viernes, 31 de julio de 2015

capitulo 11 y 12




Tenía el cabello hecho un desastre. Me vi en el gran espejo y trate de aplacar el desastre de ondas caoba mientras Peter se ponía su ropa detrás de mí. Definitivamente una situación en la que nunca me imagine estar.

—Estoy perfectamente de acuerdo con ser usado, —dijo él mientras tiraba dentro de su apretada franela negra. Su cabello era bastante incriminatorio también—. Pero me gustaría saber para qué estoy siendo usado.

—Distracción.

—Eso ya lo deduje. —El colchón crujió cuando se dejó caer sobre su espalda y se metió los brazos detrás de su cabeza—. ¿De qué se supone que te estoy distrayendo? Hay una posibilidad de que, si lo sé, podría hacer mi trabajo más eficientemente.

—Lo estás haciendo bien ya—. Pase los dedos a través de mi cabello, pero estaba lo mejor que podría lograr. Suspirando, me aleje del espejo y le di la cara a Peter. Para mi sorpresa, el me estaba viendo con verdadero interés—. ¿Realmente te importa?

—Claro—. El se sentó y dio unas palmaditas en un lugar junto a él—. Hay más en este increíble cuerpo que abdominales impresionantes. Tengo un par de oídos también, y ellos funcionan muy bien.

Pongo en blanco los ojos y me siento a su lado, poniendo mis pies sobre la cama—. Bien, digo, envolviendo mis brazos alrededor de las rodillas—. No es que importe, pero supe que mi exnovio vuelve a la ciudad por una semana esta mañana. Es estúpido, pero entré en pánico. Me refiero, la última vez que nos vimos… no fue muy bien. Es por eso que te arrastré hasta el armario en la escuela.

— ¿Qué pasó?

—Tú estabas allí. No me hagas revivirlo.

—Me refiero con tu ex-novio, —dijo Peter—. Tengo curiosidad. ¿Qué clase de miseria pudo causar a una persona odiosa como tú correr a mis brazos musculosos? ¿O es él el que puso la capa de hielo alrededor de tú corazón? —sus palabras sonaron chistosas, pero su sonrisa sonaba sincera, no la desequilibrada que él usa cuando piensa que está siendo inteligente.

—Comenzamos a salir durante mi primer año, —comienzo a decir de mala gana—. El era un estudiante de último año, y sabía que mis padres nunca me dejarían verlo si ellos supieran cuantos años tenia. Así que mantuvimos todo en secreto para todo el mundo. El nunca me presentó a sus amigos o me llevó a ningún lugar o me habló en la escuela, y simplemente asumí que era para protegernos. Bien, por supuesto, estaba totalmente equivocada.

Sentía hormigueo en mi piel mientras los ojos de Peter me veían. Dios, eso me molestaba. El quizás me estaba viendo con pena. Pobre Duffy. Mis hombres se tensaron, y mire mis medias, negándome a ver su reacción de mi historia. Una historia que no le había contado a nadie sino a Cande.

—Así que lo vi compartiendo con una chica algunas veces en la escuela, —continúe—. Cada vez que le preguntaba, el solo me decía que eran amigos y que no me preocupara. Así que no lo hice. Es decir, el me dijo que me amaba. Tenía toda la razón de creerle. ¿Cierto?
Peter no respondió.

—Entonces ella se enteró. La chica con la que lo estaba viendo me rastreó un día en la escuela, y me dijo que dejara de follar con su novio. Pensé que era un error, así que le pregunté a el…

—No era un error, —adivinó Peter.

—Nop. Su nombre era Merry, y ellos habían estado juntos desde séptimo año. Yo era la otra mujer… o chica, técnicamente.

Lentamente, miré hacia arriba y vi a Peter haciendo una mueca—. Que hijo de puta, — dijo él.
— No puedes hablar. Eres el más grande playboy que hay.

