Papá no salió de su dormitorio el resto del fin de semana.
Llamé un par de veces el domingo por la tarde y me ofrecí a hacerle algo
de comer, pero el solo murmuro una negativa sin abrir la puerta. Su aislamiento
me aterrorizó. Debía estar deprimido por lo de mamá, y avergonzado de haber dejado
pasar su tren. Pero yo sabía que no era saludable. Decidí que si no salía antes
del lunes por la tarde, entraría en la habitación y... bueno, no sabía lo que
iba a hacer a continuación. Mientras tanto, intentaría no pensar en mi padre o
en los papeles de divorcio que estaban en la mesa de la cocina.
Sorprendentemente, fue bastante fácil.
La mayoría de mis pensamientos pululaban alrededor de Peter.
Pero realmente no sabía cómo manejar la situación en el instituto el
lunes. ¿Qué hacer después de una aventura de una noche (o, en mi caso,
una de tarde) con un chico popular del instituto? ¿Se suponía que debía actuar
de forma indiferente? ¿Tratar de no disimular el odio o parecer normal? ¿O
bien, ser honesta conmigo misma y reconocer que me había gustado? ¿Bajar el
tono de desprecio y ser amigable? ¿Le debía algo? Por supuesto que no. El había
disfrutado de la experiencia tanto como yo menos el odio hacia uno mismo.
En el momento en que llegué al instituto el lunes por la
mañana, había decidido evitarlo lo más posible.
— ¿Estás bien, Lali? —Preguntó Euge cuando salimos de
español, al final del primer piso.- Estás actuando… rara.
Lo voy a admitir, mis habilidades de espionaje no eran
precisamente buenas, pero sabía que Peter iba a pasar por delante de la clase
cuando fuera de camino a la suya en el segundo piso, y yo no quería arriesgarme
a una reunión incómoda post-sexo en el pasillo. Miré con ansiedad por el
borde de la puerta, examinando a la multitud buscando los rizos castaños
inconfundibles. Pero Euge sabía que algo pasaba, estaba siendo demasiado obvio.
—No es nada —Mentí, saliendo al pasillo como un niño pequeño
mirando a ambos lados cuando va a cruzar una calle muy transitada, y me
sentí aliviada al no verlo por ninguna parte. — Estoy bien.
—Oh, está bien —Dijo ella sin levantar sospechas-. Debo de
estarlo imaginando, entonces.
—Sí, debes de estarlo imaginando 54
Euge se colocó un mechón suelto de cabello rubio que se
había soltado de su coleta—. ¡Oh, Lali, se me olvido contarte! ¡Estoy tan
emocionada!
—Déjame adivinar, —bromeé—. Tiene algo que ver con Agustín
Sierra, ¿verdad? ¿Te preguntó en qué lugar conseguiste esos vaqueros ceñidos
tan bonitos? ¿O cómo te arreglas el cabello?
— ¡No! —Euge se rió—. No.... En realidad, es sobre mi
hermano. Él viene a visitarnos esta semana, y debe llegar a Hamilton al
mediodía. Me va a recoger a la salida de instituto. Estoy muy emocionada,
hace unos dos años y medio desde que se fue para la
universidad y... —Hola Lali, ¿estás segura de que estás
bien? —
Me quedé congelada en medio del pasillo. Podía sentir como
me estaba quedando blanca y
mis manos se tornaron frías, empecé a temblar y empezaba a
sentir náuseas pero dije la
mentira de siempre. —Estoy bien.
Forcé a mis pies a moverse. — Estoy mejor, bueno,
pensé que se me había olvidado algo. Estoy bien, ¿Qué estabas diciendo?
Euge asintió con la cabeza. — Oh, bueno, estoy muy
entusiasmada con la llegada de Pablo. No puedo creer que diga esto pero lo he
echado tanto de menos. Será agradable pasar el rato con él durante unos días.
Ah, y creo que Merry viene con él. ¿Te dije que acaban de comprometerse?
—No. Eso es genial.... Tengo que ir a clase, Euge.
—Oh, está bien.... Bueno, te veo en Inglés, Lali.
Ya estaba a mitad de camino por el pasillo antes de que Euge
terminara de hablar. Pase junto a un grupo de estudiantes en estampida,
apenas me fije en ellos, ya era bastante con andar de puntillas como para
embestirles con mi mochila. Los sonidos a mí alrededor poco a poco se
desvanecieron cuando los recuerdos no deseados inundaron mi cabeza. Era como si
por las palabras de Euge salieran sin control después de mucho tiempo.
— ¿Eres Lali? ¿La perra de primer año que se enrollo con mi
novio?
