jueves, 5 de abril de 2018

capitulo 2

Lali




—¿Fue ese tu primer beso? —pregunta él,tirando su cabeza hacia atrás para mirarme. Mantengo mi mirada hacia abajo y agarro la barra de la cocina detrás de mí. Esto se siente mal. Él está presionándome de nuevo en el mostrador, y no me puedo moverme. Duele.

Solo míralo, me digo a mí misma. ¡Míralo, idiota! Dile que retroceda. Él no te ve. Es un manipulador. Te hace sentir sucia.

—Ven aquí. —Él agarra mi cara, y me estremezco—. Te voy a enseñar cómo utilizar esa lengua.

Esto se siente mal.

—¿Lali? —La voz suave, ligera rompe a través de mi sueño—. Lali, ¿ya estás despierta?

Oí un golpe. 

—Voy a entrar —anunció ella. 

Abrí los ojos, parpadeando la niebla de sueño de mi cerebro. No
me podía mover. Mi cabeza se sentía separada de mi cuerpo, y mis brazos y piernas estaban moldeados a la cama, como si un peso de diez toneladas se sentara sobre mi espalda. Mi cerebro estaba activo, pero mi cuerpo seguía profundamente dormido.

—Lali —cantó una voz hacia mí—. Te hice huevos poché. Tus favoritos.

Sonreí, doblando los dedos del pie y apretando los puños para despertarlos.

—¿Con tostadas para sumergir en la salsita? —grité desde debajo de mi almohada.

—Con tostadas blancas, porque los multi granos son para maricas —dijo Addie inexpresiva, y recordé que le había dicho esas mismas palabras hace unos cuatro años, cuando mi mamá se había casado con Jason Lanzani y nos vinimos a vivir aquí.

Le di una patada a las cubiertas de mis piernas y me senté, riendo.

—Te extrañé, amiga. Eres una de las únicas personas en el mundo a las que no quiero cortar.

Addie, el ama de llaves y alguien que había actuado más como una madre para mí que la mía, era también una de las únicas personas con las que no tenía obsesiones.

Ella entró en la habitación, maniobrando con cuidado una bandeja llena de todas las cosas que no había comido en años: huevos poché, cruasanes, jugo de naranja recién exprimido, ensalada de frutas con fresas, arándanos y yogur. 

Y ¡mantequilla de verdad!
Bien, no la había probado todavía. Pero si conocía a Addie, sería real.

Mientras dejaba la bandeja sobre mis piernas, metí mi cabello detrás de mis orejas y agarré mis gafas de la mesilla de noche.

—Pensé que habías dicho que eras demasiado genial para anteojos hipster —me recordó.

Metí un trozo de pan tostado en la yema de huevo.

—Resulta que tenía un montón de opiniones en ese entonces. La mierda cambia, Addie. —Le sonrío feliz cuando tomo un bocado, salivando más mientras el cálido sabor salado de la yema de huevo y la mantequilla golpean mi lengua—. Pero al parecer ¡no en tu cocina! Maldita sea, chica. 

Echaba de menos esto.

Addie está lejos de ser una chica en apariencia, pero lo era más que alguien que conociera en personalidad.

No es solo un ama de casa valiosa, sino que resultó ser la señora de la casa que el señor Lanzani necesitaba. Se encargaba de las cosas de la forma en que mi madre no hacía. Por supuesto, Addie y el Sr. Lanzani no se acostaban juntos. Ella era unos veinte años mayor que él. Pero... se encargaba de todo. 

Desde la casa, los jardines, de su calendario social fuera del trabajo. Anticipaba sus necesidades, y era la única persona que nunca podría insultar. En serio. Lo podía llamar una imbécil, y él solo rodaría los ojos. Ella se había hecho invaluable, y debido a ello, llevaba los pantalones en esta casa.

También se hacía cargo de Peter. Era por eso que la necesitaba. 