—Es verdad, —admite—. Pero no hago promesas. El te dijo que te amaba. El hizo un compromiso. Yo no haría eso nunca. Una chica puede creer lo que quiera creer, pero no digo nada que no sienta. Lo que el hizo es la marca de un verdadero hijo de puta.

—En fin, el esta de vuelta en la ciudad esta semana con Merry… su prometida.

Peter dejó escapar un silbido bajo—. Ah, eso es embarazoso.

— ¿Tu crees?

Hubo una larga pausa. Finalmente, Peter habló, —Bien, ¿Quién es el? ¿Lo podría recordar?

—No lo se. Quizás. Su nombre es Pablo Geither.

—Pablo Martinez. —La cara de Peter se tornó en horror—. ¿Pablo Geither? ¿Te refieres a ese extraño chico? El chiflado con acné y nariz de garfio? —sus ojos se abrieron como platos

sorprendido—. ¿Dime como demonios él tenia dos chicas? ¿Por qué alguien saldría con el? ¿Por qué saliste con el? El era una bestia.

Sentí que mis ojos se contrajeron—. Gracias, —murmuré—. ¿No crees que tal vez eso es lo mejor que una Duff puede lograr?

La expresión de Peter se cayó. El miró más allá de mi, examinando nuestro reflejo en el espejo de la habitación. Después de unos momentos de incomodo silencio, el dijo— Sabes, Lali, no eres tan inatractiva. Si tienes cierto potencial. Tal vez si te la pasaras con diferentes amigas…

—Detente, —digo—. Mira, ya me he acostado contigo dos veces. No tienes que alagarme. Además, amo mucho a mis amigas como para cambiarlas por el bien de lucir más atractiva.

— ¿De verdad?

—Si. Me refiero, Cande ha sido mi mejor amiga, desde, siempre, y ella es la persona más leal que he conocido. Y Euge… buen, ella no tiene idea de su hermano y yo. No éramos amigas en ese entonces. En realidad, no quería conocerla después de que Pablo y yo rompimos, pero Cande dijo que seria bueno para mí y ella tenia razón… como siempre. Euge puede ser un poco histérica, pero es la más dulce e inocente persona que conozco. Nunca podría dejarlas solo por lucir bien. Eso me haría una verdadera idiota.

—Entonces tienen suerte de tenerte.

—Te dije que no halagaras…

—Solo estoy siendo honesto. —Peter frunció el ceño mirando al espejo—. Solo tengo un amigo… un verdadero amigo. Agustín es el único tipo con que se me verá, y eso es porque no estamos tratando de atraer a la misma audiencia, si sabes a lo que me refiero— . Una pequeña sonrisa se expandió en sus labios cuando volteó a verme.

—La mayoría de las personas harían lo que fuese para evitar estar con la Duff.

—Bueno
, creo que no soy la mayoría—. El me miró seriamente—. ¿La palabra ni siquiera te incomoda? —preguntó.

—No. —Sabía que era una mentira en el segundo en que la respuesta pasó por mis labios. Si me molestaba, pero no admitiría eso. Especialmente no a él.

Todo mi cuerpo parecía ser consciente de sus ojos en mí otra vez. Antes de que el pudiera decir nada, me paré y camine a la puerta del cuarto.

—Escucha, —digo, girando el pomo de la puerta—. Me tengo que ir, pero estaba pensando que deberíamos hacerlo de nuevo—. Como una aventura, tal vez. Puramente físico. ¿Sin ataduras?

— No puedes tener suficiente de mí, ¿verdad? —Preguntó Peter, se extendió sobre la espalda de nuevo con una sonrisa—. Eso suena muy bien para mí, pero si soy tan fantástico, deberías correr la voz con tus amigas. Dices que las adoras, por lo que deberías permitirles experimentar el mismo placer alucinante... tal vez al mismo tiempo.Es lo correcto.

Le fruncí el ceño—. Cuando pienso que tal vez tienes alma, dices mierdas como esa. — La puerta dio un vuelco a la pared cuando la abrí. Me marché por la escalera y grité—, ¡Saldré por mi propia cuenta!

