lunes, 17 de agosto de 2015

capitulo 13,14,15,16 y 17

  
                                                          







Apreté una mano entre nosotros. Doblando mis dedos en un puño, lo golpeé en el hombro. Él no se movió, y fue entonces cuando sentí el primer hilo de pánico. A pesar de eso, me obligué a mantener la calma. Estábamos en un lugar público. ¿Qué podría suceder que yo no quisiera que sucediera? Bueno, además de un tremendo beso que sabía a cerveza agria y no parecía que fuera a terminar en cualquier momento cercano.



Le golpeé el hombro con fuerza con mi mano libre. Él me abrazaba con tanta fuerza que no pude conseguir sacar mi otro brazo de entre nosotros.
Luego desapareció. Así sin más.
Me derrumbé contra la pared, sin notar que la esquina de una placa especialmente dentada rascaba mi nuca. Fue gracioso que no me hubiera dado cuenta de eso antes. Me limpié la boca con el dorso de la mano como si pudiera deshacerme del beso no deseado, y me aparté de la pared, centrándome en la escena delante de mí.
Scott estaba en el suelo, y alguien se cernía sobre él, agarrándolo por la pechera de la camisa. Me tomó un segundo reconocer la parte de atrás de mi camarero, y entender que él estaba aquí, deshaciéndose de Scott, ayudándome. Rescatándome una vez más.
Me moví, mis pies acercándose a ellos. Mirando por encima de su hombro, me quedé sin aliento al ver la cara de Scott. Estaba sangrando, sobre todo por la boca. Ni siquiera se podía distinguir la blancura de sus dientes en medio de aquella oleada de sangre. Me aferré al brazo del camarero justo cuando se movía hacia atrás, listo para dar otro puñetazo.
—¡No! ¡Alto!
Él me miró con una expresión salvaje, nada parecida a su inexpresividad habitual. Su mandíbula tensa. Un músculo palpitaba en su mejilla. No supe cuánto tiempo me observó con los ojos brillantes. Se sintió como una eternidad antes de que hablara, antes de sentir su voz, grave y profunda, pulsando a través de mí.
 —¿Estás bien?
Asentí.
 —Estoy bien. —Hice un gesto con la cabeza hacia Scott—. Puedes dejar que se vaya.
Scott lloriqueaba ahora. No podía descifrar su discurso. Eran más sollozos que palabras.
Los músculos firmemente agrupados se aliviaron bajo mis dedos y me di cuenta de que todavía estaba aferrada al bíceps del chico. Sin embargo, no lo solté. No de inmediato. Bajé la mirada hacia su brazo, como si tuviera que ver por mí misma dónde conectaba nuestra carne. Dónde su piel bronceada tocaba mis dedos pálidos. Mi mano se cerraba sobre una parte de su tatuaje, y noté que la piel entintada se sentía más cálida allí. Sin pensarlo, rocé el borde oscuro del ala, y algo dentro de mí se apretó y retorció. Dejé caer mi mano.
Él apartó la mirada y miró a Scott de nuevo. Levantó la otra mano y Scott se encogió como si esperara otro puñetazo. En su lugar, señaló al final del estrecho pasillo.
 —¡Fuera de mi bar!
Scott asintió ferozmente, con la cara hecha un desastre. Hice una mueca. Dolía solo mirarlo. Él se puso de pie, murmurando
—: Voy a buscar a mi amigo.
Estaba casi fuera de la sala cuando el camarero le gritó, indiferente a los clientes que miraban con curiosidad en nuestra dirección.
 —No quiero volver a verte por aquí de nuevo.
Asintiendo, Scott se escabulló.
A solas con mi salvador, inhalé. Mis pulmones de repente se sentían increíblemente apretados, demasiado pequeños para soportar el aire
. —Gracias.
Él me miró de frente.
 —Lo vi seguirte hasta el pasillo.
Incliné la cabeza.
 —¿Me estabas mirando?
—Te vi pasar.
Así que sí. Él me miraba.
El silencio llenó el aire. Me froté las manos a lo largo de mis muslos.
—Bueno. Gracias de nuevo. Espero que no te metas en problemas con tu jefe por nada de esto. Si necesitas que responda por ti…
—Voy a estar bien.
Asintiendo, me alejé un paso de él, di tres zancadas y me detuve. Girándome, aparté la caprichosa caída de cabello de mi rostro, y pregunté
—: ¿Cómo te llamas?
Me parecía absurdo seguir pensando en él como el camarero. No quería regresar a mi dormitorio esa noche, quedarme en la cama, mirando fijamente a la oscuridad, pensando en él—porque sabía que lo haría— y no saber su nombre.
—Peter. —Se me quedó mirando, a través de mí, con una expresión impasible, sin sonreír.
—Hola. —Me mojé los labios y añadí—: Soy Lali.
—Lo sé.
Asentí sin convicción. La servilleta. Por supuesto. Con una sonrisa temblorosa, salí hacia la sala principal.
Estaba a medio camino de la mesa de billar cuando Rochi me encontró, con ojos enormes en su cara redonda.
 —¿Qué pasó con el rostro de ese tipo? Se veía como si un camión lo hubiera golpeado, y él prácticamente huyó de aquí.
Enganché mi brazo con el suyo y la conduje hacia la salida
. —El camarero es lo que pasó.
—¿Qué? —Tenía las mejillas sonrojadas—. ¿Como que él se puso celoso y… lo golpeó?
Hice una mueca.
 —Más como que Scott trató de chupar mi cara contra mi voluntad y Peter intervino.
—¿Peter? —repitió.
—Sí. Él tiene un nombre.
Sacudiendo la cabeza, me miró con asombro mientras salíamos.
 —Creo que has logrado más que su atención, La.
Solté un bufido.
 —Él sólo estaba haciendo su trabajo.
Ella me lanzó una mirada.
 —Es un camarero. ¿Cómo patear el culo de un chico para verse bien entra en su descripción de trabajo?
—Él no está dispuesto a dejar que un cliente sea abordado fuera del baño.
Rochi me miró con escepticismo a medida que caminábamos hacia el estacionamiento.
—Simplemente no lo ves. No sabes cómo verlo. Confía en mí. Te va a llamar.
Yo no era tan ingenua como Rochi afirmaba. Él podría haberse quedado más tiempo en aquella sala, decir algo más para llenar ese incómodo silencio. Para ser un jugador de ese tipo, no hizo ningún movimiento sobre mí. Ni siquiera sonrió.
No. No llamaría. No estaba siendo negativa. Simplemente lo sabía







