domingo, 10 de enero de 2016

capitulo 20





Peter

  Dejar que Lali vaya a casa fue difícil. Quería tenerla aquí. Cada vez que salía por mi puerta, me preocupaba que no fuera a volver. Que iba a descubrir la verdad acerca de mí. 

Esta noche era la cena familiar en su casa. Dijo que su hermano le había dicho que no quería que se lo dijera a su madre. Ella no se hallaba lo suficientemente estable emocionalmente como para tratar con ello. No esperaba que su madre me aceptase. 

Ella sabía que yo era del lado equivocado de la ciudad. Sabía que me metí en problemas durante toda la secundaria y que Gas tuvo que ayudar a rescatarme. A sus ojos, era un caso de caridad de Gas y nunca sería lo suficientemente bueno para su hija. 

Mi teléfono vibró en mi bolsillo, recordándome mi cita. Cada vez que tenía que ir a trabajar, lo odiaba más. Había empezado a buscar en el periódico todos los días un trabajo que pudiera pagarme lo suficiente como para cuidar a los niños y que se adapte a mi horario de clases y a la temporada de béisbol, cuando se pusiera en marcha. Hasta ahora no había nada. No calificaba para nada. Pero no iba a renunciar. Tenía que encontrar una manera de salir de esto. Quería ser digno de Lali y sabía que nunca lo sería mientras continuara haciendo lo que hacía. 

Estiré la mano y cogí mis llaves. Tenía que ir a hacer esto. Si quería mantener mi beca y alimentar a los niños, tenía que hacerlo.  

                                      *** 

Subí por la zona posterior de la casa de ladrillo de tres pisos que pertenece a nuestro ilustre alcalde. Él se follaba a su secretaria y su esposa me pagaba por el mismo servicio. Lo había hecho por más de un año. 
  
Tuve que aparcar a un kilómetro de la carretera y subir hasta la parte trasera de la casa y usar la puerta de atrás. Ella la había dejado desbloqueada. Al abrir la puerta, entré y me dirigí a la escalera.

 A veces me atendía con alguna ridícula pieza de ropa interior y a veces estaba en la cama desnuda, bebiendo vino. Dependía de su estado de ánimo. Llegué al primer escalón y escuché voces. Eso no podía ser bueno. 

Siempre se encontraba sola cuando me llamaba. Me congelé y escuché. Era otra mujer. Reconocí la voz, pero no la pude identificar. Seguramente no había invitado a otra de mis clientes para un trío. Cobraba extra por eso y ahora mismo no estaba seguro de poder lograrlo. Que se me levantara sólo por ella iba a ser bastante difícil. Últimamente, tenía que cerrar los ojos y fingir. Era lo único que funcionaba. 

—Te veré en la reunión del comité de la semana que viene. Gracias, Janice, por ofrecerte a ayudar. Tener tu nombre detrás de esto, siempre atraerá a más voluntarios. —Janice era la esposa del alcalde. 

Ella trataba con una visita inesperada y se acercaban a la esquina. Mierda. Me dispuse a huir, cuando la señora Esposito dobló la esquina y nuestros ojos se encontraron. Joder. Los ojos de Janice me encontraron y se abrieron por la sorpresa. Ella tampoco esperaba que las atrapara. 

Me quedé sin poder moverme de este choque de trenes. ¿Cómo iba a explicarlo? No necesitaba que esta mujer supiera lo que hacía. Iba a encontrar otro trabajo y cuando lo hiciera, iba a ser digno de Lali. Que su madre sepa mi sucio secreto lo arruinaría todo. Se lo diría a Lali. Y si alguna vez descubría lo mío con Lali, se lo diría a ella. 

—Oh, Peter. Estoy tan contenta de que estés aquí. El, uh, inodoro que se rompió está arriba a la izquierda. Simplemente sigue corriendo. — La sonrisa forzada de Janice y su voz aguda no fueron muy convincentes— . Ve ahora y arréglalo. —Agitó la mano y sonrió a la madre de Lali.

 Los ojos de la señora Esposito seguían fijos en los míos. Ataba cabos, maldita sea. 

—Sí, señora. Creí que usted mencionó que también se rompió la lavadora. —Yo era condenadamente mucho más convincente.

 Asintió con nerviosismo. 

—Sí, así es. Pero sigue adelante y arregla el inodoro. 

