martes, 5 de enero de 2016

capitulo 16








Peter  

No pude hacerlo. 

Cassandra Gregory era una de mis mejores clientes. Me había enviado a muchas otras mujeres ricas. Pero maldita sea si podía dejar Lali en mi apartamento y entrar en la casa de playa de esta mujer. Sería un maldito milagro si pudiera llegar hasta allí. La culpa de mentirle a Lali y haberla dejado cuidando de Aleli era bastante mala. Al recordar lo bien que se sentía estar dentro de Lali, tenerla aferrada a mí y diciendo mi nombre mientras ella encontraba la liberación, era un asunto completamente diferente. 

Nadie más iba a llegar a esa altura. Me veía y me sentía mal. No podía hacer esto. Saqué mi Jeep del estacionamiento de la casa de Cassandra. Iba a tener que decirle algo. Cualquier cosa para dejar esto de lado. Necesitaba el dinero. Leon tenía otra cita con el odontólogo para su aparato la próxima semana y necesitaría por lo menos mil dólares para eso. Además necesitaba conseguir nuevas ventanas en las habitaciones de los niños. Dos estaban rotas. Leon dijo que cuando llovía, se mojaba la pared y el suelo. Lo último que necesitaba era que el remolque tuviera un piso podrido. 

Mi teléfono sonó. Miré hacia abajo para ver el nombre de mi madre en la pantalla. Mierda. No quería hablar en estos momentos. Pero si la ignoraba, podría ir al apartamento mientras no estaba y encontraría a Lali.

 —¿Qué? —dije con rabia al teléfono. Todo era culpa suya, incluso que estuviera en esta situación difícil. 

—Trae a Aleli a casa. Se encuentra mejor. Y mi coche tiene un neumático pinchado. Necesito neumáticos nuevos. 

—Llevaré a Aleli a casa esta noche, si creo que está bien. Y si quieres neumáticos nuevos, consigue un maldito trabajo. Perra estúpida, odiaba recurrir a mí para pagar las cuentas, pero seguro que no le importaba pedirme dinero.

—¿Quieres que conduzca con tus hermanos en esos neumáticos malos? Bien. Conduciré con ellos a la escuela. Odian el autobús de todas formas. 

Era una amenaza que mantendría sólo porque era una viciosa. Miré hacia la casa en frente de mí. Necesitaba el dinero. Siempre necesitaba más dinero. Debería haber guardado el dinero de Agus del juego de póker para pagar en efectivo y no haber obtenido esa maldita televisión de pantalla plana. No hubiera sido suficiente dinero, pero habría ayudado. 

—Conseguiré tus neumáticos. Pero será mejor que no lleves a los chicos a ninguna parte hasta que lo haga. 

Colgué el teléfono y lo tiré en el asiento del pasajero. Apagando todas las emociones y bloqueando cualquier sentimiento que tenía por Lali, abrí la puerta de mi Jeep y salí. Hacía esto desde hace tres años. Podría hacerlo. Tenía que hacerlo. 

Tres horas más tarde estacioné mi Jeep de vuelta en mi casa y salí, cerrando la puerta detrás de mí. Había tenido tiempo suficiente en el camino a casa para calmarme. Le di una patada a mi neumático y golpeé las dos manos sobre el capó. Respiraciones profundas. Necesitaba respirar profundamente. Me dolía el pecho, el estómago se retorció en nudos y el dinero de mierda en mi bolsillo era más pesado que nunca. 

Antes de que tuviera a Lali, esto era fácil. Ahora era enfermizo. Yo era un jodido hijo de puta, literalmente. Necesitaba sentir de nuevo. Necesitaba estar cerca de Lali. 

Anduve a través del estacionamiento y me dirigí escaleras arriba, de dos en dos a la vez. Verla y sostenerla lo mejoraría. La mujer que acababa de pagarme destelló en mi mente y me congelé. No podía tocar a Lali en estos momentos. Tenía que estar limpio. Necesitaba una ducha. La más caliente que pudiera soportar. Lali no tenía necesidad de estar cerca del sexo barato y sin sentido que yo acababa de tener. 

Abrí la puerta y entré. La televisión en mi habitación se hallaba encendida y podía oír a las chicas hablando. Antes de que ninguna de ellas se diera cuenta de que me encontraba en casa, me dirigí al cuarto de baño.


Lali

Oí el chasquido de la puerta de enfrente cerrarse y miré la puerta del dormitorio para ver si Peter aparecía. No lo hizo. Miré por encima de Aleli, que veía la televisión otra vez después de explicarme que esta chica era la niñera de un puñado de niños y que un par de ellos eran adoptados y me giré en la cama. 