No llamó al día siguiente, y a pesar de convencerme a mí misma de que no lo haría, tenía la esperanza de que tal vez Rochi tuviera razón.
Naturalmente, le eché la culpa. Las palabras de Ro tejieron su camino dentro de mí y alimentaron la esperanza donde normalmente no la habría. No podía dejar de mirarla mientras se encontraba en el centro de mi habitación, distrayéndome de revisar mis notas de psicología anormal.



—Bueno, ya sabes que tenemos que volver esta noche, ¿verdad?
—Eh. No, no tenemos que hacerlo.
Se dejó caer en la cama conmigo, aterrizando sobre su estómago.
—Vamos. No puedes prometer hacer esto y luego no entregarte al cien por ciento.
—No estoy entrenando para una maratón…
—Lo estás. Eso es exactamente lo que estás haciendo.
Asintió, la luz capturando los muchos clips brillantes que había arreglado en diferentes ángulos por su corto cabello oscuro
—. Estás entrenando para Pablo. Míralo como tu carrera de cinco kilómetros.
Mordiéndome el interior de la mejilla, consideré sus palabras.
Ella debió de haberme visto vacilante porque siguió presionando
.—Vamos. Lo has impresionado. Dos noches seguidas. —Movió dos dedos en frente de mi cara—. También tenemos que ir allí esta noche. Reuniremos a algunas otras chicas para que vayan con nosotras esta vez. Euge va a ese concierto con Nico, así que voy a traer a Suzanne y Amy desde el pasillo. Siempre se apuntan para un poco de diversión. —Su mirada me perforó—. Di que sí, Lali.
Con un suspiro, cerré mi cuaderno
.—Está bien. Sí.
Aplaudió y saltó de la cama.
 —Voy a ir a buscar a las otras del grupo. Entra en la ducha. Pero no escojas tu ropa todavía. —Me señaló con el dedo—. Voy a supervisarte en ese departamento.
—Por supuesto que sí —dije detrás de ella mientras salía de mi habitación. Si se salía con la suya, iba a salir de aquí con medias de red.
Levantándome, agarré mi bolsa de la ducha, mi albornoz y una toalla, con mi estómago haciendo cosas extrañas. Mariposas, supuse. Aunque no sabía por qué. Apenas había hablado con Peter. Él podría haberme ayudado anoche (y cuando mi auto se averió), pero eso era parte de su trabajo. Mantener el orden en Mulvaney’s. No había habido nada personal en sus acciones.
Aun así, el recuerdo de aquellos pálidos ojos azules sobre mí en medio de decenas de personas que competían por su atención hizo que me hormigueara la piel. Y no competían por su atención solo porque fuera el chico que servía las bebidas. Además de ser jodidamente sexy, tenía esa cosa fuerte y silenciosa a su favor. Era un cliché y no debería funcionar en mí. Pero lo hacía. Yo era una tonta para él. Al igual que cualquier otra chica que entrara en Mulvaney’s.
Y esto me hizo fruncir el ceño. No quería ser como el resto de ellas. Intercambiable.
Él podría estar acostumbrado a hacerlo con un sinnúmero de mujeres cuyos nombres y rostros no podía recordar a la semana siguiente, pero yo quería ser diferente. Alguien diferente a mi madre.
Alguien a quien él recordara.
Rochi reunió no sólo a Suzanne y Amy, sino también a un par de otras chicas de nuestro piso. Sumábamos seis, así que necesitábamos dos autos. Alguien decidió que Suzanne y yo manejaríamos, probablemente porque no éramos grandes bebedoras. Bien por mí. Me gustaba estar en control de mi propio medio de transporte.
Cuando llegamos a Mulvaney’s entramos por la puerta de atrás, más allá de la barra de comida. Mi estómago gruñó y me recordó que no había comido desde el almuerzo. Rochi tiró de mí cuando dudé, mirando con nostalgia una cesta de patatas fritas recubierta de queso que alguien había ordenado.
—Vamos. Puedes comer más tarde. Te voy a comprar la hamburguesa más grande cuando salgamos.
Esta noche estaba repleto de nuevo, pero vi a Peter de inmediato en su lugar habitual en la barra. ¿También era un estudiante? ¿Qué más hacía? Además de acostarse con la mitad de las chicas que se le lanzaban por aquí, si los rumores debían ser creídos. Tenía que tener algo más para él. La decepción me atravesó al pensar que podría no haber nada más para él que esto. Sin metas fuera de atender el bar.Pablo era un objetivo para mí. Un pedazo de torta. Si todo iba según lo planeado, pronto tendría un título y un futuro trabajando con niños. Eso es lo que quería. Algo que me enriqueciera, que me hiciera sentir mejor con las cosas de mi vida que nunca podría cambiar.
—Aquí tienes. —Rochi me tendió la mano con un poco de dinero en la palma. Suzanne y las otras ya buscaban una mesa
—. Vamos a empezar con dos jarras. Voy a estar justo detrás de ti para ayudarte a llevarlas. —Me empujó en dirección a la barra.
Me acerqué a la barra, lo más cerca que podía llegar a él; ya odiaba este momento, que empezaba a sentirse redundante. Él no me había visto todavía y quería correr, seguro que sabría que yo estaba aquí debido a él, con la certeza de que me vería y me llamaría idiota, tal y como me sentía. O peor. Podía mirarme, señalar y decir—: ¡Oye, es mi chica acosadora!
Mi madre me pasó por la mente. Ella estaba en un vestido azul desteñido, extendida, con los ojos vidriosos mientras se sentaba en el regazo de un hombre y jugueteaba con su cabello, desesperada por ganárselo para poder contar con algo de dinero para su próxima dosis. Ella siempre se encontraba desesperada. Una criatura sin orgullo. El recuerdo dejó un sabor amargo en mi boca.
Clavando los talones, miré hacia ella.
 —No quiero hacer esto.
—¿Qué? Por qué…
Me acerqué y hablé en su oído para que pudiera oírme por encima del estruendo.
 —Es que no es mi modus operandi perseguir a un hombre. Estoy segura de que ahora entiende que estoy interesada. Si es un jugador, ¿por qué estoy haciendo toda la persecución?
Rochi giró su boca hacia mi oreja.
 —Simplemente no ha tenido la oportunidad todavía. Ha estado atrapado detrás de esa barra. Con los chicos es todo sobre la oportunidad. Así que dale una oportunidad.
Sacudiendo la cabeza, me resistí, diciéndole que si a un chico le gusta realmente una chica, él crea una oportunidad. Pero entonces, ¿qué sabía yo? Aparentemente nada. ¿Por qué si no iba a estar aquí en una misión para aprender los juegos preliminares de un caliente extraño?
Puse el dinero en su mano.
 —Hazlo tú. Estaré detrás de ti para que me vea, pero no voy a ponerme de pie frente a él por una tercera noche. También podría tener una señal alrededor de mi cuello. Creo que él entendió la indirecta. —Le dirigí una mirada de advertencia—. Y no me avergüences de nuevo.
Rodando los ojos, tomó el dinero.
—Está bien. —Se empujó hacia el frente, llegando allí más rápido de lo que jamás podría yo. No pude dejar de notar lo mucho que usó sus codos. Estoy segura de que nunca dejó caer una jarra.
Me quedé detrás mientras Rocchi se apoyaba en la barra, sosteniendo el dinero en alto, la señal universal de que necesitaba servicio. Pasaron unos momentos antes de que él volviera su atención hacia ella




Cuando vio que era ella, su mirada saltó alrededor, como si buscara a alguien. Mi respiración quedó atrapada en mi tráquea cuando su mirada se posó en mí. Fue una fracción de segundo, lo suficiente para registrar mi presencia. Nada más. No hubo señales de que se acordara de mí siquiera.
Volvió a mirar a Rochi, inclinando la cabeza, comunicándose con ella para que siguiera adelante y ordenara. Agitó las manos, obviamente hablando. Siempre hablaba con las manos.



