viernes, 31 de julio de 2015

capitulo 11 y 12




Tenía el cabello hecho un desastre. Me vi en el gran espejo y trate de aplacar el desastre de ondas caoba mientras Peter se ponía su ropa detrás de mí. Definitivamente una situación en la que nunca me imagine estar.

—Estoy perfectamente de acuerdo con ser usado, —dijo él mientras tiraba dentro de su apretada franela negra. Su cabello era bastante incriminatorio también—. Pero me gustaría saber para qué estoy siendo usado.

—Distracción.

—Eso ya lo deduje. —El colchón crujió cuando se dejó caer sobre su espalda y se metió los brazos detrás de su cabeza—. ¿De qué se supone que te estoy distrayendo? Hay una posibilidad de que, si lo sé, podría hacer mi trabajo más eficientemente.

—Lo estás haciendo bien ya—. Pase los dedos a través de mi cabello, pero estaba lo mejor que podría lograr. Suspirando, me aleje del espejo y le di la cara a Peter. Para mi sorpresa, el me estaba viendo con verdadero interés—. ¿Realmente te importa?

—Claro—. El se sentó y dio unas palmaditas en un lugar junto a él—. Hay más en este increíble cuerpo que abdominales impresionantes. Tengo un par de oídos también, y ellos funcionan muy bien.

Pongo en blanco los ojos y me siento a su lado, poniendo mis pies sobre la cama—. Bien, digo, envolviendo mis brazos alrededor de las rodillas—. No es que importe, pero supe que mi exnovio vuelve a la ciudad por una semana esta mañana. Es estúpido, pero entré en pánico. Me refiero, la última vez que nos vimos… no fue muy bien. Es por eso que te arrastré hasta el armario en la escuela.

— ¿Qué pasó?

—Tú estabas allí. No me hagas revivirlo.

—Me refiero con tu ex-novio, —dijo Peter—. Tengo curiosidad. ¿Qué clase de miseria pudo causar a una persona odiosa como tú correr a mis brazos musculosos? ¿O es él el que puso la capa de hielo alrededor de tú corazón? —sus palabras sonaron chistosas, pero su sonrisa sonaba sincera, no la desequilibrada que él usa cuando piensa que está siendo inteligente.

—Comenzamos a salir durante mi primer año, —comienzo a decir de mala gana—. El era un estudiante de último año, y sabía que mis padres nunca me dejarían verlo si ellos supieran cuantos años tenia. Así que mantuvimos todo en secreto para todo el mundo. El nunca me presentó a sus amigos o me llevó a ningún lugar o me habló en la escuela, y simplemente asumí que era para protegernos. Bien, por supuesto, estaba totalmente equivocada.

Sentía hormigueo en mi piel mientras los ojos de Peter me veían. Dios, eso me molestaba. El quizás me estaba viendo con pena. Pobre Duffy. Mis hombres se tensaron, y mire mis medias, negándome a ver su reacción de mi historia. Una historia que no le había contado a nadie sino a Cande.

—Así que lo vi compartiendo con una chica algunas veces en la escuela, —continúe—. Cada vez que le preguntaba, el solo me decía que eran amigos y que no me preocupara. Así que no lo hice. Es decir, el me dijo que me amaba. Tenía toda la razón de creerle. ¿Cierto?
Peter no respondió.

—Entonces ella se enteró. La chica con la que lo estaba viendo me rastreó un día en la escuela, y me dijo que dejara de follar con su novio. Pensé que era un error, así que le pregunté a el…

—No era un error, —adivinó Peter.

—Nop. Su nombre era Merry, y ellos habían estado juntos desde séptimo año. Yo era la otra mujer… o chica, técnicamente.

Lentamente, miré hacia arriba y vi a Peter haciendo una mueca—. Que hijo de puta, — dijo él.
— No puedes hablar. Eres el más grande playboy que hay.

—Es verdad, —admite—. Pero no hago promesas. El te dijo que te amaba. El hizo un compromiso. Yo no haría eso nunca. Una chica puede creer lo que quiera creer, pero no digo nada que no sienta. Lo que el hizo es la marca de un verdadero hijo de puta.

—En fin, el esta de vuelta en la ciudad esta semana con Merry… su prometida.

Peter dejó escapar un silbido bajo—. Ah, eso es embarazoso.

— ¿Tu crees?

Hubo una larga pausa. Finalmente, Peter habló, —Bien, ¿Quién es el? ¿Lo podría recordar?

—No lo se. Quizás. Su nombre es Pablo Geither.

—Pablo Martinez. —La cara de Peter se tornó en horror—. ¿Pablo Geither? ¿Te refieres a ese extraño chico? El chiflado con acné y nariz de garfio? —sus ojos se abrieron como platos

sorprendido—. ¿Dime como demonios él tenia dos chicas? ¿Por qué alguien saldría con el? ¿Por qué saliste con el? El era una bestia.

Sentí que mis ojos se contrajeron—. Gracias, —murmuré—. ¿No crees que tal vez eso es lo mejor que una Duff puede lograr?

La expresión de Peter se cayó. El miró más allá de mi, examinando nuestro reflejo en el espejo de la habitación. Después de unos momentos de incomodo silencio, el dijo— Sabes, Lali, no eres tan inatractiva. Si tienes cierto potencial. Tal vez si te la pasaras con diferentes amigas…

—Detente, —digo—. Mira, ya me he acostado contigo dos veces. No tienes que alagarme. Además, amo mucho a mis amigas como para cambiarlas por el bien de lucir más atractiva.

— ¿De verdad?

—Si. Me refiero, Cande ha sido mi mejor amiga, desde, siempre, y ella es la persona más leal que he conocido. Y Euge… buen, ella no tiene idea de su hermano y yo. No éramos amigas en ese entonces. En realidad, no quería conocerla después de que Pablo y yo rompimos, pero Cande dijo que seria bueno para mí y ella tenia razón… como siempre. Euge puede ser un poco histérica, pero es la más dulce e inocente persona que conozco. Nunca podría dejarlas solo por lucir bien. Eso me haría una verdadera idiota.

—Entonces tienen suerte de tenerte.

—Te dije que no halagaras…

—Solo estoy siendo honesto. —Peter frunció el ceño mirando al espejo—. Solo tengo un amigo… un verdadero amigo. Agustín es el único tipo con que se me verá, y eso es porque no estamos tratando de atraer a la misma audiencia, si sabes a lo que me refiero— . Una pequeña sonrisa se expandió en sus labios cuando volteó a verme.

—La mayoría de las personas harían lo que fuese para evitar estar con la Duff.

—Bueno
, creo que no soy la mayoría—. El me miró seriamente—. ¿La palabra ni siquiera te incomoda? —preguntó.

—No. —Sabía que era una mentira en el segundo en que la respuesta pasó por mis labios. Si me molestaba, pero no admitiría eso. Especialmente no a él.

Todo mi cuerpo parecía ser consciente de sus ojos en mí otra vez. Antes de que el pudiera decir nada, me paré y camine a la puerta del cuarto.