— ¿Tu novio? Yo no—
-—Mantente lo más lejos posible de Pablo.
Mi rostro se enrojeció con los recuerdos.
Mis pies se movieron tan rápido que casi corría hacia
mi clase. Como si pudiera escapar de los recuerdos. Como si no me perseguían
con una venganza. Pero Pablo Martinez estaría de vuelta en Hamilton durante una
semana. Pablo Martinez estaba comprometido con Merry. Pablo Martinez...
el chico que me rompió el corazón.
Llegue a clase cuando sonó el timbre. Sabía que el señor
Chaucer estaba mirándome pero no me molesté en voltear. Me senté cerca de
la parte de atrás de clase, tratando desesperadamente de dedicarme a otra cosa,
pero ni siquiera el comentario ingenioso de Gas Dalmau sobre el Poder
Legislativo y su cara adorable hizo que dejara por un momento de pensar en
Pablo y su novia.
Apenas escuché las palabras del Sr. Chaucer y cuando sonó el
timbre, mis apuntes eran escasos, solo tenía dos frases apenas legibles. Dios,
iba a suspender esta asignatura, las cosas se estaban poniendo feas. Si yo
fuera una rica snob de Manhattan, podría haber sido un personaje en G ossip G
irl. (A veces veo esa serie de mala calidad...aunque mis amigas no lo saben)
¿Por qué no podía ser mi vida una comedia? Por otra parte, incluso en
Friendstenían problemas.
Entré en la cafetería, y me encontré con Cande y Euge
esperándome en nuestra mesa. Como siempre, Ángela, Vikki, Jeanine, y el primo
de Jeanine se unieron a nosotros. Ángela estaba mostrando sus nuevos Vans, por
lo que mi enfado fue desapercibido cuando me dejé caer en la silla.
—Son bonitos —Comentó Cande. — ¿Quién te los regaló?
—Mi padre—Contestó Ángela, acariciando la punta de su
zapato.
Él y mi madre están compitiendo por mi amor ahora. En un
primer momento estaba un poco molesta, pero he decidido seguir el rollo y
divertirme con ello. — Ella cruzó las piernas y se toco su pelo oscuro. —Estoy
esperando por el próximo Prada.
Todos se rieron.
—No estuve nada de acuerdo con el divorcio de mis padres
—Dijo Cande —A mi padre no le importaba si yo lo amaba más, supongo.
—Es triste, Can —Murmuró Euge.
—Oh, no lo es—. Cande se encogió de hombros y empezó a coger
su esmalte de uñas de color naranja. —Papá era detestable. Yo me sentí
satisfecha cuando mamá lo echó de la casa. Ella lloró mucho y cuando mamá es
más feliz, el mundo es más feliz. Claro, que no tiene tanto dinero, pero no es
como papá, siempre controlándonos. Él se ofreció a comprar un coche a mamá,
ella no quería, pero él insistía.
—Los divorcios son deprimentes —Suspiró Euge.- —Me sentí muy
mal cuando mis padres se separaron. ¿No, Lali?
Sentí como me ponía roja, menos mal que Cande cambió de
tema, como si no hubiera oído la pregunta de Euge.
—Hola, Vikki, ¿qué ocurrió ayer por la noche? No nos dijiste
donde habías ido. — Jeanine rió a sabiendas. — ¿Qué paso Vikki?
Vikki puso los ojos en blanco y se toco un mechón de su pelo
rizado rubio perfectamente cuidados.
—Oh, Dios mío. Bueno tuve una pelea con Clint, no creo que
me hable más, y Ross...
No presté atención a lo que estaba hablando mientras pensaba
en otra cosa. Por mucho que quería de dejar de pensar en Pablo. No me
interesaban los problemas de Vikki .Cualquier otro día, hubiera
encontrado divertida la historia debido a mi telenovela personal, pero en ese
momento el drama parecía tan vago y sin importancia. Así que era
insípido. Tan indulgente. Tan vacío. No pude evitar sentirme un poco culpable
por pensar eso. Estaba muy distraída pero traté de escuchar los males de Vikki
McPhee.
Luego, algo que dijo me llamó la atención.
-... Pero hice el tonto con Peter un rato después...
— ¿Peter? —Dije.
Vikki me miró, orgullosa de lo que ella veía como un logro.
¿No había más de dos tercios de las chicas en la escuela que habían logrado lo
mismo? Por ejemplo yo... pero, por supuesto, ella no sabía nada.
—Sí —Dijo—. Después de la pelea con Clint, terminé en el
aparcamiento con Peter. Estuvimos en su coche un rato hasta que mi madre me
llamó y tuve que irme a casa antes de que pudiéramos hacer algo. Apesta, ¿no?
