domingo, 17 de enero de 2016

capitulo 24 y 25





Peter 

Un fuerte golpe en la puerta interrumpió mi sueño. Intenté ignorarlo. No estaba preparado para que terminase este sueño. Lali se reía y corría hacia la playa mientras la perseguía. No me odiaba. Aún me amaba. 

Al golpeteo de la puerta se le unió el sonido del timbre y algunos gritos. Abrí lentamente los ojos y  eché un vistazo al reloj. Eran las cuatro de la tarde. Dormí durante todo el día. No había llegado a casa desde el trabajo hasta casi las cuatro de la mañana. Luego, por el café, estuve demasiado agitado como para dormir. Hasta que caí rendido, eran aproximadamente las siete. Esta noche tenía que volver al trabajo a las ocho. 

El golpeteo en la puerta me recordó por qué me desperté. Salí tambaleándome de la cama, e hice mi camino hasta la puerta antes de que quien sea que estuviera en el otro lado, la echase abajo. Le di un tirón a la puerta para ver a Gas al otro lado. 

—Mierda, amigo, me preparaba para echar la puerta abajo. Te he estado llamando y luego cuando no funcionó, he estado dando golpes a la puerta por más de diez minutos. 

—Dormía. Sabes, ahora estoy trabajando por las noches. 

—Es verdad. Olvidé que trabajaste por la noche. Escucha, tengo que decirte algo y no sé cómo te lo vas a tomar, así que quizá será mejor que te sientes. Esto no era algo por lo que querrías despertarte. 

—¿Qué pasa? —le exigí. 

No necesitaba sentarme, sólo necesitaba saberlo. 

—Es tu madre. Le ha dado una sobredosis. —Se levantó y esperó a que reaccionase. 

—¿La mató esta vez? —Esta no era su primera sobredosis. 

Gas puso su mano en mi hombro y dejó escapar un profundo suspiro. 

—Sí, amigo. La mató. 

Me giré y me dirigí a mi habitación para ponerme algo de ropa. Los niños me necesitarían. Deslicé mis vaqueros y traté de pensar en cómo meter a tres niños aquí y cuidarlos cuando trabajaba por la noche. Sin la renta de mi madre y el resto de cosas, tendré un poco de más para contratar a una niñera. 

—¿Estás bien? —preguntó Gas desde el marco de la puerta de mi habitación. 

—Era una drogadicta, Marcus. Iba a pasar. Sólo necesito ir a por los niños. Probablemente estén asustados. 

El dolor en mi pecho me sorprendió. No me lamentaré por esta mujer. En mi vida no había hecho nada por mí. Tragué la débil emoción del pequeño niño que se hallaba dentro de mí y quería que su madre lo amara. Aunque sea un poco. Me di cuenta hace tiempo que nunca lo haría. Ahora no derramaría una lágrima por ella. 

—Los niños están bien. Lali está con los tres. Están yendo a por helado y luego al parque. Me mandó a buscarte. Hay algunos asuntos sobre la custodia de los que te tienes que ocupar. 

¿Lali estaba con los niños? ¿Por qué? Por mucho que les gustara, ellos me habrían llamado primero a mí. 

—¿Cómo supo Lali llegar hasta los niños?  

—Tu hermano más pequeño la llamó. Le dijo que tu madre no se había despertado en dos días y Lali dejó la universidad y fue corriendo hasta allí. También hizo que llamara a emergencias mientras esperaba a que llegara. No podían ponerse en contacto contigo, por lo que la llamaron.  

Cris llamó a Lali. Mi pecho me dolía. Los tres niños estuvieron disgustados cuando les conté que nunca volvería a llevarla. Aleli incluso lloró. Pero sabían que podían contar con ella cuando no se pudieran poner en contacto conmigo por teléfono. Un nudo se formó en mi garganta y agarré mis llaves y me dirigí a la puerta. 

—Sé que te dejó por el chico Riera y lo siento, amigo. 

Así que eso era lo que le dijo. Que me había dejado por Pablo Riera. ¿Siquiera salía con él, o sólo fue su forma de cubrir la verdad? 