—Enseguida vuelvo —le aseguré, cuando volvió la cabeza llena de rizos para mirarme. Sonrió y volvió a ver su espectaculo. 

Cerré la puerta de la habitación al salir y me dirigí a la sala. El sonido de la ducha respondió a mi pregunta. Peter había vuelto a casa desde el gimnasio todo sudado y quería estar limpio. Qué mal. Me hubiera gustado verlo sudoroso. Me acerqué a la nevera y saqué el pollo frito y galletas que Aleli me ayudó a preparar. Peter debía de tener hambre después de estar en el gimnasio durante tres horas. Encendí el horno y puse una pechuga de pollo y una pata junto con un par de galletas en una bandeja de horno, luego la deslicé dentro. No era una fan de la microonda. Estaba segura de que era la causa de todo tipo de problemas de salud. 

El agua de la ducha dejó de escucharse y las mariposas en mi estómago empezaron a subir mientras esperaba ansiosamente volver a verlo. Era ridículo que estuviera tan emocionada por ello. Sólo había estado fuera tres horas. Cuando abrió la puerta del baño, Peter salió con nada más que una toalla alrededor de su cintura. No había palabras para esto. Nada se le comparaba. Sus ojos se encontraron con los míos y una sonrisa tocó sus labios. 

—¡Hola! —dijo mientras se acercaba a mí. No me moví de mi lugar en la cocina. 

—Hola —me las arreglé para responder. Mantener los ojos fuera de su cuerpo y sobre su rostro era otro problema. 

—Algo huele bien. —Miró hacia el horno y luego a mí—. ¿Sabes cocinar? 

—Tal vez. 

Peter bajó la cabeza hasta que su boca se cernía sobre la mía. 

— Sexy como el infierno y además cocinas, Dios, cariño, no podría haber conseguido nada mejor. 

Riendo, me puse de puntillas para besarle en la boca antes de dar un paso atrás y revisar su pollo.

—Aleli me ayudó —le dije. 

—¿En serio? Creo que es necesario comprobarlo otra vez —dijo con una sonrisa maliciosa en su rostro mientras me daba la vuelta. 

—Necesita unos minutos más —le expliqué. 

—Admiraba la vista. 

Dejé que mi mirada viajara por su cuerpo húmedo, apenas cubierto y a continuación, volvía a subirla. 

—Podría decir lo mismo —le dije. Los ojos de Peter se oscurecieron y ardieron al instante. 

—Me miras así de nuevo, y te meteré en el baño y te tomaré contra la pileta. 

Di un paso hacia él. 

—¿Es una amenaza o una promesa? 

Peter alcanzó mi cintura y me jaló hacia él, cuando se abrió la puerta de la habitación. Aleli salió saltando y sonriendo. 

—Peter —gritó en señal de saludo y luego una pequeña arruga tocó su frente—. ¿Nonde está tu ropa? 

Me tapé la boca para sofocar mi risa y alcancé una agarradera para sacar la comida de Peter del horno. 

—Bueno, Aleli, tengo que ir a buscar un poco. Acabo de tomar una ducha para quitarme la suciedad. 

—Te cocinamos la  dena —dijo alegremente, señalando a la comida que ponía en un plato para él. 

—Y se ve deliciosa. Gracias, chicas, por cuidarme. Voy a buscar algo de ropa y entonces vendré a comer. 

—Buena idea —concordó Aleli.

 Observé a Peter caminar hacia la puerta de su habitación y la vista de él en su toalla era tan bonita desde la parte posterior. Necesitaba un ventilador. 

—¿Le dijiste sobre la tarta de matequilla de maní? —preguntó Aleli en un susurro después de que Peter cerrara la puerta. 

—No. Pensé en dejarte sorprenderle con ella. Ya que hiciste todo el trabajo duro.

 Aleli aplaudió e hizo un pequeño baile feliz. No había manera de que fuera a ser capaz de dejar que se comiera toda su comida antes de que sacara la tarta de la nevera. 

—¿Por qué no me ayudas a arreglar algo de beber? 

Aleli corrió al lavavajillas y sacó un vaso limpio. Me lo entregó. 

— Creo que le gusta beder cerveza de raíz. Porque Leon dijo que le gustaba beder cerveza, pero no creo que sea del tipo que bede mi mamá. No le gusta cuando ella bede esas cosas.