—Escucha, —digo, girando el pomo de la puerta—. Me tengo que ir, pero estaba pensando que deberíamos hacerlo de nuevo—. Como una aventura, tal vez. Puramente físico. ¿Sin ataduras?

— No puedes tener suficiente de mí, ¿verdad? —Preguntó Peter, se extendió sobre la espalda de nuevo con una sonrisa—. Eso suena muy bien para mí, pero si soy tan fantástico, deberías correr la voz con tus amigas. Dices que las adoras, por lo que deberías permitirles experimentar el mismo placer alucinante... tal vez al mismo tiempo.Es lo correcto.

Le fruncí el ceño—. Cuando pienso que tal vez tienes alma, dices mierdas como esa. — La puerta dio un vuelco a la pared cuando la abrí. Me marché por la escalera y grité—, ¡Saldré por mi propia cuenta!

— ¡Nos vemos pronto Duffy!

Que pendejo.

Mi padre no parecía darse cuenta de lo que la rodeaba. Creo que su modo de padre sospechoso estaba defectuoso o algo, porque apenas me interrogó cuando me salí de la casa para ir a ver a Peter más y más esa semana. Y cualquier papa cuerdo se hubiese alertado cuando su hija usara la excusa de “trabajando en un artículo” dos veces seguidas, ¿pero cuatro veces en una semana? ¿Realmente pensaba que me tomaría tanto tiempo escribir ese estúpido ensayo? ¿No estaba preocupado de que estuviese haciendo exactamente lo que estaba haciendo?

Aparentemente no. Cada vez que salía de la casa, el solo decía—, Pásala bien, abejorro.

Pero creo que el despiste debe haber estado en el aire. Hasta Cande, quien me ha estado observando como un halcón desde que Pablo llegó a la ciudad, no había captado nada entre Peter y yo. Nada más que sus bromas usuales acerca de mi pasión secreta por él, eso es todo. Por supuesto, estaba haciendo todo lo posible para ocultar la evidencia, pero más de una vez, estaba segura que me iba a agarrar.

Como el sábado en la tarde cuando estábamos en mi cuarto arreglándonos para ir a Nest. En realidad, Cande era la única que se estaba arreglando. La mayoría del tiempo yo estaba sentada en mi cama simplemente y veía como ella posaba en frente al espejo. Habíamos hecho eso un montón de veces, pero con Euge todavía aferrada a su hermano cada sencillo momento, el cuarto se sentía raramente vació. Casi extraño.

Euge era muy diferente de nosotras dos. Me refiero, Cande y yo éramos opuestas pero Euge era de un planeta totalmente diferente. Ella era un constante rayo de luz. El vaso medio lleno. Ella mantenía nuestro balance con una gran sonrisa y una cándida inocencia que siempre nos asombraba. Mientras algunas veces se sentía como que Can y yo habíamos visto mucho del mundo, Euge era, de muchas maneras, una niña. Virginal. Siempre llena de preguntas. Ella era nuestro sol y Cande y yo estábamos en una especie de oscuridad sin ella.

Me preguntaba cuantos días mas estaría Pablo en la ciudad cuando Cande se volteó a verme, aparentemente decidiendo si le gustaba sus apretados jeans purpuras después de todo. (Estoy feliz de que lo hiciera porque yo pensaba que eran horribles.)— Sabes, La, estas lidiando con todo esta cuestión de Pablo mucho mejor de lo que esperaba, —dijo ella.

—Gracias… creo.

―Bien, supuse que cuando Pablo volviera a Hamilton con su prometida, estarías espantada. Yo apostaba por lágrimas, llamadas de medianoche y algunas crisis nerviosas de las viejas. Pero en su lugar, has estado totalmente normal.. O, tú sabes, tan normal como Lali Esposito puede estar.

—Me retracto de las gracias.

—De verdad—. Ella cruzó el cuarto y se sentó cerca de mí—. ¿Estas lidiando bien con esto? Te has quejado muy poco, lo cual es preocupante porque tú te quejas de todo.

—No lo hago, —protesté.

—Lo que tú digas.

Puse los ojos en blanco—. Para tu información, he encontrado una manera de sacármelo de la cabeza, pero se arruina cuando sigues hablando de eso, Cande—. Le di un codazo—. Estoy empezando a creer quieres que llore.

—Eso al menos me probaría que no lo estas reteniendo.

—Cande, —clamé.

—No estoy jugando La, —dijo ella—. Ese tipo de verdad te arruinó. Estabas llorando, gimoteando, en un desastre de pánico después de lo que hizo, y se que es difícil porque hemos tenido que ocultarlo de Euge, pero necesitas manejarlo de algún modo. No quiero pasar por esa mierda otra vez.

—Cande, estoy bien, —le aseguré—. Realmente he encontrado una manera de liberar el estrés, ¿bien?

— ¿Qué cosa?

Oh, mierda.

―¿Que cosa de que?

Cande me vió con el ceño fruncido―. Obvio. Tu manera de liberar el estress. ¿Qué estas haciendo?

―Um… simplemente cosas.

―¿Has estado ejercitándote? ―pregunta ella―. No te avergüences si es así. Mi mamá hace cardios cuando esta molesta. Ella dice que ayuda a canalizar su energía negativa…lo que sea que eso signifique. ¿Entonces que estas haciendo? ¿Te estas ejercitando?


—Um… se podría decir.

Maldición. Mis mejillas definitivamente estaban ardiendo. Me aparte de lla, examinando los vellos detrás de mi brazo.

—¿Cardio?

— Mmm… ujum.

Pero milgarosamente, ella no notó que mi cara estaba en llamas.

—Genial. Sabes, estos pantalones son una talla mayor de los que compro usualmente. Tal vez deberíamos ejercitar juntas. Podría ser divertido.

—No lo creo. —Antes de que pudiera discutirlo o ver el color escarlata de mis mejillas, me puse de pie y dije—, tengo que ir a cepillarme los dientes otra vez. Luego me iré, ¿bien? Y Salí del cuarto.

Cuando regrese unos minutos después, estuve forzada a mentir otra vez.

— ¿Quieres quedarte aquí esta noche? —Preguntó Cande mientras escrespaba su pelo corto en el espejo—. Mamá dice que va a ir a una despedida de soltera de una compañera de trabajo, así que solo seriamos nosotras… y un poco de las películas de James McAvoy si quieres. Euge estará triste si se lo pierde, pero…

—No puedo esta noche, Cande.

— ¿Por qué no? —ella sonó dolida.

La verdad era que tenía planes de ver a Peter cerca de las once esa noche, pero obviamente no podía ser honesta. Pero no podía mentir tampoco. Me refiero, las mentiras eran siempre jodidamente transparentes. Asi que hice en lo que me estaba convirtiendo cada vez y cada vez mejor en estos días. Lo oculte.

—Tengo planes.

— ¿Después de que salgamos de Nest?

—Sí, Lo siento.

Cande se volteo del espejo y me quedo viendo por un largo momento. Finalmente, me dijo—, has estado muy ocupada últimamente, sabes. Ya no quieres hacer muchas cosas conmigo.

—Voy a salir contigo esta noche, ¿no? —pregunté.

