domingo, 8 de abril de 2018

Capitulo 7

Peter





Iba a estrangularla
No a la chica a mis pies cuyo cuello me imaginaba era el de Lali mientras trataba de no estrangularla, sino a la misma Lali.

La chica caminaba alrededor de mi fiesta como si esta fuera su casa, y tuviera amigos aquí. Ella y Euge estaban actuando como si fueran mejores amigas ya, y Yeyo le estaba sonriendo y charlando animado. Lo siguiente que sabría es que Nico iba a estar hablando con interés sobre su moto o alguna mierda.

¿Cuál era su juego? ¿Por qué volver a casa voluntariamente después de tanto tiempo, cuando prácticamente huyó de aquí hace dos años? 

Solo iba a estar aquí una semana. ¿Qué estaba haciendo?

—¿Quién es esa?

Taylor, la chica sentada entre mis piernas, se había dado la vuelta y me estaba interrogando. Miró a Lali y luego a mí, y me di cuenta que la había estado mirando fijamente.
Nada bueno.

Destellé una sonrisa, tratando de parecer arrogante. 

—Alguien a quien le gusta ver, supongo. 

Lali había estado mirando fijamente, también. Habíamos estado
mirándonos por quien sabe cuánto tiempo, y esperaba que nadie lo hubiera notado.

Di una rápida mirada de reojo alrededor del fuego. Nico susurraba al oído de Euge, mientras ella lo acariciaba, y todos los demás estaban enfrascados en una conversación.

—Piérdete, cariño. —Mi cita, Taylor, se rió en dirección a Lali.

—Estás en el medio de una fiesta, cariño. —Lali imitó la dulzura falsa de Taylor—. Consigue una habitación.

Taylor hizo un movimiento para levantarse, pero puse mis manos sobre sus hombros, empujando suavemente su espalda hacia abajo.
Taylor no era tímida. Actuaba maliciosa, pero tenía las agallas para respaldarlo, también.

—Está bien. —El retumbar de una risa comenzó en mi garganta, pero mi tono sonaba a verdad—. A Lali le gusta causar problemas. No dejes que te altere.

Los ojos castaños de Lalo ardieron a través de la fogata, y esperé por una reacción que estaba seguro vendría. Siempre escupía algo de vuelta.

—Deberías vigilar a quien invitas a tus fiestas, Peter. —Taylor se recostó en el asiento de la silla, relajándose de nuevo.

―No la invité —contesté—. Me siento mal por ella, sin embargo. No tiene muchos amigos.

Taylor se echó a reír. 

—Sí, su ropa solo le conseguirá enemigos. 

—Peter, que demonios... —comenzó Euge, pero se cortó. 

—Está bien, Euge. —Lali se irguió y empujó sus gafas a la parte
superior de su cabeza. El público alrededor de la fogata se había vuelto tan silencioso como un cementerio.

Lali continuó:
—Aprendimos en la escuela que los bravucones abusan de otros porque se sienten mal consigo mismos. Están heridos. —Levantó sus rodillas y cerró sus brazos alrededor de ellas, su tono ligero y burlón—.No debemos estar enojados. Debemos tenerles lástima. Peter nunca ha tenido que tomar una decisión real en toda su vida, lo que significa que nunca ha tenido nada real. Esta casa, los coches, el dinero. Todo es una ilusión. Es como exhibir una victoria cuando se perdió la guerra. —Tomó aire y susurró lentamente—: `Peter no tiene idea de quién es.

Algo apretó mi corazón, y sentí como que se extendía por mi pecho y mis brazos. Dejé que la falsa diversión en mis ojos se filtrara hacia ella, pero no sentí el humor.

Lali había sido siempre tan terca. Siempre. Soltaba y decía mierda que no pensaba sobre todo en un esfuerzo por parecer dura.
Pero ahora era diferente. Más calculado. Había pensado en mí. Me evaluó. Y anticipó mis reacciones.

—Tienes razón, Lali. —Miré la cerveza en mi mano, agitando el líquido de color marrón en el vaso. Dejando escapar un suspiro condescendiente, saqué mi teléfono, gesticulando—. Pero también sé que si llamo a mis padres en este momento, ambos me van a contestar. Mi mamá volaría aquí en cualquier momento si la necesito, y mi papá no se esconde de las escuchas telefónicas o formulación de cargos. También tengo amigos que no cambiaría por ninguna de esta mierda. —Ondeé mi mano, en referencia a la propiedad—. Y tengo algo más.