Asentí y me dirigí hacia las escaleras, rezando por que la señora Esposito creyera esta mierda. 

—Que chico más dulce. Puede arreglar cualquier cosa —dijo Janice en el mismo tono nervioso y agudo. 
  
—¿Es así? —preguntó la señora Esposito. 

El tono de su voz hizo que mi estómago se atara en un nudo. Lo sabía. Por todo el maldito infierno. Ella lo sabía. 
  
Lali 

Hoy Peter se había ido a trabajar de nuevo. Recibió una llamada de su entrenador y tuvo que salir de forma inesperada. Yo había estado de camino hacia aquí. Íbamos a ir a la playa. Sólo quedaban un par de semanas de calor antes de que comenzara el aire de otoño, haciendo imposible disfrutar de la playa. 

Me desplacé a través de mis mensajes de texto para matar el tiempo, y vi una respuesta de Pablo. Habían pasado dos semanas desde que la envió. No envió otra. Había estado tan envuelta en Peter que me olvidé de él.

 Yo: Lamento no haber respondido. Con el comienzo de la escuela y todo, he estado ocupada. 

 Podría tener que llamarlo. Dos semanas era más que descortés. La respuesta de Pablo apareció en la pantalla. 


Pablo: Está bien. He hablado con Euge. Sé que estás viendo a alguien. Tipo con suerte. 

Euge no mencionó a Pablo cuando hablamos el otro día. Parecía feliz por mí, pero también preocupada. 

Yo: Sí. Eso también. Sin embargo debería haber respondido. Lo siento mucho. 

Pablo: No te preocupes por eso. Prométeme que si las cosas no salen bien, me llamarás. Guarda este número.

 Era muy dulce. Si las cosas no salían bien, estaría destrozada. No habría llamadas para alguien más. 

Yo: Lo tendré en cuenta. Gracias de nuevo por la oferta. Volar a Nueva York para cenar sería genial. 

Pablo: La oferta se mantiene en pie. Sólo dilo. 

La puerta del apartamento se abrió y Peter entró con el ceño fruncido en su rostro. Sólo estuvo ausente durante una hora y media. Tampoco estaba muy sudoroso. 

—Hola —dije, dejando mi teléfono para levantarme e ir con él. 

Levantó las manos para frenarme. 

—Estoy asqueroso. Déjame darme una ducha. —No dijo nada más. Se fue hacia el cuarto de baño y cerró la puerta. Fuertemente. ¿Se enfadó porque yo siguiera aquí? 

Mi teléfono reprodujo la canción de los textos y alargué la mano para conseguirlo. 
  
Pablo: Tengo una invitación para la boda de tu hermano. Rochy debe haberla enviado cuando pensaba que había algo entre nosotros. 

Yo: ¿Vas a venir? 

Por favor, Dios, no. 

Peter no sería amable con él. Yo no sería capaz de hablar con él si quería mantener calmado a Peter.

 Pablo: Quiero. 

¿Por qué ha dicho eso? No podía ser grosera. Euge y Nico venían.

 La puerta del baño se abrió. 

—Lo siento, estaba de tan mal humor cuando llegué —dijo Peter, saliendo del cuarto de baño. 

Levanté la vista de mi teléfono.

 —Está bien. Me preocupaba que quisieras que me fuera. Puedo irme si tienes cosas que hacer. 

Peter frunció el ceño y cerró la distancia entre nosotros. 

—Dios, no. Te quiero conmigo. Acabo de tener una mala tarde. Odié tener que dejarte. 

—No has estado fuera tanto rato. Tenemos un montón de tiempo para estar en la playa antes de que se ponga el sol. 

Peter se inclinó y me besó. 

Sonó mi alerta de mensajes. 
Oh, mierda. 

Peter se echó hacia atrás y miró hacia mi teléfono. 

Pablo: No me has dicho que no. Lo voy a tomar como un sí. 

No me moví. Peter lo había leído. Borrarlo ahora no cambiaría eso. Ni siquiera estaba segura de si esto iba a ser un gran problema. Así que esperé una reacción. 

—¿Pablo? ¿Pablo Riera?

 Asentí. El gruñido de rabia en su voz me dijo que esto sería un problema muy grande.  