—Si, supongo, pero… no lo se—. Ella se volteó y examinó su reflejo una última vez—. Olvidalo. Vamonos.


Dios, odio ser deshonesta con Cande. Especialmente porque ella claramente sabia que sucedía algo, incluso aunque ella no lo adivinara todavía. Pero iba a hacer todo lo que estuviera en mi poder para mantener el asunto de Peter es secreto.

Y, por supuesto, Peter actuaba totalmente casual acerca de todo. En público, nos tratamos el uno al otro con la sarcástica indiferencia de siempre. Lo insultaba, le daba miradas asesinas, y lo maldecía en secreto cuando actuaba como un cerdo (no es que tenga que actuar). Nadie habría adivinado que éramos diferentes detrás de puertas cerradas. Nadie podría decir que estaba contando los minutos hasta que nos encontramos en las escaleras de su porche.

Nadie excepto Nicolas.

―El te gusta, ―el barman bromeó cuando Peter, después de soportar una diatriba verbal de su servidora, se fue a bailar con una atractiva cabeza hueca—. Y creo que también le gustas. Ustedes tienen algo.

—Estas demente, —dije, sorbiendo mi refresco de cereza.

—Te lo he dicho un millón de veces, Lali, y te lo diré otra vez. Eres una mala mentirosa.

— ¡Yo no tocaría a ese cretino ni con un palo de tres metros! — ¿Mi voz transmitía suficiente disgusto?— ¿Realmente piensas que soy tan idiota Nicolas? El es arrogante, y duerme con todo lo que pueda tener sus sucias manos. La mayoría del tiempo, quisiera sacarle los ojos. ¿Cómo podría gustarme? El es un asno.

—Y las mujeres aman los asnos. Esa es la razón por la que no consigo una cita. Soy demasiado bueno.

—O muy peludo, —ofrecí—. Tome mi último sorbo de mi refresco de cereza y empujé el vaso hacia él—. Aféitate esa barba de Moisés y quizás tengas mejor suerte. Las mujeres no quieren besar alfombras, sabes.

—Estas tratando de cambiar la conversación, —señaló Nicolas—. Eso solo prueba que tu y el Sr. Asno tienen algo.

—Cállate. Solo cállate, Nicolas.

— ¿Entonces tengo razón?

—No, —dije—. Solo que realmente, realmente me estas sacando de quicio. Bien, definitivamente tenia que encontrar una manera de evitar el Nest por unas pocas semanas… o, mejor todavía, para siempre.










—Tu tiro, Duffy —Peter se inclinó sobre su palo de billar, con una sonrisa triunfal en el rostro.

—No has ganado todavía —dije, poniendo los ojos en blanco.

—Pero estoy ganando.

Lo ignoré, centrando mi atención en una de las dos bolas que aún quedaban en la mesa. En ese momento, yo realmente deseaba a Peter y sólo pensaba en ir directa a la habitación, por encima de todo lo demás. Pero esa noche, en lo alto de la escalera, Peter mencionó la mesa de billar y empezó a jactarse de que era un genio con el palo de billar. Por alguna razón, provocó una vena competitiva en mí, no veía la hora de limpiar el suelo con él y borrarle esa sonrisa arrogante de la cara. Sólo estaba empezando a lamentar mi decisión de desafiarlo en este juego porque, como se vio después, él no estaba muy lejos de la verdad. Yo tampoco era mala en el billar, pero él podía patearme el culo. Y no había nada que pudiera hacer para salir de esta.

—Quédate ahí —susurró él. Sus labios acariciaron detrás de mis orejas, poniéndose detrás de mí. Sus manos se colocaron en mis caderas y sus dedos jugaron con el dobladillo de mi camisa.

—Céntrate, Duffy. ¿Te estás concentrando?

Él estaba intentando distraerme. Y, mierda, estaba funcionando. Me aparté de él, intentando empujarlo con la parte trasera de mi palo. Por supuesto él me esquivó, y yo sólo logré golpear la bola blanca en dirección opuesta a la que había querido, enviándola a la derecha de uno de los agujeros de las esquinas.

—Cero —anunció Peter.

— ¡Maldita sea! —me di la vuelta para mirarlo—. ¡Eso no debe contar!

—Pero cuenta —él sacó la bola blanca del agujero y la envió cuidadosamente al final de la mesa.

—Todo vale en el amor y en el billar.

—Guerra —corregí.

—Es lo mismo —él echó el palo hacia atrás, mirando hacia delante, antes de disparar de nuevo. Medio segundo después, la bola navegó hacia el hoyo. Fue ganadora.

—Idiota —susurré.

—No seas mala perdedora —dijo él, apoyando el palo contra la pared—. ¿Qué esperabas? Obviamente, soy increíble en todo —sonrió—. Pero oye, no puedes estar en mi contra, ¿de acuerdo? No podemos dejar de ser como Dios nos hizo.


—Eres un arrogante tramposo —arrojé mi palo de billar a un lado, dejándolo en el suelo
estrepitosamente.

—Los malos ganadores son peor que los malos perdedores. ¡Y no he ganado porque me distrajiste! No podías mantener tus jodidas manos lo suficientemente lejos de mí para hacer un disparo decente. Y por otra cosa…

Sin avisar, Peter me subió en la mesa de billar. Sus manos se movieron en mis hombros, y un segundo más tarde, estaba tumbada mirando como sonreía. Él se subió a la mesa también, inclinándose sobre mí, con su cara a pocos centímetros de la mía.

—¿En la mesa de billar? —dije, estrechando mis ojos—. ¿En serio?
—No puedo resistirme —dijo—. ¿Sabes? Estás muy sexy cuando te enfadas conmigo, Duffy.

En primer lugar, me llamó la atención la ironía de esa declaración. Quiero decir, usó: sexy y duffy, -que implicaba que era gorda y fea-, en la misma frase. El contraste era casi cómico. Casi. Lo que realmente me extrañaba, sin embargo, era que nadie, ni siquiera Pablo Martinez, me había llamado alguna vez sexy. Peter fue el primero. Y la verdad era que estando con él me sentía atractiva. La forma en que me tocaba. La forma en que me besaba. Podía decir que su cuerpo me quería. Vale. Vale. Así era Peter. Su cuerpo quería a todo el mundo. Pero hasta entonces, era un sentimiento que no había experimentado. Bueno, nunca había experimentado nada. Era extraño. Pero nada de eso podía borrar la punzada de dolor de la última palabra de su declaración. Peter había sido el primero en llamarme sexy, pero también el primero en llamarme Duff. Esa palabra me había estado rondando, persiguiéndome, durante semanas. Y era por su culpa. Así que, ¿cómo podía él verme sexy y duff al mismo tiempo?

Pregunta mejor: ¿por qué me importaba?

Antes de que pudiera pensar alguna respuesta decente, empezó a besarme y sus dedos ya habían localizado los botones y las cremalleras de mi ropa. Nos convertimos en una maraña de labios, manos y rodillas y la cuestión se fue completamente de mi cabeza. Por el momento, al menos.