— ¡Nos vemos pronto Duffy!

Que pendejo.

Mi padre no parecía darse cuenta de lo que la rodeaba. Creo que su modo de padre sospechoso estaba defectuoso o algo, porque apenas me interrogó cuando me salí de la casa para ir a ver a Peter más y más esa semana. Y cualquier papa cuerdo se hubiese alertado cuando su hija usara la excusa de “trabajando en un artículo” dos veces seguidas, ¿pero cuatro veces en una semana? ¿Realmente pensaba que me tomaría tanto tiempo escribir ese estúpido ensayo? ¿No estaba preocupado de que estuviese haciendo exactamente lo que estaba haciendo?

Aparentemente no. Cada vez que salía de la casa, el solo decía—, Pásala bien, abejorro.

Pero creo que el despiste debe haber estado en el aire. Hasta Cande, quien me ha estado observando como un halcón desde que Pablo llegó a la ciudad, no había captado nada entre Peter y yo. Nada más que sus bromas usuales acerca de mi pasión secreta por él, eso es todo. Por supuesto, estaba haciendo todo lo posible para ocultar la evidencia, pero más de una vez, estaba segura que me iba a agarrar.

Como el sábado en la tarde cuando estábamos en mi cuarto arreglándonos para ir a Nest. En realidad, Cande era la única que se estaba arreglando. La mayoría del tiempo yo estaba sentada en mi cama simplemente y veía como ella posaba en frente al espejo. Habíamos hecho eso un montón de veces, pero con Euge todavía aferrada a su hermano cada sencillo momento, el cuarto se sentía raramente vació. Casi extraño.

Euge era muy diferente de nosotras dos. Me refiero, Cande y yo éramos opuestas pero Euge era de un planeta totalmente diferente. Ella era un constante rayo de luz. El vaso medio lleno. Ella mantenía nuestro balance con una gran sonrisa y una cándida inocencia que siempre nos asombraba. Mientras algunas veces se sentía como que Can y yo habíamos visto mucho del mundo, Euge era, de muchas maneras, una niña. Virginal. Siempre llena de preguntas. Ella era nuestro sol y Cande y yo estábamos en una especie de oscuridad sin ella.

Me preguntaba cuantos días mas estaría Pablo en la ciudad cuando Cande se volteó a verme, aparentemente decidiendo si le gustaba sus apretados jeans purpuras después de todo. (Estoy feliz de que lo hiciera porque yo pensaba que eran horribles.)— Sabes, La, estas lidiando con todo esta cuestión de Pablo mucho mejor de lo que esperaba, —dijo ella.

—Gracias… creo.

―Bien, supuse que cuando Pablo volviera a Hamilton con su prometida, estarías espantada. Yo apostaba por lágrimas, llamadas de medianoche y algunas crisis nerviosas de las viejas. Pero en su lugar, has estado totalmente normal.. O, tú sabes, tan normal como Lali Esposito puede estar.

—Me retracto de las gracias.

—De verdad—. Ella cruzó el cuarto y se sentó cerca de mí—. ¿Estas lidiando bien con esto? Te has quejado muy poco, lo cual es preocupante porque tú te quejas de todo.

—No lo hago, —protesté.

—Lo que tú digas.

Puse los ojos en blanco—. Para tu información, he encontrado una manera de sacármelo de la cabeza, pero se arruina cuando sigues hablando de eso, Cande—. Le di un codazo—. Estoy empezando a creer quieres que llore.

—Eso al menos me probaría que no lo estas reteniendo.

—Cande, —clamé.

—No estoy jugando La, —dijo ella—. Ese tipo de verdad te arruinó. Estabas llorando, gimoteando, en un desastre de pánico después de lo que hizo, y se que es difícil porque hemos tenido que ocultarlo de Euge, pero necesitas manejarlo de algún modo. No quiero pasar por esa mierda otra vez.

