domingo, 8 de abril de 2018

Capitulo 8

Lali




Había arrebatado las llaves de Peter y salí corriendo de la casa, pero no fue hasta que estuve en la carretera que me di cuenta que no tenía ni puta idea dónde iba. 

No conocía ningún amigo en esta ciudad, ni familia y no había realmente ninguna parte donde pudiera huir y reagrupar mi mierda.

Al menos en St. Joseph había encontrado consuelo en la capilla. No iba a rezar y apenas participaba en las misas a pesar de que se requerían para los estudiantes. Pero me gustaba la capilla. Era hermosa y tranquila. Orando o no, era un buen lugar para pensar.
Para planear.

No hubo suerte en este momento, sin embargo. Estaba demasiado oscuro para la cantera y muy pronto iba a estar demasiado húmedo para cualquier espacio al aire libre. 

Como era casi la medianoche, era demasiado tarde para ir a cualquier restaurante u otro lugar parecido.

Un trueno sonó cerca, haciendo eco a través del cielo negro y pisé los frenos cuando la lluvia comenzó a salpicar el parabrisas. Me había dado cuenta de los relámpagos y de los truenos en la fiesta. Fue por eso que había tomado prestado el coche de Peter. No quería quedar mojada por la lluvia en mi bicicleta.

Al momento que el príncipe se enterara, le iba a llevar una semana quitarse el mal humor. A los chicos no les gustaba que jodieran con sus coches.

Y a mí no me gustaba que jodieran conmigo, por lo que supuse que estábamos a mano. Moví la palanca de cambios a la quinta marcha y pisé el acelerador.

Reduce la velocidad y junta tu mierda, Lali.

Ya tenía lo que necesitaba para mi madre y el señor Lanzani. Solo necesitaba lo de Peter.

Pero no había pensado que iba a ser tan difícil. Al verlo. Sabiendo que lo que decía era cierto. Trataba de actuar como si fuera más fuerte. Quiero decir, después de todo lo que me había pasado, debería serlo, ¿verdad?

Las lágrimas quemaron mis ojos, amenazando con derramarse, pero me obligué a bajar el dolor del tamaño de una pelota de golf en mi garganta.

Mientras viajaba por la carretera desierta, me concentré en el sonido del spray golpeando los neumáticos y las luces reflejadas en el camino negro. Más adelante, las luces de la ciudad brillaban fuertemente y vi una señal familiar a un lado.

PARQUE IROQUOIS MENDOZA. 

Toneladas de tardes y fines de semana allí pasaron por mi mente. Era donde solía pasar el rato con los pocos amigos que hice
cuando asistí a la escuela secundaria aquí. 

Negué y casi me reí. 

El parque tenía una impresionante zona de patinaje.
                   
La nostalgia me llevó a un giro a la izquierda y conduje hacia el parque, llegando a una parada justo en frente de una de las muchas rampas de patinaje. La iluminación de arriba generalmente estaba disponible cuando había eventos en el parque, pero esta noche estaba extrañamente oscuro. 

Dejé el coche en marcha y las luces encendidas para alumbrar el área.

Al salir del coche, parpadeé contra la caída ligera pero constante de la lluvia. Mis pies crujían en mis húmedas sandalias mientras caminaba hasta el borde de la rampa desierta y bajé la mirada hacia la profundidad suave, poco profunda. Deslizando los zapatos de mis pies y temblando en mis ahora húmedas ropas, me senté y luego me deslicé al fondo de la rampa, sintiendo el cemento aterciopelado en los dedos de mis pies.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo de nuevo, pero ya no estaba fría. La noche era cálida y aunque la lluvia hizo el aire más frio, era una temperatura confortable. 

Di un paso, respirando con dificultad, sintiéndome malditamente encerrada por las escarpadas paredes que me rodeaban. Nunca solían asustarme. 

Frecuentaba lanzarme por el vértice, disfrutando de cómo mi corazón bombeaba más rápido mientras corría a toda velocidad hacia el lado inclinado.

Aquí era donde solía respirar mejor. Pero ahora. 

Me di la vuelta, el gruñido de un motor excavando a través del aire espeso. El arrastre de neumáticos atravesó la calma cuando un Mustang negro se paró en seco al lado de GTO de Peter.

Enderezando mis hombros, sostuve mi cabeza en alto, dispuesta a enfrentar lo que sabía que se avecinaba.

Peter saltó del coche, ni siquiera teniendo cuidado de cerrar la puerta tras él.