—Y yo te extrañé —respondió ella, recogiendo mi ropa del suelo. 

Corté un trozo de huevo y lo puse en mi tostada. 

—Vamos. No hagas eso. Soy una mujer ahora. Puedo limpiar mis
cosas.

No había estado pagando mis propias facturas, pero para todas las metas y propósitos, había estado cuidando de mí misma por completo durante dos años. Mi madre me había dejado en el internado, y mi padre no me controlaba de manera excesiva. Cuando enfermaba, arrastraba mi trasero al médico. Cuando necesitaba ropa, la compraba. Cuando llegaba el día de lavandería, estudiaba al lado de las lavadoras. Nadie me decía que películas ver, con qué frecuencia debía comer verduras, o cuando tener mi cabello recortado. Yo me hacía cargo de eso.

—Eres una mujer. Una muy hermosa por cierto. —Ella sonrió, y sentí un zumbido cálido en mi pecho—. Con unos pocos tatuajes más, pero te quitaste los piercings, ya veo. Me gustaban los que atravesaban tu tabique y labio.

—Sí, a la escuela a la que fui no lo hacían. Tienes que saber cuándo retroceder y saber cuándo mantenerlos.

No diría exactamente que estaba pasando por una fase la última vez que Addie me había visto, pero sin duda cargaba múltiples formas de autoexpresión. Había tenido un piercing a través de mi tabique, un pequeño anillo, y otros a través de un lado de mi labio y en mi lengua. No había conservado ninguno de ellos, sin embargo. Mi internado de St. Joseph, no permitía piercings "poco ortodoxos", y te limitaban a dos en cada oreja. También tenía cinco en mi oreja izquierda, el industrial fue una perforación, pero tenía dos agujeros, y tenía seis en mi oreja derecha, contando el de mi oreja, dos en mi lóbulo, y tres subiendo la cresta dentro de la oreja. La escuela me había ordenado quitarme ésos, también.

Pero cuando mamá no contestó su teléfono para enfrentar sus quejas, finalmente les dije a "la mierda". Cuando llamaron a mi padre, les dio una considerable donación... y luego les dijo que se fueran a la mierda.

—Tú y Peter han crecido tanto... —Se interrumpió, y me detuve de mascar—. Lo siento —terminó ella, mirando lejos de mí.

Si alguien hubiera tratado de sostener mi corazón en ese momento, habrían necesitado ambas manos para sostenerlo. Me tragué el pesado trozo de comida en mi boca, y respiré hondo.

—¿Por qué lo sientes? —Me encogí de hombros. 

Sabía por qué. Ella sabía por qué. 
Peter y yo no habíamos estado solos en esta casa después de todo. Todo el mundo sabía lo que había sucedido.

—No tienes que preocuparte —me aseguró, sentada en el borde de la cama—. Como te dije anoche. Él no está aquí, y no estará de vuelta hasta que tu visita haya terminado.

No.

—¿Crees que tengo problemas con Peter, Addie? —Me reí—. Peter y yo estamos bien. Estoy bien. Llevamos nuestra idiota rivalidad demasiado lejos, pero éramos niños. Quiero seguir adelante. —Me guardo mi tono ligero, y mis hombros se relajan. Nada en mi lenguaje corporal me delataría.

—Bueno, Jason piensa que no es seguro. Dice que eres bienvenida a quedarte todo el tiempo que quieras, sin embargo. Peter no estará aquí.

Esa era la razón por lo que necesitaba a Addie. Podría hablar con ella y conseguir que Peter viniera a casa. Solo que no podía ser demasiado obvia.

—Solo voy a estar aquí una semana más o menos. —Tomé un sorbo de mi jugo y lo puse de nuevo abajo—. Iré a Northwestern en otoño, pero me quedaré con mi padre en la ciudad por el resto del verano hasta que empiecen las clases. Solo quería visitarlos antes de comenzar la siguiente fase.