—Tenías razón. No era lo suficientemente bueno. Finalmente se dio cuenta y también lo vio. —Abrí la puerta y bajé por las escaleras. No podía hablar de esto con Gas. Ahora no. 

—Si sirve de algo, todavía le importas. Estaba muy afectada por esto y muy preocupada por los niños.  

—Los niños la aman —fue todo lo que dije. 

—¿Pero tú no?  

Me paré y me giré para verle. Había dicho suficientes mentiras. No iba a continuar diciéndolas para que todo el mundo se sintiese mejor. 

Siempre la amaré. Siempre. —Abrí la puerta de mi Jeep y salté dentro—. ¿A dónde tengo que ir? 

—El departamento de derechos humanos te espera en la caravana. Giré con el coche y salí de allí. Ahora no tendría que pelear por los niños con mamá. Lo había hecho sencillo. Yo no era precisamente la mejor opción para ser padre, pero cualquier persona era mejor que ella. Y no los quería separados. No podía dejarlos. Arreglaría todo esto de alguna manera.   
  
Lali         

Sostuve el cono de helado de caramelo de Aleli mientras ésta corría hacia el tobogán, para bajarse otra vez. Se turnaba entre darle un lametazo a su helado y tirarse por el tobogán. El helado no iba a durar mucho más tiempo. El sol se lo derretía. 

—¿Ya te ha llamado Peter? —preguntó León, tomando el asiento a mi lado. 

—No, pero mi hermano lo ha encontrado y está en la caravana hablando con las personas que decidirán a dónde van. Es un adulto y su familiar más cercano, por lo que no tendrá problemas en tener la custodia —le aseguré. 

Cris y Aleli eran demasiado pequeños para entender las partes legales. Pero a León le molestaba. Él entendía sobre  juzgados y leyes. 

—¿Y qué pasa si no nos quiere todo el tiempo? —preguntó Leon. 

—Los querrá.   

—Nunca intentó llevarnos. 

—Porque tu mamá se habría peleado con él, y perdería. También tenía miedo de llamar la atención sobre la situación y que los separaran de él, y a ustedes. 

Leon asintió. 

—Sí, me explicó eso. Sólo estoy preocupado de que ahora lo hagan.  

Mi padre era amigo de dos de los tres jueces que posiblemente podrían enterarse de este caso. Jugaban al golf cada sábado por la mañana y lo hacían desde que era una niña. Si tenía que ir a mi padre y pedirle y suplicarle su ayuda, lo haría. 

—Te prometo que todo estará bien. 

Leon suspiró. 

—Ojalá. Sabes, Aleli te echa mucho de menos. 

—También los echo de menos. Los he echado de menos a los tres. 

Aleli vino corriendo hacia mí, con una gran sonrisa en su cara, para darle otros lametazos a su helado derretido. 

—Será mejor que pares y te lo comas, Aleli, antes de que se derrita entero —le dijo Leon. 

—Me da dolor de tabeza si me lo como demasiado depisa —replicó. 

Leon sonrió y le dio una patada a una roca con su pie. 

—Lali, ¿mi mami está en el cielo? —preguntó Aleli. 

Bajé la mirada a su carita. Era la primera que mencionaba algo sobre la muerte de su madre. Los chicos habían actuado como si nada importante hubiese pasado. Cris se columpiaba solo y le di su espacio. Pero no había traído a colación que su madre estaba muerta. 

—No sé mucho sobre el cielo, Aleli. Quiero pensar que porque trajo a estos estupendos hijos al mundo, hay algún sitio bonito donde se fue cuando se acabó esta vida.  

Estaba bastante segura que la mujer se pudría en el infierno, pero no iba a decirle esto a su hija de siete años. 

—Tampoco sé mucho sobre el cielo. Sólo he ido a la escuela dominical algunas veces, con nuestro vecinito de al lado.  

Me había criado en la iglesia y aún no sabía mucho sobre el cielo. 

— La iglesia no tiene todas las respuestas, Aleli. Algunas veces la respuesta que necesitamos está en nuestro corazón. Sólo tenemos que escucharlo.  

Aleli miró hacia su pecho y frunció el ceño. 


—Nunca he escuchao mi codazón. 

