jueves, 19 de abril de 2018

Capitulo 14

Peter





—Peter!

Abrí mis ojos, parpadeando lejos el sueño, y salté en la cama cuando vi a Addie mirándome fijamente.

—Addie. ¿Qué demonios? —Ajusté las sábanas para asegurarme de que estuviera tapado.

Esto era jodidamente incómodo.

Como si no supiera lo que estaba pasando, de todos modos. Estaba desnudo en la cama de Lali por amor de Dios, pero aun así. Addie no me había visto desnudo desde, bueno... el último Año Nuevo cuando me emborraché y salté a la maldita piscina congela culos por un reto de Euge.

—¿Dónde está Lali? —pregunté, mirando alrededor.

—Cariño, no sé qué está pasando, pero Lali se ha ido, y tu padre está abajo. Quiere hablar contigo ahora. —Asintió y me dio la loca mirada que significaba que debía levantar mi trasero.

Mierda. Aparté las sábanas, y escuché detrás de mí un insulto ya que de seguro Addie no apreciaba que caminara mostrando mis pelotas a través de la habitación.

—¿Dónde fue Lali? —grité mientras cruzaba el vestíbulo hasta mi habitación.

—No sé. Se había ido cuándo me levanté.

No. No. No. 

Apreté mis ojos y sacudí mi cabeza mientras me ponía rápido algún bóxer, unos vaqueros, y una camiseta. Agarrando mis calcetines y llaves, no tenía intención de tratar con mi padre por mucho tiempo.
Iba a encontrarla y arrastrarla de vuelta por sus cabellos si tuviera que hacerlo. 

¿Qué diablos?

Corriendo bajé las escaleras, cogí mis zapatos dónde los había dejado cerca de la escalera y entré en la oficina de mi padre.

—¿Dónde está Lali? —demandé, dejándome caer con despreocupación en la silla frente a su escritorio y poniéndome los calcetines y los zapatos.

Mi padre estaba sentando en el borde de su escritorio con una bebida en su mano, y le di una doble mirada. Ahora estaba de hecho un poco preocupado. Mi padre era controlador y responsable. Sil estaba bebiendo en la mañana, entonces... ni siquiera sabía. 

Nunca le había visto beber por la mañana. Solo sabía que era raro, mi padre vivía de su rutina.

—Se ha ido —contestó él. 

—¿Dónde? 

—No sabría decirte. Se fue por su propia voluntad, Peter. Y tú no
estás yendo a ninguna parte. Necesitamos hablar. 

Me reí amargamente y terminé de atar mis zapatos. 

—Di lo que tengas que decir, y hazlo rápido. 

—No puedes tener una relación con Lali. Simplemente no es
posible.

Su franqueza me sorprendió. Creo que sabía que habíamos iniciado algo otra vez. ¿Quería una relación con ella?

Me levanté, preparado para dejarlo.

—Tú has tenido dos matrimonios fallidos. No debes darme consejos sobre este tipo de cosas.

Alcanzó algo detrás de sí y arrebató una carpeta de su escritorio, empujándola contra mi pecho.

—Echa un vistazo. 

Suspiré pero abrí la carpeta de todas formas.

Jesús.

Mis latidos hacían eco en mis oídos mientras examinaba cuidadosamente foto tras foto a mi padre y la madre de Nico, Katherine. Fotos de ellos entrando en su apartamento juntos, abrazándose y besándose en frente de su ventana, él ayudándola a salir del coche...

—¿Estás teniendo una aventura con la madre de Nico? 

Asintió y rodeó su escritorio para sentarse. 

—De modo ocasional por 18 años ahora. No hay nada que tú
puedas decirme sobre querer algo que no puedes tener que no pueda entender, Peter. Katherine y yo tenemos mucha historia, muchas dificultades, y un mal momento. Pero nos amamos, y me voy a casar con ella tan pronto como sea posible.

—¿Hablas en serio? —jadeé y me reí al mismo tiempo—. ¿Qué demonios?

No podía creer lo que estaba escuchando. Oye, estoy teniendo una aventura con la madre de tu mejor amigo. Oye, nos vamos a casar. Y él hablaba de esto como si estuviese comentando sobre el clima. Este era mi maldito padre para ti. Hace lo que quiere, y tratas con ello, o no... Era justamente cómo...

—Espera. —Mi estómago se retorció—. ¿Dieciocho años? Tú no eres el padre de Nico, ¿verdad?

Me miró cómo si estuviese loco.

—Por supuesto que no. Acababa de tener a Nico cuándo nos conocimos. —Frotando sus manos por la cara, cambió de tema—: Tengo este sobre de Lali. Junto con este y otro de mis transacciones de negocios, así que para todos los efectos, me está chantajeando, Peter.

La carpeta se arrugó en mi puño. 

—Estás mintiendo. 

—No lo estoy —me consoló con su voz plana—. Todo esto es mucho más complicado de lo que te das cuenta, pero quiero que sepas que aunque Lali regresó aquí con segundas intenciones, no creo que quisiera herirte. Podría haber ido a los medios de comunicación con lo que tiene sobre mí. Eso habría herido a esta familia.

Me quedé mirando las imágenes, mi respiración volviéndose superficial, rápida, y mi cara calentándose con ira.

—Está muy enfada —continuó en voz baja como si estuviese pensando en voz alta—. Pero no fue a los medios, Peter. No quería causarte ningún dolor.

—Deja de intentar protegerme —mascullé, sentándome de nuevo en la silla.

Si volvió para chantajear a mi papá, entonces todo lo demás fue mentira también.

—¿Entonces qué tiene ella de ti? —pregunté—. ¿Además de esto? —Sujeté la carpeta.

Se frotó los ojos y habló con vacilación.

—Era un soborno que negocié. Fue ilegal y podría perder mi licencia, cuanto menos. Pero no fue una decisión que tomé a la ligera, y lo haría otra vez. —Me miró directamente—. Sin embargo, Lali no está pidiendo mucho. Y no te conté esto para dañarte. Te lo conté para que puedas avanzar. No obligué a Lali a irse. Me envió un mensaje anoche.

Me lanzó su móvil, así podría ver los mensajes. Como era de esperar, el primer mensaje era de Lali.

—No es la correcta para a ti. —Su voz era como un eco distante mientras miraba las palabras en su pantalla—. Su padre, para empezar... —Se fue apagando.

Y entonces le dejé de escuchar. Mi estómago se hundió, se me cayó el teléfono al suelo, y luego puse mis codos sobre mis rodillas, escondiendo mi cara en mis manos.

Recordaba esta sensación. Era lo que sentí hace años cuándo me habían dicho que se fue de repente. Cuando vi su cama vacía dónde perdimos nuestra virginidad juntos. Y cuándo no había podido dormir, y me había refugiado en el sótano para tocar el piano.
No quería esto de nuevo. Nunca hubiera querido sentir esto otra vez. Inhalé una respiración profunda hasta que mis pulmones dolían tan mal que pensé que explotarían.

—Deja de hablar —interrumpí lo que sea que estuviera hablando—. Solo para de hablar. ¿Dieciocho años? —pregunté—. Eso significa que estabas viendo a Katherine  cuando estabas casado con mi madre.

Su mirada cayó a su escritorio, y luego de vuelta a mí. No dijo nada, pero veía la culpa en sus ojos.

Por amor de Dios. ¿Qué demonios le pasaba?