Cogió el teléfono de mis manos y lo dejé. No dije nada malo. Se desplazó hacia arriba y leyó nuestros mensajes. Cuando regresó al último, levantó la mirada para encontrarse con la mía. 

—¿Eso es lo que quieres, Lali? ¿Un paseo en jet privado a Nueva York? —Lanzó el teléfono sobre la mesa y se fue hacia su habitación. 

Salté cuando su puerta se cerró detrás de él. Mis ojos se llenaron de lágrimas. Ni siquiera me permitió explicarle. Simplemente se fue enfadado. No le había dicho qué es lo que yo quería. Sólo fui educada. 
  
La puerta se abrió y me eché hacia atrás, sin estar segura de si debía irme o defenderme. No estaba acostumbrada a que un hombre se enfade conmigo. Daba miedo. Mi padre nunca me había gritado y hasta la noche que Gas se enteró de Peter y de mí, tampoco lo hizo él. Mi corazón latía en mi pecho y sentí como si fuera a vomitar. Peter señaló a mi teléfono. 

—¿Hablas con él a menudo? ¿Eh? 

Negué con la cabeza. 

—No —balbuceé. 

—Está claro que sí. Tiene dinero. Tu hermano seguro lo aprueba, si le envió una invitación para la boda. 

—No sabía nada de la invitación hasta ahora. 

Peter dejó escapar una risa dura y enfadada. 

—Sin embargo, sabías sobre el paseo en jet a Nueva York, ¿no es así? También parece que has estado todo el día mandándote mensajes con él. 

—Olvidé responderle la última vez que me envió un mensaje. Trataba de ser cortés. Es el hermano de Nico —le expliqué.

 Peter se dio la vuelta y dio un puñetazo a la pared. 

—Al diablo con eso, Lali. Le escribiste mensajes, querías hablar con él. 

Una lágrima rodó por mi rostro y no podía pensar que tenía que decirle para hacerle entender. Estaba tan enfadado. Por primera vez en la historia, quería salir de su apartamento. Quería ir a un lugar sola y llorar. Me acerqué para tomar mi teléfono del sofá, y luego recogí mi bolsa de playa y me dirigí hacia la puerta. No le miré. No podía o rompería a llorar. No quería que me viera llorar. Quería estar enfadada con él y gritarle y decirle lo estúpido que se comportaba, pero el nudo en la garganta me detenía. 

Corrí hacia la puerta y bajé las escaleras. Cuando mi pie golpeó el último escalón, me eché a llorar. No había sido capaz de llegar a mi coche. Limpiando mi cara, me puse las gafas de sol, que habían estado en la cima de mi cabeza y empecé a ir hacia mi auto. El sonido de pasos pesados corriendo por las escaleras me asustó y me di vuelta para ver a Peter corriendo detrás de mí. 

—Lali, espera. Lo siento. No te vayas, por favor. 

Una persona inteligente hubiera seguido andando. Yo no era una persona inteligente. La cara de pánico de Peter mientras me suplicaba que no me fuera, era más poderosa que el sentido común.

 —Soy un idiota. Dios, cariño. Lo siento mucho. Estaba disgustado cuando llegué y luego vi el texto y eso me partió. No voy a mentir, estoy celoso como el infierno. Eres mía y él está detrás de ti. Tiene dinero y la aprobación de tu familia. Dos cosas que yo no tengo. Quiero ser capaz de llevarte a Nueva York en un maldito jet y a cualquier otro lugar que desees ir, pero no puedo. 

Esa era la única explicación que necesitaba. Lo entendí. Me adelanté los pocos pasos que nos separaban y le agarré la cara y lo besé salvajemente en la boca. Fui posesiva. Necesitaba que entendiese que todo lo que quería era él. No un paseo en avión ni una cena de lujo. 

Gimió y pasó las manos por mi pelo y me acercó más a él. Controlé el beso. Le mordí el labio y tiré su lengua dentro de mi boca y la chupé con fuerza, antes de zambullirme en su calor. Cuando por fin rompí el beso, los dos respirábamos pesadamente. 

—Maldita sea —susurró. 

—Nadie se compara a ti. Nadie. Métete eso en la cabeza —le dije, y deslicé la mano por su pecho—. No necesito jets ni lugares de lujo. Sólo te necesito a ti. 


FIN DE MARATÓN ESPERO Q LE HAYA GUSTADO 

PD: las quiero y comenten

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