la puerta, detrás de nosotros. —Son sólo las nueve y media. No tengo que llevarte a casa aún... a menos que quieras, que estaría muy bien, por supuesto.

— No — dije. —No tengo prisa por ir a casa. Pero, ¿Qué quieres hacer?

—Bueno, podemos caminar, — sugirió Gas. Hizo un gesto hacia abajo, a la concurrida calle. —No es muy emocionante, pero podemos mirar escaparates o hablar, o...

Le sonreí. —Caminar suena divertido.

—Maravilloso.

Él metió su brazo en el mío, y empezamos a caminar por la acera bien iluminada. Pasamos un par de tiendas pequeñas antes de que cualquiera de los dos hablara. Gracias a Dios abrió la boca primero porque, a pesar de que no estaba nerviosa, no tenía idea de lo que podía decir que no hubiera sonado como una completa tonta.

—Bueno, ya sabes todo acerca de mi situación en la universidad, quiero saber sobre la tuya. ¿Has solicitado plaza ya? —Me preguntó.

— Sí. He solicitado un par, pero no he escogido ninguna, sin embargo. Creo que soy del tipo de última hora.

— ¿Sabes que vas a estudiar?

—Probablemente periodismo, —le dije. —No sé, sin embargo. Siempre he querido ser reportera del New York Times. Así que mirare en Manhattan.

La Gran Manzana, — dijo, asintiendo. —Ambicioso.

— Sí, bueno, tal vez me verás terminar como esa chica en “El diablo Viste de Prada, — le dije. —Una completa perdedora trabajando en alguna revista estúpida de moda cuando todo lo que realmente quieres hacer es escribir sobre los acontecimientos mundiales o entrevistar congresistas revolucionarios...


Él me miró. —Oh, no sería una total pérdida.

—Lo que sea, — me reí. — ¿Me imaginas escribiendo sobre moda? ¿En un sector usar la talla cuatro es ser gorda? De ninguna manera. Me acabaría suicidando.

—Algo me dice que sería bueno que lo intentaras— Dijo.

—Algo me dice que me estás besando el trasero un poco, Gas.

Se encogió de hombros. —Tal vez, pero no mucho. Eres genial, Lali. Dices las cosas como son, no pareces tener miedo de ser tu misma, y eres una demócrata. Eso te hace impresionante.

Bueno, me ruboricé. ¿Quién me podría culpar? —Gracias, Gas.

—No hay nada que agradecerme.

Guau. Era perfecto ¿O no? Lindo, amable, divertido... y yo le gustaba por alguna desconocida razón. Era como si fuéramos el uno para el otro. Al igual que si él tuviera la pieza del rompecabezas que encajaba con la mía. ¿Podía tener algo de suerte?

Una fría brisa de marzo sopló, y empecé a lamentar haber dejado que Cande y Euge me vistieran. Nunca había estado estacionalmente sensible cuando de ropa se trataba. Mis piernas desnudas se congelaban, no me habían dejado usar medias, y la fina tela de la blusa definitivamente no era escudo contra el viento. Me estremecí y envolví mis brazos alrededor de mí misma en un esfuerzo por calentarme.

—Oh, aquí, — dijo Gas. Se quitó la chaqueta, igual que los chicos tienen que hacerlo, y me la puso. —Debiste haber dicho que tenías frío.

—Estoy bien.

—No seas tonta. — Me ayudó a meterme las mangas.

—Honestamente, prefiero no estar saliendo con una paleta helada.

¿Saliendo? Es decir, se trataba de una cita, pero ¿Estábamos saliendo ahora? Nunca había salido con alguien, así que no estaba realmente segura. De cualquier manera, el oírle decirlo me hizo muy feliz... y extrañamente nerviosa al mismo tiempo. Gas me dio la vuelta y ajustó la chaqueta alrededor de mi cuello y hombros.

—Gracias —Murmuré.

Estábamos de pie frente a una tienda de antigüedades, con sus ventanas iluminadas por la luz de fantasía, con antiguas lámparas, como las que mi abuelo tenía en su sala de estar. El resplandor se derramaba en la cara angular de Gas, brillando fuera de los bordes de sus gafas y destacando sus almendrados ojos... que miraban hacia mí.