—¡¿Te robaste mi coche?! —gritó, mirando al fondo de la rampa.

Con las luces detrás de él, la zona estaba bien iluminada mientras trataba de respirar contra el aleteo en el pecho.

Él estaba aquí. Estábamos solos. Estábamos enojados.

Déjà vu.

Esto es lo que quería. Es lo que había planeado. Pero le di la espalda, de todos modos. Me había dicho a mí misma una y otra vez que no me importaba lo que pensaba de mí. 

No quería su corazón, después de todo. No era parte de la ecuación. No necesitaba que me quisiera o me respetara para que esto funcionara. Me gustaría conseguir lo que quería sin tener que preocuparme acerca de lo que estaba en su cabeza. 

No. Importaba.

Entonces, ¿por qué no podía simplemente atraerlo como lo había planeado? ¿Por qué quería escupir de vuelta?

—No lo robé. Lo tomé prestado, princesa —le respondí.

Saltó al fondo de la rampa, sus chanclas sonando contra el cemento húmedo mientras se acercaba.

—¡No toques mi mierda, Lali!

—Oh, ¿pero tú si pudiste entrar en mi habitación anoche y tocarme? No puedes tenerlo todo, Peter.

Se detuvo a unos metros de mí y sentí las paredes de la rampa cerrarse mientras me miraba. Esperaba más gritos e insultos, pero se quedó allí, luciendo como todo lo que me podría destruir sin siquiera decir una palabra.

Luciendo como todo lo que casi me destruyó.

Todavía estaba vestido solo con sus pantalones cortos y chanclas. Sin camiseta. Supongo que había salido de la casa a toda prisa si venía detrás de mí. Había cambiado mucho en los años que me había ido. 

Ahora sus hombros y sus brazos eran obras de arte. A Peter siempre le había gustado hacer ejercicio y valió la pena. Estaba bien construido como un mariscal de campo, era alto. 

Me hubiera gustado no sentir el cordón invisible tirando de mí hacia él, queriendo tocarlo de nuevo, pero estaría mintiendo si dijera que no lo hacía. Siempre queremos lo que es malo para nosotros.

Peter era caliente. Él lo sabía. Y sabía que todo el mundo lo sabía.

Pero lo que había debajo del cabello castaños, los ojos verdes miel de niño y el cuerpo suave y tonificado era malo. 

Él era malo.

Algún día su aspecto se desvanecería y la persona con la que se quedara solo tendría a alguien malo. Tuve que recordarme a mí misma de ello. No había nada en él que yo quisiera.

La lluvia ligera sopló alrededor de su cara y parpadeó con el agua chorreando por sus mejillas.

—¿Sabes qué? —se burló, luciendo como si estuviera a punto de darme la espalda—. Estoy tan harto de tu mierda, Lali. Me gustaría saber qué demonios querías de mí. —Su voz se hizo más fuerte—. Actúas como que todo está bien en torno a Addie, vienes a mi fiesta vestida
para impresionar en tu ropa interior alrededor de todos mis amigos y luego mencionas mi fiesta hace dos años. —Se metió en mi cara—. ¿Qué quieres de mí? —Su bramido se alzó desde lo más profundo de él.

—¡Nada! —grité, mis ojos ardiendo de ira—. No quiero nada de ti. ¡Nada, nunca más!

Se echó hacia atrás un poco, como si le hubiera sorprendido.

—¿Nunca más? ¿De eso se trata? —preguntó—. ¿De nosotros follando hace dos años?

Follando. Aparté los ojos.

Prefería meterme una baqueta en la nariz que dejarle ver lo mucho que eso dolió. Me limpié el agua de mi frente y alisé el cabello en la parte superior de mi cabeza.

—¿Sabes qué? —Entrecerró los ojos, hablando antes de que tuviera la oportunidad—. Puedes irte al infierno, Lali. Tenía dieciséis años también. Era virgen, igual que tú. Estuviste toda sobre mí también y lo sabes. ¡No te obligué! No tenías que ir a quejarte con nuestros padres. ¡Jesucristo!

¿Eh?

En ese momento él respiraba con dificultad.

—¡Me trataron como si te estuviera presionando o alguna mierda! —gritó, lanzando su mano en el aire—. ¿Les dijiste que te estaba obligando?

—Peter, yo. . .

¿De qué diablos estaba hablando? 

Mi aliento, mis manos, mis rodillas, todo estaba temblando.

—Que te jodan, Lali —me cortó, poniéndose más enojado—. Todo lo que tenías que hacer era decir algo. Te habría dejado sola, pero pensé...