—Cande, estoy bien, —le aseguré—. Realmente he encontrado una manera de liberar el estrés, ¿bien?

— ¿Qué cosa?

Oh, mierda.

―¿Que cosa de que?

Cande me vió con el ceño fruncido―. Obvio. Tu manera de liberar el estress. ¿Qué estas haciendo?

―Um… simplemente cosas.

―¿Has estado ejercitándote? ―pregunta ella―. No te avergüences si es así. Mi mamá hace cardios cuando esta molesta. Ella dice que ayuda a canalizar su energía negativa…lo que sea que eso signifique. ¿Entonces que estas haciendo? ¿Te estas ejercitando?


—Um… se podría decir.

Maldición. Mis mejillas definitivamente estaban ardiendo. Me aparte de lla, examinando los vellos detrás de mi brazo.

—¿Cardio?

— Mmm… ujum.

Pero milgarosamente, ella no notó que mi cara estaba en llamas.

—Genial. Sabes, estos pantalones son una talla mayor de los que compro usualmente. Tal vez deberíamos ejercitar juntas. Podría ser divertido.

—No lo creo. —Antes de que pudiera discutirlo o ver el color escarlata de mis mejillas, me puse de pie y dije—, tengo que ir a cepillarme los dientes otra vez. Luego me iré, ¿bien? Y Salí del cuarto.

Cuando regrese unos minutos después, estuve forzada a mentir otra vez.

— ¿Quieres quedarte aquí esta noche? —Preguntó Cande mientras escrespaba su pelo corto en el espejo—. Mamá dice que va a ir a una despedida de soltera de una compañera de trabajo, así que solo seriamos nosotras… y un poco de las películas de James McAvoy si quieres. Euge estará triste si se lo pierde, pero…

—No puedo esta noche, Cande.

— ¿Por qué no? —ella sonó dolida.

La verdad era que tenía planes de ver a Peter cerca de las once esa noche, pero obviamente no podía ser honesta. Pero no podía mentir tampoco. Me refiero, las mentiras eran siempre jodidamente transparentes. Asi que hice en lo que me estaba convirtiendo cada vez y cada vez mejor en estos días. Lo oculte.

—Tengo planes.

— ¿Después de que salgamos de Nest?

—Sí, Lo siento.

Cande se volteo del espejo y me quedo viendo por un largo momento. Finalmente, me dijo—, has estado muy ocupada últimamente, sabes. Ya no quieres hacer muchas cosas conmigo.

—Voy a salir contigo esta noche, ¿no? —pregunté.

—Si, supongo, pero… no lo se—. Ella se volteó y examinó su reflejo una última vez—. Olvidalo. Vamonos.


Dios, odio ser deshonesta con Cande. Especialmente porque ella claramente sabia que sucedía algo, incluso aunque ella no lo adivinara todavía. Pero iba a hacer todo lo que estuviera en mi poder para mantener el asunto de Peter es secreto.

Y, por supuesto, Peter actuaba totalmente casual acerca de todo. En público, nos tratamos el uno al otro con la sarcástica indiferencia de siempre. Lo insultaba, le daba miradas asesinas, y lo maldecía en secreto cuando actuaba como un cerdo (no es que tenga que actuar). Nadie habría adivinado que éramos diferentes detrás de puertas cerradas. Nadie podría decir que estaba contando los minutos hasta que nos encontramos en las escaleras de su porche.

Nadie excepto Nicolas.

―El te gusta, ―el barman bromeó cuando Peter, después de soportar una diatriba verbal de su servidora, se fue a bailar con una atractiva cabeza hueca—. Y creo que también le gustas. Ustedes tienen algo.

—Estas demente, —dije, sorbiendo mi refresco de cereza.

—Te lo he dicho un millón de veces, Lali, y te lo diré otra vez. Eres una mala mentirosa.