—Peter —habló bajo—. Te estoy enviado a Notre Dame pronto — me dijo con un tono resignado.

¿Qué?

Debió de ver el ceño confuso en mi cara, porque se explicó:

—Las cosas van a ponerse difíciles aquí. Con el divorcio, Patricia no tendrá elección excepto venir a casa. Te quedaras en South Bend hasta que los dormitorios abran.

—¡Demonios, no! —Sacudí mi cabeza, poniéndome de pie de nuevo.

Como de costumbre, mi padre permaneció calmado, sin moverse.

—Bien, entonces ve a ver a tu madre en Nueva Orleans durante el resto de verano. No te quedarás aquí. Quiero que consigas perspectiva, y necesitas espacio.

Pasé la mano por mi cabello. ¿Qué demonios estaba pasando? No quería ir a Indiana por el resto de verano. Apenas conocía un alma, a excepción de algunos profesores que mi padre me había presentado aquí y allá en nuestros viajes deportivos y eventos de ex-alumnos.

No iba a ir. ¡De ninguna maldita manera! Y no iba a ir a Nueva Orleans, tampoco.

Mis amigos estaban aquí. 

—Peter. —Negó hacia mí como si pudiera leer mis pensamientosy me estuviera diciendo que no—. Vas a ir, encontrarás un trabajo o algo voluntario para pasar tu tiempo, porque en estos momentos estoy tratando de protegerte de ti mismo. Te daré mi apoyo, el costo de la matrícula, tu coche, hasta que veas la luz. Distancia es lo que necesitas ahora mismo. Hazlo, o me vas a obligar a tomarlo en mis manos.

*****
En el lapso de unas pocas horas, había pasado de asquerosamente feliz y emocionado sobre la vida, a buscar pelea.

Lali ni siquiera se había llevado nada de lo que había traído con ella, salvo la ropa que tenía puesta.

Fue todo una mentira, pero entonces, ¿qué esperaba? Follamos. No es como si habláramos sobre mierda, saliéramos una cita o tuviéramos algo en común. Había otras mujeres para darme lo que me dio. Pero todo se sentía incorrecto otra vez. Igual que antes. Las nubes estaban demasiado bajas, la casa estaba demasiado vacía, y no estaba hambriento. No de comida, ni de un buen rato, ni de nada, excepto de una pelea.

No me importaba porque estaba rabioso. Mierda, ni siquiera estaba seguro por qué lo estaba. Solo sabía que tenía que desquitarme con alguien.

Subí a mi coche y aceleré hacia la casa de Nico, sabiendo que no sería detenido. La policía nunca me había detenido. Una de las ventajas de ser el hijo de mi padre. Mis palmas sudorosas apretaban con fuerza el volante mientras subía Numb de Linkin Park y conducía rápido. Mis neumáticos chirriaron hasta detenerse en frete de su casa, salté fuera del coche, sin preocuparme que Euge y su padre estuvieran bajo el capó de su coche con él.

—¿Tu madre está teniendo una aventura con mi padre? —grité. 

Los tres se giraron para hacerme frente. 

—Hombre, ¿qué? —Nico me miró confuso, limpiando sus manos
en un paño.

Merodeé a través del césped, metiendo mis llaves en mi bolsillo mientras Jared me encontraba a mitad de camino.

—La puta de tu madre ha estado durmiendo con mi padre durante años —gruñí—. ¡Él ha estado dándole dinero, y ahora quieren casarse y mierda!

Los ojos de Nico se encendieron, y supo que yo estaba buscando pelea. El Sr. Brandt y Euge me miraron con sus ojos y bocas abiertas.

Euge bajó la mirada, hablando más para sí misma.

—Supongo que esto tiene sentido. Ha estado viendo a alguien y manteniéndolo en secreto. —Dejó escapar una risa nerviosa —. Vaya.

Me burlé de ella.

—Sí, es estupendo —respondí sarcásticamente—. Mi madre llorando cuando mi padre no venía a casa por la noche. Yo tratando de comprender por qué trabajaba tanto en lugar de aparecerse en mis juegos de fútbol. —Levanté mis manos y cogí la cara de Nico entre ellas—. Cuando a mis maravillosos ojos debería aparecer otra puta cazafortunas que estaba lista para hacer su persecución.

Nico no esperó otro segundo. Su puñetazo me golpeó directo en la mandíbula y me reí mientras tropezaba hacia atrás.

—¡Vamos! —le insté a continuar, el fuego en sus ojos estaba completamente ardiendo.

Arremetió contra mí, y ambos caímos al suelo, trepando uno sobre el otro. Se cernió sobre mí, su puño falló de golpear mi mandíbula. Gruñí y lo empujé, balanceando mi puño hacia su cara y llevando el otro a lo largo de su mandíbula.

—¡Deténganse! —Escuché a Euge chillar—. ¡Yeyo! ¡Haz algo! 

¿Yeyo? Oh, sí. Él vive aquí. 

—¿Por qué? —Le escuché preguntar. 

Las manos de Nico se envolvieron alrededor de mi cuello, y él
aseguró sus brazos tan rectos como barras de acero, sosteniéndome tan lejos de él como podía.

—¡Idiota! —espeté. Apenas dejó de apretar sus dientes. —Maldito imbécil. 

Agua helada salpicó mi espalda, derramándose por mis brazos y
golpeando a Nico en la cara. 

—¿Qué de...? —grité. 

El chorro de agua me golpeó en la cara, y Nico soltó mi cuello para proteger su cabeza del frío ataque mientras rodaba fuera de él. Nos limpiamos el agua fuera de nuestros ojos y nos sentamos, mirando al hombre de la manguera hasta que notamos que era el Sr. Brandt. Y parecía enojado. Sus pantalones cortos caqui estaban salpicados, y tenía manchas de grasa en su camiseta de los White Sox.

—Sus padres se están viendo —habló bajo, cincuenta kilogramos de peso en cada palabra—. En el peor caso ellos rompen. En el mejor caso, son hermanastros.

—¿Y? —espeté, sin el sentido común de callarme. 

Tiró la manguera y gritó: —Entonces, ¿por qué están peleando? 

Tragué, mi boca se había secado. Sí, olvidé esa parte. Nico y Yeyo ya eran mis hermanos según mi opinión, pero tener nuestras familias conectadas así sería genial.

A menos que el matrimonio no funcionara. Lo cual, con el historial de mi padre, era malditamente muy posible.

Pero por otro lado, sus matrimonios posiblemente fallaron por su aventura con la madre de Nico. Ahora que podían estar juntos, podría ser para siempre.

No sé —murmuré.

Levantándome, no podía mirar a ninguno de ellos, pero sabía que me estaban mirando. ¿Por qué demonios ataqué a mi mejor amigo? Había llamado a su madre puta, por amor de Dios.

Toda la mierda de Nico mientras que Euge estuvo en Francia regresó. Él la echaba de menos. La amaba, aunque no lo había sabido entonces. Y había estado desbastado sin ella. Peleó. Bebió. Folló.

Y nada de eso lo hizo sentir mejor.

Entonces, ¿por qué estaba jodiendo mi vida por una chica que ni siquiera amaba? ¿Quién ni siquiera merecía mi atención?
Podía entender a Nico perdiendo su control por Euge. Era una buena chica, y luchó por él. Y cuándo no funcionó, ella volvió a luchar por él. Nunca paraba de demostrarle que estaba allí.

Pero Lali no era Euge. Ni siquiera estaba en la misma liga.