Leon se rió a mi lado y le sonreí. 

—Escucha atentamente y algún día finalmente escucharás algo —le dije. 

Asintió, entonces se dio la vuelta y corrió hacia el tobogán. Una vez que se hallaba lo suficientemente lejos, Leon me miró. 

—Gracias por no decirle la verdad. 

Sentí como las lágrimas nublaban mi vista. Era tan joven para saber tanto. 

—Sucede que creo que esa es la verdad.  

Leon sacudió la cabeza. 

—No, esa no es la verdad. Creo que hay un cielo para los buenos y un infierno para los malos. Y sabemos que mi mamá no era buena. 

¿Cómo podía argumentar con él? Sabía más que yo sobre lo cruel que era su madre. No podía sentarme ahí y decirle que su madre estaba en el cielo cuando sabía que no era así. Tenía razón. Seguramente ha hecho que el infierno se abriese en dos ampliamente. 

—Leon. —La voz de Peter interrumpió mis pensamientos y alcé la mirada para verle andar hacia nosotros. 

Sus ojos lucían llenos de preocupación mientras miraba a su hermano. Leon se levantó y caminó para encontrarse con su hermano a mitad del camino. Peter lo jaló para darle un fuerte abrazo y le susurró algo en el oído. Leon asintió y se dio la vuelta y me miró. 

—Gracias, Lali. Por todo —dijo Leon. 

El nudo en mi garganta era doloroso. Asentí. No estaba segura de poder hablar. Esta era la primera vez que veía a Peter desde que me fui de su apartamento. Me mataba saber que se acababa de convertir en el guardián de tres niños, que el mundo se encontraba sobre sus hombros y cuan solitario se debía de sentir. Maldita sea, ¿por qué tenía que amarlo tanto? 

—¡Peter! —Aleli vino corriendo desde el tobogán cuando vio a su hermano mayor. 

Peter se agachó y abrió los brazos ampliamente, dejando que corriese a estos. 

—Hola, mi Aleli. ¿Has estado pasándolo bien? 

Aleli asintió y me apuntó a mí, sujetando su helado. 

—Lali vino y nos alejó de toda esa gente. Me compo jelado y nos tajo aquí a jugar. 

Peter no alzó la mirada hacia mí. La mantuvo en Aleli. 

—Suena como si hubiese salvado el día. ¿Estás lista para ir a mi casa?  

Aleli asintió entusiastamente, entonces se deshizo de Peter y corrió hacia mí. Rodeó los brazos alrededor de mi cintura con fuerza. 

—Gracias por recogernos y por el jelado. 

Me agaché y le di un beso a la cima de su cabeza. 

—No hay de qué. 

—¿Vendrás a verme? —preguntó, alejándose y mirándome suplicante. 

—Sí. Hablaré con tu hermano sobre eso. Tendremos otra cita para tomar helado, ¿está bien? 

Aleli me sonrió de oreja a oreja. 

—Vale. Te veré pronto —me gritó cuando salía corriendo hacia Peter, que permanecía de pie alejado a una buena distancia de mí con las manos en sus bolsillos. 

—Ve a buscar a Cris y vayan al Jeep —le dijo a Leon y luego se dio la vuelta para mirarme.  

Me levanté y me acerqué para tirar el helado, y acortar la distancia que había mantenido entre nosotros. 

—Gracias por ir a buscarlos después de que te llamasen. Y mandar a tu hermano para que me despertase. Significa mucho. —El tono sin vida en su voz era tan impropio de él. 

Era como si toda la emoción hubiese desaparecido. Sonaba vacio. Quería poner los brazos a su alrededor y decirle que todo iba a estar bien. Que le ayudaría, que le amaba. Pero no podía. Él nunca me había amado. Me mintió. Por mucho que quisiera disminuir su dolor, no era quién para hacerlo. 

—Si me necesitan, lo único que tienen que hacer es llamar. Les ayudaré como pueda 

Peter asintió y miró hacia otro lado. Sostener mi mirada no era algo que quisiera hacer, aparentemente. Odiaba eso. Le echaba muchísimo de menos. 
  
—Gracias —replicó. 