Se calló, mirando al suelo, luciendo demasiado disgustado para hablar, con los labios fruncidos.

El aire en mis pulmones se había ido. 
¿Qué demonios?

Todo lo que decía era como una bofetada y pateaba mi trasero. ¿De qué demonios estaba hablando?

Me acerqué más. 

—¿Ellos te dijeron que me quejé? 

Su cabeza se levantó y vi los músculos crispados en su mandíbula. 

—Tu madre me dijo que odiabas lo que te estaba haciendo. Que
tenías que alejarte de mí y por eso desapareciste durante la noche. — Cada palabra sangró de su boca. 

Su corte era profundo.

Maldita sea. 

Cerré los ojos y sacudí mi cabeza. 
¡Esto no estaba sucediendo!

Si hubieran mentido y dicho a Peter que me quejé, entonces eso significaba que pensaba que quise irme. Pensaba que les pedí a nuestros padres que me llevaran al internado.

Chupé el agua de mi labio inferior y abrí los ojos, encontrando el ceño fruncido de Peter.
Nunca había querido que me fuera. Pensó que había huido de él. Eso era inesperado. Sin embargo, no tenía por qué cambiar las cosas.

 Si nuestros padres nos mintieron a los dos, entonces todavía iba darles su merecido. 

Tal vez Peter no era tan malicioso como había pensado en un principio, pero todavía no era inocente. 

Todavía me trató como a una puta y nunca vino por mí. Nunca llamó, escribió, o me buscó. Todo lo que pasé, lo hice por mi cuenta.
Todos eran enemigos todavía.

—Fuera de mi camino. —Pasé a su lado, subiendo de nuevo por la pendiente.

Pero antes de que llegara el coche, Peter agarró la parte interior del codo y me hizo girarme.

—No, no. No puedes irte hasta que consiga una explicación.

Levanté mi vista hacia él, sintiendo el calor de su piel a través de mi camisa mojada.

—¿Una explicación? —Me encogí de hombros—. Supongo que es genético, Peter. El tamaño del pene es hereditario. No hay mucho que podamos hacer al respecto.

Di la vuelta, en dirección al GTO con mi mandíbula dolorida por una sonrisa que me esforzaba por contener.

Al abrir la puerta del coche, me tiró hacia atrás, cerrándola de golpe otra vez con fuerza delante de mí.

¡Mierda!

Mi corazón latía con fuerza y mis venas corrían con calor líquido.

Antes de que pudiera darme la vuelta, Peter cubrió mi espalda, presionando mi pecho en la puerta del coche.

Aire entraba y salía de mis pulmones, me sentía caliente todo el camino hasta mi cabeza.

—Dime que lo odiabas —desafió, sus labios rozando calientes en mi oído—. Quiero escucharte decirlo.

*** El me besa. Su boca está húmeda y por todo mi cuerpo. Puedo oler los cigarrillos en todas partes. De donde su boca y sus manos están. Sus dedos se deslizan por mi trasero y lo aprietan.

—¿Estás lista para ir arriba? —pregunta—. Quiero ver lo mala que realmente eres.

Sacudo la cabeza. No. 

—Quiero volver a salir a la fiesta. 


¿Por qué dejé que me besara? 

Me lanzo a su izquierda, pero empuja su cuerpo contra el mío, cortándome.

—Pero me tienes todo encendido. Vamos, vamos a ir a pasar un buen rato. —Llega a mí y pasa un pulgar sobre mi pezón.

Mis ojos se abren, mis puños aprietan a punto de golpearlo.

—Aléjate de ella. —Oigo la voz de Peter desde atrás del chico que se cierne sobre mí.

—Consigue la tuya, Peter.

—Esa es mi hermana. —Su voz es aguda—. Aléjate de ella o sal de mi casa, Nate.

Nate retrocede de mí. 

—Está bien. No sabía que era tu hermana, hombre. Lo siento. 

Él se va, pero todavía me siento avergonzada. 

—Peter, yo... 

—Cállate —ladra, agarrando mi mano—. Sabía que vendrías aquí, tratando de ser el centro de atención como de costumbre. Buscas pasar un buen rato al igual que tu madre, ¿no?

—Eso no es lo que estaba haciendo, idiota. —Trato de tirar de mi mano mientras me arrastra por las escaleras.