—Claro—
Mis ojos se movieron a través de la cafetería, en busca de
una cabeza marrón rizada por encima de los que le rodean. Estabas sentado con
algunos de sus amigos, en su mayoría chicas, por supuesto. Estaban en una mesa
rectangular larga al otro lado de la habitación. Llevaba una camiseta negra
ajustada. No era muy apropiada para el frío que hacía, estábamos a principios
de febrero, mostraba sus perfectos brazos musculosos. Brazos que me habían
abrazado... que habían ayudado a borrar mi estrés…
— ¿Os dije chicas que mi hermano viene a la ciudad?
—Preguntó Euge—. Él y su novia nos visitarán por una semana.
Cande me miró preocupada y se preocupó más cuando me vio
levantarme.
— ¿A dónde vas, La?
Todos en la mesa me miraron, y traté de parecer convincente.
—Acabo de recordar, —le dije— Que tengo que ir a hablar con Peter acerca de
nuestro trabajo de inglés.
Quería evitarlo pero tenía una mejor idea.
— ¿No lo acabasteis el sábado? — Preguntó Euge.
—Lo empezamos pero no lo terminamos.
—Porque estaban muy ocupados con otras cosas. — Bromeó Cande
haciéndome un guiño.
No luzcas culpable. No luzcas culpable.
— ¿No has oído? —Euge se echó a reír.- —Lali está locamente
enamorada de Peter.
Fingí como si fuera a vomitar y todos rieron.
—Correcto —Le dije, asegurándome de que mi voz estaba llena de irritación y
asco.- No lo soporto. Dios, le he perdido el respeto desde que la señora
Perkins me hizo trabajar con él. —Estaría en éxtasis, si yo fuera tú —Dijo
Vikki, sonando un poco amarga.
Jeanine y Ángela asintieron con la cabeza.
—Como sea— Me sentía un poco nerviosa. —Necesito hablar con
él acerca del trabajo. Nos vemos más tarde, ¿de acuerdo?
—De acuerdo —Dijo Euge, riéndose.
Me di prisa en cruzar la cafetería llena de gente, no paré
hasta que estuve a unos pasos de la mesa de Peter, donde el único ocupante era
Sierra Agustín. Entonces hizo una pausa de un segundo, de repente, un poco
vacilante. Una de las chicas, era una delgada rubia con los labios de Angelina
Jolie, estaba hablando acerca de unas vacaciones de mierda en Miami, y Peter
estaba escuchando con atención, obviamente, tratando de convencerla de su
simpatía.
La repugnancia borró mi inseguridad, y me aclaré la garganta
con fuerza, consiguiendo de todo el grupo un poco de atención. La rubia estaba
agitada y enojada, pero me centre en Peter, que me miró con indiferencia, como
si fuera cualquier chica.
—Necesito hablar contigo acerca de nuestro trabajo de inglés
— ¿Es necesario? —Preguntó Peter con un suspiro.
—Sí -dije—. Ahora mismo. Yo no voy a suspender por tu
pereza.
Puso los ojos en blanco y se levantó.
—Lo siento chicas, el deber me llama —Dijo a las chicas
afectadas— Os veré mañana, ¿me guardareis un sitio?
—Por supuesto que lo haremos —Chilló una pequeña pelirroja.
Cuando Peter y yo nos alejamos, oí decir a los de los Labios
Grandes: — Dios, esa chica es una perra.
Cuando llegamos al pasillo Peter preguntó: — ¿Cuál es el
problema, Duffy? Te envié un correo electrónico con el ensayo anoche,
como me dijiste. ¿Y a dónde exactamente vamos? ¿A la biblioteca?—
—Cállate y ven conmigo—.
Lo llevó por el pasillo, más allá de las aulas de inglés. No
me pregunten de dónde saqué esa idea, porque yo no podía contestarla, pero
sabía exactamente a dónde íbamos, y estaba segura de que esto me podría hacer
una puta. Pero cuando llegamos a la puerta del armario de la limpieza, no tenía
ningún sentimiento de vergüenza... todavía no, por lo menos. Agarré el pomo de la
puerta y vi los ojos de Peter estrechados por sospecha. Abrí la puerta,
comprobé que nadie estaba mirando, e hizo un gesto para que él entrara. Peter
entró en el armario pequeño, y yo lo seguí, cerrando sigilosamente la puerta
detrás de nosotros.
—Algo me dice que no se trata de” La Letra Escarlata”
—Dijo, e incluso en la oscuridad,
sabía que él estaba riendo.