Comenzó a darse la vuelta para andar. Todavía no quería que se fuera. No había terminado de mirarlo. De estar cerca de él. Quería decirle algo más. Que él lo hiciera. Esto estaba demasiado mal. 

—Espera, Peter —dije antes de poder detenerme. 

Se detuvo, entonces me miró. Tenía que decirle algo. No sabía qué decir. No podía decirle que lo sentía por su madre, porque sabía que él no lo sentía. No podía decirle que le echaba de menos, ¿por qué, qué bien haría? 

—No hagas esto, Lali. Has tomado la decisión correcta. Ahora tienes tus cenas en Nueva York y viajes en jet. Es lo que te mereces. Y yo me acabo de convertir en el guardián de tres niños. Los quiero. Es un cambio completo de mi mundo. Y es lo que merezco. —No esperó a que procesase sus palabras. 

Simplemente se marchó. Y lo dejé.   






Peter 

Cande había sido un salvavidas este fin de semana. Había llegado al apartamento y se quedó con los niños mientras yo trabajaba. Incluso Vico vino las dos últimas noches. 

Ella había hecho galletas para los niños y los dejó a cada uno hacer sus propias pizzas caseras. Parecía como si se estuviera divirtiendo tanto como ellos. Y se negaba a dejarme pagarle por cuidarlos. Incluso había estado a las seis de la mañana del lunes para ayudarme a prepararlos para la escuela y trajo una caja de comida para llevar. 

Ellos habían visto las cajas de almuerzo, como si no supieran qué hacer con ellas. Sabía a ciencia cierta que comían comida gratis en el comedor desde el primer día de jardín de infantes y ni una vez mi mamá les empacó un almuerzo. Leon me miró cuando Cande le entregó la caja de almuerzo de Iglú negro sólido y sonrió. 

—Me envolvió el almuerzo —dijo con voz asombrada. 

Si no hubiera estado preocupado de que Vico me golpeara el trasero, le hubiera agarrado el rostro y besado. No tenía idea de lo mucho que su amabilidad significaba para ellos. 

Los dejé seguros en el autobús escolar y ahora estaba completamente despierto. Mis días de dormir habían terminado. En el momento en que llegué a mi clase de las diez, me sentía alterado por la cafeína. Me serví mi primera taza de café cuando un golpe sonó en la puerta. ¿Quién demonios era? Puse mi taza sobre la mesa y me acerqué a la puerta. Cande se quedó fuera, con Vico detrás de ella. Parecía ansiosa. 

—Hola. ¿Se te olvidó algo? —le pregunté, dando un paso atrás para dejarlos entrar. 

Cande entró, seguido de Vico, que cerró la puerta detrás de él. 

—No. Queremos hablar contigo de algo —dijo Cande, mirando hacia Vico. 
  
—Está bien, uh, ¿Quieren un café? —pregunté. 

—No, gracias. ¿Podemos sentarnos? —preguntó Cande. 

Por lo general, debería ser menos paciente tan temprano en la mañana, pero después de todo lo que hicieron por mí en los últimos días, me abriría una vena y les daría una pinta de sangre si eso era lo que querían. 

—Claro. Tomen asiento. —Los dirigí hacia el sofá. 

Me senté en la silla frente a ellos y tomé un sorbo de mi café, mientras esperaba a que digan lo que fuera que habían venido a decir. Cande respiró hondo. 

—No sé si has notado que últimamente no hemos estado cerca. Al igual que en el Live Bay, no estamos allí tan a menudo y no hemos estado dejando mucho la casa.  

Había estado demasiado envuelto en mi mundo con Lali como para notar a ninguna otra persona. Me limité a asentir en lugar de explicar la forma en que había estado inconsciente. 

—Bueno, Vico y yo hemos tratado durante más de seis meses para quedar embarazada. El mes pasado fuimos a un especialista y me dijeron que había una probabilidad de un uno por ciento de que jamás vaya a concebir. Dijo que podíamos probar diferentes procedimientos que tenían, pero que costaría miles de dólares por adelantado. —Hizo una pausa y miró a Vico de nuevo. 