Sus dedos aún estaban en el cuello de la chaqueta. Entonces, su mano se movió hacia arriba, a mi hombro a mi mandíbula. Su pulgar rozó mi mejilla, acariciándola una y otra vez. Se inclinó lentamente hacia mí, dándome mucho tiempo para detenerlo si quería. ¡Sí, claro! Como si no hubiera soñado con esto. Y me besó. No como un beso pre- fabricado, ni sólo como un besito bien. Fue un beso real. Suave, dulce y largo. El tipo de beso que había querido compartir con Gas Dalmau desde que tenía quince años, y se sentía exactamente como yo siempre había imaginado que lo haría. Sus labios eran suaves y cálidos, y la forma en que se movían sobre los míos hacía que las mariposas de mi vientre se volvieran locas.

Muy bien. Lo sé, lo sé. Creo que la PDA es bruta e inmadura, pero vamos. Estaba un poco distraída para poner atención en quién podría estar mirando. Así que, sí, si puse mis valores habituales de lado por un segundo y mis brazos alrededor de su cuello. Quiero decir, siempre podría volver a mi cruzada contra las muestras en público por la mañana.

Llegue a casa alrededor de las once de la noche y papá estaba esperándome en el sofá. Me sonrió y bajo el volumen del televisor. —Hola abejorro.

—Hola, papá—. Entré y cerré la puerta de la entrada. — ¿Cómo te fue la reunión?

—Extraña, admitió papá. —Es raro estar de vuelta otra vez... pero voy a acostumbrarme. ¿Y tú? ¿Cómo fue tu cita?

—Increíble —Suspiré. Dios, no podía dejar de sonreír. Papá iba probablemente a pensar que había tenido una lobotomía o algo así.

—Eso es bueno, —dijo papá. -Dime otra vez, ¿Con quién saliste? Lo siento. No puedo recordar su nombre.

—Gas Dalmau.

— ¿Dalmau? — Repitió papá. — ¿Quieres decir el hijo de Chaz Dalmau? ¡Oh, eso es genial, abejorro. Chaz es un buen tipo. Es el director de tecnología de una empresa del centro, por lo que viene a la tienda todo el tiempo. Una maravillosa familia. Me alegro de oír que su hijo es un chico agradable, también.

—Lo es— Le dije.

Un sonido vino de arriba, unos pies arrastrándose, y los dos miramos al techo. —Oh—.Papá sacudió la cabeza y me miro. —Casi me olvido de ellas. Han estado sospechosamente tranquilas toda la noche.

— Sí — dije —. —Debo ir antes de que Cande tenga un aneurisma. Nos vemos mañana, papá.

—De acuerdo — dijo papá. Cogió el mando de la T.V. y subió el volumen. —Buenas noches.

Yo estaba en a mitad de la escalera cuando papá me llamo otra vez. —Oye, abejorro.


Me detuve y me apoyé en la barandilla, mirando hacia la sala de estar. — ¿Sí?

— ¿Qué pasó con Peter?

Me quedé inmóvil, sintiéndome que me ahogaba un poco. — ¿Qué?

—Tu amigo. El que... estaba contigo esa noche. —Me miró desde el sofá, reajustando sus gafas. —No hablas mucho de él.

—No salimos más —Le dije, con esa voz que dejaba claro que no debía hacer preguntas. Todas las chicas adolescentes conocen esa voz y la utilizan con sus padres con frecuencia. Por lo general, la orden tácita es seguida. Mi padre me quería, pero sabía que no debía profundizar en el drama de mi alta experiencia escolar. Era un padre inteligente.

—Oh... sólo me lo estaba preguntando.

—Lali— La puerta de mi habitación se abrió, y Euge, vestida con pijama color naranja neón, saltó de mi habitación. Corrió hasta la mitad de las escaleras y me agarró por el brazo.

— ¡Deja de hacernos esperar! Ven y cuéntanoslo todo.

La forma radiante en que Euge casi la empujó sacó la mención de papá sobre Peter de mi mente.

Casi.