—Cállate
Esta vez me encontró a mitad de camino. Sus manos se
enredaron en mi pelo y la mías se posaron en sus antebrazos. Nos besamos con
violencia, y nos estrellamos contra la pared. Oí un caer una fregona, o tal vez
una escoba, pero mi cerebro apenas registró el sonido cuando una de las manos
de Peter se trasladó a mi cadera, y me acercó más a él.
Él era mucho más alto que yo, se tenía que inclinar para
besarme. Sus labios se presionaban con fuerza contra los míos, y dejé que mis
manos exploraran sus bíceps. El olor de su colonia invadía el aire rancio de la
habitación y llenó mis sentidos. Sentí como su mano insistentemente intentaba
levantar el borde de mi camiseta. Con un suspiro, me aparte de él y me agarró
por la muñeca.
—No, no... Ahora.
—Entonces ¿cuándo? —Preguntó Peter en mi oído. Todavía me
tenia sujeta contra la pared. Ni siquiera le faltaba el aliento. Yo, en
cambio, luchaba por recuperarlo.
—Más tarde.
—Se más específica.
Me deshice de sus brazos y me dirigí hacia la puerta, casi
tropecé con lo que parecía un cubo. Levanté una mano para retocarme el pelo
ondulado y sujeté el picaporte.
No pensé que el timbre que anuncia el final de la clase
fuera a sonar nunca. Cálculo era terriblemente largo y aburrido, e inglés
era horripilante. Me encontré a mí misma mirando a Peter muchas veces, ansiosa
por sentir de nuevo los efectos adormecedores que provoca en mi mente sus
brazos, manos, y labios.
Sólo recé para que mis amigas no lo notaran. Euge, por supuesto, me creería si le digo que está imaginando cosas; Cande, por otro lado... bueno, con suerte Cande estaría muy absorbida con la clase de gramática del Sr. Perkins, ja, ¡sí claro!, para mirarme. Probablemente me interrogaría por horas y adivinaría todo lo que había pasado, viendo a través de mis negaciones. De verdad necesitaba salir de aquí antes de ser expuesta.
Pero para cuando finalmente sonó el timbre, no tenía prisa por salir.
Euge entró a la cafetería con su rubia coleta balanceándose tras ella. —¡No puedo esperar a verlo!
—Lo entendemos, Euge —dijo Cande—. Amas a tu hermano mayor. Es lindo, en serio, pero has dicho eso como... ¿veinte veces hoy? ¿Treinta quizás?
Euge se sonrojó. —Bueno, no puedo esperar.
—Por supuesto que no puedes — sonrió Cande—. Estoy segura de que estará feliz de verte también, pero quizás quieras calmarte un poquito. —Se detuvo en medio de la cafetería y miró sobre su hombro hacia mí—. ¿Vienes, La?
—No —dije, agachándome y jugando con los cordones de mis zapatos—. Tengo que... atar esto. Adelántaros chicas. No aplaceis la reunión por mí.
Cande me dirigio una mirada complice antes de asentir y empujar a Euge hacia adelante. Comenzó una nueva conversación para distraer a Euge de mi patética excusa.
—Háblame de su prometida. ¿Cómo es? ¿Es guapa? ¿Tonta como un saco de patatas? Quiero los detalles.
Esperé en la cafetería unos buenos veinte minutos, sin querer tener la oportunidad de encontrármelo en el aparcamiento. Qué gracioso que, hace menos de siete horas, había estado evitando a un chico completamente distinto... uno por el que ahora estaba desesperada por ver.
Tan enfermo y retorcido como era, no podía esperar a estar de vuelta en la habitación de
Peter. De vuelta a mi propia isla privada. De vuelta a mi mundo de escape. Pero primero tenía que esperar que Pablo Martinez saliera del aparcamiento.
Cuando me sentí segura de que él se había ido, salí de la escuela, poniéndome el suéter. El viento de febrero golpeó mi cara mientras me movía a través del aparcamiento vacío, la visión de mi coche no me brindó ninguna comodidad. Me senté en el asiento del conductor, temblando como una loca y encendí el motor. El viaje a casa pareció durar horas, aunque el instituto de Hamilton está a sólo cuatro kilómetros de mi casa. Había comenzado a preguntarme si podía llegar a casa de peter unas pocas horas antes, cuando entré a mi cochera y recordé a mi papá. O h, genial. Su coche estaba aparcado allí, pero todavía no debería estar de vuelta del trabajo.
— ¡Maldición! —Gemí, golpeando el volante y saltando como una idiota cuando sonó la bocina—. ¡Maldición! ¡Maldición!