— ¡Yo no tocaría a ese cretino ni con un palo de tres metros! — ¿Mi voz transmitía suficiente disgusto?— ¿Realmente piensas que soy tan idiota Nicolas? El es arrogante, y duerme con todo lo que pueda tener sus sucias manos. La mayoría del tiempo, quisiera sacarle los ojos. ¿Cómo podría gustarme? El es un asno.

—Y las mujeres aman los asnos. Esa es la razón por la que no consigo una cita. Soy demasiado bueno.

—O muy peludo, —ofrecí—. Tome mi último sorbo de mi refresco de cereza y empujé el vaso hacia él—. Aféitate esa barba de Moisés y quizás tengas mejor suerte. Las mujeres no quieren besar alfombras, sabes.

—Estas tratando de cambiar la conversación, —señaló Nicolas—. Eso solo prueba que tu y el Sr. Asno tienen algo.

—Cállate. Solo cállate, Nicolas.

— ¿Entonces tengo razón?

—No, —dije—. Solo que realmente, realmente me estas sacando de quicio. Bien, definitivamente tenia que encontrar una manera de evitar el Nest por unas pocas semanas… o, mejor todavía, para siempre.










—Tu tiro, Duffy —Peter se inclinó sobre su palo de billar, con una sonrisa triunfal en el rostro.

—No has ganado todavía —dije, poniendo los ojos en blanco.

—Pero estoy ganando.

Lo ignoré, centrando mi atención en una de las dos bolas que aún quedaban en la mesa. En ese momento, yo realmente deseaba a Peter y sólo pensaba en ir directa a la habitación, por encima de todo lo demás. Pero esa noche, en lo alto de la escalera, Peter mencionó la mesa de billar y empezó a jactarse de que era un genio con el palo de billar. Por alguna razón, provocó una vena competitiva en mí, no veía la hora de limpiar el suelo con él y borrarle esa sonrisa arrogante de la cara. Sólo estaba empezando a lamentar mi decisión de desafiarlo en este juego porque, como se vio después, él no estaba muy lejos de la verdad. Yo tampoco era mala en el billar, pero él podía patearme el culo. Y no había nada que pudiera hacer para salir de esta.

—Quédate ahí —susurró él. Sus labios acariciaron detrás de mis orejas, poniéndose detrás de mí. Sus manos se colocaron en mis caderas y sus dedos jugaron con el dobladillo de mi camisa.

—Céntrate, Duffy. ¿Te estás concentrando?

Él estaba intentando distraerme. Y, mierda, estaba funcionando. Me aparté de él, intentando empujarlo con la parte trasera de mi palo. Por supuesto él me esquivó, y yo sólo logré golpear la bola blanca en dirección opuesta a la que había querido, enviándola a la derecha de uno de los agujeros de las esquinas.

—Cero —anunció Peter.

— ¡Maldita sea! —me di la vuelta para mirarlo—. ¡Eso no debe contar!

—Pero cuenta —él sacó la bola blanca del agujero y la envió cuidadosamente al final de la mesa.

—Todo vale en el amor y en el billar.

—Guerra —corregí.

—Es lo mismo —él echó el palo hacia atrás, mirando hacia delante, antes de disparar de nuevo. Medio segundo después, la bola navegó hacia el hoyo. Fue ganadora.

—Idiota —susurré.

—No seas mala perdedora —dijo él, apoyando el palo contra la pared—. ¿Qué esperabas? Obviamente, soy increíble en todo —sonrió—. Pero oye, no puedes estar en mi contra, ¿de acuerdo? No podemos dejar de ser como Dios nos hizo.


—Eres un arrogante tramposo —arrojé mi palo de billar a un lado, dejándolo en el suelo
estrepitosamente.

—Los malos ganadores son peor que los malos perdedores. ¡Y no he ganado porque me distrajiste! No podías mantener tus jodidas manos lo suficientemente lejos de mí para hacer un disparo decente. Y por otra cosa…

Sin avisar, Peter me subió en la mesa de billar. Sus manos se movieron en mis hombros, y un segundo más tarde, estaba tumbada mirando como sonreía. Él se subió a la mesa también, inclinándose sobre mí, con su cara a pocos centímetros de la mía.