— ¡Buenas noches, señor Esposito! — Gritó Euge y me volvió a arrastrar a mi dormitorio.

Después de unos pasos, mis pies volvieron a subir y recordé que acababa de tener la mejor cita con el hombre de mis sueños. Me sentí sucumbir por la alegría vertiginosa que mis mejores amigas expresaban tan pronto como entré en la habitación.

Gritando, saltando, animadas...

Tenía derecho a sentirme feliz con esto. Incluso los cínicos merecían una noche libre de vez en cuando, ¿no?





Mi buen humor duró hasta el lunes a la tarde. Quiero decir, ¿Cuál era el motivo para irritarse? Ninguno. Las cosas estaban volviendo a la normalidad en casa. Mis amigas no me habían presionado en semanas. Oh sí, y acabé por tener una cita con el chico perfecto. ¿Quién se quejaría?

—No creo que alguna vez te haya visto tan feliz —observó Cande cuando salíamos del estacionamiento estudiantil. Su voz estaba llena de ánimo, un desafortunado efecto secundario del ensayo de animadoras, y ella saltaba arriba y abajo en su asiento —. Es tan refrescante.

—Dios, Cande me haces sonar suicida o algo así.

—No es eso —dijo —. Es solo que no estas tan amargada como otras veces. Es un buen cambio.

—No soy una amargada.

—Sí lo eres —ella se acercó y me palmeó la rodilla —. Pero  está bien, La. Es sólo parte de tu personalidad. Lo aceptamos. Pero no estás amargada ahora, y eso es genial. No lo tomes como un insulto.

—Lo que sea — Sonreí.

— ¡Lo ves! —Chilló Cande —. Estás sonriendo. No puedes parar ¿no? Como dije, estás más feliz de lo que nunca  he visto.

—De acuerdo, quizás tengas razón —admití. Era algo así como la verdad. Tenía a Cande y Euge de vuelta. Las cosas estaban bien  con papá. ¿Por qué quejarme?

—Siempre la tengo —se inclinó y cambió de emisora de radio era horrible  “Los 40 principales”. —Así que, ¿Qué hay de tú y Gas? ¿Algún chisme que valga la pena?

—No realmente. Él vendrá a casa esta tarde.

— ¡Ooh! Ella se acomodó en el asiento y me guiñó un ojo —. Eso suena a algo que vale la chismorrear. Habrás conseguido unos condones XL ¿verdad?

— ¡Cállate! —dije-. No es ese tipo de relación, y lo sabes. Sólo vendrá para trabajar en nuestra redacción para Gobierno AP. Es…

Me interrumpí cuando mi móvil, el cual estaba en el porta vasos, comenzó a vibrar fuertemente. Mis dedos inmediatamente se cerraron sobre él. Sabía quien me llamaba, y esos pocos acordes fueron todo lo que  necesitaba para arruinar mi tarde.

— ¿Britney Spears? Tienes Womanizer como tono ¿en serio? Oh Dios Mío La, esa canción es del, 2008—Rió Cande. —No dije nada. — ¿No vas a contestar?

—No

— ¿Por qué no?

—Porque no quiero hablar con él.

— ¿Con quién?

No respondí, así que Cande cogió mi teléfono y miró el identificador de llamadas. Le escuché  su conocido suspiro. Unos pocos segundos después el teléfono dejo sonar, pero no pude forzar a mi cuerpo a que se relajara otra vez. Me sentía tensa y ansiosa, y no ayudaba que los ojos de Cande estuvieran fijos en mí.

— ¿No has hablado con él?

—No—Dije entre dientes.

— ¿Desde el día que te recogí en su casa?

—Mm-mm

—Oh, La— Suspiró.

El sonido paro, bueno, excepto por el molesto ruido de la cantante pop sin talento de la radio, pero ella estaba muy ocupada quejándose acerca de su novio que la había engañado, como para preocuparse por mis problemas.

— ¿Qué crees que quiera? — Preguntó Cande cuando la canción terminó. Ella sonó un poco amargada.

—Conociendo a Peter… probablemente un consuelo sexual—me quejé—. No es nada más que eso.