Asintiendo, se dio la vuelta para ir a buscar la cerveza. Esperé su regreso, mi respiración irregular. Le entregó las jarras, tomó el dinero y le devolvió su cambio. Todo sin mirarme.
La decepción me atravesó. Había pensado que tendría otra mirada, y luego…
Exhalé. No sabía qué pasaba entonces. Me pasé una mano por el cabello. Mis dedos se quedaron atrapados en la gruesa masa, y me di por vencida, tirando de mis dedos para liberarlos.
No sabía lo que hacía aquí. ¿Tratar de ser algo que no era para poder atrapar a Pablor? Me engañaba a mí misma. Si él no me había notado en todos estos años, ¿por qué habría de cambiar ahora?
En el momento en que Rochi me alcanzó, me sentía más tonta que nunca. Y ella debió de ver algo de lo que sentía en mi cara.
—¿Qué pasa? —preguntó ella.
Negué.
 —Esto es una locura. En verdad no quiero estar aquí. No otra vez. Voy a regresar…
—Ay, Lali, vamos. —Ella dio un pisotón, sus rasgos insolentes se apretaron firmemente con frustración—. No te vayas.
—Tú quédate. Vuélvete con Suzanne. —Retrocedí hacia la multitud. Una maldición sonó en mi oído cuando pisé el pie de alguien.
—Espera. Voy contigo. —Miró a su alrededor en busca de un sitio en donde dejar las jarras que sostenía.
—No. Está bien, de verdad. Tengo un examen de estadística el lunes, de todos modos. Debería irme, y no me vengas con esa mirada. Esto es más de lo que he salido como… nunca.
Ella suspiró, asintiendo.
—Sí. Está bien. Nos vemos más tarde.

Me despedí y me volví, empujando mi camino a través de la contracción de cuerpos hasta que salí. Levanté la cara hacia el aire fresco del otoño y contuve el aliento como si acabara de salir de una profunda piscina de hielo.
Caminando a través del estacionamiento, las suelas de mis botas crujían sobre la grava suelta. Casi me di la vuelta cuando me acordé de la hamburguesa que había querido. En lugar de ello, seguí caminando, pensando por qué auto servicio quería pasar en el camino de regreso al dormitorio. Iba pensando en tiras de pollo y TaterTots cuando una mano se posó en mi hombro.
Con un grito, me di la vuelta, mi puño voló instintivamente, arremetiendo, haciendo contacto. Mis nudillos apenas rozaron su hombro.
—Basta. Tranquila. —Peter se quedó allí, con una mano en el aire, mientras se frotaba la parte superior de su hombro, donde lo había golpeado, con la otra mano.
Me tapé la boca con ambas manos. Mis palabras se escaparon, ahogadas.
 —¡Oh, Dios mío! Lo siento.
—No lo sientas. Debería de haberte llamado. Buenos reflejo. Pero debes trabajar en tu objetivo.
Mis manos cayeron de mi cara lentamente.
Lo miré fijamente, tratando de comprender que él estaba aquí. Delante de mí. Era extraño verlo fuera de su elemento. Aparte de esa primera vez, solo lo había visto en el interior de Mulvaney’s. Aquí, en el exterior, parecía más grande, más grande y vivo.
Mi cabeza se inclinó hacia un lado.
 —¿Estás… —Señalé con un dedo entre él y yo— … siguiéndome?
—Vi que te ibas.
—Así que eso es un sí.
¿Él me miraba? Se fijó en mí. No era invisible, después de todo.
Y continuó
—: Mira, no deberías estar aquí sola por la noche. Hay tipos que se toman unas cuantas copas, ven a una chica bonita caminando sola… —Su voz se desvaneció, su implicación clara.
Sólo oí una cosa. Bonita.
—Voy a acompañarte hasta tu auto —finalizó.
—Gracias. —Me volví en dirección a mi auto. Se puso a caminar a mi lado.