Todo esto era estúpido. No tenía razones para salirme del camino porque apareció de nuevo en la ciudad y jodió conmigo de nuevo.
Tendiendo mi mano, me alivié cuando Nico la cogió. Lo ayudé a levantarse, esperando que él lo tomara como una disculpa. Nico y yo no necesitábamos tener toda la conversación de chicas. Él sabía que lo había jodido, y sabía que yo lo sabía.

—Oh, mira. —Sonreí con suficiencia—. ¿Arreglando tu coche de nuevo? Eso le pasa por ser un Ford.

Y caminé hacia mi GTO, escuchando el resoplido de Euge detrás de mí

martes, 17 de abril de 2018

Capitulo 13

 Lali






Trato de liberar mi mano de su agarre.

—¡Mamá, no! ¡Por favor!

Mi pecho está a punto de explotar. Quiero gritar y lastimarla. Lágrimas corren por mi rostro en una corriente constante.

—Vas a hacer esto, Lali —grita, tirando más fuerte de mí—. Deja de quejarte y haz lo que te digo.

Mis pies tropiezan mientras me jala más cerca de la puerta a la que no quiero entrar.

—¡No puedo hacer esto! ¡Por favor, te lo ruego! ¡Por favor! 

Se detiene y me enfrenta. 

—¿Qué crees que va a pasar, Lali? ¿Crees que va a casarse
contigo? Él ni siquiera se va a quedar contigo. Si no haces esto, tu vida se arruinará. Todo por lo que he trabajado tan duro será arruinado.

Una parte de mi sabe que no hay esperanza. Pongo las manos sobre mi estómago sintiendo una ola de nauseas.

Seis semanas. 

Habían pasado seis semanas desde que lo había visto y ocho desde que había quedado embarazada. O al menos eso había dicho el doctor.

¿Peter me ha extrañado? ¿Ha estado pensando en mí? Me gustaría volver atrás y ser más amable con él. Cuando había tratado de besarme en el gimnasio después de la escuela, no debí haberme alejado. 

Lo extraño y odio extrañarlo.

No quiere decir que lo ame. 

Niego. —No voy a hacerlo. 

La sombra de la clínica se cierne sobre nosotras mientras me limpio
las lágrimas. 

—¿Por qué lo quieres tanto? —gruñe. 

Mi corazón todavía late rápido, pero debo mantener mi
temperamento bajo control. 

—Porque es mío. Es de Peter y mío. Necesito hablar con él. 

—Él ya siguió adelante con alguien más. —Saca su teléfono y me
muestra la pantalla. Mi estómago se vuelca por lo que veo y me estremezco por el dolor de contener las lágrimas.

Él había posteado en Facebook fotos de una fiesta en su casa. Tenía el brazo alrededor de otra chica.

—¿De verdad creíste que te amaba? 

—Necesito hablar con él. 

Ella vuelve a guardar el teléfono en su bolso de Prada y sus manicurados puños a su lado.

—¿Alguna vez le habló a sus amigos de ti? ¿Alguna vez fuiste a una cita con él? ¡No fue amor! ¡Te uso, Lali!

—¡Estás mintiendo! —Me acerco a ella, la agonía doliendo en mis músculos tensos—. Me ama. Lo sé.

He sido tan mala con él durante tanto tiempo, pero sé que él me quiere. Nunca miraba a otras chicas cuando estaba conmigo. Y no puedo soportar estar sin él.

Ella alza una mano al aire.

—¡Bueno, felicitaciones y bienvenida a la tierra de Cada Mujer es una Idiota! —me grita—. Todas hemos estado allí al menos una vez. "Él me sonrió. Me quiere de verdad. Abrió la puerta para mí". —Me mira directamente—. Déjame que te cuente lo que he aprendido acerca de las mujeres y los hombres. Las mujeres sobre analizan todo y los hombres solo piensan es sí mismos. Peter nunca salió contigo en público. ¡No te quiere!

***

Parpadeé despertando, las vibraciones de mi teléfono me alertaron. 

La habitación estaba a oscuras y eché un vistazo al reloj para ver que solo era la medianoche. El sueño todavía estaba fresco. Me froté los ojos con las palmas de las manos y empujé las imágenes lejos.

Inclinada sobre un lado de la cama, agarré mi celular del suelo. Recordé haberme acostado con Peter más temprano.

Peter.

Giré mi cabeza hacia un lado para encontrarlo dormido a mi lado. Se veía tan tranquilo y yo estaba recostada mirándolo.
Él descansaba sobre su estómago y tenía la sábana hasta la cintura. Su cabello aún estaba mojado por la ducha y después de toda nuestra actividad, se había secado en un lio. Estaba levantado hacia veinte diferente direcciones haciéndolo parecer más joven. O tal vez más despreocupado de lo que ya era. Sus brazos abrazaban la almohada debajo de su cabeza y envidiaba su lenta respiración.

El tatuaje en su espalda me había lanzado a un bucle, todas las veces que había atrapado la vista de él durante los dos días pasados. Inmediatamente pensé que era mi nombre. Me preguntaba qué significaba la palabra "Lila", pero sabía que nunca se lo preguntaría.

Mi teléfono zumbó en mi mano y tomé una respiración profunda, abriendo el mensaje.

Mi padre había llamado dos veces y enviado mensajes. Mi madre también había llamado y dejado un mensaje. Los eliminé todos sin escucharlos. Sabía que era un sermón del por qué había venido aquí o más mierda que no quería escuchar.

Abrí el mensaje de texto de mi padre, vi dos mensajes.

¿Lali? ¿Quieres que publique esto?

Mirando a Peter, sabía que mi plan había cambiado. Escribí mi respuesta.

No. Envíalo a Lanzani.

¿Estás segura? Respondió. 

No, no lo estaba. No quería seguir más con esto, pero era la única
manera de que sentiría que tuve un cierre. Peter y yo no teníamos ningún futuro. No era amor y no me iba a seguir engañando un minuto más.

Ahora.

Abriendo un nuevo mensaje, le envié uno al padre de Peter.

Revisa tu correo electrónico. Te veré en tu oficina. Tienes dos horas.

Tipos como él duermen con sus teléfonos, pero sabía que él probablemente todavía estaría despierto cogiéndose a su amante.
Me respondió minutos después.

En camino.


***

—Katherine Riera

Dejé una carpeta sobre el escritorio de Jason Lanzani y me dejé caer en la silla frente a él.

Él entrecerró los ojos, luciendo vacilante y abrió la carpeta. Sus labios se apretaron mientras examinaba cuidadosamente los documentos, recibos y fotografías.

—¿Por qué has hecho esto? —preguntó con una calma fría como ya había manejado.

Miré a Jason, viéndose mucho como se verá su hijo en treinta años y los odié otra vez. Con su cabello rubio muy corto que le quedaba mejor que a la mayoría de chicos veinte años menores que él y en un traje negro, el Sr. Lanzani todavía era un hombre atractivo. No me sorprendía que mi madre se le hubiese lanzado, incluso antes de haberse divorciado de su último esposo. Era rico, guapo e influyente. El paquete perfecto para una caza fortunas.

Aunque no podía decir que siempre fue cruel conmigo, su presencia me intimidaba. Igual que Peter. En mis jeans ajustados, camiseta de Green Day, no tenía alguna armadura para resistirlo.

O al menos, eso pensaba él. 

—¿Por qué lo crees? —ataqué de vuelta 

—Dinero. 