—Bueno, entonces esta bien que no hayas contestado—ella puso mi teléfono otra vez en el porta vasos y cruzó los brazos sobre su pecho-. Porque él no te merece, La. y tú estás con Gas ahora, y él es perfecto para ti, y te trata de la forma en que deben tratarte… a diferencia del imbécil ese.

Parte de mi quería contestarle. Defender a Peter. Él realmente no me había tratado mal. Quiero decir, sí, al final me llamaba Duffy, lo que me molestaba, pero a pesar de todo, Peter había sido bueno conmigo.

Aunque no le dije eso a Cande. No dije nada en absoluto. Ella no sabía nada acerca de la última noche con Peter,  había sido mi amigo por 12 horas completas. Ella no sabía acerca de la recaída de papá, o la forma en que  Peter me había defendido. Esas eran cosas que nunca le podría decir.

Ella solo estaba enojada con él porque estaba asustada. Asustada de que volvería con Peter y me olvidara de ella y de Euge otra vez. Haber defendido a Peter no hubiera ayudado mucho. Gas había ido de cerebrito a héroe en la mente de Cande. Simplemente porque no me había apartado de ella. No estaba pasando cada tarde con él de la manera que lo hacía con Peter. Y realmente no quería. Algunas veces eso me asustaba, pero me figuré que era normal. Eso era sano, una relación en la que yo no estaba escapando, a diferencia de lo que tenía con Peter. Y de momento estaba feliz por pasar algún tiempo con mis amigas.

Miré a  Cande y pulsé el desbloqueo automático de su puerta.

—No te preocupes por mí. Tienes razón Gas es genial, y ha hecho fácil que lo olvide. Ya lo he hecho. Las cosas están yendo bien para mí, así que no te preocupes.

—Está bien—dijo—. Dios, bueno, te veré mañana La.

—Adiós.

Ella salió del coche y yo me alejé conduciendo, preguntándome si le acababa de mentir. Honestamente, no estaba segura.

De camino a casa, Peter volvió a llamar. Lo ignoré.

Porque las cosas estaban yendo bien para mí.

Porque ya lo había olvidado.

Porque hablar por teléfono y conducir al mismo tiempo no era seguro. Saqué a Peter de mi cabeza cuando vi el coche de Gas estacionado frente a mi casa. Papá no había vuelto del trabajo todavía, así que estaba sentado en las escaleras, de la entrada, con un libro. El sol se reflejaba en la montura de sus gafas, haciendo que se vieran extra brillantes. Como si fueran un trofeo. Salí del coche y camine  y hacía él.

—Hola—dije—. Lo siento tenía que llevar a Cande a casa.
Me sonrió. No con una sonrisa falsa…

Tenía que despabilarme. No iba a pensar en Peter. No iba a echarlo de menos. No cuando tenía a Gas. El Gas, dulce, normal y de brillante sonrisa.

—Está bien—dijo—. Estoy disfrutando del clima. Es muy impredecible en primavera—. Colocó un señalador entre las páginas de su novela—. Esta bien que luzca un poco el sol.

— ¿Bronte? —Pregunté, viendo la portada de su libro.

— ¿Cumbres Borrascosas? ¿No es ese un libro para chicas, Gas?

— ¿Lo has leído?

—Bueno, no—admití—. He leído a “Jane Eyre” que es definitivamente  feminista. No estoy diciendo que eso sea un problema. Personalmente soy una feminista total, pero es un poco incompleto para un adolescente.

Gas negó con la cabeza. —Jane Eyre no es Charlotte Bronte. Cumbres Borrascosas es de
Emily. Las hermanas son muy, muy diferentes. Sí, “Cumbres Borrascosas” es usualmente considerada una historia de amor, pero no estoy de acuerdo con eso. Es casi una historia de fantasmas, y hay más odio que romance. Cada personaje es atroz,  caprichoso y egoísta… es algo así como ver un episodio de “Gossip Girl” en  mil ochocientos. Excepto claro, mucho menos ridículo.

—Interesante—murmuré, disgustada ya que en secreto veía “Gossip Girl” regularmente.