Deslicé una larga mirada en su dirección. Sin la distancia de la barra entre los dos, era plenamente consciente de su altura. Yo no era diminuta como Rochi, y sin embargo la cima de mi cabeza apenas le llegaba al mentón. Tenía que pasar unos centímetros de un metro ochenta y dos. Era una experiencia nueva, sentirme delicada y menuda.
—Espero que no te metas en problemas por salir del bar. ¿Estás en un descanso?
—Voy a estar bien.
Yo era consciente de su brazo, tan cerca del mío mientras caminábamos. Deslizó una mano en el bolsillo delantero de sus pantalones vaqueros.
—Te vas temprano —señaló.
—Sí. —Caímos en un silencio. Sintiendo la necesidad de llenarlo, añadí—: No me sentía de ánimos esta noche. —Por lo menos no lo hacía antes. Ahora me sentía de ánimos. Lo sentía todo. Su cuerpo junto al mío irradiando calor. Todos mis nervios vibraban como un cable suelto, dolorosamente consciente de su presencia. Ni siquiera nos tocamos, pero era como si lo sintiera en todas partes. Fue un shock que incluso pudiera hablar con voz firme.
—No te sientes de ánimos esta noche —repitió en voz baja. Había diversión en su voz a pesar de que él no fue directamente y se rio. Dejó caer la cabeza hacia atrás y miró a las estrellas. Una lenta sonrisa curvó su boca.
—¿Qué es tan gracioso?
—Solo pensaba en eso.
—¿En qué?
Volvió a bajar la mirada.
—No puedo contar las noches que “no me siento de ánimos”, pero todavía tengo que estar allí.
Tengo que. Interesante elección de palabras.
—¿No te gusta tu trabajo?
Se encogió de hombros.
 —A veces.
—¿También eres estudiante?
—Pues no.
—¿Ya te graduaste?
—Sólo de la escuela secundaria.
Así que trabajar en el bar lo era todo para él. Una vez más, hubo una punzada de decepción. Lo cual no solo era crítico por mi parte, sino absurdo. Yo no tenía a este tipo en cuenta para un novio o como material de compañero para toda la vida. No debería sentir nada por su falta de ambición.
Él continuó
—: ¿Estás en la universidad?
Asentí.
—Déjame adivinar. ¿Dartford? —Había tres universidades en el área, pero Dartford tenía la reputación más prestigiosa.
—Sí.
—Ya me parecía. Tienes “Ivy1” escrito sobre ti.
—¿Qué quieres decir ?
—Te ves dulce y agradable. Inteligente. —Estábamos casi en mi auto cuando añadió—: Y no eres una clienta habitual, pero has estado aquí tres noches seguidas. —No era una pregunta. Solo una afirmación.
Una vez más, que estuviera al tanto hizo que todo dentro de mí se volviera cálido y difuso.
—Mi amiga, rochi, viene mucho por aquí. Probablemente la has visto antes. Es difícil pasarla por alto. —Él ni lo confirmó ni lo negó—. Ella me invitó. No frecuento bares casi nunca.
—Así que has decidido comenzar a vivir la experiencia de la universidad en su totalidad, entonces. ¿Eso es todo? ¿Lo de ayer por la noche no te asustó?
Fruncí el ceño.
 —Oh, te refieres a ese tipo del baño. ¿Debería haber dejado que me asustara?
Él no dijo nada, y pensé de nuevo en su comentario de la noche del jueves acerca de que a las chicas buenas se las comen en lugares como Mulvaney’s.
—Oh. Eso es correcto. Las chicas buenas como yo deben quedarse en casa.
—Yo no he dicho eso.
Nos detuvimos junto a mi auto.
El tono ronco de su voz continuó
—: Sin embargo, ser maltratada fuera del baño podría haber disuadido a algunas chicas de volver de nuevo a la noche siguiente.
—Yo no soy la mayoría de las chicas.E
l no tenía ni idea. Podía parecer ingenua e inocente, pero mis cicatrices eran profundas. Costaba mucho asustarme.
1 Ivy se refiere a la Ivy League, un grupo de prestigiosas universidades en EEUU. También se refieren así a las personas que entran en estas universidades.
Busqué mis llaves, la lenta combustión de la perdida de mis estribos hacía que me temblaran las manos.
—Puedo verme como una chica nerd de universidad y no como una de las chicas sexys que trepan a través de la barra cada noche, pero…