La culpa se apoderó de mí. ¿Cómo me pude olvidar de papá? .Mi pobre papá, solo, atrincherado en su dormitorio. Me preocupé mientras salía del coche y caminaba pensando que estaría en su habitación. Si lo estaba, ¿tendría que tumbar la puerta?¿Luego qué? ¿Gritarle? ¿Llorar con él? ¿Decirle que mamá no lo merece? ¿Cuál era la respuesta correcta?
Pero papá estaba sentado en el sofá cuando entré, con un tazón de palomitas de maíz en su regazo. Dudé en la puerta, sin estar segura de qué demonios estaba sucediendo. Se veía... normal. No se veía como si hubiera estado llorando o bebiendo ni nada. Sólo se parecía a mi padre con sus gruesas gafas de montura y desordenado cabello castaño rojizo. De la misma manera en que lo veía todos los días de la semana.
—Hola, Abejorro —dijo, mirándome—. ¿Quieres palomitas? Hay una película de Clint Eastwood enla
AMC.
—Um... no gracias. —Miré alrededor de la habitación. No había
vasos rotos. Ninguna botella de cerveza. Como si no hubiera estado bebiendo
nada ese día. Me pregunté si eso era el final. Si la recaída había terminado.
¿Las recaídas funcionaban de esa manera? No tenía idea. Pero no podía evitar
sentirme precavida—. ¿Papá, estás bien?
—Oh, estoy bien —dijo—. Me desperté tarde esta mañana, así que llamé al trabajo y les dije que estaba enfermo. No he cogido ninguno de mis días de vacaciones, así que no es gran cosa.
Miré hacia la cocina. El sobre de Manila todavía estaba intacto en la mesa de la cocina. Intocable.
Debió seguir mi mirada, o adivinarlo, porque con un encogimiento de hombros dijo: —Oh, ¡esos estúpidos papeles! Ya sabes, me tenían en un aprieto. Finalmente pensé en ello y me di cuenta de que sólo son un error. El abogado de tu madre escuchó que se había ido un poco más de tiempo de lo usual y soltó la bomba.
— ¿Has hablado con ella?
—No —admitió papá—. Pero estoy seguro de que ese es el problema. Nada de que preocuparse abejorro. ¿Qué tal el día?
—Estuvo bien.
Ambos estábamos mintiendo, pero yo sabía que mis palabras no eran ciertas. Él, por otra parte, parecía genuinamente convencido. ¿Cómo podía recordarle que la firma de mamá estaba en los papeles? ¿Cómo podía devolverlo a la realidad? Eso sólo lo llevaría a su habitación de nuevo o lo enviaría en búsqueda de una botella y arruinaría este momento de paz fabricada
Y no quería ser la que estropeara la sobriedad de mi papá.
Consternado, decidí mientras subía las escaleras hacia mi habitación. Estaba simplemente consternado. Pero la negación no iba a durar mucho. Eventualmente tendría que despertar. Sólo esperaba que lo hiciera con gracia.
Me estiré en mi cama con mi libro de cálculo en frente de mí, tratando de hacer una tarea que realmente no entendía. Mis ojos continuaban saltando al reloj despertador de mi mesita de noche. 3:28... 3:31... 3:37... Los minutos pasaban, y los problemas de matemáticas se volvieron borrosos, patrones de símbolos indescifrables, como runas antiguas.
Finalmente cerré el libro y reconocí mi derrota. Esto era enfermo. No debería estar pensando en Peter. No debería estar besando a Peter. No debería estar durmiendo con Peter. Maldita sea, semanas antes habría pensado que hablar con él era horrible. Pero mientras más giraba en mi mundo, más atrayente se volvía. No me malentiendan, todavía lo odiaba con pasión. Su arrogancia me hacía querer gritar, pero su habilidad para me; aunque sólo sea temporalmente, de mis problemas lo dejaba en lo alto. Era mi droga. Estaba enferma. Aún más enferma era la forma en la que le mentí a Cande, sobre esto cuando me llamó a las cinco y media.
—Hola, ¿estás bien? Oh, Dios mío, no puedo creer que Pablo esté de vuelta. ¿Estás, como en estado de pánico? ¿Necesitas que vaya a tu casa?
—No —estaba nerviosa, todavía miraba el reloj cada pocos minutos—. Estoy bien.
—No te lo guardes, La —instó.
—No lo hago. Estoy bien.
—Voy para allá —dijo ella.
—No —dije rápidamente—. No lo hagas. No hay razón para ello.
Hubo silencio por un segundo, y cuando Cande habló de nuevo, sonaba un poco herida. — De acuerdo... pero, quiero decir, incluso si no hablamos acerca de Pablo, podríamos salir o cualquier cosa.