— ¡Vamos Panteras! —gritó Cande y unos pocos miembros de la Brigada de Skinny hicieron volteretas a lo largo del margen.

A mi lado, Euge agitaba uno de los pompones de dos dólares azul y naranja, con el rostro radiante de entusiasmo. Pablo y Merry estaban cenando con los padres de Merry esa noche, lo que significaba que debía pasar un par de horas con ella, incluso si ese par de horas era en un estúpido evento deportivo. La verdad era que yo odiaba todo lo que requiriera espíritu escolar, porque, obviamente, no tenía ninguno. Odiaba Hamilton High. Odiaba el horrible brillo de los colores del colegio, la increíble mascota, y por lo menos, al noventa por ciento de los estudiantes. Eso era por lo que no podía esperar a dejar el colegio.


—Tú lo odias todo —me había dicho Cande temprano, el día que le expliqué que no tenía ningún deseo de asistir al partido de baloncesto.

—Eso no es verdad.

—Sí, lo es. Tú lo odias todo. Pero te quiero. Y Euge también. Es por eso que te voy a pedir, como tu mejor amiga, que vengas traigas al partido.

Cuando Euge me había dicho que quería salir esa noche, mi primer instinto fue ir a mi casa y ver una película. Por eso la obligación de Cande como animadora del partido había interferido. Eso no podía ser un gran plan —Euge y yo podríamos haber visto una película— pero Cande tuvo que hacerlo muy complicado. Ella quería ver a Euge, también. Y quería que la viéramos animar, incluso si iba en contra de todo lo que representaba.

—Vamos, La —dijo, sonando irritada—. Sólo es un juego.

Ella había estado irritada estos días, especialmente conmigo. Y yo no estaba de humor para discutir con ella. Y así era como había acabado aquí, en una grada incómoda, aburriendo mi mente, con los vítores y gritos de la gente provocándome una migraña de mierda. Absolutamente maravilloso.

Había acabado de decidir que conduciría a donde Peter después del partido cuando Euge me dio un codazo en el costado. Por un segundo, creí que era un accidente, que había llegado un poco emocionado agitando su pom pom, pero entonces sentí un tirón en la muñeca.

—Lali.

— ¿Humm? —giré mi cabeza hacia su cara, pero ella no me estaba mirando. Su mirada estaba centrada en unas pocas personas en las gradas de abajo- tres alta y guapas chicas — junior, pensé— estaban sentada en primera fila, recostadas en sus asientos y con las piernas cruzadas. Tres perfectas colas de caballo. Tres vaqueros de talle bajo. Y luego, por el pasillo, se dirigía la cuarta. Era más pequeña y pálida, con el pelo corto y negro. Era evidente que era estudiante de primer año. Llevaba varias botellas de agua y unos perritos calientes en las manos, como si acabara de volver del puesto de comida.

Vi como la sonriente estudiante de primer año pasaba las botellas y la comida. Vi como cada junior la cogía. Vi como apreciaban menos su aspecto. Ella tomó asiento al final de la pequeña fila, y ninguna de las chicas mayores parecía hablar con ella, sólo con algunas de las de atrás. Vi como ella intentaba saltar en sus conversaciones, su pequeña boca abriéndose y cerrándose otra vez cuando alguna de las junior la interrumpía, ignorándola por completo. Hasta que, después de un momento, una la miró, habló rápidamente, y miró hacia atrás de sus amigas. La de primer año se puso de pie otra vez, y se fue, sin dejar de sonreír. Rehaciendo sus pasos, bajó las gradas y fue al puesto de comida. Volviendo a obedecer sus órdenes.


Cuando miré a Euge de nuevo, sus ojos estaban oscuros y... tristes. O tal vez enfadados. Era difícil de decir de ella porque no mostraban ninguna de esas emociones muy a menudo. De cualquier manera, la entendía.

Euge había sido como esa estudiante de primer año una vez. Así es como Cande y yo la encontramos. Dos chicas mayores, animadoras como Cande con el—total estereotipo de porristas: perras, rubias y parecían tontas —habían estado alardeando sobre alguna tonta estudiante de segundo año que mantenían como una “mascota”, y más de una vez Cande las había visto hablarle con desdén—Vamos a hacer algo con eso, La —había dicho ella instantáneamente—. No podemos dejar que la traten de esa manera.

Cande pensaba que tenía que salvar a todo el mundo. Al igual que me había salvado en el patio hacía tantos años. Yo estaba acostumbrada a eso. Sólo una vez, ella había necesitado de mi ayuda. Normalmente, yo habría estado de acuerdo porque Cande sólo estaba preguntando. Pero Euge Martinez era una chica a la que yo no deseaba conocer, que se salvara sola.

No es que no tuviera corazón. Yo sólo no quería conocer a la hermana de Pablo Martinez. No después de lo que me había hecho. No después del drama que había atravesado el año antes. Y me las arreglé para mantenerme firme... hasta ese día en la cafetería.

—Dios, Euge, ¿tu cerebro está muerto o qué?

Cande yo giramos las cabezas para ver a una de las flacas animadoras humillando a Euge, que era por lo menos una cabeza más baja que ella. O tal vez fue que Euge se había desplomado, acobardada.

—Te pedí que hicieras una cosa simple —escupió la animadora, golpeando con el dedo el plato que Euge llevaba—. Una cosa estúpidamente simple. No echar mierda en mi ensalada. ¿Tan difícil es eso?

—Así es como viene la ensalada, Mía —masculló Euge, con las mejillas brillantemente rosas—. Yo no hice…

—Tú eres una idiota —la animadora se giró y se fue, moviendo la cola de caballo detrás de ella.

Euge sólo se quedó ahí, mirando al plato de ensalada con grandes ojos tristes. Parecía muy pequeña entonces, muy débil y tímida. En ese momento, yo no pensé en ella como guapa. O incluso linda. Sólo frágil y asustada. Igual que un ratón.

—Date prisa, Euge —una de las otras animadoras la llamó desde la mesa, sonando irritada—. No vamos a guardarte el sitio para siempre. Jesús.

Yo pude sentir a Cande mirándome, y supe lo que quería. Y, mirando a Euge, no podía pretender no saber exactamente por qué. Si alguien necesitaba una mano de Cande Salva el Día, era esta chica. Además, ella no se parecía en nada a su hermano. Eso hizo que mi decisión fuera un poco más fácil. Suspiré, y dije en voz alta:


—Oye, Euge.

Ella saltó y se giró para mirarme, y la expresión temerosa de su cara casi rompió mi corazón.

—Ven, siéntate con nosotras —no era una pregunta. Ni siquiera una oferta. Era mucho más que una orden. No quería darle elección. Incluso pensé, que si era sensata, nos elegiría a nosotras.

Entonces, Euge se apresuró hacia nosotras, las animadoras mayores se enfadaron y Cande estaba radiante. Y eso fue todo. Fin de la historia.