Su voz se redujo hasta ser suave y profunda, sin ningún indicio del mal genio que estaba sintiendo yo. —Tampoco he dicho eso.
—Lo piensas.
—Tienes razón. No eres como las otras chicas que veo todas las noches.
—Oh, eso es bueno —murmuré.
Mis dedos se cerraron alrededor del duro acero de mis llaves. Desbloqueando la puerta y abriéndola, levanté la mirada, lista para decirle que se fuera, pero luego me perdí en sus pálidos ojos azules hasta que no estaba segura de por qué estaba molesta. Esos ojos hicieron que todo dentro de mí se sintiera caliente y débil a la vez.
—Y eso no es algo malo. Confía en mí.
De repente, mis rodillas se sentían todas temblorosas, y sabía que tenía que sentarme.
—Gracias por acompañarme. —Empecé a meterme en el interior del auto, pero su voz me detuvo.
—Dime algo, Lali.
Era la primera vez que había oído mi nombre en sus labios.
Asentí sin decir nada, la puerta abierta a mi espalda.
 —¿Cuántos años tienes realmente?
La pregunta me tomó por sorpresa.
 —Diecinueve.
Él se rio, el sonido suelto y oscuro enroscándose a través de mí como el chocolate caliente.
—Lo pensé. —Sus labios bien tallados se arquearon—. No eres más que una niña.
—No soy una niña —protesté. No he sido una niña desde que pasé mis noches en cuartos de baño de moteles, escuchando a mi madre acostándose con hombres al azar al otro lado de la puerta
—. ¿Cuántos años tienes? —solté en respuesta.
—Veintitrés.
—No eres mucho mayor que yo —argumenté—. No soy una niña.
Levantó las dos manos en señal de rendición. Su media sonrisa se burlaba.
 —Si tú lo dices.
Hice un gruñido de frustración.
—No hagas eso.
—¿Qué?
—Ser condescendiente —espeté.
Una de sus oscuras cejas se levantó.
 —¡Ay, no! Te hice enojar. Ahora la chica de universidad va a sacar el gran vocabulario.
¿Cómo conseguía este hombre que las chicas se besaran con él? Era un idiota colosal. Podría echarle la culpa a su aspecto, pero no todos los chicos calientes eran idiotas. Pablo no lo era.
—Idiota —dije mientras me volvía para caer en mi auto—. ¿Por qué no vas a volver a servir cerveza y cacahuetes rancios?
Su mano se cerró alrededor de mi brazo y tiró, volviéndome. Bajé la mirada hacia su mano, sobre mi brazo, y luego a su cara.
—Oye —dijo rotundamente, todo asomo de sonrisa desaparecido. Mi pulso se deslizó hasta mi cuello y resistí la tentación de presionar una mano allí y estabilizar el repiqueteo salvaje de mi sangre. No revelaría su efecto sobre mí—. Los cacahuetes no están rancios.
Podría haberme reído, excepto que no había ligereza en su expresión. Sus pálidos ojos azules se clavaron en mi cara. Sus dedos se aferraron a mi brazo, dejando una huella ardiente a través de la manga.
Entonces esos ojos cayeron a mis labios.
OhDiosohDiosOhDios. Él va a besarme.
Esto fue todo. El momento de mi segundo, tacha eso. Tercer beso. No solicitado o no, el de anoche tenía que contar. Sin embargo, este era el que había estado esperando. En el que aprendería a besar de verdad. De un hombre, un hombre que sabía cómo hacerlo correctamente.
Se acercó a mí. Mi corazón estalló como un tambor en mi pecho. Inclinó la cabeza, y luego todo el pensamiento de lo que estaba a punto de hacer huyó. No hubo ningún pensamiento. Ninguna lógica calculada. Sólo la pura sensación.
La sangre rugía en mis oídos mientras cerraba el último trozo de espacio que quedaba entre nosotros. No fue rápido. No como en las películas. Nada de un beso rápido. Observé su rostro acercarse. Su mirada se movió de mi boca a mis ojos varias veces, estudiándome, observando mi reacción. Su mano tocó mi cara, sosteniendo mi mejilla.
Nadie había hecho eso. Bueno, no es que yo tuviera un montón de referencia, pero el roce cálido de su palma en mi cara se sentía muy íntimo. Esto hizo el momento tan real, tan poderoso.