Había envuelto su brazo alrededor de sus hombros y la metió contra su lado. No sabía si quería que yo comentara esto, o cómo demonios tenía algo que ver conmigo. Así que esperé por más. 

—Nos registramos en la adopción, pero también cuesta miles de dólares adoptar un bebé y te ponen en lista de espera. No es fácil y no tenemos miles de dólares. Tendríamos que conseguir un préstamo e incluso entonces, podríamos no conseguir la aprobación para uno. No habría garantía. De todas formas, empezamos a hablar de la adopción de un niño mayor. Uno en el sistema estatal que necesita un hogar. Quiero una niña. —Se le llenaron de los ojos lágrima mientras decía la palabra “niña”. 

—Mi mamá era muy parecida a la tuya. Ella no quería tener mucho que ver conmigo. Entonces se fue con uno de sus novios cuando tenía ocho años y nunca la volví a ver. Recuerdo acostarme en la cama por la noche y fingir que había una mamá que me quería. Iba a venir a buscarme un día y me amaría. —Cande se detuvo y levantó la mano para limpiar una lágrima que rodaba por su mejilla.

 —Vi a Aleli y la quise inmediatamente. Era justo lo que quería. Una niña que podría amar y criar como mía. Sabía que nunca separarías a los niños. Lo entendí. Así que este fin de semana me ofrecí a quedarme aquí porque quería pasar tiempo con ellos.

 Respiró hondo y parpadeó para contener las lágrimas llenando sus ojos de nuevo. 

—Los quiero. Leon y su dulce naturaleza cuidadosa, me recuerda mucho a ti. Y Cris es tan gracioso y encantador cuando se abre. No esperan nada y eso me rompe el corazón. Quiero darles todo. Quiero amarlos y asegurarles que tienen un hogar. Le rogué a Vico que viniera conmigo la noche del sábado para quedarse con ellos. Quería que llegara a conocerlos. Él se enamoró. —Sorbió por la nariz y le sonrió. —Aleli lo envolvió alrededor de su dedo meñique en cuestión de minutos y él estuvo de acuerdo en que Leon es parecido a ti, así que por supuesto lo amó. Entonces Cris te conmueve. No puedes evitarlo. Sé que acabas de perder a su madre y las cosas están perturbadas para ustedes. No quiero entrar en tu vida y romper todo. Sólo quiero saber si hay alguna posibilidad de que consideres dejar que Vico y yo tengamos a los niños. Tenemos la habitación. Has visto la nueva casa que estamos alquilando. Les haría almuerzos e iría a las excursiones. Haríamos galletas y cortaríamos nuestro propio árbol de Navidad cada año. Nunca estarán solos. Los quiero. Los dos los queremos. 

Cuando levanté la mirada del esperanzado rostro de Cande, noté las lágrimas contenidas en los ojos de Vico y supe mi respuesta. Querían darles lo que yo no sería capaz. Sería el hermano mayor que no recuerda empacar sus almuerzos. Iría a la escuela y los partidos y trabajaría todo el tiempo. Ellos sabían que los amaba, pero se valdrían por sí mismos una gran parte del tiempo. Con Cande y Vico, tendrían padres. El tipo de padres que nunca llegaron a tener. De aquellos que les darían una vida segura y feliz. Esta no era una oportunidad que se le daba a la mayoría de los niños en su situación. Incluso había una buena probabilidad de que el juez no me diera a los niños. Los llevaría y los separaría en cuidados de crianza. 

—Serían los niños más afortunados que conozco por tenerlos como padres —le contesté. 

Cande dejó escapar un sollozo y se tapó la boca con la mano. 

—Voy a llamar a su trabajador social y empezaremos por allí.   
  

Lali 

Era la última cena de la familia antes de la boda. Creí que mamá estaba tan nerviosa con la planificación, que la cancelaría, pero no lo hizo. En cambio, pidió una torta de lujo de la panadería en la ciudad y encendió velas en la mesa. Al parecer, haríamos el último conteo. 

Gas y Rochy entraron de la mano en la cocina. Marcus le susurraba en el oído y ella reía. Eran tan dulces que me dieron ganas de vomitar. Estos días el romance simplemente me hacía enojar. 