—No puedo —dije—. Yo, um... —Eran las cinco y treinta y tres. Aún había una hora para poder salir a lo de Peter. Pero no le podía decir eso a Cande. Nunca. —Pienso que me voy a ir a la cama temprano esta noche.
— ¿Qué?
—Me quedé despierta hasta muy tarde anoche viendo, u... una película. Estoy exhausta.
Ella sabía que estaba mintiendo. Era muy obvio. Pero no me cuestionó. En su lugar, sólo dijo: —Bueno... bien, supongo. ¿Pero quizás mañana? ¿O este fin de semana? En verdad
necesistas hablar de ello, La. Aun cuando pienses que no lo necesitas. Solo por que es el hermano de Euge...
Al menos ella pensó que estaba mintiendo para encubrir mis asuntos con Pablo. Prefería que pensara eso, que la verdad. Dios, era una amiga de mierda. Pero Peter era algo acerca de lo que tenía que mentir. A todos.
Cuando finalmente se hicieron las seis y cuarenta y cinco, agarré mi suéter y corrí hacia abajo por las escaleras, sacando las llaves de mi bolsillo. Encontré a papá en la cocina, calentando en el microondas unas mini pizzas. Me sonrió mientras me colocaba mis guantes. —Oye, papá —dije—. Volveré más tarde.
— ¿A dónde vas, Abejorro?
Oh, uh, buena pregunta. Este era un problema que no había anticipado, pero cuando todo lo demás falla, di la verdad... o al menos parte de ella.
—Voy a la casa de Peter Lanzani. Estamos trabajando en un ensayo para inglés. No llegaré a casa tarde —O h, por favor, pensé. N opermitasquemismejillassesonrojen.
—De acuerdo —dijo papá—. Diviértete con Peter.
Salí de la cocina antes de que mi cara ardiera en llamas. — ¡Adiós, papá!
Casi corrí hasta mi coche y me resulto difícil cuando entré en la autopista. No iba a obtener mi primera multa por Peter Lanzani. El límite tenía que estar señalado en algún lugar.
Entonces de nuevo, ya había cruzado varios límites.
¿Qué estaba haciendo exactamente? Siempre me había burlado de las chicas que jodían con Peter, y aun así, aquí estaba yo, volviéndome una de ellas. Me dije que había una diferencia. Esas chicas pensaban que tenían una oportunidad con Peter; lo encontraban sexy y atrayente, lo que de una forma retorcida, supongo que lo era. Ellas pensaban que era un buen chico, que podían domarlo, pero yo sabía que era un imbécil. Sólo quería su cuerpo. Ninguna atadura. Nada de sentimientos. Sólo quería el subidon.
¿Eso me hacía una drogadicta y una prostituta?
Detuve mi coche en frente de la inmensa casa y decidí que mis razones eran justificadas. La gente con cáncer fumaba marihuana con prescripción médica; mi situación era muy similar. Si no usaba a Peter para distraerme, me volvería loca, así que en realidad me estaba salvando de la autodestrucción y una montaña de facturas por terapia.
Caminé por la acera y toqué el timbre. Un segundo después, el seguro sonó y el pomo giró. En el instante en que la sonriente cara de Peter apareció en la puerta, supe que, a pesar de mi razonamiento, esto estaba mal.
Asqueroso. Enfermo. Poco saludable.
Y completamente estimulante.
Sólo recé para que mis amigas no lo notaran. Euge, por supuesto, me creería si le digo que está imaginando cosas; Cande, por otro lado... bueno, con suerte Cande estaría muy absorbida con la clase de gramática del Sr. Perkins, ja, ¡sí claro!, para mirarme. Probablemente me interrogaría por horas y adivinaría todo lo que había pasado, viendo a través de mis negaciones. De verdad necesitaba salir de aquí antes de ser expuesta.
Pero para cuando finalmente sonó el timbre, no tenía prisa por salir.
Euge entró a la cafetería con su rubia coleta balanceándose tras ella. —¡No puedo esperar a verlo!
—Lo entendemos, Euge —dijo Cande—. Amas a tu hermano mayor. Es lindo, en serio, pero has dicho eso como... ¿veinte veces hoy? ¿Treinta quizás?
Euge se sonrojó. —Bueno, no puedo esperar.
—Por supuesto que no puedes — sonrió Cande—. Estoy segura de que estará feliz de verte también, pero quizás quieras calmarte un poquito. —Se detuvo en medio de la cafetería y miró sobre su hombro hacia mí—. ¿Vienes, La?
—No —dije, agachándome y jugando con los cordones de mis zapatos—. Tengo que... atar esto. Adelántaros chicas. No aplaceis la reunión por mí.
Cande me dirigio una mirada complice antes de asentir y empujar a Euge hacia adelante. Comenzó una nueva conversación para distraer a Euge de mi patética excusa.