Salté un poco cuando su boca finalmente se estableció sobre la mía. Como si el contacto trajera una descarga eléctrica o algo así. Se echó hacia atrás y me miró. Por un momento, pensé que todo había terminado, que se terminó después de sólo ese roce de labios.
Luego, su boca se apretó sobre la mía de nuevo y no había nada tentativo al respecto. Su beso fue confiado, exigente. Pura delicia. Sin soltar mi cara con una mano, la otra se trasladó a la parte baja de mi espalda, acercándome. Sus labios probaron los míos, inclinándose primero a un lado y luego al otro. Como si quisiera probar todas las direcciones posibles. Su lengua trazó la comisura de mis labios y me estremecí, dejándolo entrar en mi boca. Mis manos agarraron sus hombros, mis dedos se cerraron alrededor del suave algodón, disfrutando de la cálida solidez de él debajo de la tela.



Entonces todo había terminado. Demasiado pronto. Me tambaleé, perdiendo el equilibrio. Me agarré de la puerta abierta del auto con una mano, parpadeando como si me hubiera despertado de una especie de sueño. Levanté mi mano hasta mis labios, rozándolos, sintiéndolos, todavía calientes por sus labios. Me centré en él, observando con asombro mientras se volvía y me dejaba de pie al lado de mi vehículo.
Ni una palabra más. Ni una mirada hacia atrás.