—No es el favorito de la mayoría de los chicos de mi edad, supongo—dijo—. Pero se lee rápido. Deberías leerlo.

—Tal vez lo haga.

—Deberías.

Sonreí y negué con la cabeza. — ¿Estás listo para entrar o qué?

—Absolutamente— Cerró el libro de golpe y se puso de pie—. Tú primero.

Abrí la puerta y lo dejé entrar delante de mí, donde inmediatamente se sacó los zapatos. No es que viviéramos como cerdos o nada de eso, pero nunca nadie había hecho eso en mi casa. No pude evitar estar impresionada.

— ¿Dónde trabajaremos? —preguntó.

Se dio cuenta de que lo estaba mirando y miré a otro lado—. Oh—. Dije casualmente—. Um… ¿mi habitación?

Dios, espero que no piense que soy una acosadora por mirarlo de esa manera.

—Si no te molesta—dijo Gas.

—No, está bien. Vamos.

Me siguió escaleras arriba. Cuando llegamos a mi habitación, abrí la puerta despacio mirando rápidamente los artículos vergonzosos (ropa interior, corpiños, etc.) que tal vez estuvieran en el suelo. No había moros en la costa, y recé para que eso no hubiera sido demasiado obvio. Abrí la puerta completamente y le hice un gesto a Gas para que pasara.

Lo siento, está un poco desordenado—Dije mirando la pila de ropa desordenada, ropa limpia que siempre estaba al pie de mi cama y traté de no pensar en la última vez que un chico estuvo en mi habitación y como se rió de mi neurótica forma de doblar la ropa. ¿Qué pensaría Gas de ello?

—Está bien— Gas movió una pila de libros de la biblioteca cuyas fechas de entrega habían expirado en mi silla y los puso sobre el escritorio. Y luego se sentó—. Tenemos diecisiete, nuestras habitaciones suelen ser desastrosas. No sería natural si no fuera así.

—Supongo que no— subí a mi cama y me senté con las piernas entrecruzadas. — Yo solamente no quería molestarte.

—Nada acerca de ti podría molestarme Lali.

Necesité de todo lo que tenía para ignorar cuán cursi sonaba eso. Sonreí de todas maneras y miré mi edredón lila. Nunca recibí tantos cumplidos de una persona, y no era muy buena aceptándolos. Mayormente porque siempre estaba muy ocupada burlándome de lo cursi que sonaban. Pero estaba trabajando en eso. Y luego, la verdad era que me estaba sonrojando.

Ni siquiera noté que Gas se movió hasta que estuvo sentado a mi lado—. Lo siento—dijo— . ¿Te avergoncé?

—No… Bueno, sí, pero no estoy molesta.

—Mientras sea así.

Se inclinó y me besó  la mejilla, pero no dejé que parara ahí. Giré la cabeza y presioné mis labios contra los suyos, justo cuando estaba comenzando a retirarse. No fue tan natural como esperaba. Sus gafas se pegaron en la cara por un segundo, pero intente  hacerle creer que no me había dado cuenta.

Sus labios eran tan suaves que me pregunté si usaba bálsamo labial. En serio, nadie tiene labios tan perfectos sin cuidárselos ¿no es así? Él debió de haberse sentido asqueado por los míos, que probablemente estaban escariados.

Pero si lo estaban, no lo demostró. Su mano se movió hacía mi brazo y descansó en mi hombro, empujándome hacia  él. Nos sentamos en la cama y nos besamos por unos minutos, pero el sonido de mi teléfono rompió el momento. ¡Demonios!

Y por supuesto, era el mismo tono de Britney Spears. Él que menos quería escuchar en ese momento... parecía gritarme. Gas se separó y miró hacia el suelo donde había lanzado mi bolso. Cuando no me moví, se volvió hacia mí con las cejas levantadas.

— ¿Ignorando a alguien? —preguntó.

—Bueno…um, sí

— ¿Estás segura que no necesitas responder?

—Totalmente.

Antes de que pudiera hacer más preguntas, lo besé de nuevo. Duramente, esta vez. Y aunque él dudo por un momento, me lo devolvió. Busqué a tientas quitarle sus gafas y colocarlas en la mesita de noche, al lado de mi cama, antes de que nuestros brazos se entrelazaran alrededor nuestro en un beso más profundo.