Ella me vio como las mamás en la televisión miraban a sus hijas. El tipo de mirada que te hace sentir como si tuvieras un par de cosas que aprender, porque cariño, no eres más que una niña, y yo soy más inteligente.

—Querías enfrentarlo. —Asintió, sus ojos azules se clavaron en los míos—. Para resolver las cosas.

¿Resolver las cosas? No. ¿Enfrentarlo? Sí.

—Está bien. —Empujé la bandeja abajo de la cama y bajé—. Voy a correr. ¿Aún conservan esa pista rústica alrededor de la cantera?

—Por lo que sé.

Crucé la habitación recién decorada al vestidor donde había tirado mi bolsa de lona ayer cuando llegué aquí.

—¿Lali? ¿Sueles dormir en ropa interior y una camiseta demasiado corta para cubrir tu trasero? —preguntó Addie con una sonrisa en su voz.

—Sí, ¿por qué?

No oí nada durante unos segundos cuando me incliné para conseguir mi bolsa.

—Lo bueno es que Peter no está aquí, después de todo entonces —murmuró en un tono divertido y me dejó sola.

Me vestí, mirando alrededor de mi habitación la luz del día. Mi vieja habitación con nueva decoración.

Cuando había llegado ayer, Addie me había acercado a mi habitación, pero el interior era muy diferente a la forma en que lo había dejado. Mis carteles de patinaje se habían ido, mis muebles habían sido reemplazados, y mis paredes rojas eran ahora de color crema.

¿Crema? Sí, agh.

Había tenido toda una pared llena de pegatinas. Ahora aparecían fotografías un poco impersonales producidas en serie de la Torre Eiffel y de las calles empedradas francesas.

Mi cama era de un rosa claro, y mis armarios y cama eran ahora blancos.

Mi tabla gráfica con mis dibujos, mis estantes con mis robots de Lego, y mi DVDs y CDs se habían ido. No puedo decir que extrañé algo de esa mierda en los dos últimos años, pero sentí como que quería llorar tan pronto como entré en la habitación ayer. Tal vez era que había asumido que todavía estarían aquí, o tal vez fue que toda mi vida había estado guardada aquí y había sido arrojada tan fácilmente.

—Tu mamá redecoró poco después de que te fuiste —me Addie había explicado.

Por supuesto que lo hizo.

Me permití unos dos segundos para lamentar todas las horas que había pasado en los tableros de patinaje que estaban ahora en un vertedero de basura y en los preciosos edificios de Lego que estaban ahora pudriéndose en la tierra en alguna parte.

Y luego me tragué el dolor en la garganta y seguí adelante. 

A la mierda.

Mi habitación era ahora madura y hasta un poco sexy. Todavía me gustaba la ropa y las formas de expresión salvajes de las muchachas, pero mi mamá no apestaba en decoración. No había motivos florales en ninguna parte, y la habitación estaba diseñada para un adulto. Los tonos rosados suaves de la ropa de cama y de las cortinas, la inocencia romántica de los muebles, y las fotografías en negro y blanco en marcos vivos me hacían sentir como una mujer.

Como que me gustaba.

Y todavía como que quería matarla por tirar todas mis cosas, también.

***

La mejor parte de mi madre casándose con Jason Lanzani era que su casa estaba en el Valle Seven Hills, una comunidad enorme cerrada, si considerabas eso una "comunidad" cuando tu vecino más cercano estaba a media milla por la carretera en ambas direcciones.

A las mierdas ricas les gustaban sus casas de campo, su espacio y sus esposas trofeo. Aunque no usaban ninguna. Cuando pensaba en mi padrastro, Richard Gere de Pretty Woman siempre se me venía a la mente. Sabes, el tipo que se reserva la suite del ático, pero que no puede soportar las alturas, así que ¿por qué carajos reservaba la suite del ático?