Después de sobrevivir a mi examen de estadística, caminé por el patio hacia el Java Hut. A pesar de que había tomado un café con leche previamente, sentía que me merecía otro después de esa prueba infernal. Además, no había dormido muy bien durante las dos últimas noches. No desde que Peter me besó.
Rochi decía que era una señal segura de mi creciente encanto. Pensando en eso, rodé los ojos, consiguiendo una mirada extraña de una chica que pasaba.
Entré en cafetería, contenta de escapar del frío. Tendría que ponerme mi pesado abrigo y mis guantes pronto.
Caminando a través del piso de madera, inhalé el aroma de café y pasteles recién hechos. Había varias magdalenas de calabaza y bollos mostrándose, e incluso galletas anaranjadas frías con forma de calabazas.
La cola era más corta que hace dos horas y me quedé detrás de una chica que estaba hablando en voz alta por teléfono. Traté de ignorar sus tonos discordantes mientras me ponía de puntillas y miraba los panecillos ubicados a varios metros. Decidiéndome por uno de arándano, dejé que mis pensamientos volvieran a la animada conversación que había tenido con mis compañeras de cuarto ayer.
Rochi había insistido en que Peter me siguió fuera de la barra debido a mis locas habilidades de seducción. Sus palabras, por supuesto. Yo no lo veía así. No cuando él se alejó después de besarme sin decir nada. Me sentí como si estuviera en décimo grado de nuevo. En cualquier momento me daría la vuelta y encontraría a niños susurrando sobre mí con voces indiscretas detrás de sus manos. La peor besadora.
Absurdo, lo sé. Esta no era la escuela secundaria. No teníamos quince años. Y difícilmente nos movíamos en los mismos círculos sociales, de todos modos. Si él quería compartir que mi beso lo dejó sin inspiración, ¿a quién le diría?
Euge simplemente pensó que debería volver y ver lo que pasó después, bajo el supuesto de que iba a pasar algo más entre nosotros. Esa posibilidad hizo que mi vientre aleteara como si fuera el hogar de miles de abejas. Estaba atrapada entre el temor de que me ignoraría y el pánico a que no lo haría.
-Realmente tenemos que dejar de chocar de esta manera. La gente pensará que estamos teniendo una aventura. -Perdida en mis precipitados pensamientos, salté un poco por la voz cerca de mi oído.
-Lo siento-  rio Pablo, retirándose de donde había inclinado su cara hacia la mía.-No fue mi intención asustarte.
-No.-Presione una mano contra mi corazón acelerado.
Pablo me dio un rápido abrazo. Me incliné hacia él, absorbiendo su calor. Retirándose, me hizo una seña para que avanzara y ordenara. Nerviosa a su alrededor como siempre, coloqué mi cabello detrás de mí oreja, un gesto inútil. Solo cayó más hacia adelante. En verdad tenía que hacer algo con él. Tal vez cortarlo todo. Llevar el pelo corto, atrevido y de punta alrededor de mi cabeza como hacía Rochi. Casi me reí de esa imagen. Nunca lo llevaría a cabo. Parecería que metí el dedo en un enchufe eléctrico.
-Un latte mediano y un panecillo de arándanos .le dije a la cajera, sonriendo.
Pablo siguió rápidamente con su orden y le tendió una tarjeta de crédito antes de que yo tuviera tiempo de sacar mi billetera de mi bolso. Una vez más.
-No tienes que pagar…
-Lali, por favor.
 .Dejó caer su mano sobre mi brazo, dejándola ahí mientras paraba la búsqueda de mi billetera a través de mi bolso.- Guarda tu dinero. Tú trabajas duro por ello.
Mi cara se calentó, el calor se arrastró hasta llegar a mis oídos. Traté de no dejar que mi molestia saliera a la superficie. No me avergonzada de trabajar. Iba a tener que trabajar por siempre para pagar mis préstamos estudiantiles. Estaba preparada para eso. Lo sabía. Era solo el recordatorio de lo diferente que era de él lo que me molestó. Nosotros veníamos de dos mundos totalmente diferentes. El hecho de que ambos asistiéramos a Dartford no cambiaba eso. Él se graduaría sin deudas. Probablemente conseguiría un convertible como regalo de graduación.
-¿Tienes tiempo para charlar? .preguntó cuando recogimos nuestras bebidas de la barra, inclinando la cabeza hacia la parte en la que había varias sillas.
-Sí, tengo algo de tiempo.
Afortunadamente mi voz no reveló lo nerviosa que me sentía. No vi casi nunca a Pablo el año pasado. Mary lo mantenía ocupado. Y ahora lo había visto dos veces en una semana.
Nos instalamos en dos sillas frente a la acera. La gran ventana de vidrio estaba decorada con hojas de otoño. Dejé mi latte en la mesa frente a mí y equilibré mi panecillo en una servilleta sobre mi regazo. Rompiendo una esquina, lo mordisqueé, observándolo mientras bebía de su taza.
Él me sonrió, recostándose en su silla y poniendo un tobillo sobre su rodilla como sí se acomodara para una larga charla. Mi corazón latió más rápido. Lo que fuera que él tuviera que decir, claramente no tenía prisa, y ahí es cuando me di cuenta de que tal vez sólo quería… pasar el rato. Tal vez no había ningún objetivo. A diferencia de mi objetivo. Objetivos. Hacer que se enamorara de mí. Casarse conmigo. Bendecirme con 2 o 5 hijos hermosos.
Finalmente, la necesidad de romper nuestro silencio me llevó a decir.
- Nunca te había visto por aquí antes. Aparte de la última vez. Y lo sabría. Estoy aquí demasiado. .Señalé nuestro entorno.
Él se encogió de hombros.
-Mary nunca se preocupó mucho por el café. Prefería los smoothies.
-¿Pero tú prefieres el café?
-Estoy averiguando qué es lo que prefiero. La dejé decidir por los últimos dos años. .Hizo una mueca. ---Dios, me estoy haciendo sonar a mí mismo abatido, ¿no?
Cerré ambas manos alrededor de mi taza, dejando que el calor del interior hiciera desaparecer el frio. ----Es el caballero dentro de ti. Y el hecho de que hayas sido criado con una hermana.
-¿Me estás analizando?
Me encogí de hombros.
-Podría ser mi clase de psicología hablando. Pero conozco a tu familia. Es fácil ver que eres un producto de tus padres. Tu madre te crio para ser un hombre bueno, sensible a los demás.
Como que es un hecho que me hizo caer en un profundo enamoramiento por él cuando yo tenía meramente doce años.

