Corin se quedó mirando fijamente el teléfono, notando cómo
la decepción lo invadía en oleadas. Ésta tampoco se lo había dicho. Por lo
menos no lo había increpado igual que habían hecho las demás. Había pensado que
lo haría, se había preparado para lo que pudiera decirle. Era una bocazas, tal
como habría dicho Madre. Con frecuencia desaprobaba la forma en que hablaba en
el trabajo, diciendo tantas groserías.
A Madre no le habría gustado nada.
No sabía qué hacer. Matar a la primera zorra había sido...
abrumador. No esperaba aquella sensación tan intensa y poderosa de alegría,
casi de éxtasis. Se había enorgullecido de aquel acto, pero después sintió
miedo. ¿Qué haría Madre si supiera que había disfrutado con ello? Siempre le
había dado mucho miedo que ella descubriera el placer secreto que obtenía de
sus castigos.
Pero el asesinato... Oh, el asesinato. Cerró los ojos y se
balanceó ligeramente adelante y atrás reviviendo cada momento en su mente. La
sorpresa dibujada en los ojos de aquella zorra durante una fracción de segundo
antes de que la golpeara el martillo, el ruido sordo y húmedo de los golpes,
luego la dicha que le corrió por las venas y la sensación de ser todopoderoso,
de saber que ella no podía detenerlo porque él era muy fuerte... Se le
inundaron los ojos de lágrimas, porque había disfrutado mucho y ahora todo se
había terminado.
No había disfrutado tanto de ninguna otra cosa desde el día
en que mató a Madre.
No... No pienses en eso. Le dijeron que no debía pensar en
eso. Pero dijeron que debía tomarse las pastillas, y en eso se equivocaban,
¿verdad? Las pastillas lo hacían desaparecer. Así que a lo mejor sí debería
pensar en Madre.
Fue al cuarto de baño y se miró en el espejo. Sí, aún estaba
allí.
Se había traído una barra de labios de la casa de la zorra.
No sabía por qué. Cuando estuvo muerta, se paseó por la casa mirando sus cosas,
y cuando entró en el cuarto de baño y se contempló en el espejo se fijó en la
increíble cantidad de maquillajes que había esparcidos por todas partes,
cubriendo toda la superficie plana. Aquella zorra desde luego creía en eso de
embellecerse, ¿eh? Bueno, ya no iba a necesitar más todo aquello, pensó, y se
guardó la barra de labios en el bolsillo. Desde aquella noche la conservaba
sobre el lavabo de su propio cuarto de baño.
Destapó el tubo y giró la base del mismo. Al hacerlo salió
la barra de color carmín y forma obscena, como el pene de un perro. Sabía cómo
era el pene de un perro porque había... No, no pienses en eso.
Se inclinó hacia delante y se perfiló cuidadosamente los
labios de rojo brillante. Se enderezó y se contempló en el espejo. Sonriente,
con el rojo de labios contrastando con los dientes, dijo:
—Hola, Madre.
Bien chicas este cap fue cortito pero bastante raro ..aun quedan 4 caps mas de la maratón
Ah pero ese tipo esta cagado de la cabeza mal! seguiiii
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