De todos modos, ese era Jason Lanzani. Compraba casas en las que no vivía, coches que no utilizaba, y se casaba con mujeres con las que no vivía. ¿Por qué?

Me preguntaba eso todo el tiempo. Tal vez estaba aburrido. Tal vez estaba buscando algo que nunca parecía encontrar.
O tal vez no era más que un rico de mierda.

Para ser justos, mi mamá era la misma. Patricia se casó con mi padre, Ciaran , hace dieciocho años. Dos días más tarde, nací. Cuatro años más tarde, se divorciaron, y mi madre me llevó, como a un billete de comida, a todas sus aventuras de búsqueda del oro. Se casó con un empresario que perdió su negocio y un capitán de policía cuyo trabajo resultó no ser suficiente glamoroso para mi madre.

Pero a través de él, conoció a su actual esposo y en él mi madre encontró exactamente lo que estaba buscando: dinero y prestigio.
Claro, mi padre lo tenía, también. En ciertos círculos. Yo realmente nunca había querido nada.

Pero mi padre vivía fuera de la ley, lejos y protegiendo a su familia, se mantenía oculto y silencioso. En realidad, no era la vida glamorosa que mi madre estaba buscando.

Pero a pesar de sus egoístas decisiones, me gustó cuando terminó con él. Me gustaba aquí. Siempre lo había hecho.
Todas las fincas estaban escondidas más allá de las grandes vías de acceso y de los pocos densos barrios de árboles. Había amado correr o incluso caminar a lo largo de los tranquilos, aislados caminos, pero lo que más esperaba ahora era la forma en que la comunidad se conectaba con el área recreativa de Minas España que contaba con senderos estrechos amaderados y canteras profundas. La arenisca alrededor, la vegetación y el cielo azul perfecto sobrecargado hacían de este el lugar ideal para perderse.
El sudor corría por mi cuello mientras golpeaba la mierda de la tierra bajo mis pies.

Schism de Tool sonaba a través de mis auriculares mientras dividía en zonas el camino, y tenía que recordarme a mí misma mantener mis ojos arriba. Mi padre odiaba que corriera sola. Odiaba que corriera en zonas despobladas y tranquilas. Podía oír su voz en mi cabeza: ¡Mantén tu cabeza arriba y protégete!

Me había ordenado una maldita carga de pantalones cortos para correr con pistoleras para el arma adjunta en la parte posterior, pero me negaba a llevarlos. Si quería que llamara menos la atención, ese era el camino equivocado de hacerlo.

Si corres en ropa interior, alguien tendrá una idea equivocada, había dicho. Y luego tendré que lastimar gente. Sabes que me gusta hacer eso lo menos posible.
No corría en ropa interior. ¿Pero algunos spandex cortos y un sujetador deportivo? A la mierda, hacía calor.

Así que habíamos hecho un compromiso. Él tenía un brazalete diseñado que contaba con un pequeño bolsillo para un cuchillo y un poco de espray pimienta. Parecía una pulsera torcida de enfermo, pero le hacía sentir mejor saber que me la ponía cuando salía a correr.

Viendo la pista delante de mí, porque escuchaba a mi papá, me di cuenta de una joven mujer, de mi edad, de pie entre la pista y el estanque, mirando el agua.

Vi sus labios hacia abajo y sollozó. Fue entonces cuando me di cuenta de la sacudida de su barbilla. Desacelerando a caminar, hice un rápido inventario. Estaba vestida como yo, con pantalones cortos y sujetador deportivo, y por lo que pude ver, no estaba herida. No había otros corredores o excursionistas. Ella se quedó allí, con los ojos entrecerrados, mirando el suave murmullo del agua.

—Bonita melodía —le grité por encima del ruido del iPod atado a su brazo.

Ella sacudió la cabeza hacia mí e inmediatamente se limpió la comisura del ojo.

—¿Qué? —Se sacó sus audífonos.

—Dije "bonita melodía" —repetí, Paradise City de Guns N Roses se escucha de sus audífonos.