No había oído hablar de Aleli o los chicos desde el día en el parque. Esperaba que Aleli me llamara, pero sabía que se asentaban con Peter y hacían frente a las cosas. 

—Vaya, mamá. Te esmeraste al máximo —dijo Gas mientras tomaba el pastel y velas que decoraban la mesa. 

—Es la última cena antes de que esta familia pase de tres a cuatro y quería celebrar los maravillosos nuevos cambios por venir —dijo con una sonrisa. 

Dejó a papá fuera de ese conteo. Fingía como si él no existiera. Gas respetaba eso. Hasta el punto en que mi padre ni siquiera fue invitado a la boda. Tampoco la hermana de Rochy. Sólo venía Luz, que sería la niña de las flores. 

—No tienes que hacer todo esto —le dijo Rochy a mi madre—. Has estado trabajando sin parar en la boda por semanas. Pero gracias. Significa mucho. 

Rochy tenía un don con la gente. Mi mamá era un hueso duro de roer y había adorado a Rochy desde la primera vez que la vio en una cena familiar. Yo también había estado encantada por ella de inmediato, así que entendía su efecto en la gente. Por otra parte, Rochy anotó muchos puntos sólo por hacer tan feliz a Gas. 

Cualquier persona que hiciera sonreír a mi hermano como ella tenía que ser perfecto en todos los sentidos. 

—Quiero que todo sea especial para ustedes dos —respondió mamá e hizo un ademán hacia la mesa—. Tomen asiento. Voy a traer la comida a la mesa. 

—Te ayudaré, mamá —dijo Gas, tirando de la silla de Rochy para ella y a continuación, girando para seguir a mamá dentro de la cocina. 

Rochy me miró al otro lado de la mesa. 

—¿Puedes creer que el sábado por la noche para esta hora, voy a ser la señora de Gaston Esposito? 

Sonriendo, asentí. 

—Sí. Lo esperaba después de que vi a mi hermano contigo la primera vez. Él estaba enganchado. Se notaba en toda su cara. 
  
—Soy la mujer más afortunada del mundo —respondió. 

El dolor en mi pecho era algo a lo que me acostumbraba. Dolía ver a otras parejas enamoradas y felices, porque eso es lo que quería. Tampoco con cualquiera. Lo quería con un hombre que no quería lo mismo. 

Al ver la forma en que mi hermano miraba a Rochy, anhelaba ser mirada de esa manera. Por un hombre que nunca me había dicho que me amaba. Que me mintió y traicionó. Sin embargo, todavía lo quería. ¿Mi corazón nunca dejara de quererlo? 

—¿Estás bien? Pareces deprimida. —La preocupación en la voz de Rochy era evidente. 

Sabía que Gas no le habló de Peter y yo. Ella ni siquiera sabía que habíamos tenido una cita. No podía decirle exactamente que mi corazón fue dañado sin posibilidad de reparación y que me moría por dentro. Ella pensaba que me interesaba Pablo. 

—Sólo estoy cansada. Lo siento. Voy a tratar de no ser tan deprimente. 

Frunció el ceño y empezó a decir algo más, cuando Gas y mamá volvieron a entrar en la habitación con las bandejas de comida que habían sido preparadas. Mamá no había tenido tiempo de cocinar esta semana. Estuvo demasiado ocupada preocupándose por cosas como lo de la cinta para atar en la silla. 

—Esto huele increíble —dijo Gas mientras dejaba la bandeja llena de pinzas de cangrejo fritas y croquetas de maíz sobre la mesa. 

—Pensé en que sea noche de mariscos. Ya que es una boda con temática en la playa. 

Eso no tenía sentido, pero mi madre era obsesiva, así que lo ignoré. Gas cogió algo de comida y comenzó a ponerlo en el plato de Rochy. Siempre hacía cosas así. Le preparaba el desayuno por la mañana y traía su café. Mi hermano había sido educado para ser un caballero del sur. Mi madre logró eso y algo más. 

—Supongo que debo contar lo que me enteré —dijo Gas mientras comenzaba a servir su propio plato. 

—¿Qué? —preguntó mamá. 