Aunque ahora no parecía tanto como en el pasado, vi el apuro de la de primer año en el puesto de comida. Podía ver que los vaqueros le quedaban mal —no tenía suficientes curvas para vaqueros de talle bajo— y sus hombros caídos le hacían parecer extrañamente desequilibrada. Todas esas cosas la separaban de sus mandonas amigas. Era el eco andante de Euge mucho tiempo atrás. Sólo que ahora tenía una nueva palabra para eso. Para esa chica. Duff.

No había forma de evitarlo. La estudiante de primer año era definitivamente Duff en comparación con las pequeñas zorras que la rodeaban. No es que fuera poco atractiva, y definitivamente no era gorda, pero de las cuatro ella era la última en la que alguien se fijaría. Y no podía dejar de preguntarme si esa era la cuestión, si ellas la usaban para algo más que la diligencia. ¿Estaba ahí para que ellas se vieran mejor?

Miré de nuevo a Euge, recordando lo pequeña y débil que parecía esa día. No parecía ni linda ni guapa. Sólo patética. Duff. Ahora, ella era guapa, voluptuosa y adorable y… bueno, sexy. Todos los chicos —excepto Agustín, desafortunadamente— la querían. Pero lo extraño era, que ella no veía la diferencia. No en la superficie, al menos. Había sido voluptuosa y rubia entonces. Así que, ¿qué había cambiado? ¿Cómo podía una de las chicas más hermosas que había conocido haber sido Duff? ¿Era lógico? Era como Peter llamándome Duffy y sexy al mismo tiempo. Simplemente, no tenía sentido.

¿Era posible no ser gorda o no ser fea y ser Duff? Creo que Peter lo había dicho esa noche en el Nest. Duff era una comparación. ¿Quería decir eso que incluso las chicas más atractivas podían ser Duffs?

¿Debíamos ayudarla? Me quedé sorprendida por un segundo, y un poco confusa. Me di cuenta de que Euge estaba mirando a la de primer año hacer su camino por la primera fila.

Y tuve un horrible pensamiento. Uno que me hizo oficialmente la zorra más grande que había existido jamás. Pensé en ir y tomar a la estudiante de primer año como una de las nuestras, de modo que tal vez, sólo tal vez, no sería más Duff.


Podía oír la voz de Peter en mi cabeza “la mayoría de la gente no hace nada por evitar ser Duff”. Me dije que yo no era la mayoría de la gente, pero, ¿qué era? ¿Era yo igual que esas animadoras, graduadas hacía ya tiempo, que habían maltratado a Euge, o como esas tres chicas de perfectas colas de caballo de las gradas?

Antes de que pudiera tomar una decisión, pensé en la de ayudar a la de primer año —ya fuera por razones correctas o incorrectas— el timbre sonó sobre nuestras cabezas. A nuestro alrededor, la multitud estaba de pie vitoreando, bloqueando mi punto de vista de la pequeña figura de pelo oscuro.

Ella se había ido y así fue como perdí mi oportunidad de salvarla o lo que pudiera haber hecho.

El partido había terminado.

Las Panteras habían ganado.

Y yo todavía era la Duff.






Mañana maratón!! de 5 caps ya saben las reglas un comentario y subo de inmediato ..las quiero 

jueves, 30 de julio de 2015

capitulo 9 y 10





Papá no salió de su dormitorio el resto del fin de semana. Llamé un par de veces el  domingo por la tarde y me ofrecí a hacerle algo de comer, pero el solo murmuro una negativa sin abrir la puerta. Su aislamiento me aterrorizó. Debía estar deprimido por lo de mamá, y avergonzado de haber dejado pasar su tren. Pero yo sabía que no era saludable. Decidí que si no salía antes del lunes por la tarde, entraría en la habitación y... bueno, no sabía lo que iba a hacer a continuación. Mientras tanto, intentaría no pensar en mi padre o en los papeles de divorcio que estaban en la mesa de la cocina.

Sorprendentemente, fue bastante fácil.

La mayoría de mis pensamientos pululaban alrededor de Peter.  Pero realmente no sabía cómo manejar la situación en el instituto el lunes. ¿Qué hacer después de  una aventura de una noche (o, en mi caso, una de tarde) con un chico popular del instituto? ¿Se suponía que debía actuar de forma indiferente? ¿Tratar de no disimular el odio o parecer normal? ¿O bien, ser honesta conmigo misma y reconocer que me había gustado? ¿Bajar el tono de desprecio y ser amigable? ¿Le debía algo? Por supuesto que no. El había disfrutado de la experiencia tanto como yo menos el odio hacia uno mismo.

En el momento en que llegué al instituto el lunes por la mañana, había decidido evitarlo lo más posible.

— ¿Estás bien, Lali? —Preguntó Euge cuando salimos de español, al final del primer piso.- Estás actuando… rara.

Lo voy a admitir, mis habilidades de espionaje no eran precisamente buenas, pero sabía que Peter iba a pasar por delante de la clase cuando fuera de camino a la suya en el segundo piso, y yo no quería arriesgarme a una reunión incómoda post-sexo en el pasillo. Miré con ansiedad  por el borde de la puerta, examinando a la multitud buscando los rizos castaños inconfundibles. Pero Euge sabía que algo pasaba, estaba siendo demasiado obvio.

—No es nada —Mentí, saliendo al pasillo como un niño pequeño mirando a ambos lados  cuando va a cruzar una calle muy transitada, y me sentí aliviada al no verlo por ninguna parte. — Estoy bien.

—Oh, está bien —Dijo ella sin levantar sospechas-. Debo de estarlo imaginando, entonces.

—Sí, debes de estarlo imaginando 54

Euge se colocó un mechón suelto de cabello rubio que se había soltado de su coleta—. ¡Oh, Lali, se me olvido contarte! ¡Estoy tan emocionada!

—Déjame adivinar, —bromeé—. Tiene algo que ver con Agustín Sierra, ¿verdad? ¿Te preguntó en qué lugar conseguiste esos vaqueros ceñidos tan bonitos? ¿O cómo te arreglas el cabello?

— ¡No! —Euge se rió—. No.... En realidad, es sobre mi hermano. Él viene a visitarnos esta semana, y debe llegar a Hamilton al mediodía. Me va a recoger a la salida de instituto. Estoy muy emocionada,  hace unos dos años y medio desde que se fue para la
universidad y... —Hola Lali, ¿estás segura de que estás bien? —

Me quedé congelada en medio del pasillo. Podía sentir como me estaba quedando blanca y
mis manos se tornaron frías, empecé a temblar y empezaba a sentir náuseas pero dije la
mentira de siempre. —Estoy bien.
 Forcé a mis pies a moverse. — Estoy mejor, bueno, pensé que se me había olvidado algo. Estoy bien, ¿Qué estabas diciendo?

Euge asintió con la cabeza. — Oh, bueno, estoy muy entusiasmada con la llegada de Pablo. No puedo creer que diga esto pero lo he echado tanto de menos. Será agradable pasar el rato con él durante unos días. Ah, y creo que Merry viene con él. ¿Te dije que acaban de comprometerse?

—No. Eso es genial.... Tengo que ir a clase, Euge.

—Oh, está bien.... Bueno, te veo en Inglés, Lali.