—No necesito tu dinero. —Mis palabras eran cortantes y quería
quemar mierda cuando este tipo estaba alrededor—. Preferiría tomar el dinero sucio de mi padre antes que tomar algo de ti.

—Entonces, ¿qué quieres? —preguntó, levantándose y yendo al bar para servirse un trago de algo marrón.

Me senté con la espalda recta y miré por la ventana detrás de su escritorio, sabiendo que podía oírme.

—Levantarse mientras alguien está hablando es grosero.

Aún lo sentía y esperé solo un momento antes de que estuviera de vuelta frente a mí, sentado sobre su escritorio.

—Iba a filtrar lo que viste en el mail. El pago a los jueces...

—Un juez —intervino. 

—Y la aventura que has tenido desde hace tiempo con la Sra. Riera
—continué—, la cual has estado llevando con ella a través de dos matrimonios.

No lo podía creer cuando me enteré. Mientras indagaba en sus asuntos, no era una sorpresa que había estado durmiendo con otras mujeres.

Infiernos, él y mi madre comenzaron a extraviar el camino apenas se casaron. Peter y yo lo sabíamos. A pesar de que él y yo no hablábamos mucho en ese entonces, sabía que él vio que su matrimonio era una farsa, al igual que yo lo hice. Sabíamos que ninguno de los cuatro seríamos algún tipo de familia. Y por eso nunca sentimos alguna solidaridad.

Hasta la semana en que las cosas cambiaron y empezamos a dormir juntos.

—¿Por qué no publicas la historia? —preguntó él.

Buena jodida pregunta. 

Mantuve mis brazos sobre la silla y el contacto visual. Lanzani podía fácilmente sentir la debilidad. Era parte de su trabajo.

—Porque resulta, que no soy una mala persona —le dije—. Podría lastimar a personas que realmente no se lo merecen y no estoy dispuesta a hacer eso. Aún.

—Gracias. —Parecía sinceramente aliviado, que se joda. 

—No lo hice por ti. 

Cruzó las manos sobre la mesa. 

—¿Dónde está mi hijo? 

—Dormido. —Sonreí—. En mi cama. 

Hombres como Jason Lanzani raramente gritaban, pero sabía que estaba enojado. Él estaba haciendo esa cosa de cierra-tus-ojos-y-respira-lentamente.

—Entonces, ¿qué es lo que quieres de mí, Lali? —preguntó finalmente.

—Quiero que te divorcies de mi madre. —Sus ojos se ensancharon, pero continué—: Asegúrate de que ella pueda cuidarse, por supuesto. No la amo, pero tampoco quiero que esté en la calle. Ella se queda con una casa y manutención.

Se rió amargamente, sacudiendo su cabeza.

—¿Crees que no he tratado de divorciarme de ella, Lali? Tu madre está luchando contra lo inevitable. No quiere un divorcio y la atención de una larga y enmarañada batalla legal. Créeme, puedo divorciarme de ella sin perder demasiado. Pero no sin un circo mediático.

Pobre tipo.

—Eso no es de mi incumbencia. No me importa cómo y ni si le va a doler. Si lo quieres rápido y fácil, entonces te sugiero que abras más ampliamente tu billetera.

Apretó sus labios y podría decir que lo estaba pensando. No estaba preocupada. ¿Un abogado como él no podía vencer a su esposa en la corte? Por favor. Se preocupaba por su reputación y nada más. Él estaba en lo cierto. Mi madre haría cualquier cosa para llamar la atención y se arrastraría por el lodo. Pero tenía un precio.
Todo el mundo lo tenía.

—¿Qué más? —Alzó las cejas, claramente no le gustaban los términos hasta ahora.

—Uno de los socios de mi padre, Ted O'Rourke, es elegible para libertad condicional en septiembre. Haz que se apruebe.

—Lali. —Negó hacia mí de nuevo—, defiendo a los tipos malos. No tengo ninguna influencia con la junta de libertad condicional.

¿A quién quería engañar?

Me incliné, colocando mi mano sobre el escritorio.

—Ya basta con el acto de impotente. No me hagas pedir dos veces.

—Voy a tratar. —Inclinó la cabeza hacia mí—. ¿Qué otra cosa? 

—Nada más. —Le sonreí con la boca cerrada. 

—Eso es todo. Tu madre y Ted O'Rourke. ¿Nada para ti? 

Me puse de pie, metí algunos mechos de cabello detrás de mí
oreja y dejé caer los brazos a mi lado. Poner las manos en los bolsillos también sería una señal de debilidad.

—Esto nunca fue para mí, Jason, ¿pero lo haces por mí, no es cierto? Es por eso que te asustaste cuando nos encontraste a Peter y a mí juntos. Sabías quien era mi padre y cómo era mi madre en ese entonces, asumiendo lo peor de mí. No querías a tu único hijo jugando con lodo.

Se pellizcó el puente de la nariz.

—Lali, solo eran niños. Era demasiado, demasiado rápido. Siempre me has agradado.

—No te agrado —le respondí—. La culpa, la tristeza, el abandono por parte de los adultos que se suponen que estarían para mí y todo lo que pasó después fueron cosas por las que nunca debía haber pasado. Especialmente sola.

Entrecerró los ojos en confusión. 

—¿Qué cosas pasaron después? 

Perdí mi aspecto amenazador. ¿Él no lo sabía? Claro. ¿Por qué pensé que mi madre le habría dicho? Niego, ignorando su pregunta. ¿A quién le importaba? No es como si me hubiera protegido de todos modos. 

—Esas son las imágenes que tengo de Katherine. Nada digital. 

Él parpadeó. —¿Vas simplemente a dejármelas ahora? Así no es cómo funciona el chantaje.

—Esto no es un chantaje —me burlé—. No soy como tú. Pero conozco un montón de gente mala y por eso sé que harás lo que te estoy pidiendo. Si mantienes tu palabra, no diré nada.

Si, él sabía quién era mi padre y el tipo de gente que conocía a través de él. Nunca los usaría para hacerle daño a alguien, pero él no lo sabía.

Levantó la vista y preguntó:
—¿Cómo puedo saber si debo confiar en ti? No quiero que el nombre de Katherine se ensucie.

—Nunca te he mentido —señalé y giré para alejarme.

—¿Lali? —me llamó y giré para mirarlo—. Conozco desde hace tiempo donde he fallado. Y mis defectos. —Se puso de pie y metió las manos en sus bolsillos—. He descuidado a mis esposas, a mi hijo y nunca tomé mucho interés por las cosas fuera de la corte —suspiró cansado—. Pero no importa lo que pienses, sí amo a mi hijo.

—Creo que lo haces.

—¿Fue tan malo? —Entrecerró los ojos, estudiándome—. ¿Estar separada de él? Quiero decir, después de todo este tiempo, ¿no puedes ver que fue lo mejor? ¿De verdad dolió tanto?

Dolor. Mi mandíbula se tensó y mis ojos ardían. ¿Alguna vez amó algo lo suficiente que dolía?

Mi voz fue casi un susurro.

—Pienso que sí. Al principio. Me dolió cuando me arrancaron lejos de él sin un adiós. Me dolió que no pudiera verlo o hablar con él. Dolió cuando mi madre no me llamaba ni me invitaba a casa para las vacaciones. Y me dolió cuando volví aquí después de unos meses y encontré a Peter con otra persona. —Enderecé mis hombros y lo miré con los ojos muertos—. Pero lo que realmente dolió fue ser forzada por mi madre a ir a esa clínica, a ese cuarto y estar sola mientras una maquina robaba su bebe de mi cuerpo.