—¿En la mesa de billar? —dije, estrechando mis ojos—. ¿En serio?
—No puedo resistirme —dijo—. ¿Sabes? Estás muy sexy cuando te enfadas conmigo, Duffy.

En primer lugar, me llamó la atención la ironía de esa declaración. Quiero decir, usó: sexy y duffy, -que implicaba que era gorda y fea-, en la misma frase. El contraste era casi cómico. Casi. Lo que realmente me extrañaba, sin embargo, era que nadie, ni siquiera Pablo Martinez, me había llamado alguna vez sexy. Peter fue el primero. Y la verdad era que estando con él me sentía atractiva. La forma en que me tocaba. La forma en que me besaba. Podía decir que su cuerpo me quería. Vale. Vale. Así era Peter. Su cuerpo quería a todo el mundo. Pero hasta entonces, era un sentimiento que no había experimentado. Bueno, nunca había experimentado nada. Era extraño. Pero nada de eso podía borrar la punzada de dolor de la última palabra de su declaración. Peter había sido el primero en llamarme sexy, pero también el primero en llamarme Duff. Esa palabra me había estado rondando, persiguiéndome, durante semanas. Y era por su culpa. Así que, ¿cómo podía él verme sexy y duff al mismo tiempo?

Pregunta mejor: ¿por qué me importaba?

Antes de que pudiera pensar alguna respuesta decente, empezó a besarme y sus dedos ya habían localizado los botones y las cremalleras de mi ropa. Nos convertimos en una maraña de labios, manos y rodillas y la cuestión se fue completamente de mi cabeza. Por el momento, al menos.


— ¡Vamos Panteras! —gritó Cande y unos pocos miembros de la Brigada de Skinny hicieron volteretas a lo largo del margen.

A mi lado, Euge agitaba uno de los pompones de dos dólares azul y naranja, con el rostro radiante de entusiasmo. Pablo y Merry estaban cenando con los padres de Merry esa noche, lo que significaba que debía pasar un par de horas con ella, incluso si ese par de horas era en un estúpido evento deportivo. La verdad era que yo odiaba todo lo que requiriera espíritu escolar, porque, obviamente, no tenía ninguno. Odiaba Hamilton High. Odiaba el horrible brillo de los colores del colegio, la increíble mascota, y por lo menos, al noventa por ciento de los estudiantes. Eso era por lo que no podía esperar a dejar el colegio.


—Tú lo odias todo —me había dicho Cande temprano, el día que le expliqué que no tenía ningún deseo de asistir al partido de baloncesto.

—Eso no es verdad.

—Sí, lo es. Tú lo odias todo. Pero te quiero. Y Euge también. Es por eso que te voy a pedir, como tu mejor amiga, que vengas traigas al partido.

Cuando Euge me había dicho que quería salir esa noche, mi primer instinto fue ir a mi casa y ver una película. Por eso la obligación de Cande como animadora del partido había interferido. Eso no podía ser un gran plan —Euge y yo podríamos haber visto una película— pero Cande tuvo que hacerlo muy complicado. Ella quería ver a Euge, también. Y quería que la viéramos animar, incluso si iba en contra de todo lo que representaba.

—Vamos, La —dijo, sonando irritada—. Sólo es un juego.

Ella había estado irritada estos días, especialmente conmigo. Y yo no estaba de humor para discutir con ella. Y así era como había acabado aquí, en una grada incómoda, aburriendo mi mente, con los vítores y gritos de la gente provocándome una migraña de mierda. Absolutamente maravilloso.

Había acabado de decidir que conduciría a donde Peter después del partido cuando Euge me dio un codazo en el costado. Por un segundo, creí que era un accidente, que había llegado un poco emocionado agitando su pom pom, pero entonces sentí un tirón en la muñeca.

—Lali.

