sábado, 28 de noviembre de 2015

capitulo 8





Peter 

Era temporada baja para mí. 

Aparte de los entrenamientos, estaba libre después de clases. El año pasado había comenzado las fiestas temprano cada día. Este año las cosas serían diferentes. 

Me detuve frente a los canchas de fútbol de mi juventud. De acuerdo con el papeleo que había llenado por Cris para jugar, sus prácticas serían aquí todos los martes y jueves a partir de cinco y media a siete. Caminé al lado de la valla, donde los padres observaban, sentados en sillas de jardín.

 Cuando por fin llegué a jugar béisbol, los padres siempre se habían presentado a nuestras prácticas. Mi madre, por supuesto, nunca llegó. Sabía que nunca llegaría a las prácticas de Cris o a sus juegos. No quería que él se sintiera no deseado como yo. Podría cambiar eso por él. Podría estar aquí. Animándolo. Él no conocería ese tipo de rechazo y soledad. 

Cuando llegué al portón, vi a los chicos hacer estiramientos y traté de averiguar cuál de los pequeños era Cris. Los niños pequeños en almohadillas de fútbol y cascos tenían el mismo aspecto. 

—No te ves lo suficiente mayor como para tener un hijo. Debes ser el hermano mayor de alguien —dijo una voz de mujer mayor detrás de mí. 

Eché un vistazo por encima de mi hombro para ver a la mamá de alguien sonriéndome desde su silla. Se acercaba a los cuarenta años, pero se vestía como si estuviera en sus veinte. Me di cuenta por su barata y ceñida ropa que no podía darse el lujo de mí. Además, no trabajaba en estos momentos. Estaba aquí por Cris.

 —Sí, señora. Mi hermano va a jugar este año —contesté.

 Las mujeres de su edad odiaban cuando las llamaba “señoras”. Me hizo sonreír. Ella daría marcha atrás. Me volteé hacia el campo justo cuando el entrenador grito—: Vayan a buscar agua. 
  
Los chicos se quitaron los cascos y salieron corriendo hacia la valla, donde los grandes contenedores de agua se alineaban. Los ojos de Cris se encontraron con los míos, hizo una pausa antes de que una gran sonrisa estallara en su cara. Pasó la línea de agua y vino directamente hacia mí. 

—¡Peter! Estás aquí. —La emoción en su voz hizo que mi corazón doliera un poco. 

—Por supuesto que estoy aquí. Estás practicando. No quería perderme esto. 

El pecho de Cris se hinchó. 

—Voy a jugar como ofensa en la parte trasera del campo. El entrenador dijo que tengo velocidad. 

—Demonios, sí, tienes velocidad. Eres familiar mío. 

La amplia sonrisa en su rostro creció. 

—Tengo que ir por agua y volver allí. ¿Vas a estar aquí hasta que termine? 

Si hubiera tenido algún otro plan lo habría cancelado. La mirada de esperanza en su rostro era imposible de ignorar. 

—Sip.  Tú y yo vamos a ir a buscar una gran hamburguesa grasienta de queso cuando esto termine, y luego te llevaré de regreso a casa. 

Cris gritó, luego se despidió con la mano antes de correr a la línea de agua. No dejaba de mirarme sobre su hombre para asegurarse de que no me había movido. No iba a ninguna parte. 

—¿Eres familiar de Cristobal Lanzani? —El tono de sorpresa en la voz de la mujer detrás de mí no pasó desapercibido. Mis instintos protectores comenzaron a notarse y me di la vuelta para mirarla. 

—Sí. Es mi hermano pequeño —contesté, desafiándola a decir algo sobre él. 

No me importaba si era una mujer. No iba a dejar que su maliciosa y chismosa boca diga o haga algo que dañara a Cris. 

—Oh, bueno. Es que nadie viene aquí por él. Ni en la escuela o cualquier otra cosa. No sabía que tenía un hermano mayor.

 No se merecía una explicación. Pero maldita sea, no quería que hablara de mi familia. Sabía lo que era que las madres de otros niños hablaran de ti y de tu familia. Me dolió. Los niños no deberían tener que lidiar con eso. 