Sus ojos se abrieron y supe sin ninguna duda que él no lo sabía. 

Asentí, mi voz ronca. —Sí, esa parte realmente apestó. 

Me giré, salí y traté de no pensar en la mirada desconsolada en el
rostro de Jason Lanzani antes de que lo enterrara en sus manos.


SI esto fue fuerte ...chicas lamento el atraso quede sin Internet en casa así que subiré desde mi colegio , por lo pronto no podre hacer maratón pero subiré desde aquí cada vez que pueda hasta que se solucione lo de mi casa 

viernes, 13 de abril de 2018

Capitulo 12


Lali







Ya era suficiente. No podía permitirle que siguiera afectándome tanto. Cierto, Peter había crecido. No había dudas de aquello. Era inteligente, divertido, y más atractivo que nunca. Parecía que se preocupaba por sus amigos, y algún día, podría incluso ser un buen marido y padre.

Simplemente no era la chica adecuada para él, y ciertamente, él no lo era para mí. Me había tenido y me había olvidado. Ahora, quería irme de esta casa por mi propia voluntad con la cabeza bien alta. 

No sería como una rata en una jaula, vestida como mi madre quería o un juguete con el que Peter jugara cuando le daba la gana. Nunca querría ser como ella y acabar con su vida.

Jason Lanzani engañaba a su esposa... constantemente. Aunque mi madre también lo engañaba. Lo había descubierto, no es que lo hubiera dudado de todas formas, por mis propios medios.

Su matrimonio era vacío y superficial, y Peter había crecido consciente de su derecho innato. Sabía que podía hacer lo que quería, cuando quería, y si a la chica no le gustaba, otra vendría para sustituirla.

No sería una más en esa lista.

Salí con dificultad del agua, temblando cuando el aire golpeó mi piel mojada. Euge se recostó en sus manos, con sus piernas flexionadas y vestía un bikini ligeramente más modesto que el mío. Me habría puesto un bañador de una sola pieza si hubiera sabido que iba a venir un niño. Nico yacía de espaldas al lado de ella con una mano en su muslo y los ojos cerrados. Lucas estaba comiendo una manzana y unas galletas de mantequilla de cacahuete.

—Así que, ¿qué pasa ahora? —le preguntó Peter a Nico y Euge mientras agarraba una toalla y me la lanzaba. La cogí justo a tiempo para evitar que me golpeara en la cara.

Nico suspiró con un "Allá vamos".

—Le pedí que se viniera a vivir conmigo —admitió, y levanté mis cejas.

Peter dio un resoplido. —¿Y te lanzó sus zapatos? A mí me suena como a matrimonio. 

—En Chicago —aclaró Euge con una aguda voz de regaño—. Me
pidió que me mudara con él en Chicago. Le dije que quería estar más cerca de mi padre, así que voy a ir a Northwestern en vez de Columbia. Entonces me dice que no quería ir a Nueva York de todas formas y que quería quedarse por aquí para estar cerca de Yeyo.

Peter se entretuvo sacando botellas de agua de la nevera. —Eso está bien. Ambos ganan. ¿Cuál es el problema? 

—El problema es —intervine por Euge, y me giré hacia Peter—,
que él no se lo dijo. Él ya tenía sus propios planes en los que no la involucraba.

—Ella hizo lo mismo —argumentó él de vuelta.

—Pero suena como que él nunca quiso ir a Nueva York —levanté mi voz, y pude sentir los ojos de Euge y Nico sobre mí—. Ahora ella siente como si lo hubiera presionado o que está haciendo que él haga algo que no quiere.

Peter puso los ojos en blanco. 

—Tápate los oídos, Lucas. 

Lucas obedeció, y Peter miró al grupo, encontrándose con los
ojos de todos.

—Mira, lo siento, Euge, pero llevas viviendo en una jodida isla de magdalena de arcoíris rociado de azúcar si realmente pensaste que Nicolas Riera iba a mudarse a la ciudad de Nueva York. La gente no conduce allí. ¿Cómo se supone que va a estirar sus piernas? ¿Siquiera sabes cuánto le costaría aparcar un coche allí?

Los ojos de Nico seguían cerrados, pero su pecho temblaba con una risa silenciosa que fue lo suficientemente listo de mantener para sí mismo.

La mandíbula de Euge estaba abierta, y no en la forma de guau-eso-realmente-tiene-sentido. Era más como qué-idiota-voy-a-darle-una-patada-voladora. No estaba del todo segura, pero Peter probablemente sintió el calor del fuego de su mirada detrás de sus gafas de sol.

Levanté mi mano.

—Así que, ¿estás diciendo que su coche es más importante que ella? —le grité a Peter.

Dejó escapar un suspiro y caminó por detrás de mí, parándose en mi espalda y tapando mi boca con su mano.

Podía escuchar la sonrisa en su voz cuando le habló a Nico y Euge.

—Así que ambos estarán en Chicago. Estaré a solo a una hora y media de distancia en Notre Dame. Todos ganamos.

***

Alrededor de las cuatro en punto, Nico y Euge se fueron a darle la noticia al padre de ella sobre su cambio de planes de la universidad, y Peter y yo llevamos a Lucas a casa a tiempo para la cena.

Peter condujo los giros y vueltas de las tranquilas carreteras en dirección a nuestra, su, casa, y ninguno de los dos rompió el silencio. La tensión era tan espesa como el barro mojado, y no sabía qué estaba en su mente. Normalmente era todo un charlatán. Ahora parecía casi estoico mientras estaba distraído en la carretera y aceleraba por la autopista negra. Los árboles se alzaban a ambos lados, haciéndome sentir como si estuviéramos en una cueva.

—Lali —empezó a decir, y lo miré—. Ya no tenemos dieciséis años.

Me quedé observando, sin saber qué quería decir. 

—Lo sé. 

Tiró hacia abajo la palanca de cambio, poniéndolo en sexta
marcha. Entre el hecho que estaba mirando fuera de la ventana y el parabrisas delantero y no mirándome a los ojos, parecía incómodo como el infierno.

—Creo que nos llevaremos mejor si maduramos. Puedes quedarte durante el verano si quieres.

¿Qué? ¿Hablaba en serio? Cuando no reveló que fuera broma, solo desvié mi mirada hacia la ventana.
No quiere que me quede, pensé para mí misma. O tal vez sí quería.

—Sí, sexo a tu disposición, ¿cierto? —Sentí el revoloteo en mi estómago aliviarse cuando me di cuenta de por qué probablemente quería que me quedara.

Sacudió su cabeza. 

—No quise decir eso. 

Sí, claro. ¿Por qué otra razón me querría a su alrededor? Era posible que hayamos aclarado algunos malentendidos, pero él todavía me veía como mercancía dañada. No lo suficientemente buena, justo como mi madre dijo.

Y a mí no me gustaba mucho, tampoco. Incluso si realmente quería que me quedara, ¿querría sufrir de su compañía todo el verano?

—Si quisiera un coño, lo conseguiría, Lali —dejó caer—. Pero, ¿qué puedo decir? De alguna manera me gusta tenerte por aquí, supongo. Y sé que te gusto también. Por mucho que intentes ocultarlo, todavía te excito. Así que para de actuar como si no te gustara.