Dios la bendiga. Era tan pequeña y ya sabía mucho. No iba a ser la que le dijera que Peter, en efecto, bebía cerveza. Pero también sabía que no iba a haber ninguna cerveza de raíz en esta cocina. 

—¿Y el té dulce que hice antes? ¿Crees que le gustaría eso? —Tenía la esperanza de que sí, porque habría eso. 

Abrí la nevera y empujé las cervezas Bud Light a la parte trasera de la nevera y trasladé el zumo de naranja delante antes de que Aleli se diera cuenta.

 —Ese dulce té delicioso. Creo que le gustará —respondió. 

Terminé de verter el té y le arreglé un plato en la mesa con la ayuda de Aleli, justo a tiempo para que él viniese pavoneándose de su habitación en una camiseta verde ajustada que hacía juego con sus ojos y un par de vaqueros de cintura baja. Esa aspecto debería ser ilegal. Sus pies estaban desnudos y bronceados. Antes no les había prestado mucha atención, pero ahora sabía que incluso tenía los pies sexy. 

—¿Debo quedarme quieto hasta que termines? —bromeó Peter.

 Negué con la cabeza y me encontré con su mirada divertida—. No dejes que te detenga. Lo disfruté. Por favor, continúa. 

No pude evitarlo. Me eché a reír. Me había atrapado comiéndole con los ojos. 

—Te vistes así y es difícil no mirar —le contesté y me alejé de él para sacar el lavavajillas. 

—¿Qué está nal con su ropa? —preguntó Aleli, confundida. Abrí la boca para decirle que nada, pero Peter se me adelantó. 

—Nada, Aleli. Creo a Lali le gusta cómo me veo en mi ropa

. Levanté la cabeza y sus centelleantes ojos se encontraron con los míos.

 —Si le gusta, entonces debes usarlas todo el tiempo. Es dulce, divertida y hemosa. Y puedes usarlas cuando venga a vernos. 

Su vocecita emocionada me dio ganas de ir a abrazarla con fuerza y asegurarle que me vería de nuevo. Todavía no había dicho nada sobre su madre o incluso mencionado volver a casa. Eso dice más que cualquier palabra que pudiera haber dicho. Eso me rompió el corazón. 

—Es una buena idea, Aleli. Tal vez debo usarlas todos los días. Podría conseguir que Lali se quedara durante un rato. En algún momento, ella y yo podríamos ir a buscarlos a ti y los chicos y llevarles a conseguir una hamburguesa. 

Aleli saltó con entusiasmo sobre las puntas de sus pies. 

—Sí, sí, por favor. —Se volvió hacia mí—. ¿Él te gusta con ota ropa, o sólo con esa? —La sinceridad de su pregunta me hizo sonreír. 

Iba a hacer lo que fuera para conseguir que Peter llevara ese conjunto todos los días sólo para que pudiera verme de nuevo. Si no lo hubiera hecho ya, se habría abierto paso a mi corazón, en ese momento. 

—En realidad, Aleli, creo que se ve bien todo el tiempo. Sólo me atrapó mirándole esta vez. 

Los ojos de Aleli se agrandaron y una sonrisa estalló en su cara cuando volvió a mirar a Peter. 

—Le gustas y ella es hemosa y divertida. 

Aleli miraba de mí a Peter. Eso podría haber sido lo más dulce que alguien me haya dicho.

 —También huele bien y tengo algo por ese hermoso pelo castaño— agregó Peter, echándose hacia atrás en su silla y estudiándome. 

—De hecho, huele muy bien —concordó Aleli—. Y su té dulce es delicioso. 

Peter asintió. 

—Sí, tiene todo delicioso. 

Apreté los labios para no reír y apoyé una cadera contra el mostrador para ver como los dos me estudiaban. 

—También puede cantar, me cantó todo tipo de canciones. 

Los ojos de Peter se agrandaron ante la declaración de Aleli. No tenía intención de que se lo dijera a Peter. Canté para ella. Me lo pidió y creí que nadie le había cantado antes. La dejé arrastrarse encima de mi regazo y la canté todas las canciones que me pidió.

 —¿En serio? —preguntó Peter con una sonrisa pícara en su rostro—. Mmm. No lo sabía. Supongo que va a ser el factor decisivo para mí. Lali tendrá que cantar para decidir si quiero que siga cerca.

 Aleli parecía contenta con esto. 

—¡Sí! Lo harás. Canta muy bien. 

Temía el momento en que estuviéramos solos. El teléfono de Peter sonó y se tensó inmediatamente. El aspecto divertido en su rostro desapareció. ¿A quién esperaba? Metió la mano en el bolsillo, descolgó su teléfono y luego dejó escapar un suspiro. 