Lo empujé hacia las almohadas conmigo. No había suficiente espacio para los dos en mi cama individual, por lo que él tuvo que recostarse parcialmente sobre mí. Una de sus manos estaba en mi pelo y la otra descansaba cerca de mi codo.

Él no estaba tratando de agarrar uno de mis pechos, no había deslizado sus manos debajo de mi camiseta, y no había tratado de desabrocharme los pantalones.

En verdad, Gas no trató nada riesgoso. Tuve la sensación de que tendría que hacer todos los movimientos yo, como desabotonarle la camisa, y lo  hice. Por un instante, me pregunté si él estaba dudando porque era la Duff. Porque realmente no me encontraba atractiva. A pesar de todos esos cumplidos que me hizo, no se sentía atraído. No como  Peter.

No. Sabía que eso no estaba bien. No, era que Gas no quería las cosas rápidas. Él era un adolescente después de todo, pero él era un caballero. Un paciente, y respetuoso chico, que no quería cruzar ninguna línea. Y nosotros llevábamos poco tiempo.

¿Eso me hacia una ramera? ¿Por el hecho de que sólo lleváramos cuatro días y que yo ya estaba con él en mi pequeña cama? ¿Lo haría para olvidar a  Peter? ¿O todas las chicas lo hacen?
Vikki se acostó con la mayoría de sus novios en la primera cita. Aunque la escuela entera pensaba que Vikki era una ramera.

Cande durmió con Zack una semana después de que empezaran a salir.  Cande tenía quince años en aquel momento, y Zack fue su primer novio. Ella era ingenua y estúpida, y no dudó en admitir que fue un gran error.

Pero yo sabía que no me sentiría de esa manera con Gas. Quiero decir, yo era la que estaba presionando esto. Yo quería ir más lejos con él. Porque me gustaba. Porque era dulce y lindo. Porque él no estaba avergonzado de salir conmigo. No podía pensar en una buena razón para no acostarme con él.

Dios, sólo quería dejar de pensar. Lo besé más fuerte, lo acerqué más, tratando de recrear ese adormecimiento mental que sentía antes… con Peter. Pero no estaba funcionando. No podía dejar de pensar.

Desabotoné el resto de los botones de la camisa de Gas y lo ayudé a tirarla al suelo. Él era algo escuálido, con casi nada de músculo. Cande lo hubiera llamado “flaco chic” o algo así. Tentativamente sus manos comenzaron a levantar la parte de abajo de mi camiseta. Se movía despacio como si esperara que fuera a detenerlo. Me besó, siempre preocupado de que estuviera cruzando la línea. Enganché mi pierna alrededor de su cintura y apreté mi cuerpo contra el suyo.

Sólo Dios sabe cuánto tiempo pasamos besándonos en la cama, sacándonos la ropa al ritmo de un caracol. Estaba sin aliento para cuando tuvo las agallas de sacarme la camiseta y tirarla a la alfombra. Aunque parte de mi, apreciaba su paciencia, no podía evitar pensar. Se tomó el tiempo suficiente.

Podía sentir su mano derecha avanzando poco a poco, como una tortuga, hacia el cierre de mi sostén. A este paso habría sido media noche antes de que se lo quitara, y por alguna razón, me sentía urgente y ansiosa. Quería que lo quitara. Quería sentirme atractiva y deseada. Quería dejar de pensar. Así que lo empujé y me senté, con mis piernas todavía envueltas alrededor de él. Ambos respirábamos pesadamente, mirándonos el uno al otro.

— ¿Estás segura de esto? —susurró Gas.

—Mucho.

Busqué el cierre, pero justo cuando mis dedos alcanzaron el gancho, hubo un golpe en mi puerta.

— ¿Lali?

Gas y yo saltamos, nuestros cuellos se giraron hacia la puerta que se abría. Peter Lanzani nos miró, paralizado en la entrada de la puerta.




Peter!! pobresito :( ..que piensan de Lali y todo esto 


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