Sonreí tan grande como mi cara permitía y salté, drenando mi cerveza. No hice contacto visual con nadie, a sabiendas de que estaban todos observando de todos modos.

No lo hagas.

Descartando mi vaso a un lado, corrí por los escalones de piedra hasta la plataforma de nivel inferior y rodeé la piscina donde la música estaba sonando cerca de las puertas que dan a la casa.

—Puedo cantar. —El cielo brilló con un rayo mientras me preparé.

Haciendo clic en una de mis listas de reproducción de entrenamiento, abrí una canción de Offspring, perfecta para esta ocasión, y cogí una botella de agua para usarla como un micrófono.

Las letras comenzaban antes de la música, y estaba listo. Con un par de pequeños cambios, por supuesto. 

¿Por qué no consigues un trabajo? de Offspring me dio solo un segundo para recobrar el aliento, porque las letras comenzaron antes que la música.

Mi papá tiene una esposa.  —canté a todo pulmón, de pie en el borde del jacuzzi—. ¡Hombre, él odia a esa perra!—Todo el mundo se dio la vuelta para mirarme.

Agarré la botella de agua y cuando los tambores empezaron, balanceé mi cabeza al ritmo de los golpes, dejando que la multitud alimente mi actitud.

Mi actitud. Es lo que yo alimentaba también. Es lo que hacía la gente como yo.

Seguí la canción, sonriendo mientras la multitud comenzó a cantar y reír, también. Las cervezas chapoteaban mientras personas levantaron sus copas, bailando y gritando su aprobación.
Una mano se envolvió alrededor de mi muñeca, tirándome de la cornisa.

—¿Qué demonios te pasa? —preguntó Nico.

No pude mantener mi diversión bajo control. Todo el mundo estaba bailando y cantando a todo pulmón las letras, claramente más borrachos de lo que yo lo estaba.

Solté un bufido.

—Espera. —Levanté una mano—. ¿Tú vas a darme consejos sobre cómo tratar a una mujer? Espera mientras tomo notas.

—Ella es tu familia, cabrón. ¡Y acaba de salir corriendo de aquí avergonzada!

¿Se fue?

Di un paso alrededor de Nico, dirigiéndome a la casa, pero fui interrumpido.

—Creo que ha tenido suficiente. —Su voz era suave pero firme.
No sé de dónde sacó el ser tan santurrón. 

¿Cuántas veces había atormentado a Euge? Y, ¿ahora estaba jalándome de las riendas?

—¿Te acuerdas de la vez que quise ayudarte, y me dijiste que mantuviera la boca cerrada? —Desnudé mis dientes—. Es hora de que tomes tu propio consejo.

Lo que sea. Tal vez pensó que estaba borracho, o tal vez estaba tratando de calmar una situación que no entendía, pero no me gustó la forma en que se dirigió inmediatamente a protegerla.

Lali no conseguiría tener a mis amigos.

Abrí la puerta corrediza de vidrio y me apresuré en el interior, mirando alrededor de la gente merodeando en la cocina y por el pasillo hasta el vestíbulo de azulejos de mármol.

Serpenteando alrededor de la barandilla, empecé a tomar las escaleras de dos en dos.

—No estás buscando a tu hermana, ¿verdad? —dijo mi amigo Sam detrás de mí, y me balanceé un escalón hacia atrás. Él tenía el deber de la puerta, controlando las llaves de la gente al entrar y la sobriedad a la salida.

Me di la vuelta, sin gustarme la forma en que me había preguntado eso.

—Mi hermanastra —aclaré—. Sí, estoy buscándola. ¿Por qué? 

Señaló con el pulgar hacia la puerta principal. 

—Acaba de tomar tu coche.

Mis ojos se abrieron. ¡Hija de puta!

—¿Le diste mis llaves? —grité, pisoteando al bajar las escaleras.

Enderezó la espalda, empujándose contra la pared desde el taburete donde estaba sentado.

—Es tu hermana —dijo, como si eso fuera explicación suficiente. 

Le tendí la mano. 

—Dame las llaves de Nico —espeté. 

—Él y Euge mantienen las suyas en su habitación. No iban a ninguna parte esta noche, de todos modos. 

—¡Entonces dame las de Yeyo! La boca de Sam se abrió, y balbuceó mientras buscaba en el tazón de llaves.

Déjalo estar. Ve a la cama. 
O mejor aún, consigue a Taylor y ve a la cama. 

A veces me preguntaba si los ángeles hablaban para conseguir que me comporte o para tentar al diablo para salir a jugar. Cogí las llaves de la mano de Sam y corrí hacia la puerta.


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