Ya estaba a mitad de camino por el pasillo antes de que Euge terminara de hablar. Pase junto a  un grupo de estudiantes en estampida, apenas me fije en ellos, ya era bastante con andar de puntillas como para embestirles con mi mochila. Los sonidos a mí alrededor poco a poco se desvanecieron cuando los recuerdos no deseados inundaron mi cabeza. Era como si por las palabras de Euge salieran sin control después de mucho tiempo.

— ¿Eres Lali? ¿La perra de primer año que se enrollo con mi novio?

— ¿Tu novio? Yo no— 

-—Mantente lo más lejos posible de Pablo.

Mi rostro se enrojeció con los recuerdos.

Mis pies se movieron tan rápido que  casi corría hacia mi clase. Como si pudiera escapar de los recuerdos. Como si no me perseguían con una venganza. Pero Pablo Martinez estaría de vuelta en Hamilton durante una semana. Pablo Martinez estaba comprometido con Merry.  Pablo Martinez... el chico que me rompió el corazón.

Llegue a clase cuando sonó el timbre. Sabía que el señor Chaucer estaba mirándome pero no me  molesté en voltear. Me senté cerca de la parte de atrás de clase, tratando desesperadamente de dedicarme a otra cosa, pero ni siquiera el comentario ingenioso de Gas Dalmau sobre el Poder Legislativo y su cara adorable hizo que dejara por un momento de pensar en Pablo y su novia.

Apenas escuché las palabras del Sr. Chaucer y cuando sonó el timbre, mis apuntes eran escasos, solo tenía dos frases apenas legibles. Dios, iba a suspender esta asignatura, las cosas se estaban poniendo feas. Si yo fuera una rica snob de Manhattan, podría haber sido un personaje en G ossip G irl. (A veces veo esa serie de mala calidad...aunque mis amigas no lo saben) ¿Por qué no podía ser mi vida una comedia? Por otra parte, incluso en Friendstenían problemas.

Entré en la cafetería, y me encontré con Cande y Euge esperándome en nuestra mesa. Como siempre, Ángela, Vikki, Jeanine, y el primo de Jeanine se unieron a nosotros. Ángela estaba mostrando sus nuevos Vans, por lo que mi enfado fue desapercibido cuando me dejé caer en la silla.

—Son bonitos —Comentó Cande. — ¿Quién te los regaló?

—Mi padre—Contestó Ángela, acariciando la punta de su zapato.

Él y mi madre están compitiendo por mi amor ahora. En un primer momento estaba un poco molesta, pero he decidido seguir el rollo y divertirme con ello. — Ella cruzó las piernas y se toco su pelo oscuro. —Estoy esperando por el próximo Prada.

Todos se rieron.


—No estuve nada de acuerdo con el divorcio de mis padres —Dijo Cande —A mi padre no le importaba si yo lo amaba más, supongo.

—Es triste, Can —Murmuró Euge.

—Oh, no lo es—. Cande se encogió de hombros y empezó a coger su esmalte de uñas de color naranja. —Papá era detestable. Yo me sentí satisfecha cuando mamá lo echó de la casa. Ella lloró mucho y cuando mamá es más feliz, el mundo es más feliz. Claro, que no tiene tanto dinero, pero no es como papá, siempre controlándonos. Él se ofreció a comprar un coche a mamá, ella no quería, pero él insistía.

—Los divorcios son deprimentes —Suspiró Euge.- —Me sentí muy mal cuando mis padres se separaron. ¿No, Lali?

Sentí como me ponía roja, menos mal que Cande cambió de tema, como si no hubiera oído la pregunta de Euge.

—Hola, Vikki, ¿qué ocurrió ayer por la noche? No nos dijiste donde habías ido. — Jeanine rió a sabiendas. — ¿Qué paso Vikki?

Vikki puso los ojos en blanco y se toco un mechón de su pelo rizado rubio perfectamente cuidados.

—Oh, Dios mío. Bueno tuve una pelea con Clint, no creo que me hable más, y Ross...

No presté atención a lo que estaba hablando mientras pensaba en otra cosa. Por mucho que quería de dejar de pensar en Pablo. No me interesaban los problemas de Vikki .Cualquier otro día,  hubiera encontrado divertida la historia debido a mi telenovela personal, pero en ese  momento el drama parecía tan vago y sin importancia. Así que era insípido. Tan indulgente. Tan vacío. No pude evitar sentirme un poco culpable por pensar eso. Estaba muy distraída pero traté de escuchar los males de Vikki McPhee.

Luego, algo que dijo me llamó la atención.

-... Pero hice el tonto con Peter un rato después...

— ¿Peter? —Dije.

Vikki me miró, orgullosa de lo que ella veía como un logro. ¿No había más de dos tercios de las chicas en la escuela que habían logrado lo mismo? Por ejemplo yo... pero, por supuesto, ella no sabía nada.

—Sí —Dijo—. Después de la pelea con Clint, terminé en el aparcamiento con Peter. Estuvimos en su coche un rato hasta que mi madre me llamó y tuve que irme a casa antes de que pudiéramos hacer algo. Apesta, ¿no?

—Claro—

Mis ojos se movieron a través de la cafetería, en busca de una cabeza marrón rizada por encima de los que le rodean. Estabas sentado con algunos de sus amigos, en su mayoría chicas, por supuesto. Estaban en una mesa rectangular larga al otro lado de la habitación. Llevaba una camiseta negra ajustada. No era muy apropiada para el frío que hacía, estábamos a principios de febrero, mostraba sus perfectos brazos musculosos. Brazos que me habían abrazado... que habían ayudado a borrar mi estrés…

— ¿Os dije chicas que mi hermano viene a la ciudad? —Preguntó Euge—. Él y su novia nos visitarán por una semana.

Cande me miró preocupada y se preocupó más cuando me vio levantarme.

— ¿A dónde vas, La?

Todos en la mesa me miraron, y traté de parecer convincente. —Acabo de recordar, —le dije— Que tengo que ir a hablar con Peter acerca de nuestro trabajo de inglés.

Quería evitarlo pero tenía una mejor idea.

— ¿No lo acabasteis el sábado? — Preguntó Euge.

—Lo empezamos pero no lo terminamos.

—Porque estaban muy ocupados con otras cosas. — Bromeó Cande haciéndome un guiño.

No luzcas culpable. No luzcas culpable.

— ¿No has oído? —Euge se echó a reír.- —Lali está locamente enamorada de Peter.

Fingí como si fuera a vomitar  y todos rieron. —Correcto —Le dije, asegurándome de que mi voz estaba llena de irritación y asco.- No lo soporto. Dios, le he perdido el respeto desde que la señora Perkins me hizo trabajar con él. —Estaría en éxtasis, si yo fuera tú —Dijo Vikki, sonando un poco amarga.

Jeanine y Ángela asintieron con la cabeza.

—Como sea— Me sentía un poco nerviosa. —Necesito hablar con él acerca del trabajo. Nos vemos  más tarde, ¿de acuerdo?

—De acuerdo —Dijo Euge, riéndose.

