Condujo como un maníaco para reunirse puntualmente con Lali
en la casa de sus padres. Como ellos cuatro y el equipaje correspondiente a
seis semanas no iban a caber en el Viper de Lali ni en el todoterreno de él,
pensaban acudir al aeropuerto en el Lincoln de la madre. Lali estaba ya sentada
al volante y con el motor encendido cuando Peter se detuvo con un frenazo en el
camino de entrada, y se apeó de un salto del todoterreno.
—Llegas tarde —le dijo haciendo derrapar los neumáticos en
cuanto Peter se dejó caer en el asiento, antes de ponerse siquiera el cinturón
de seguridad.
—Llegaremos a tiempo —replicó él con confianza. Con Lali al
volante, no le cabía la menor duda. Tal vez debiera advertirla en cuanto a
correr demasiado, se dijo, pero luego lo pensó mejor.
— ¿Te acuerdas de la entrevista que tuve hace unas cuantas
semanas?
—Has conseguido el empleo —dijo Lali.
— ¿Cómo lo sabes?
— ¿Por qué ibas a mencionarlo, si no?
—Me formé en la academia de policía estatal, de modo que no
tendré que volver a ella. Puedo pasar directamente a trabajar de detective. El
problema es que tendré que ir a vivir a otra parte.
— ¿Y? —Lali puso los ojos en blanco.
— ¡No hagas eso! Mira la carretera.
— ¡Estoy mirando!
— ¿No te importa que tengamos que mudarnos? Acabas de
comprarte la casa.
—Lo que me molestaría —replicó ella sucintamente— es que tú
vivieras en una ciudad y yo en otra. Eso sí que sería un fastidio.
Lali llegó al aeropuerto en un tiempo récord y aparcó el
coche. Mientras corrían hacia la puerta de llegadas, dijo:
—Acuérdate de que mi padre tiene Parkinson, de modo que si
le tiembla el brazo, es por eso.
—Me acordaré —contestó Peter, manteniéndose fácilmente a la
par de Lali gracias a sus largas piernas.
Acababan de llegar a la puerta de llegadas cuando comenzaron
a salir pasajeros. Sus padres aparecieron casi de inmediato. Lali lanzó un
chillido y corrió al encuentro de su madre, le echó los brazos al cuello y la
abrazó con ganas, y seguidamente hizo lo mismo con su padre.
— ¡Éste es Peter! —les dijo, al tiempo que arrastraba al
aludido. Sus padres ya estaban enterados de la inminente boda, de modo que la
madre le echó a Peter los brazos al cuello y también lo abrazó.
El padre le tendió la mano derecha, que temblaba de manera
ostensible.
—Eso es —dijo—, tú agárrame la mano y ya me encargo yo de
estrecharla.
Peter estalló en una carcajada.
— ¡Carlos! ¡Será posible! —dijo la madre.
— ¿Qué pasa? —preguntó él con expresión ofendida por la
reprimenda—. Si no puedo divertirme un poco con esto, ¿de qué sirve que lo
tenga? —En aquellos ojos cafés Peter vio un destello que le dijo que Lali era
de tal palo, tal astilla.
—Tenemos muchas cosas que contaros —dijo Lali tomando a su
madre del brazo y echando a andar por la sala—. Tienes que prometerme que no te
vas a enfadar.
Aquello era una garantía de que iba a conservar la calma,
pensó Peter.
Entonces replicó Carlos Esposito:
—A condición de que no me hayas destrozado el coche.
Bien chicas esta historia ah terminado, espero que les haya gustado , es un final abierto y cerrado así que a su imaginación lo que pudo a ver pasado .....Las quiero y hay mucho mas para disfrutar
y sinceramente no me esperaba este final ajaajajaa pero buenisima la nove
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