—Lo tiene —fue mi única respuesta. 

Volví mi atención al campo. Cris me observaba mientras se ponía en posición. Iba a hacer caso omiso de los comentarios sarcásticos de idiotas que no tenían nada mejor que hacer que hablar de otras personas. Durante la siguiente hora y media vi practicar a Cris. Era bueno. Más que bueno y su entrenador tenía razón. El chico era rápido. 
  
Necesitaba unos guantes si iba a manejar tanto la pelota. Podríamos ir a conseguirlos esta noche.  


                                                  *** 


Después de que compramos los guantes de receptor y Cris fuera un niño feliz, nos dirigimos a Pickle Shack. Este era el único lugar en la ciudad para conseguir una buena hamburguesa. Eso y sabía que a Cris le gustaban los juegos de máquinas en el interior. Seguí a Cris dentro y le dije a la anfitriona que necesitábamos una mesa para dos. 

—¿Una cabina está bien? —preguntó, batiendo sus pestañas hacia mí. 

La chica tenía tal vez dieciséis años. Maldita sea, aprendían a hacer eso muy jóvenes. Asentí y se dio la vuelta pavoneándose hacia una cabina en la esquina. Entré después de Cris, pero mis pies se detuvieron cuando mis ojos se encontraron con los de Lali.

 Se encontraba sentada en una gran cabina curva con otras tres chicas y dos chicos. No la había visto desde que me dejó en el estacionamiento de mi edificio hace tres días. Estuve pensando en ella sin cesar, pero mantuve mi distancia. 

Verla aquí fue una sacudida. El tiempo lejos de ella casi me ayudó a lidiar con lo que hice, pero al mirarla a sus ojos verdes, sabía que nunca lo superaría. Era tan malditamente dulce y yo era el tonto más grande del mundo. 

—¿Vienes, Peter? —preguntó Cris, sacudiéndome de mi trance.

 Aparté mi mirada de Lali y me dirigí a nuestra cabina. Quería que esta noche fuera sobre Cris. No necesitaba que imágenes de la expresión herida de Lali me persiguieran. Además, no necesitaba verla sentada tan cerca de algún idiota que no era lo suficientemente bueno para ella. No lo conocía, pero sabía que no era lo suficientemente bueno. Nadie lo era.

 —¿Quiénes son ellos? —preguntó Cris, mirándome con curiosidad, entonces de nuevo hacia la cabina, donde Lali estudiaba su bebida y torcía la pajilla nerviosamente. 

—Ah, nadie —contesté, abriendo mi menú. 

—Esa bonita chica castaña sigue mirándote —dijo Cris, un poco demasiado fuerte. 

No pude evitarlo. La miré otra vez. Cris tenía razón. Me miraba. Una pequeña sonrisa asomó la comisura de sus muy rellenos labios. No había besado esos labios. Ella no entendía por qué, pero yo sí. Incluso borracho, sabía que algunas cosas eran demasiado buenas para mí. Esos perfectos labios estaban fuera de los límites para alguien como yo. No merecía probarlos. Le pedí a Dios que hubiera sido más inteligente en lo que respectaba al resto de su cuerpo. En cambio, la había tomado por completo. Tuve sueños que lo demostraban. 

—Es la hermana de un amigo —expliqué, llevando mi atención al menú. 

—¿Qué amigo? —preguntó Cris con curiosidad. 

Quería decirle que lo dejara, pero no quería molestarlo. Era sensible acerca de cosas como estas. Nuestra madre al no preocuparse por nadie, a excepción de sí misma lo hizo ser cuidadoso sobre en quien situar su confianza. Normalmente, él era tranquilo. Conmigo hablaba. Me gustaba eso. 

—Gaston Esposito. No lo has conocido. 

Cris asintió. 

—Te he oído hablar de Gaston. Mamá dice que tiene un montón de dinero. ¿Eso quiere decir que ella también tiene un montón de dinero? Porque es muy bonita y creo que le gustas. 