Me di prisa en cruzar la cafetería llena de gente, no paré hasta que estuve a unos pasos de la mesa de Peter, donde el único ocupante era Sierra Agustín. Entonces hizo una pausa de un segundo, de repente, un poco vacilante. Una de las chicas, era una delgada rubia con los labios de Angelina Jolie, estaba hablando acerca de unas vacaciones de mierda en Miami, y Peter estaba escuchando con atención, obviamente, tratando de convencerla de su simpatía.

La repugnancia borró mi inseguridad, y me aclaré la garganta con fuerza, consiguiendo de todo el grupo un poco de atención. La rubia estaba agitada y enojada, pero me centre en Peter, que me miró con indiferencia, como si fuera cualquier chica.

—Necesito hablar contigo acerca de nuestro trabajo de inglés

— ¿Es necesario? —Preguntó Peter con un suspiro.

—Sí -dije—. Ahora mismo. Yo no voy a suspender por tu pereza.

Puso los ojos en blanco y se levantó.

—Lo siento chicas, el deber me llama —Dijo a las chicas afectadas— Os veré mañana, ¿me guardareis un sitio?

—Por supuesto que lo haremos —Chilló una pequeña pelirroja.

Cuando Peter y yo nos alejamos, oí decir a los de los Labios Grandes: — Dios, esa chica es una perra.

Cuando llegamos al pasillo Peter preguntó: — ¿Cuál es el problema, Duffy? Te envié un correo electrónico con  el ensayo anoche, como me dijiste. ¿Y a dónde exactamente vamos? ¿A la biblioteca?—

—Cállate y ven conmigo—.

Lo llevó por el pasillo, más allá de las aulas de inglés. No me pregunten de dónde saqué esa idea, porque yo no podía contestarla, pero sabía exactamente a dónde íbamos, y estaba segura de que esto me podría hacer una puta. Pero cuando llegamos a la puerta del armario de la limpieza, no tenía ningún sentimiento de vergüenza... todavía no, por lo menos. Agarré el pomo de la puerta y vi los ojos de Peter estrechados por sospecha. Abrí la puerta, comprobé que nadie estaba mirando, e hizo un gesto para que él entrara. Peter entró en el armario pequeño, y yo lo seguí, cerrando sigilosamente la puerta detrás de nosotros.

—Algo me dice que no se trata de” La Letra Escarlata” —Dijo, e incluso en la oscuridad,
sabía que él estaba riendo.

—Cállate

Esta vez me encontró a mitad de camino. Sus manos se enredaron en mi pelo y la mías se posaron en sus antebrazos. Nos besamos con violencia, y nos estrellamos contra la pared. Oí un caer una fregona, o tal vez una escoba, pero mi cerebro apenas registró el sonido cuando una de las manos de Peter se trasladó a mi cadera, y me acercó más a él.

Él era mucho más alto que yo, se tenía que inclinar para besarme. Sus labios se presionaban con fuerza contra los míos, y dejé que mis manos exploraran sus bíceps. El olor de su colonia invadía el aire rancio de la habitación y llenó mis sentidos. Sentí como su mano insistentemente intentaba levantar el borde de mi camiseta. Con un suspiro, me aparte de él y me agarró por la muñeca.

—No, no... Ahora.

—Entonces ¿cuándo? —Preguntó Peter en mi oído. Todavía me tenia sujeta contra la pared. Ni siquiera le faltaba el  aliento. Yo, en cambio, luchaba por recuperarlo.

—Más tarde.

—Se más específica.


Me deshice de sus brazos y me dirigí hacia la puerta, casi tropecé con lo que parecía un cubo. Levanté una mano para retocarme el pelo ondulado y sujeté el picaporte.








No pensé que el timbre que anuncia el final de la clase fuera a sonar nunca. Cálculo era terriblemente largo y aburrido,  e inglés era horripilante. Me encontré a mí misma mirando a Peter muchas veces, ansiosa por sentir de nuevo los efectos adormecedores que provoca en mi mente sus brazos, manos, y labios.

Sólo recé para que mis amigas no lo notaran. Euge, por supuesto, me creería si le digo que está imaginando cosas; Cande, por otro lado... bueno, con suerte Cande estaría muy absorbida con la clase de gramática del Sr. Perkins, ja, ¡sí claro!, para mirarme. Probablemente me interrogaría por horas y adivinaría todo lo que había pasado, viendo  a través de mis negaciones. De verdad necesitaba salir de aquí antes de ser expuesta.

Pero para cuando finalmente sonó el timbre, no tenía prisa por salir.

Euge entró a la cafetería con su rubia coleta balanceándose tras ella. —¡No puedo esperar a verlo!

—Lo entendemos, Euge —dijo Cande—. Amas a tu hermano mayor. Es lindo, en serio, pero has dicho eso como... ¿veinte veces hoy? ¿Treinta quizás?

Euge se sonrojó. —Bueno, no puedo esperar.

—Por supuesto que no puedes — sonrió Cande—. Estoy segura de que estará feliz de verte también, pero quizás quieras calmarte un poquito. —Se detuvo en medio de la cafetería y miró sobre su hombro hacia mí—. ¿Vienes, La?

—No —dije, agachándome y jugando con los cordones de mis zapatos—. Tengo que... atar esto. Adelántaros chicas. No aplaceis la reunión por mí.

Cande me dirigio una mirada complice antes de asentir y empujar a Euge hacia adelante. Comenzó una nueva conversación para distraer a Euge de mi patética excusa.
—Háblame de su prometida. ¿Cómo es? ¿Es guapa? ¿Tonta como un saco de patatas? Quiero los detalles.

Esperé en la cafetería  unos buenos veinte minutos, sin querer tener la oportunidad de encontrármelo en el aparcamiento. Qué gracioso que, hace menos de siete horas, había estado evitando a un chico completamente distinto... uno por el que ahora estaba desesperada por ver.

Tan enfermo y retorcido como era, no podía esperar a estar de vuelta en la habitación de
Peter. De vuelta a mi propia isla privada. De vuelta a mi mundo de escape. Pero primero tenía que esperar que Pablo Martinez saliera del aparcamiento.

Cuando me sentí segura de que él se había ido, salí de la escuela, poniéndome el suéter. El viento de febrero golpeó mi cara mientras me movía a través del aparcamiento vacío, la visión de mi coche no me brindó ninguna comodidad. Me senté en el asiento del conductor, temblando como una loca y encendí el motor. El viaje a casa pareció durar horas, aunque el instituto de Hamilton está a sólo cuatro kilómetros de mi casa. Había comenzado a preguntarme si podía llegar a casa de peter unas pocas horas antes, cuando entré a mi cochera y recordé a mi papá. O h, genial. Su coche estaba aparcado allí, pero todavía no debería estar de vuelta del trabajo.

— ¡Maldición! —Gemí,  golpeando el volante y saltando como una idiota cuando sonó la bocina—. ¡Maldición! ¡Maldición!

La culpa se apoderó de mí. ¿Cómo me pude olvidar de papá? .Mi pobre papá, solo, atrincherado en su dormitorio. Me preocupé mientras salía del coche y caminaba pensando que estaría en su  habitación. Si lo estaba, ¿tendría que tumbar la puerta?¿Luego qué? ¿Gritarle? ¿Llorar con él? ¿Decirle que mamá no lo merece? ¿Cuál era la respuesta correcta?