Apreté mis dientes mientras él pulsaba el botón en el control remoto de su visera, abriendo la puerta de su comunidad.

¿Estaba siendo serio? ¿No se daba cuenta que solo porque dos personas se lo pasaban bien en la cama no significaba nada? ¡La gente iba a bares, se conocían la una a la otra durante una hora y se iban a casa juntos! Una cosa no tenía nada que ver con la otra.

—¿Sabes qué es lo que realmente no me gusta? —resoplé, saliendo de su GTO cuando lo aparcó en frente de casa—. ¡Odio tu coche! Sus asientos son demasiado bajos, hay demasiados puntos ciegos ¡y parece un Chevy Cavalier que te hubiera costado la mitad de dinero que este residuo metálico!

Corrí hacia el interior de la casa, escuchando su risa detrás de mí. 

—Parecía encantarte anoche cuando gritabas mi nombre. 

¿A quién estaba engañando? Tendría más éxito intentando
meterme una rama de árbol en mi culo que convencerme a mí misma de que no me gustaba. Pero, ¿a quién le importa, cierto? Sí, me gustaba. Pues claro, ¿a quién no le gustaría? Podría disfrutar esto. Solo una vez más. Simplemente tenía que tomar el control, eso es todo.

Saltar dentro de la ducha, lavarme y salir de ella me tomó menos de dos minutos. Mis manos estaban temblando un poco, y estaba parpadeando mucho, algo que hago cuando estoy intentando no pensar. Me puse mi ropa interior de encaje negro y un sujetador de satén vintage de color rosa pálido. En realidad era solo un sujetador en el sentido de que cubría mis pechos, pero no los soportaba. Era flojo como una combinación que ha sido cortada justo por debajo de la zona del seno.

Le iba a encantar a Peter. 

No solo era sexy, sino que era fácil de manejar. No tenía que quitarla para tener sus manos donde él quisiera.

Soltando mi cabello, lo ahuequé, dejándolo un poco enmarañado, a Madoc parecía gustarle de esa forma, y me apliqué un poco de rímel y color a mis labios. Antes de salir por la puerta, cogí mis gafas negras de pasta de la mesita de noche. El pasillo estaba oscuro mientras recorrí los pocos metros por el pasillo hasta la habitación de Peter. Deslizándome dentro, escuché el agua de su ducha caer, y sonreí mientras me dirigía a su cama.

Bien. 

Quería estar aquí antes de que saliera. Por una vez, quería sorprenderlo.

Me senté en el borde, apretando mis dientes para contener mi sonrisa. El calor corrió por mis venas, y los dedos de mis pies se curvaron en la alfombra beige mientras ponía las palmas boca abajo en la cama al lado de mis caderas.

¿Cómo debería hacer esto? Doblé mis piernas varias veces de diferentes maneras, intenté un montón de diferentes posturas, pero todo parecía antinatural. Piernas abiertas, no abiertas. Inclinada sobre mis manos, acostada de lado. Todo aquello era estúpido. Peter se iba a reír.

Bien, quizás no, pero aun así...

Esta noche todo iba a ser a mi manera, me recordé a mí misma. No quería que él me dominara. Decidí dejar mis pies apoyados en el suelo, piernas juntas y mis manos dobladas en mi regazo.

El agua se apagó, e intenté que mis latidos se rebajaran a un ritmo normal.

Peter salió del baño, con una toalla negra alrededor de su cintura, e inmediatamente puso sus ojos sobre mí.

Sus ojos me recorrieron, y su boca se cerró de golpe. Parecía intenso y un poco enfadado.

Por un momento me asusté, preocupada de que hubiera sobrepasado mis límites viniendo aquí después de que él había invadido mi espacio numerosas veces, pero luego miré hacia abajo. 

El bulto debajo de su toalla estaba creciendo. Doblé mis dedos e intenté no sentirme orgullosa, pero era imposible.
Mi confianza me impulsó como un par de tacones de quince centímetros.

—Estás enfadado —me burlé, inclinándome hacia atrás sobre mis manos—. Cambié el juego.

Se acercó más a mí, sus pasos parecían los de un depredador. 

—No estoy enfadado, realmente. Solo sorprendido. 

—Pero, has tenido a otras chicas en esta cama, ¿no? —pregunté—.
¿Por qué no yo?

En realidad no había pensado en ello hasta el momento en que hice la pregunta, pero era verdad. Peter se había acostado con otras chicas en esta cama, en esta habitación. Probablemente.
Pero nunca conmigo.

—¿Es eso lo que quieres? —Su era voz, sensual y sexy, jugaba conmigo.

Pero vacilé. ¿Quería eso? 

—Tú no hacías el amor con las chicas en esta cama —supuse—. Tú
te las follas.

Ellas estaban dentro, y entonces fuera, solo para ser sustituidas por otra.

Podría hablar conmigo misma en la cima de una colina para darme cuenta de que todavía estaba a los pies de la montaña.
No quería ser usada, olvidada, y sin nombre.

Él tenía razón. ¿Qué demonios estoy haciendo? Miré a todos lados menos a sus ojos, insegura de donde estaban las respuestas o incluso cuales eran mis preguntas después de todo

Peter y yo podríamos echar un polvo esta noche. Podría salir de aquí en vez de ser echada... pero, ¿qué habría Peter perdido realmente?

Nada. Practicar sexo con él y después dejarlo no le hacía daño en absoluto. Parpadeé largo y duro, viendo finalmente lo estúpida que había sido. Así que me levanté, con lágrimas picando en mis ojos, y me tragué el nudo en mi garganta.


—No, supongo que no es eso lo que quiero después de todo — susurré y pasé por delante de él saliendo por la puerta.

—¿Lali? —le escuché llamarme, confusión entrelazada en su voz. Pero ya me había ido. 

Corriendo por el oscuro pasillo, me lancé en mi propia habitación, poniendo mi pestillo, bloqueándola. Me desplomé contra la puerta, respirando con dificultad, y cerrando mis ojos para no dejar salir mis lágrimas.

No había llorado durante años. Siempre era capaz de detenerlo, de tragármelo.
Puedes hacerlo, me dije. Solo hazlo. Antes de que hagas cualquier otra cosa estúpida.

Mi teléfono estaba encima de la mesilla de noche, y abrí mi último mensaje.

Lo publicaremos cuando estés lista.

Hacía tres días que había llegado aquel mensaje. Mis dedos débiles marcaron mi respuesta.

—¿Lali? —Peter tocó en la puerta, y paré de escribir. 

—Solo déjame sola —ordené, hablándole a la puerta cerrada. 

—No. 

¿Disculpa? 
Levanté mi voz para responderle. 

—Me dijiste que cerrara la puerta para mantenerte fuera, idiota.
Eso es lo que estoy haciendo.

—¡Te dije eso cuando tenía dieciséis y tenía palillos por brazos! —Su voz amortiguada se hizo más fuerte—. Tengo músculos ahora — continuó—. ¡Y esta puerta será leña en cinco segundos si no la abres!

Corrí y abrí la puerta. 

—¡No te atreverás! 

—¿Cuál es tu problema? —Pasó junto a mí en la habitación, volviéndose para enfrentarme—. Pasamos un buen día. Y tenía una noche incuso mejor planeada, empezándola en el jacuzzi.

Por supuesto que sí.

Cerré la puerta detrás de él, sacudiendo mi cabeza y dejando escapar una risa amarga.