—La llevaré a casa dentro de un rato. Déjame comer primero. 

Oh, no. Era su madre. No estaba dispuesta a que Aleli volviera con esa mujer. 

—Treinta minutos. 

Colgó el teléfono y miró a Aleli.

 —Mamá está lista para que vuelvas a casa, Alelo. ¿Por qué no vas a conseguir tus cosas mientras termino?

La carita de Aleli cayó, pero no discutió. Asintió y se dirigió al dormitorio. La observé hasta que la perdí de vista y luego volví a mirar a Peter. 

—¿Tiene que irse? —le pregunté en voz baja. 

Peter frunció el ceño y asintió. 

—Sí. —A él tampoco le gustaba la idea. 

—¿Crees que estará bien? ¿Tu mamá recordará darle los antibióticos todos los días? Porque es muy importante que se los tome hasta que se hayan terminado. 

—Leon se asegurará de que se los tome todos. Es bueno con esas cosas. 

Lágrimas picaban en mis ojos y tenía que irme antes de que me pusiera a llorar y Aleli me viera. Fui al baño y abrí el grifo para enmascarar mis lágrimas. Era horrible la idea de enviar a Aleli de nuevo a ese sucio y viejo remolque con una mamá a la que no le importaba. 

—Oye. —Peter abrió la puerta del baño y entró—. Ven aquí. —Me abrazó y apoyó la barbilla en mi cabeza—. Sé que esto es una mierda, pero te prometo que estará bien. Conseguiré que te dejen volver a verla. Joder, si dejas de llorar, también le conseguiré un teléfono para que puedan hablar. 

Asentí. Me gustó esa idea. 

—Está bien. 

—¿Está bien, quieres que le consiga un teléfono? —me preguntó. 

—Sí. 

Peter se rió entre dientes. 

—Hecho. Ahora deja de llorar. Puedo ir y comprobarlos más de una vez a la semana. 

No quería que se sintiera como si estuviera fallando cuando era obvio que hacía todo lo posible para cuidarlos. Si tenía un trabajo de verdad, no sabía cuál era. Tenía la escuela y el béisbol. Él había tenido algunos trabajos secundarios, pero nada cerca de aquí. De alguna manera, tenía dinero. Empecé a preguntarle al respecto cuando se abrió la puerta del baño y Aleli apareció con el ceño fruncido hacia nosotros. 

—¿Qué ocude? 

No podía hacerle saber por qué había estado llorando. Sonreí y me salí de los brazos de Peter. 

—Nada. Sólo tenía una basurita algo en el ojo y vine aquí para sacarla. —Me giré hacia el grifo y lo cerré. 

—¿Por qué te abrazaba Peter? 

La niña no se perdía nada.

—Le saqué la basurita —respondió Peter.

 Aleli pareció conforme con esta respuesta, por lo que asintió. 

— Conseguí mis cosas, etoy lita para irme. 

—Bien, mi Aleli, déjame terminar de comer y luego iremos.

 —Pero ¿qué pasa con su sopresa? —me preguntó Aleli mirando a la nevera con anhelo. 

—Creo que ahora sería un momento increíble para su sorpresa — contesté y dejó caer su bolso y corrió para recuperar la tarta de mantequilla de maní de la nevera. 

Peter me lanzó una mirada inquisitiva y se limitó a sonreír. 

—Hice todo el trabajo dulo. Pregúntale a Lali —le informó Aleli mientras le tendía la tarta de mantequilla de maní con orgullo. 

—¿Me hiciste una tarta? —preguntó Peter con asombro en su voz mientras se agachaba a su nivel. 

—Sí, lo hice. Matequilla de maní.

 Peter se inclinó y la besó en la mejilla. 

—Apuesto a que va a ser la mejor tarta de mantequilla de maní que haya probado. 

Aleli le sonrió y en ese momento, Peter Lanzani era absolutamente perfecto.  

oww son unas tiernas yo igual estoy feliz de estar de vuelta , gracias por los comentarios 

PD: LAS QUIERO Y COMENTEN 

5 comentarios:

  1. Oww amo a alelí <3
    Falta mucho para que Lali se entere lo que hace peter? :(
    Que lindo que subas todos los días :D

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  2. Aaaa ya estaba por irme a dormir menos mal que se me ocurrió entrar al blog antes. Que feo va a ser cuando lali se enteré pobre peter van a sufrir mucho! Espero ansiosa el siguiente cap. Besos

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  3. Mas porfavor esta buena pero estoy preocupada cuando lali se entere

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