No pude evitar reír. Los niños eran demasiado atentos.

 —Sí. Tiene dinero, pero estás equivocado en lo otro. En realidad no le importo mucho.

 Cris dejó escapar un suspiro. 

—Apesta ser pobre. Las muchachas bonitas nunca gustan de ti. 

Maldita sea. Odiaba oírle decir algo así. 

—Cuando te hagas mayor, el dinero no importará. En este momento las chicas escuchan lo que les dicen sus mamás. No siempre será así.

 Cris frunció el ceño, luego se volteó hacia la mesa donde se hallaba sentada Lali. 

—Va a salir con ese tipo. Él está susurrándole en el oído, pero ella sigue mirándote.

 Fue muy difícil ignorarla cuando Cris me daba una descripción detallada de lo que hacía. La miré, y se puso de pie junto al grupo con el que estuvo sentada. La cabeza del chico se inclinó y le decía algo muy cerca de su oído, pero Cris tenía razón. Su atención seguía en mí. Y me gustó. No tenía sentido negarlo. Me encantaba. Quería su atención. Quería que me quisiera, porque estoy completamente seguro de que la quería. Negó a lo que el tipo dijo y luego se despidió. Me sentí aliviado. La idea de que se fuera a alguna parte con ese tipo me enfermaba. Sabía lo que él deseaba. No lo culpaba, pero no me gustaba. Lali se dirigió hacia nosotros. Mierda. 

—Viene hacia aquí —anunció Cris con temor.

 A mí también me sorprendió un poco. No esperaba que me saludara. Esta noche no llevaba esos pantalones cortos. Tenía las piernas cubiertas por unos pantalones vaqueros muy ajustados. No ayudó. Sólo alimentó mi imaginación. 
  
—Hola, Peter —dijo, sonriéndome. 

La mirada nerviosa en sus ojos era lo único que delataba el hecho de que esto no fue una decisión fácil. Miró a Cris—. Hola, soy Lali. 

Cris le sonrió. 

—Hola, soy Cristoba. Peter es mi hermano mayor. 

Una suavidad tocó la sonrisa de Lali. La tensión de sus nervios desapareció. Bueno, maldita sea. Que vea una cualidad rescatable en mí no era algo bueno. Necesitaba que quisiera mantenerse alejada de mí, porque Dios sabía que yo no era lo suficientemente fuerte como para decirle que no. 

—Es un placer conocerte, Cris. Puedo ver el parecido. 

—¿En serio? —preguntó Cris, sorprendido. 

Lali rió, lo que hizo que mi ritmo cardiaco se elevara. 

—Sí, de verdad. 

—¿Quieres sentarte con nosotros? —preguntó Cris, corriéndose rápidamente para darle un poco de espacio para sentarse.

 Llai dirigió sus ojos hacia mí y pude ver la incertidumbre allí. 

— Yo... em… 

—A los dos nos gustaría que te unieras a nosotros si quieres —le aseguré. Sonrió y se sentó en la cabina junto a Cris. 

—¿Ya has comido? —preguntó Brent, empujando el menú en sus manos.

 Ansiaba conseguir que se quedara. Fue muy divertido. El chico tenía buen gusto. 

—Podría comer un postre. Ya he comido una hamburguesa y papas fritas —le respondió sonriéndole. 

—Está bien. Genial —dijo Cris, tomando de nuevo el menú para verlo. 

No podía dejar de mirarla. Se encontraba tan cerca. Había tenido tres días para asimilar que en el intenso sueño caliente que seguí teniendo de Lali era muy real. La había tocado. Había estado dentro de ella. Todo lo que podía pensar ahora era como quería hacerlo otra vez sobrio. Quería besarla y asegurarme de que supiera lo mucho que la quería. Quería escuchar esos sonidos sexys que habían estado persiguiendo mis sueños con claridad para que pudiera recordar cuando estuviera solo. 

—¿Cómo estás? —preguntó, interrumpiendo mis pensamientos acerca de lo mucho que la quería desnuda y debajo de mí otra vez. 