—Te dije que me dejaras en paz. ¿Por qué no puedes solamente hacer eso? —Mi tono permaneció estable, pero los músculos de mis brazos y piernas estaban tensos cuando caminé más allá de él.

Me agarró del codo, poniéndonos cara a cara.

—Entras en mi habitación, vestida de esa manera. —Hizo un gesto hacia arriba y abajo por mi cuerpo—. Y entonces te vas, ¿esperando que no me pregunte qué demonios está pasando por tu cabeza?

—¿Acaso importa? No es que te preocupes. Sobre nadie excepto tú mismo, de todas formas.

Tiré de mi brazo y caminé hasta un lado de la cama, poniendo una distancia prudente entre nosotros.

Sus cejas estaban fruncidas por la confusión, como si no entendiera a donde quería llegar. ¿Por qué lo haría? Había hecho un completo cambio de postura desde antes, dejándole seducirme, y entonces había cambiado el juego y traté de seducirlo para demostrar que podía. Fracasé completamente, y ahora lo estaba alejando. Estaba confundido y debería. Yo lo estaba. Había pensado que sabía exactamente que quería que pasara cuando regresé aquí.

—¿De dónde diablos viene todo esto? ¿Es sobre la pregunta de las otras chicas en mi cama? —preguntó avanzando hacia mí.

Se me escapó un pequeño y silencioso suspiro, y con él, mi plan. 

—No importa. 

—Podría preguntarte sobre otros chicos, pero no lo hago. —Tenía una expresión enfadada—. ¿Quieres saber por qué no? Porque me importaría. ¿De verdad quieres saber cuántas chicas he tenido en mi cama? ¿Con cuántas chicas me he acostado?

¿Le importaría?

—No, no lo quiero saber. No tenemos una relación —reprimí.

Peter se quedó inmóvil, su cara endureciéndose más y su barbilla un poco elevada, pero por lo demás su cuerpo era una piedra. No sabía si estaba enfadado, herido, confuso o molesto.

Pero sabía qué estaba pensando. Miré su gran cuerpo, sus pantalones de pijama negros colgando debajo de sus caderas, lo vi caminar por mi habitación, tomar mi gran silla acolchada gris, y llevarla para sentarse en frente de mi espejo de cuerpo entero.

—Ven aquí —demandó, y doblé los dedos de mis pies, quedándome plantada donde estaba.

Cuando no me moví, suavizó su voz: —¿Por favor? —pidió.

Se sentó en la silla y me miró a través del espejo, esperando. Se inclinó hacia atrás, repantigado, con sus piernas a un pie de distancia. Su pecho resplandecía suavemente en la tenue luz de la habitación, y tuve que lamer mis labios porque estaba sedienta de repente.

¡Esto es ridículo! Puse mis manos sobre mis caderas, intentando mirar hacia otro lado, pero siempre volviendo a su mirada.
Lo que sea, que le den.

Dejé caer mis manos, y fui lentamente, intentando parecer aburrida. Peter cogió mi muñeca y me atrajo hacia la parte delantera de la silla, tirándome hacia su regazo.

—¡Eh! —protesté, tratando de volver a ponerme de pie, pero sus manos seguían en mi cintura.

—Confía en mí.

Resoplé, pero me detuve, aunque solo fuera para ver a donde quería llegar.

—¿Qué quieres? —gruñí, moviendo mi trasero poco a poco hacia su cuerpo, porque estar a horcajadas sobre su muslo era... sí.

—Mira. —Levantó su barbilla—. Mira al espejo. ¿Qué ves? 

—¿A qué te refieres?

¿Qué demonios?

—¡Abre los ojos! —gritó, erizando todo el vello de mi cuerpo.

Mierda. Sí, nunca podrías decir cuando Peter iba a ir de lo amable a lo escalofriante, pero siempre sucedía repentinamente.

Alcanzando mi barbilla, la movió hacia el espejo, y contuve mi aliento.

—¡¿Qué es lo que ves?! —gritó. 

—¡A ti y a mí! —exclamé—. ¡A Peter y Lali! 

Mi corazón estaba desbocado. Lo miré a través del espejo. Me senté a un lado de su regazo, así él podía ver desde el otro lado, y nos miramos el uno al otro, mi pecho subiendo y bajando con más urgencia.

—Eso no es lo que veo —dijo en voz baja—. Esos nombres no significan nada para mí. Son simples y huecos. Cuando estoy contigo, no veo a la hija de la puta caza fortunas y el señor irlandés de la droga o al hijo del deshonesto abogado y la Barbie vegana.

Casi quise reírme. Peter tenía un modo irónico de mirar el mundo.
Pero él no estaba sonriendo. Tenía el ceño fruncido.

 Estaba hablando muy en serio, y sabía por experiencia propia que estos momentos auténticos eran poco y distantes entre sí.

Alzó una mano, enroscándola en mi cabello mientras la otra descansaba sobre la silla.

—Veo todo lo que quiero durante tanto tiempo como pueda tenerlo —continuó—. Veo a una mujer que tiene el ceño pequeño más bonito como si tuviera dos años y le hubieran dicho que no podía comerse un caramelo. Veo a un chico que fue y consiguió un piercing en el pene, porque quería vivir en su mundo aunque fuera por solo un momento.

Cerré mis ojos. No me hagas esto, Peter.

—Veo a una preciosa mujer con un cuerpo de infarto y al chico al que vuelve loco deseándola.

Sus manos se movieron a mi cuello, acariciándolo arriba y abajo.

—Veo mil noches de encimeras, duchas, piscinas y sofás donde él va a follarla hasta que grite. —Bajó su voz hasta un suspiro—. Veo sus ojos y cómo se ven cuando ella se corre.

Mis pezones se endurecieron, y tuve que empezar a inhalar con fuerza. Abriendo mis ojos, pude ver sus ojos Verdes, brillando como cristales, mirándome.

—Veo al chico que se volvió tan loco cuando ella se fue que arrancó toda la mierda de sus paredes, pensando que le odiaba.

Mi rostro se quebró, y mis ojos se humedecieron; el nudo de mi garganta se había hecho demasiado grande para que pudiera tragármelo.

—Peter...
—Veo —me interrumpió, arrastrando su mano sobre mi estómago y dentro de mi sujetador de encaje—, el cuerpo del cual él chupó la lluvia anoche y que quiere en su boca ahora mismo, porque, nena, lo estás torturando.

Se inclinó hacia adelante, besando mi brazo superior con besos sensuales y suaves, arrastrándolos hasta mi espalda. Puso mi cabello sobre mi hombro, hundiendo sus labios en mi columna vertebral y ascendiendo mientras dejaba caer mi cabeza sobre su hombro.

—Peter... —jadeé, hormigueo extendiéndose por mi espalda. Sus labios... oh Dios mío, sus labios. Ambas manos fueron bajo mi sujetador, amasando y apretando mientras empecé a frotar mis caderas contra él.

—Maldita sea, mírate. —Su voz sin aliento provocó que mi sexo se apretara.

Abrí mis ojos, viendo lo que él veía.

Una chica joven en ropa interior, sentada sobre el regazo de un hombre que tenía sus manos dentro de su sujetador. Nuestros ojos se  encontraron, y el calor me hizo querer desgarrarlo con los dientes. Lo deseaba.

Joder, lo deseaba.

Acurrucando mi cabeza con la suya, mantuve mis ojos en él a través del espejo mientras agaché mi mano y la deslicé dentro de mis bragas. Sus ojos se volvieron afilados como agujas mientras me miraba.