— ¿Humm? —giré mi cabeza hacia su cara, pero ella no me estaba mirando. Su mirada estaba centrada en unas pocas personas en las gradas de abajo- tres alta y guapas chicas — junior, pensé— estaban sentada en primera fila, recostadas en sus asientos y con las piernas cruzadas. Tres perfectas colas de caballo. Tres vaqueros de talle bajo. Y luego, por el pasillo, se dirigía la cuarta. Era más pequeña y pálida, con el pelo corto y negro. Era evidente que era estudiante de primer año. Llevaba varias botellas de agua y unos perritos calientes en las manos, como si acabara de volver del puesto de comida.

Vi como la sonriente estudiante de primer año pasaba las botellas y la comida. Vi como cada junior la cogía. Vi como apreciaban menos su aspecto. Ella tomó asiento al final de la pequeña fila, y ninguna de las chicas mayores parecía hablar con ella, sólo con algunas de las de atrás. Vi como ella intentaba saltar en sus conversaciones, su pequeña boca abriéndose y cerrándose otra vez cuando alguna de las junior la interrumpía, ignorándola por completo. Hasta que, después de un momento, una la miró, habló rápidamente, y miró hacia atrás de sus amigas. La de primer año se puso de pie otra vez, y se fue, sin dejar de sonreír. Rehaciendo sus pasos, bajó las gradas y fue al puesto de comida. Volviendo a obedecer sus órdenes.


Cuando miré a Euge de nuevo, sus ojos estaban oscuros y... tristes. O tal vez enfadados. Era difícil de decir de ella porque no mostraban ninguna de esas emociones muy a menudo. De cualquier manera, la entendía.

Euge había sido como esa estudiante de primer año una vez. Así es como Cande y yo la encontramos. Dos chicas mayores, animadoras como Cande con el—total estereotipo de porristas: perras, rubias y parecían tontas —habían estado alardeando sobre alguna tonta estudiante de segundo año que mantenían como una “mascota”, y más de una vez Cande las había visto hablarle con desdén—Vamos a hacer algo con eso, La —había dicho ella instantáneamente—. No podemos dejar que la traten de esa manera.

Cande pensaba que tenía que salvar a todo el mundo. Al igual que me había salvado en el patio hacía tantos años. Yo estaba acostumbrada a eso. Sólo una vez, ella había necesitado de mi ayuda. Normalmente, yo habría estado de acuerdo porque Cande sólo estaba preguntando. Pero Euge Martinez era una chica a la que yo no deseaba conocer, que se salvara sola.

No es que no tuviera corazón. Yo sólo no quería conocer a la hermana de Pablo Martinez. No después de lo que me había hecho. No después del drama que había atravesado el año antes. Y me las arreglé para mantenerme firme... hasta ese día en la cafetería.

—Dios, Euge, ¿tu cerebro está muerto o qué?

Cande yo giramos las cabezas para ver a una de las flacas animadoras humillando a Euge, que era por lo menos una cabeza más baja que ella. O tal vez fue que Euge se había desplomado, acobardada.

—Te pedí que hicieras una cosa simple —escupió la animadora, golpeando con el dedo el plato que Euge llevaba—. Una cosa estúpidamente simple. No echar mierda en mi ensalada. ¿Tan difícil es eso?

—Así es como viene la ensalada, Mía —masculló Euge, con las mejillas brillantemente rosas—. Yo no hice…

—Tú eres una idiota —la animadora se giró y se fue, moviendo la cola de caballo detrás de ella.

Euge sólo se quedó ahí, mirando al plato de ensalada con grandes ojos tristes. Parecía muy pequeña entonces, muy débil y tímida. En ese momento, yo no pensé en ella como guapa. O incluso linda. Sólo frágil y asustada. Igual que un ratón.

—Date prisa, Euge —una de las otras animadoras la llamó desde la mesa, sonando irritada—. No vamos a guardarte el sitio para siempre. Jesús.