Ella ahogó una risa, su cara se sonrojó aclarándose un poco. 

—Me encantan las antiguas. —Alargó la mano—. Hola, soy Euge.

—Lali. —Extendí la mano y se la di. 

Ella asintió y miró hacia otro lado, tratando de borrar de forma encubierta el resto de sus lágrimas. 

Euge. Espera... cabello rubio, piernas largas, pechos grandes... 

—Eres Eugenia Suarez —recordé—. ¿Secundaria Shelburne? 

—Sí. —Quitó el cable de sus audífonos de alrededor de su cuello—.Lo siento. No creo recordarte. 

—Está bien. Me fui al final del segundo año. 

—Oh, ¿a dónde te fuiste? —Me miró fijamente a los ojos mientras
hablábamos. 

—A un internado hacia el este. Sus cejas se alzaron. 

—¿A un internado? ¿Cómo estuvo eso? 

—Católico. Muy Católico. 

Ella sacudió la cabeza y sonrió como si no pudiera creer lo que le
había dicho. O tal vez pensaba que era ridículo. ¿Acaso las personas no enviaban a sus hijos no deseados fuera de su mundo? ¿No? Extraño.

El viento soplaba a través de la pista, haciendo que las hojas se movieran ligeramente, y la brisa fuera una bienvenida a la comodidad de mi piel caliente y húmeda.

—¿Así que acabas de volver para el verano antes de la universidad o para siempre? —preguntó, sentándose en el suelo y mirándome. 

Lo tomé como una invitación y me senté, también.

—Solo una semana más o menos. Me dirijo a Chicago para la escuela. ¿Y tú?

Ella miró hacia abajo, perdiendo su sonrisa. 

—Se supone que iba a ir a Columbia. Ahora no, sin embargo. —

¿Por qué? Columbia era una gran escuela. Había hecho solitud para allí, pero mi padre no me quería cerca de Boston. 
Cuanto más lejos de él más segura, había dicho.

—Mi papá está teniendo ciertas... cuestiones. —Pude ver sus húmedas pestañas mientras se recostaba en sus manos y continuaba estudiando el estanque en frente a nosotras—. Durante mucho tiempo, al parecer. Creo que lo mejor es quedarse cerca de casa.

—Debe ser difícil renunciar a Columbia —le ofrecí. Ella se mordió el labio inferior y negó. 

—Nop. No lo pensé dos veces antes, en realidad. Cuando alguien
a quien quieres te necesita, lo entiendes. Estoy molesta porque no me lo dijo. Ha tenido dos ataques al corazón, y solo me enteré por las facturas del hospital que no se suponía que vería.

Actuaba como si ni siquiera tuviera opción. Como si fuera tan fácil. Mi padre está enfermo. Me quedaré. Estaba celosa de su resolución.

—Vaya, lo siento. —Ella sonrió y se sentó, sacudiéndose el polvo de las manos—. Apuesto a que te alegras de haberte detenido a saludar.

—Está bien. ¿A dónde crees que vas a ir a la escuela ahora? —La miré y vi que tenía un pequeño tatuaje en la parte posterior de su cuello. Abajo, en la curva donde se encontraba con su hombro. No era muy grande, pero podía ver las llamas saliendo una linterna negra.

—Bueno, me metí a Northwestern —ofreció—. Es una buena opción para mi grado, y está a solo una hora de aquí. Cuanto más pienso en ello, más emocionada me pongo.

Asentí. 

—Bueno, ahí es donde voy a ir yo. 

Ella arqueó las cejas, sorprendida. 

—Bien, bien... te gusta la vieja escuela Gun N' Roses, vas a
Northwestern, tienes un poco de tinta agradable. —Hizo señas a las palabras que había escrito detrás de mí línea de la oreja que decían
Fuera de servicio—... y corres. Dime que estás en ciencias, y podría haber encontrado a mi alma gemela heterosexual.