—¿En serio? ¿Tienes amigos aquí? Sí, no lo creo. —Nos detenemos en mi puerta y me deja ir—. Vuelve a tu habitación, Lali. Juega con tu Legos.
—No eres mi jefe, Peter. Y no soy una puta. —Pongo las manos en mis caderas—. Pero si vas a seguir llamándome así, entonces podría también acabar de una vez. Tu amigo Nico está afuera, ¿verdad? Está caliente. Tal vez él sería mi primero.

Rodeo a Peter y voy por las escaleras de nuevo. Me agarra y me tira a través de la puerta de mi dormitorio.

—¡Peter, suéltame!

—¡Mantente alejada de mis amigos! —Me deja ir pero se me acerca, llenando mi espacio. Está tan enojado, pero no estoy asustada.

—Oh, como si en verdad te fuera a rogar por ser parte de tu multitud —me burlo—. Un montón de Kens y Barbies que obtienen sus noticias del mundo fiable de Facebook.

Avanza. Retrocedo hasta la pared llena de pegatinas de parachoques.

—Actúas como si fueras tan superior —gruñe—, pero ¿quién se besuqueaba con uno de mis amigos de la planta baja? ¡Para alguien que no se preocupa por esas personas, parecías bastante lista para abrir tus piernas para uno de ellos!

Acerco mi rostro al suyo.

—Hago lo que quiero, cuando quiero. Nadie toma decisiones por mí, Peter. No tú. No nuestros padres. No mis amigos. Tengo el control. ¡Soy libre! 

—¿Libre? —se ríe amargamente—. ¿Hablas en serio? ¿Solo porque tienes mierda atravesada en la cara y unos tatuajes? No conseguiste esos tatuajes porque querías. Los tienes para demostrar que podías. ¡Estás tratando de demostrar algo, Lali! ¡No. Eres. Libre!

Le pego duro con mis dos manos, pero me atrapa antes de que pueda golpearlo por tercera vez. Tiene mis muñecas y nos miramos el uno al otro. Algo pasa a través de sus ojos y antes de darme cuenta, sus labios están los míos. 

Los dos nos agarramos el uno al otro. Tira de mí con fuerza y su boca está toda sobre la mía. No es como cuando Nate me besó en la planta baja. Peter se siente real. Como si nada fuera planeado. Todo viene de sus entrañas.

Esto se siente bien. Se aleja, respirando con dificultad, con los ojos abiertos. 

—Oh, Dios mío. —Sus cejas se fruncen por el miedo—. Lo siento, Lali. No sé en qué estaba pensando. No quise... 

Me le acerco de nuevo, incapaz de mirarlo a los ojos. 

—No te detengas —le ruego. Poco a poco, acerco mi mano temblorosa y lo tomo alrededor de su cuello, atrayéndolo hacia mí.

Se sacude cuando mis labios encuentran los suyos, pero después de unos segundos, sus brazos rodean mi cintura. 

—Me gusta pelear contigo —dice entrecortadamente, me pone en la cama y se pone encima de mí—. Esto va a cambiar todo.
Saco su camiseta por encima de su cabeza. 

—Esto no cambia nada —le digo.
 *** —Dilo, Lali —me presionó, sus labios en mi cabello—. Dime cuánto odiabas mis manos sobre ti... mi boca sobre ti.

Extendí mis palmas contra la puerta, recordando cómo mis manos habían estado en cada centímetro de él.

Peter se convirtió en mi mundo hace dos años. Esperaba por él en la noche, mi corazón latiendo a mil por hora, sabiendo que iba a venir. Sabiendo que iba a tocarme. Amaba todo eso. Nunca quería que el sol saliera.

Me empujé contra su largo cuerpo, el calor húmedo entre mis piernas casi haciéndome gemir.

Apenas podía respirar cuando torcí mi cara hacia un lado.

—¿Quieres oír lo mucho que lo quería? —Mi garganta se cerró sobre las palabras.

Él puso sus manos sobre las mías contra la puerta y se apretó contra mí, más duro desde atrás.

Sus labios estaban en mi cuello.

—A la mierda el pasado —respiró—. Quiero oír que lo extrañaste.

5 comentarios:

  1. Ay no por dios me lo cortaste justo ahiiiiiii quieroa mas!!!!! Como lali XP

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  2. Se subieron los cap desparejos o solo a mi me aparece asi??

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    1. ya lo arregle si te confundió ahora están orden si quieres leerlos bien ..

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  3. sii me di cuenta lo lamento mucho no se por que se subieron asi ojala lo hayan podido ordenar , igual estan todos ..vere que puedo hacer

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  4. Aaaaaaaameeeeeee los caps gracias por la maraton

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