—Bien. Supongo. He estado pensando en algunas cosas. 

Me detuve, moviendo la mirada a Cris, que leía el menú, antes de volver a mirarla. 
  
—Yo también. Lo siento por como resultaron las cosas. 

¿Por qué se disculpaba? Yo era el que debía disculparse. 

—Lali, no tienes nada que lamentar. Todo fue mi culpa. 

Una pequeña sonrisa tiró de la comisura de sus labios. ¿Podrían ser más sexys? 

—Tal vez. Pero no yo tampoco pensé con claridad. 

—Quiero una hamburguesa con queso —anunció Cris, entregándome el menú. Tenía que recordar que teníamos una audiencia. Casi había dicho algo que Cris no necesitaba oír.

 —Buena elección. Es lo que siempre como —dijo Lali.

 —Peter me trajo aquí una vez y comí una hamburguesa con queso. Estaba buena, pero tuve que compartir mis patatas fritas con Alelí porque se olvidó de pedir y quería un poco una vez que me dieron las mías. Era molesto. 

Lali me miró. 


—¿Quién es Alelí? 

—Mi hermana pequeña. Peter la trata como a un bebé. Pero no lo es.  

La sonrisa en el rostro de Lali se suavizó. Le gustaba eso. 

—Peter tiene algo por las mujeres. Estoy segura de que con tu hermanita no es diferente —le dijo Lali a Cris. 

Cris asintió. 

—Sí, lo sé. Mamé dice que tiene una chica diferente cada noche.... 

—Es suficiente, Cris —lo detuve antes de que dijera demasiado.

 Cris sonrió y agachó la cabeza. Él sabía lo que había hecho. Lali reprimió una risa y sus ojos brillaron con diversión cuando me miró a través de sus largas pestañas. 

   
  
Lali


Cris era adorable. Era un mini-Peter. 

Le escuché decirme acerca de la práctica de fútbol y cómo se acercaba su primer partido. Peter firmó y pagó para que Cris jugara futbol este año y Cris se sentía extremadamente agradecido. Algo tan pequeño era muy importante para él. Me hizo preguntarme qué tan mal de dinero se encontraba la familia de Peter. Sabía que creció en la parte peligrosa de la ciudad, pero no sabía exactamente lo malo que era.

 —Así que, ¿puedes venir a ver mi partido el próximo sábado? — preguntó Cris, interrumpiendo mis pensamientos. 

No esperaba una invitación. Le eché un vistazo a Peter, que me observaba de cerca, sin estar segura de cómo responder. No quería desilusionar a Cris, pero tampoco quería que Peter pensara que utilizaba a su hermano para llegar a él. No quería volver a llegar a él. Ya lo había hecho. No terminó bien. 

—Ehh, bueno, me encantaría ir a tu juego. Si eso está bien... con todos... —me callé, esperando que Peter le dijera a Cris por qué esto no iba a estar bien. 

—Genial, sí, está bien. Peter también estará allí. Puedes sentarte con él. 

—Está bien, amigo, eso es suficiente. No presiones a Lali. Estoy seguro de que tiene planes. 

No fue la excusa que esperaba que Peter lanzara en el camino. Vi como el rostro de Cris se desilusionaba y no me importó lo que quería Peter. Si le preocupaba que estuviera allí por él, tendría que superarlo. No iba a rechazar la invitación inocente de Cris sólo para apaciguar a Peter.

 —Voy a estar allí. ¿Puedo traer a un amigo? A él también le gusta el fútbol. —No tenía idea de a quién iba a traer, pero parecía algo para decir en este momento.Que Peter sepa que no planeaba ir a verlo o sentarme junto a él era mi objetivo principal. Encontraría un “amigo” después. 

—¡Sí! Genial. Trae a quien quieras. —Los ojos de Cris se iluminaron. 