—Estoy en especialización de Ingeniería Mecánica —canté, esperando que fuera suficiente cerca.

Ella levantó su puño para chocarlo contra el mío y sonrió. 

—Suficientemente cerca. 

Su sonrisa era mucho más frecuente que la última vez que la había
visto. Debió haber conseguido que la Cosa 1 y la Cosa 2 la dejaran en paz, o los había puesto en su lugar.

—Entonces —comenzó, levantándose y sacudiéndose su trasero—, mi amigo dará una fiesta mañana. Deberías venir. Él no tiene problemas con que las chicas guapas se dejen caer. Tendrás que renunciar a tu ropa interior en la puerta, pero voy a protegerte.

Me puse de pie, también. 

—Él suena como un juerguista. 

—Trata de serlo. —Se encoge de hombros, pero pude ver la
pequeña sonrisa de orgullo debajo del gesto. Agarró mi teléfono de mi mano y marcó algunos números—. Está bien, llámame. Ahora tienes mi número, por lo que envíame un texto si estás interesada. Te daré la dirección y la hora.

—¿De quién es la fiesta? —le pregunté, tomando mi teléfono de nuevo.

—Es en la casa de Peter Lanzani. 

Cerré la boca y tragué ante la mención de su nombre. Ella continuó. 

—Requieres usar un bikini, pero si le das una patada en las pelotas,
se callará. —Oscureció sus ojos en una disculpa—. Es uno de mis mejores amigos. Simplemente toma algún tiempo acostumbrarse a él —explicó.

¿De sus mejores amigos? 
¿Eh?

Mi respiración se volvió superficial. 

¿Lanzani se suponía que estaba teniendo una fiesta mañana por la noche?

Ella retrocedió, a punto de irse. 

—¡Nos vemos mañana, espero! 

Y luego se fue, mientras yo me quedaba allí, cambiando mi mirada
de izquierda a derecha, en busca de no-sé-qué. 

¿Peter era amigo de Eugenia Suarez?
¿Cómo diablos pasó eso?



                                                     ***
—Me gusta ese metal en tu boca. Oí que un piercing en la lengua puede ser todo tipo de divertido para otras cosas aparte de besos. —
Agarra mi cabello, respirando en mi boca—. ¿Así que eres realmente una chica mala o simplemente juegas a ser una? Muéstramelo.

No estoy segura de lo que me despertó primero. La náusea rodando como un trueno a través de mi estómago o lo alto que inundaba mis nervios con emoción.

Las náuseas y la emoción. La enfermedad y la emoción. 

¿Por qué sentía ambas cosas al mismo tiempo?

Sabía que el mareo era de sueño. 

¿Pero la emoción? ¿La excitación? Y fue entonces cuando me di cuenta de lo que me había despertado. 

El flujo de aire en la habitación había cambiado. Ahora se filtraba por el pasillo. Mi corazón latió más rápido, y mi vientre se estremeció con mariposas. Tensé mis músculos en respuesta, porque la alegría que fluía a través de ellos era demasiada.

¡La puerta de mi dormitorio estaba abierta!

Abrí mis ojos y me senté de golpe en la cama, mi corazón se alojó en mi garganta mientras trataba de tomar un respiro.

Una figura oscura, mucho más grande de lo que recordaba, estaba en la puerta. Casi grité, pero mantuve mi boca cerrada y tragué.

Sabía quién era, y definitivamente no tenía miedo de él. 

—Peter —dije echando chispas—. Vete.



chicas aclaro no hay para nada eugeter amenos que los vean como hermanos enserio peter ama mucho a nico y a euge la cuida como su hermana si ven comentarios raros es por que es un idiota pero para el euge tiene pene.

2 comentarios:

  1. Menos mal q no hay eugeter y sip ya me di cuenta q es un idiota! Capitulo super largo gracias!

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  2. Ah esto se esta poniendo...

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