—Háblame de su prometida. ¿Cómo es? ¿Es guapa? ¿Tonta como un saco de patatas? Quiero los detalles.
Esperé en la cafetería unos buenos veinte minutos, sin querer tener la oportunidad de encontrármelo en el aparcamiento. Qué gracioso que, hace menos de siete horas, había estado evitando a un chico completamente distinto... uno por el que ahora estaba desesperada por ver.
Tan enfermo y retorcido como era, no podía esperar a estar de vuelta en la habitación de
Peter. De vuelta a mi propia isla privada. De vuelta a mi mundo de escape. Pero primero tenía que esperar que Pablo Martinez saliera del aparcamiento.
Cuando me sentí segura de que él se había ido, salí de la escuela, poniéndome el suéter. El viento de febrero golpeó mi cara mientras me movía a través del aparcamiento vacío, la visión de mi coche no me brindó ninguna comodidad. Me senté en el asiento del conductor, temblando como una loca y encendí el motor. El viaje a casa pareció durar horas, aunque el instituto de Hamilton está a sólo cuatro kilómetros de mi casa. Había comenzado a preguntarme si podía llegar a casa de peter unas pocas horas antes, cuando entré a mi cochera y recordé a mi papá. O h, genial. Su coche estaba aparcado allí, pero todavía no debería estar de vuelta del trabajo.
— ¡Maldición! —Gemí, golpeando el volante y saltando como una idiota cuando sonó la bocina—. ¡Maldición! ¡Maldición!
La culpa se apoderó de mí. ¿Cómo me pude olvidar de papá? .Mi pobre papá, solo, atrincherado en su dormitorio. Me preocupé mientras salía del coche y caminaba pensando que estaría en su habitación. Si lo estaba, ¿tendría que tumbar la puerta?¿Luego qué? ¿Gritarle? ¿Llorar con él? ¿Decirle que mamá no lo merece? ¿Cuál era la respuesta correcta?
Pero papá estaba sentado en el sofá cuando entré, con un tazón de palomitas de maíz en su regazo. Dudé en la puerta, sin estar segura de qué demonios estaba sucediendo. Se veía... normal. No se veía como si hubiera estado llorando o bebiendo ni nada. Sólo se parecía a mi padre con sus gruesas gafas de montura y desordenado cabello castaño rojizo. De la misma manera en que lo veía todos los días de la semana.
—Hola, Abejorro —dijo, mirándome—. ¿Quieres palomitas? Hay una película de Clint Eastwood en
—Um...
—Oh, estoy bien —dijo—. Me desperté tarde esta mañana, así que llamé al trabajo y les dije que estaba enfermo. No he cogido ninguno de mis días de vacaciones, así que no es gran cosa.
Miré hacia la cocina. El sobre de Manila todavía estaba intacto en la mesa de la cocina. Intocable.
Debió seguir mi mirada, o adivinarlo, porque con un encogimiento de hombros dijo: —Oh, ¡esos estúpidos papeles! Ya sabes, me tenían en un aprieto. Finalmente pensé en ello y me di cuenta de que sólo son un error. El abogado de tu madre escuchó que se había ido un poco más de tiempo de lo usual y soltó la bomba.
— ¿Has hablado con ella?
—No —admitió papá—. Pero estoy seguro de que ese es el problema. Nada de que preocuparse abejorro. ¿Qué tal el día?
—Estuvo bien.
Ambos estábamos mintiendo, pero yo sabía que mis palabras no eran ciertas. Él, por otra parte, parecía genuinamente convencido. ¿Cómo podía recordarle que la firma de mamá estaba en los papeles? ¿Cómo podía devolverlo a la realidad? Eso sólo lo llevaría a su habitación de nuevo o lo enviaría en búsqueda de una botella y arruinaría este momento de paz fabricada
Y no quería ser la que estropeara la sobriedad de mi papá.
Consternado, decidí mientras subía las escaleras hacia mi habitación. Estaba simplemente consternado. Pero la negación no iba a durar mucho. Eventualmente tendría que despertar. Sólo esperaba que lo hiciera con gracia.
Me estiré en mi cama con mi libro de cálculo en frente de mí, tratando de hacer una tarea que realmente no entendía. Mis ojos continuaban saltando al reloj despertador de mi mesita de noche. 3:28... 3:31... 3:37... Los minutos pasaban, y los problemas de matemáticas se volvieron borrosos, patrones de símbolos indescifrables, como runas antiguas.