Dos años mayor, popular y bien parecido, él no tenía por qué ser amable conmigo. La primera vez que fui a vivir con la abuela y empecé la escuela, todos se burlaban de mi ropa, mi pelo, el hecho de que estaba, obviamente, detrás de todos los demás académicamente. Cuando se enteraron de donde vivía, me dijeron que olía como Bengay2. Eso lo convirtió en mi apodo. Un canto susurrado cuando pasaba.





Pablo podría haber mirado para otro lado. En su lugar, intervino y me habló un día. Justo enfrente de todos. Ese mismo día, Cande me pidió que me sentara con ella en el almuerzo. No creo que él le diera exactamente la idea, pero ella había visto su bondad conmigo. Nunca olvidaré lo que hizo por mí ese día. Me quedé un poco enamorada de él entonces, y el resto del camino a lo largo de los años siguientes.



Pablo me miró durante un largo momento. Miré mi panecillo, desmigajando otro pedazo entre mis dedos, preocupada de que él pudiera ver en mis ojos algo de cómo me sentía.
-Caballero, ¿eh? -murmuró-. Tal vez demasiado. Me quedé con Mary más de lo que realmente deseaba solo porque no quería hacerle daño.
Levanté un trozo de panecillo hasta mi boca y lo mastiqué, analizando mis palabras cuidadosamente. ----Creo que aún puedes ser un caballero y también ser feliz. No son mutuamente excluyentes.
Él inclinó la cabeza y me sonrió.
-¿Cómo es que alguien que sale con Cande puede ser tan inteligente? -bromeó.
Solté una carcajada y estudié mi panecillo restante.
-No voy a decirle que dijiste eso.
-Gracias. Eso probablemente me salvará la vida. Pero es cierto, ya lo sabes.
-No soy tan inteligente. Sólo un alma vieja.-Eso es lo que papá me decía siempre. Era una de las pocas cosas que recordaba que me decía. Eso y que cuidara de mi madre. Se me quedó grabado, porque después de que mamá me dejara en casa de la abuela, solía preguntarme si mi padre estaba mirando hacia mí con decepción. ¿Creería que le había fallado?
De repente consciente de que Pablo no había respondido, di otra mirada hacia él. Ya no sonreía. Simplemente me estudiaba. Y no de una manera en que lo hubiera hecho antes. Me observaba como si realmente me estuviera viendo.
-Sí. Puedo ver eso.
Traté de no inquietarme bajo su escrutinio.
-Me alegro de haberte encontrado -continuó, su familiar sonrisa apareció de nuevo en su lugar cuando la mirada pensativa se desvaneció
- Me preguntaba si querrías que viajáramos juntos a casa para Acción de Gracias el próximo mes. A menos que tengas otros planes.
-No. -Negué con la cabeza, mi corazón latiendo con entusiasmo con esta repentina oportunidad. El último Acción de Gracias había ido a casa con Mary. A decir verdad, había estado debatiendo si volar a casa en lugar de hacer el viaje de cuatro horas. Sobre todo teniendo en cuenta lo poco fiable que era mi coche.
-Genial. Esto hará que el viaje sea más rápido por tener a alguien con quien hablar.
-Por supuesto -concordé.
-Excelente. -Asintió con la cabeza.- No creo que tenga tu número. -Sacó su teléfono de su bolsillo-. ¿Cuál es?
Recité mi número.
-Genial. -Presionó un botón y mi teléfono empezó a sonar-. Ahora tienes el mío.
Bajé la mirada como si pudiera ver mi teléfono a través del bolsillo de mi chaqueta.
-Genial -repetí.
-Vamos a permanecer en contacto.-Le echó una mirada a su teléfono-. Hombre, llego tarde. Me tengo que ir. Reunión con mi tutor. Chem pateará mi trasero.
-Deberías haber elegido una especialización diferente -bromeé.
-No nos ofrecieron cestería —respondió él, con una expresión burlona de seriedad. Como si de alguna manera hubiera elegido el curso más flojo si hubiera estado disponible.
-Como si Pablo Martinez pudiera ser menos que un neurocirujano.
-Estoy realmente interesado en la cirugía reconstructiva. Corrección de defectos de nacimiento… ese tipo de cosas.
Por supuesto. Él no querría ser un cirujano plástico estándar. Ayudar a las personas que más lo necesitaban. Ese era su modus operandi. Salvar cachorros y rescatar a la chica nueva de los matones. De pie, se colgó la mochila al hombro. Agitó su teléfono a la ligera en el aire.
-Hasta pronto.
Lo vi zigzaguear entre las mesas y salir de la cafetería. Pasó por la ventana que había a mi derecha y me saludó alegremente a través del vidrio.
Sí. Hablaríamos pronto. Antes de Acción de Gracias. Lo volvería a ver. Un par de roces más como este y podría empezar a pensar en mí como algo más que una amiga, más que la chica con la que creció, más que la mejor amiga de su hermana. Él me vería. Finalmente. Quizá.


1 comentario:

  1. ¿ Que paso con Peter? Ojala que si se este enamorando de Lali, pero prefiero a Pablo.
    Sigue plis.

    ResponderEliminar