Yo pude sentir a Cande mirándome, y supe lo que quería. Y, mirando a Euge, no podía pretender no saber exactamente por qué. Si alguien necesitaba una mano de Cande Salva el Día, era esta chica. Además, ella no se parecía en nada a su hermano. Eso hizo que mi decisión fuera un poco más fácil. Suspiré, y dije en voz alta:


—Oye, Euge.

Ella saltó y se giró para mirarme, y la expresión temerosa de su cara casi rompió mi corazón.

—Ven, siéntate con nosotras —no era una pregunta. Ni siquiera una oferta. Era mucho más que una orden. No quería darle elección. Incluso pensé, que si era sensata, nos elegiría a nosotras.

Entonces, Euge se apresuró hacia nosotras, las animadoras mayores se enfadaron y Cande estaba radiante. Y eso fue todo. Fin de la historia.

Aunque ahora no parecía tanto como en el pasado, vi el apuro de la de primer año en el puesto de comida. Podía ver que los vaqueros le quedaban mal —no tenía suficientes curvas para vaqueros de talle bajo— y sus hombros caídos le hacían parecer extrañamente desequilibrada. Todas esas cosas la separaban de sus mandonas amigas. Era el eco andante de Euge mucho tiempo atrás. Sólo que ahora tenía una nueva palabra para eso. Para esa chica. Duff.

No había forma de evitarlo. La estudiante de primer año era definitivamente Duff en comparación con las pequeñas zorras que la rodeaban. No es que fuera poco atractiva, y definitivamente no era gorda, pero de las cuatro ella era la última en la que alguien se fijaría. Y no podía dejar de preguntarme si esa era la cuestión, si ellas la usaban para algo más que la diligencia. ¿Estaba ahí para que ellas se vieran mejor?

Miré de nuevo a Euge, recordando lo pequeña y débil que parecía esa día. No parecía ni linda ni guapa. Sólo patética. Duff. Ahora, ella era guapa, voluptuosa y adorable y… bueno, sexy. Todos los chicos —excepto Agustín, desafortunadamente— la querían. Pero lo extraño era, que ella no veía la diferencia. No en la superficie, al menos. Había sido voluptuosa y rubia entonces. Así que, ¿qué había cambiado? ¿Cómo podía una de las chicas más hermosas que había conocido haber sido Duff? ¿Era lógico? Era como Peter llamándome Duffy y sexy al mismo tiempo. Simplemente, no tenía sentido.

¿Era posible no ser gorda o no ser fea y ser Duff? Creo que Peter lo había dicho esa noche en el Nest. Duff era una comparación. ¿Quería decir eso que incluso las chicas más atractivas podían ser Duffs?

¿Debíamos ayudarla? Me quedé sorprendida por un segundo, y un poco confusa. Me di cuenta de que Euge estaba mirando a la de primer año hacer su camino por la primera fila.

Y tuve un horrible pensamiento. Uno que me hizo oficialmente la zorra más grande que había existido jamás. Pensé en ir y tomar a la estudiante de primer año como una de las nuestras, de modo que tal vez, sólo tal vez, no sería más Duff.


Podía oír la voz de Peter en mi cabeza “la mayoría de la gente no hace nada por evitar ser Duff”. Me dije que yo no era la mayoría de la gente, pero, ¿qué era? ¿Era yo igual que esas animadoras, graduadas hacía ya tiempo, que habían maltratado a Euge, o como esas tres chicas de perfectas colas de caballo de las gradas?

Antes de que pudiera tomar una decisión, pensé en la de ayudar a la de primer año —ya fuera por razones correctas o incorrectas— el timbre sonó sobre nuestras cabezas. A nuestro alrededor, la multitud estaba de pie vitoreando, bloqueando mi punto de vista de la pequeña figura de pelo oscuro.

Ella se había ido y así fue como perdí mi oportunidad de salvarla o lo que pudiera haber hecho.

El partido había terminado.

Las Panteras habían ganado.

Y yo todavía era la Duff.






Mañana maratón!! de 5 caps ya saben las reglas un comentario y subo de inmediato ..las quiero 

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