Separé mis piernas y gentilmente recorrí mi calor con mis dedos, 
observándolo mirarme.

Se inclinó hacia atrás, sin dejar de acariciar mi espalda con una mano mientras me comía con la mirada.

Tener sus ojos en mí, tan interesado, estaba haciendo cosas en mi cuerpo que no esperaba. Peter solía tener prisa siempre, y anoche pulsó el acelerador a fondo.

Pero ahora parecía como si fuera el dueño de la habitación. Me miraba como si le perteneciera y no tuviera prisa por poseerme antes de que saliera el sol.

Levantándome, deslicé mis manos hacia abajo por los lados de mis bragas y me las quité, dejando que se deslizaran solas por mis piernas. Sus manos se apretaron en puños donde colgaban en el apoyabrazos, y lo vi endurecerse a través de sus pantalones. Su cuerpo me necesitaba, y mi clítoris estaba palpitando. Una vez. Dos veces. Tres. 

Maldita sea. Todo acerca de Peter era intenso y me hacía sentir bien.

—Yo... —Quería decirle que no lo odiaba. Que pensaba en él. Que lo sentía. Pero las palabras no vinieron—. Peter, yo... —Dejé escapar un suspiro—. Te quiero aquí.

Y me senté en su regazo de espaldas, frente al espejo. 

—Te quiero de esta manera. 

Una pequeña sonrisa tiró de las comisuras de sus labios, y después jadeé mientras puso una mano en la parte delantera de mi cuello y me atrajo hacia él.

Nuestros labios se juntaron, moviéndose la una sobre la otra. 

Entonces levanté mi mano y deslicé mis dedos dentro de su suave y corto cabello, besándolo como si fuera la única cosa que alguna vez hubiera necesitado para sobrevivir. Sus manos se deslizaron bajo mi estómago y me separó ambas piernas para descansarlas en el exterior de sus muslos.

—Peter —susurré, suplicando—. Estoy ardiendo.

Tomé su mano y la conduje entre mis muslos, aspirando cuando sus dedos se deslizaron dentro de mí.

Oh, Dios, sí.

Sus manos se movieron, mi humedad facilitándole entrar y salir, pero el fuego en mi estómago me tenía tan hambrienta que empecé a frotarme contra su mano.

—Peter.

—Me encanta cuando dices mi nombre. —Echó su cabeza hacia atrás, y su pecho se elevó más rápido. 

Parecía estar disfrutando de esto aunque no lo estuviera tocando. ¿Le estaba gustando tanto tocarme?

Mis caderas se mecían contra su mano, y por primera vez en dos años, quise cosas. Quería esto. Lo quería a él. Y lo quería todo de nuevo.

Pero sabía que no lo podía tener. Sabía que esto era todo lo que seríamos.

Esta sería la última vez que me haría el amor. La última vez que lo 
besaría.
La última vez que me querría.

Y quería enterrar mi cara en mis manos y gritar que no tenía que hacer esto. No tenía que alejarme, pero solo era demasiado entre nosotros a lo que hacer frente.

En cambio, me levanté y me volví, montándolo a horcajadas frente a él. Recorriendo abajo el lado de su cara con mis dedos, mantuve mí voz baja por miedo a que no fuera capaz de contener las lágrimas.

—Quiero verte. —Me dolía tanto la garganta que apenas podía respirar—. Quiero besarte cuando te corras.

Me incliné sobre mis rodillas, dándole espacio para que se quitara los pantalones. Antes de que se los quitara totalmente, cogí un condón de dentro del bolsillo.

Sonrió. 

—¿Cómo sabías que tenía uno ahí? 

—Porque eres un confiado hijo de puta —susurré con voz ronca, sin sonar sarcástica ni lo más mínimo.

Puse el condón en su mano antes de envolver mis hambrientos brazos alrededor de su cuello y besarlo con fuerza. Sus labios trabajaron sobre los míos, y no nos separamos mientras se ponía el condón detrás de mi espalda. Balanceando mis caderas, me froté contra su gruesa dureza, sintiendo el fuego volverse más y más pesado mientras el pulso en mi clítoris latía más y más fuerte.

—Ahora, Lali —exhaló, dejando caer su cabeza hacia atrás contra la silla. 

Vacilé al escuchar mi nombre. Él solía llamarme "nena".

—Di mi nombre otra vez. —Me senté sobre su polla, y ambos cerramos los ojos con la sensación.

Me sentí llena.

—Lali —jadeó.

—¿Quién te está besando en este momento? —Puse besos suaves a lo largo de su mandíbula, chupando lentamente y mordiendo hasta que se gimió.

—Jesús —jadeó. 

—No soy Jesús. 

Se rió. 

—Lali. —Y levantó su cabeza y me miró directamente mientras
que lentamente subía y bajaba por su longitud.

Subí muy lentamente, mirando a sus ojos mientras él observaba mi cuerpo moverse sobre suyo.

Y hacia abajo, tomándolo, sorprendida en cómo cerraba sus párpados por la sensación. Nunca había hecho esto antes. Nunca estuve encima, y él se sentía tan bien de esta manera.
Quiero decir, él siempre se sentía bien, pero el ángulo que tenía en la silla me permitía tenerlo tan profundo.

Podía sentirlo frotando las paredes de mi interior. Ese piercing me hacía querer deslizarme lento y acelerar, pero también me hacía no querer parar nunca.

—¿Quién te está montando? —Sostuve su cara, mis pulgares en sus mejillas y mis dedos sobre su nuca.

—.Lali —Se filtró fuera de su boca como una bala en cámara lenta. 

Mi respiración se quedó atrapada en mi garganta cuando envolvió sus brazos alrededor de mi cintura y nos levantó, guiando mis piernas alrededor de su cuerpo. Aire entraba y salía de mis labios mientras él permanecía ahí, su boca tocando la mía.

—No vas a conseguir ganar este juego, Lali. Aunque me gusta cómo juegas.

Me estrelló contra el espejo, hundiendo su boca en la mía antes de dejar caer mis piernas. Dios, su beso me quitó la respiración, pero no me importaba que no pudiera respirar.

Tan pronto como mis pies tocaron el suelo, me dio la vuelta y tomó mis senos, enterrando su boca en mi cuello.

Lo observé en el espejo, y ya me importaba un comino no poseerlo o dominarlo.

Aunque quería controlar esto, estaba claro que no tenía el control ahora mismo. Hasta que él dijo.

—¿Por qué me vuelves tan loco, Lali? —Su respiración era desigual, y sus manos y labios se movieron duro y rápido—. ¿Por qué tienes que ser tú?

Y ahí fue cuando me di cuenta de que no estaba intentando dominarme. Estaba desesperado. Yo tenía el control.

—Peter —susurré, girando mi cabeza y fusionando mis labios con los suyos.

Separándome, abrí mis piernas y me incliné hacia delante en el espejo.

—Por favor, te necesito. —Pude sentir su calor en el interior de mi pierna.

Peter se colocó y se deslizó dentro de mí. Me mordí el labio con el dulce dolor de su profundidad.

—Se siente tan bien. —Fue apenas un susurro mientras sentí que el resto de mis entrañas se desmoronaban alrededor de su gruesa longitud dentro de mí.

Y entonces él cerró sus ojos y echó su cabeza hacia atrás, su voz temblorosa.

—Vas a arruinarme, Lali.

No más de lo que tú me arruinaste.