Finalmente cerré el libro y reconocí mi derrota. Esto era enfermo. No debería estar pensando en Peter. No debería estar besando a Peter. No debería estar durmiendo con Peter. Maldita sea, semanas antes habría pensado que hablar con él era horrible. Pero mientras más giraba en mi mundo, más atrayente se volvía. No me malentiendan, todavía lo odiaba con pasión. Su arrogancia me hacía querer gritar, pero su habilidad para me; aunque sólo sea temporalmente, de mis problemas lo dejaba en lo alto. Era mi droga. Estaba enferma. Aún más enferma era la forma en la que le mentí a Cande, sobre esto cuando me llamó a las cinco y media.
—Hola, ¿estás bien? Oh, Dios mío, no puedo creer que Pablo esté de vuelta. ¿Estás, como en estado de pánico? ¿Necesitas que vaya a tu casa?
—No —estaba nerviosa, todavía miraba el reloj cada pocos minutos—. Estoy bien.
—No te lo guardes, La —instó.
—No lo hago. Estoy bien.
—Voy para allá —dijo ella.
—No —dije rápidamente—. No lo hagas. No hay razón para ello.
Hubo silencio por un segundo, y cuando Cande habló de nuevo, sonaba un poco herida. — De acuerdo... pero, quiero decir, incluso si no hablamos acerca de Pablo, podríamos salir o cualquier cosa.
—No puedo —dije—. Yo, um... —Eran las cinco y treinta y tres. Aún había una hora para poder salir a lo de Peter. Pero no le podía decir eso a Cande. Nunca. —Pienso que me voy a ir a la cama temprano esta noche.
— ¿Qué?
—Me quedé despierta hasta muy tarde anoche viendo, u... una película. Estoy exhausta.
Ella sabía que estaba mintiendo. Era muy obvio. Pero no me cuestionó. En su lugar, sólo dijo: —Bueno... bien, supongo. ¿Pero quizás mañana? ¿O este fin de semana? En verdad
necesistas hablar de ello, La. Aun cuando pienses que no lo necesitas. Solo por que es el hermano de Euge...
Al menos ella pensó que estaba mintiendo para encubrir mis asuntos con Pablo. Prefería que pensara eso, que la verdad. Dios, era una amiga de mierda. Pero Peter era algo acerca de lo que tenía que mentir. A todos.
Cuando finalmente se hicieron las seis y cuarenta y cinco, agarré mi suéter y corrí hacia abajo por las escaleras, sacando las llaves de mi bolsillo. Encontré a papá en la cocina, calentando en el microondas unas mini pizzas. Me sonrió mientras me colocaba mis guantes. —Oye, papá —dije—. Volveré más tarde.
— ¿A dónde vas, Abejorro?
Oh, uh, buena pregunta. Este era un problema que no había anticipado, pero cuando todo lo demás falla, di la verdad... o al menos parte de ella.
—Voy a la casa de Peter Lanzani. Estamos trabajando en un ensayo para inglés. No llegaré a casa tarde —O h, por favor, pensé. N opermitasquemismejillassesonrojen.
—De acuerdo —dijo papá—. Diviértete con Peter.
Salí de la cocina antes de que mi cara ardiera en llamas. — ¡Adiós, papá!
Casi corrí hasta mi coche y me resulto difícil cuando entré en la autopista. No iba a obtener mi primera multa por Peter Lanzani. El límite tenía que estar señalado en algún lugar.
Entonces de nuevo, ya había cruzado varios límites.
¿Qué estaba haciendo exactamente? Siempre me había burlado de las chicas que jodían con Peter, y aun así, aquí estaba yo, volviéndome una de ellas. Me dije que había una diferencia. Esas chicas pensaban que tenían una oportunidad con Peter; lo encontraban sexy y atrayente, lo que de una forma retorcida, supongo que lo era. Ellas pensaban que era un buen chico, que podían domarlo, pero yo sabía que era un imbécil. Sólo quería su cuerpo. Ninguna atadura. Nada de sentimientos. Sólo quería el subidon.
¿Eso me hacía una drogadicta y una prostituta?
Detuve mi coche en frente de la inmensa casa y decidí que mis razones eran justificadas. La gente con cáncer fumaba marihuana con prescripción médica; mi situación era muy similar. Si no usaba a Peter para distraerme, me volvería loca, así que en realidad me estaba salvando de la autodestrucción y una montaña de facturas por terapia.
Caminé por la acera y toqué el timbre. Un segundo después, el seguro sonó y el pomo giró. En el instante en que la sonriente cara de Peter apareció en la puerta, supe que, a pesar de mi razonamiento, esto estaba mal.
Asqueroso. Enfermo. Poco saludable.
Y completamente estimulante.
epaaa como estan lali y peter aajajaja pero elsiguiente capi
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