Podía ignorar al adulto Peter, pero el niño que se parecía tanto a él, con la esperanza inocente en sus ojos... no podía rechazar eso. Un pequeño extracto de “Wanted” de Hunter Hayes sonó en mi teléfono, avisándome de un mensaje de texto. Necesitaba la pequeña distracción. Saqué mi teléfono de mi bolso y bajé la mirada para ver el nombre de Pablo en la pantalla.

 Pablo: ¿Puedo llamarte? 
  
El recordatorio que necesitaba de que acercarme a Peter Lanzani era una mala idea. Pablo era una buena idea. Era seguro. Miré a Peter. 

—Voy a dejarlos para que cenen. Tengo que hacer una llamada y necesito llegar a casa. Tengo una clase temprano en la mañana. —La sonrisa forzada de Peter no pasó desapercibida. ¿Por qué se molestó? Regresé mi atención a Cris—. Voy a estar en tu juego. Haz que Peter me mande un mensaje con los detalles —dije. 

Su gran sonrisa valía la incómoda situación en la que me puso. 

—Lo haré. Nos vemos luego —respondió Cris.

 Asentí y me deslicé fuera de la cabina. Me despedí con la mano y me dirigí hacia la puerta. Una vez fuera, le envié un mensaje a Pablo. 

Yo: Sí. 

Mi teléfono sonó justo cuando abrochaba el cinturón de seguridad.

 —Hola. 

—No te estoy distrayendo, ¿verdad? —preguntó Pablo. 

—No, en absoluto. —Más bien me diste una buena razón para alejarme tanto como pueda de Peter. 

—De acuerdo, bien. ¿Cómo fueron tus primeros dos días de clases? 

Salí a la casi desierta carretera. Durante el verano no se podía salir por esta carretera a esta hora de la noche. Se necesitarían horas para conducir unos cuantos kilómetros. Pero todos los turistas se habían ido a casa para el nuevo año escolar. Aunque el clima seguía cálido, las multitudes desaparecieron. 

—Han estado bien hasta ahora. Sin embargo, mañana pueden cambiar las cosas. Estoy tomando cálculo y me pone súper nerviosa. ¿Qué hay de ti? ¿Tus clases van bien? 

Pablo se rió en el teléfono. 

—He tenido dos clases hasta el momento, y odio las dos. Tal vez mañana será mejor. ¿Pero cálculo el primer año? ¿En serio? Estoy impresionado. Las matemáticas eran lo mío. 

—Sí. Soy una persona de matemáticas. 

—Yo también.  

—¿En serio? ¿Cuál es tu especialidad? 

Se produjo un silencio. 

—Eh, estoy teniendo un par de discusiones con mis padres acerca de eso. Ya te pondré al día. —Raro. ¿Sus padres discutían con él sobre su especialidad?—. La razón por la que llamé no era para aburrirte con la charla sobre nuestros cursos. Me preguntaba si ¿tal vez estarías libre en cualquier momento en los próximos meses? —Terminó su pregunta con una risita divertida.  
  
—Umm, sí… Creo que tengo algunas brechas en mi agenda — contesté, sonriendo.  

—Entonces mi siguiente pregunta es: ¿qué tan pronto tendrá una brecha tu horario? Pensaba en ir… pronto.

  Esto era lo correcto. Pablo me gustaba. No me alejando y dándome advertencias. 

—¿Qué tal el próximo fin de semana?  

—Perfecto.  



chicas estas son la noticias hasta el 22 que seria el día en el que salgo de la escuela subiré los fin de semana nada mas luego retomo subir en la semana ..lamento eso pero tengo que salvar el año 

PD1: MAÑANA MARATÓN 

PD2:LAS QUIERO Y COMENTEN 

7 comentarios:

  1. Jjjajajjaja,Cris más valiente k Peter!!!

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  2. Jajaja un genio cris subí más por fa!

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  3. Anaissssss dijiste que iba a subir y no has subido un puto capitulo!!!
    Hablaba en serio de ir a patearte el trasero !!!

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  4. Estuve toda la semana leyendo tus novelas.
    Son geniales

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  5. Mañana voy a subir el maratón , hoy no pude porque mi mamá tiene la compu
    Atte: Anais

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