Gas me miró. 

—Parece que Cande y Vico van a adoptar a los hermanos de Peter.

 —¿Qué? —No podía fingir que no me importaba, porque sí lo hacía. 

Gas arqueó las cejas y asintió. 

—Síp. Cande se enteró hace un tiempo que no puede quedar embarazada. Querían adoptar. Entonces conoció a los chicos, y ella y Vico los quieren. Peter ya se puso en marcha. El trabajador social de los niños no cree que esto vaya a ser un problema. El tribunal encontrará una solución perfecta. Peter no habría conseguido mantener a esos niños. Tiene su trabajo como gorila de cuatro noches a la semana, y también tiene la escuela y el béisbol. No tiene tiempo para criar a los niños.  

Cande y Vico serían padres increíbles. Y los niños estarían en la ciudad cerca de Peter. Podía verlos que cada vez que quería. Cande amaría a Aleli. Sería la mamá que Aleli se merecía. Espera... 

¿Peter trabajaba como guardia en un club? ¿Era algo que inventó para cubrir la verdad o encontró un nuevo trabajo? 

—Van a hacer unos padres maravillosos. Estoy tan feliz por ellos y esos chicos —le contesté, tratando de ocultar la emoción de mi rostro. 

Mi madre me miraba. Podía sentir sus ojos estudiando cada uno de mis movimientos. No podía dejarle ver alguna debilidad. 

—Sí. Peter está bastante bien con eso. Ha estado preocupado por perder a los niños porque es muy joven. No quería que ellos se separaran y los pusieran en el sistema de cuidado de crianza. Esto elimina esa posibilidad. 

Asentí y cogí una pinza de cangrejo. 

—¿Cuándo comenzó Peter a trabajar como guardia de seguridad? —le pregunté, tratando de sonar casual al respecto. 

Puse la pinza de cangrejo en mi boca y tiré la carne con los dientes mientras esperaba a que respondiera. No miré a mi madre. 

—Hace un par de semanas. Vico le enganchó con un gran concierto. Trabaja cuatro noches a la semana y se le paga bien. Sin embargo, duerme la mayor parte de las horas del día durante el fin de semana. Fue por eso que nadie pudo encontrarlo en su teléfono el día que murió su madre. 

Gas también estaba siendo cuidadoso. Él podía sentir la tensión que irradiaba mamá. No le dije que ella sabía sobre Peter, pero estaba bastante segura de que fue capaz de averiguarlo por las vibraciones que transmitía ella. 

—Tiene sentido. Bueno, me alegro de que las cosas resulten para él —le contesté. 

Gas se movió en su asiento y las preguntas en sus ojos eran claras cuando me miraba. Quería saber si mamá lo sabía. También cuestionaba su participación en nuestra repentina ruptura. No podía permitir que él le preguntara algo. Ella le diría sobre Peter. No quería que Gas lo supiera. Necesitaba que crea que esto fue mi elección y que seguí adelante. 

—Así que, cambiando de tema, mañana viene Pablo. Quería llegar temprano para poder pasar algún tiempo juntos. Si me necesitas para algo, comunícamelo cuanto antes, porque también tengo planes con él —le dije a mi madre. 
  

La tensión de mamá disminuyó y sonrió. 

—Oh, es bueno escuchar eso. Estoy segura de que voy a necesitarte para algo, pero siempre puedes traer a Pablo contigo. Pueden resultar útiles sus músculos. 

—No tiene músculos, mamá. Tiene gente que levanta todo por él, desde su equipaje a su maldito tenedor. El chico no ha hecho nunca ningún tipo de trabajo manual. —Gas sonaba molesto. 

—Tiene un gimnasio en su casa, donde entrena a diario. Les puedo asegurar que tiene músculos muy agradables —le dije con dulzura, encontrando la mirada de mi hermano en la mesa. 

—Si eso es lo que quieres, Lali. Entonces será mi invitado. 

No era lo que quería. Pero nada era lo que quería. Rara vez lo era. 


Cada vez mas cerca del final!! por eso solo subí dos caps y no haré maratón ya que esta por terminar 

PD: LAS QIERO Y COMENTEN 



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