Pero papá estaba sentado en el sofá cuando entré, con un tazón de palomitas de maíz en su regazo. Dudé en la puerta, sin estar segura de qué demonios estaba sucediendo. Se veía... normal. No se veía como si hubiera estado llorando o bebiendo ni nada. Sólo se parecía a mi padre con sus gruesas gafas de montura y desordenado cabello castaño rojizo. De la misma manera en que lo veía todos los días de la semana.

—Hola, Abejorro —dijo, mirándome—. ¿Quieres  palomitas? Hay una película de Clint Eastwood en la AMC.

—Um...
no gracias. —Miré alrededor de la habitación. No había vasos rotos. Ninguna botella de cerveza. Como si no hubiera estado bebiendo nada ese día. Me pregunté si eso era el final. Si la recaída había terminado. ¿Las recaídas funcionaban de esa manera? No tenía idea. Pero no podía evitar sentirme precavida—. ¿Papá, estás bien?

—Oh, estoy bien —dijo—. Me desperté tarde esta mañana, así que  llamé al trabajo y les dije que estaba enfermo. No he cogido ninguno de mis días de vacaciones, así que no es gran cosa.

Miré hacia la cocina. El sobre de Manila todavía estaba intacto en la mesa de la cocina. Intocable.

Debió seguir mi mirada, o adivinarlo, porque con un encogimiento de hombros dijo: —Oh, ¡esos estúpidos papeles! Ya sabes, me tenían en un aprieto. Finalmente pensé en ello y me di cuenta de que sólo son un error. El abogado de tu madre escuchó que se había ido un poco más de tiempo de lo usual y soltó la bomba.

— ¿Has hablado con ella?

—No —admitió papá—. Pero estoy seguro de que ese es el problema. Nada de que preocuparse abejorro. ¿Qué tal el día?

—Estuvo bien.

Ambos estábamos mintiendo, pero yo sabía que mis palabras no eran ciertas. Él, por otra parte, parecía genuinamente convencido. ¿Cómo podía recordarle que la firma de mamá estaba en los papeles? ¿Cómo podía devolverlo a la realidad? Eso sólo lo llevaría a su habitación de nuevo o lo enviaría en búsqueda de una botella y arruinaría este momento de paz fabricada

Y no quería ser la que estropeara la sobriedad de mi papá.

Consternado, decidí mientras subía las escaleras hacia mi habitación. Estaba simplemente consternado. Pero la negación no iba a durar mucho. Eventualmente tendría que despertar. Sólo esperaba que lo hiciera con gracia.

Me estiré en mi cama con mi libro de cálculo en frente de mí, tratando de hacer una tarea que realmente no entendía. Mis ojos continuaban saltando al reloj despertador de mi mesita de noche. 3:28... 3:31... 3:37... Los minutos pasaban, y los problemas de matemáticas se volvieron borrosos, patrones de símbolos indescifrables, como runas antiguas.

Finalmente cerré el libro y reconocí mi derrota. Esto era enfermo. No debería estar pensando en Peter. No debería estar besando a Peter. No debería estar durmiendo con Peter. Maldita sea, semanas antes habría pensado que hablar con él era horrible. Pero mientras más giraba en mi mundo, más atrayente se volvía. No me malentiendan, todavía lo odiaba con pasión. Su arrogancia me hacía querer gritar, pero su habilidad para me; aunque sólo sea temporalmente, de mis problemas lo dejaba en lo alto. Era mi droga. Estaba enferma. Aún más enferma era la forma en la que le mentí a Cande, sobre esto cuando me llamó a las cinco y media.

—Hola, ¿estás bien? Oh, Dios mío, no puedo creer que Pablo esté de vuelta. ¿Estás, como en estado de pánico? ¿Necesitas que vaya a tu casa?

—No —estaba nerviosa, todavía miraba el reloj cada pocos minutos—. Estoy bien.

—No te lo guardes, La —instó.

—No lo hago. Estoy bien.

—Voy para allá —dijo ella.

—No —dije rápidamente—. No lo hagas. No hay razón para ello.

Hubo silencio por un segundo, y cuando Cande habló de nuevo, sonaba un poco herida. — De acuerdo... pero, quiero decir, incluso si no hablamos acerca de Pablo, podríamos salir o cualquier cosa.

—No puedo —dije—. Yo, um... —Eran las cinco y treinta y tres. Aún había una hora para poder salir a lo de Peter. Pero no le podía decir eso a Cande. Nunca. —Pienso que me voy a ir a la cama temprano esta noche.

— ¿Qué?

—Me quedé despierta hasta muy tarde anoche viendo, u... una película. Estoy exhausta.

Ella sabía que estaba mintiendo. Era muy obvio. Pero no me cuestionó. En su lugar, sólo dijo: —Bueno... bien, supongo. ¿Pero quizás mañana? ¿O este fin de semana? En verdad

necesistas hablar de ello, La. Aun cuando pienses que no lo necesitas. Solo por que es el  hermano de Euge...

Al menos ella pensó que estaba mintiendo para encubrir mis asuntos con Pablo. Prefería que pensara eso, que la verdad. Dios, era una amiga de mierda. Pero Peter era algo acerca de lo que tenía que mentir. A todos.

Cuando finalmente se hicieron las seis y cuarenta y cinco, agarré mi suéter y corrí hacia abajo por las escaleras, sacando las llaves de mi bolsillo. Encontré a papá en la cocina, calentando en el microondas unas mini pizzas. Me sonrió mientras me colocaba mis guantes. —Oye, papá —dije—. Volveré más tarde.

— ¿A dónde vas, Abejorro?

Oh, uh, buena pregunta. Este era un problema que no había anticipado, pero cuando todo lo demás falla, di la verdad... o al menos parte de ella.

—Voy a la casa de Peter Lanzani. Estamos trabajando en un ensayo para inglés. No llegaré a casa tarde —O h, por favor, pensé. N opermitasquemismejillassesonrojen.

—De acuerdo —dijo papá—. Diviértete con Peter.

Salí de la cocina antes de que mi cara ardiera en llamas. — ¡Adiós, papá!

Casi corrí hasta mi coche y me resulto difícil cuando entré en la autopista. No iba a obtener mi primera multa por Peter Lanzani. El límite tenía que estar señalado en algún lugar.

Entonces de nuevo, ya había cruzado varios límites.

¿Qué estaba haciendo exactamente? Siempre me había burlado de las chicas que jodían con Peter, y aun así, aquí estaba yo, volviéndome una de ellas. Me dije que había una diferencia. Esas chicas pensaban que tenían una oportunidad con Peter; lo encontraban sexy y atrayente, lo que de una forma retorcida, supongo que lo era. Ellas pensaban que era un buen chico, que podían domarlo, pero yo sabía que era un imbécil. Sólo quería su cuerpo. Ninguna atadura. Nada de sentimientos. Sólo quería el subidon.

¿Eso me hacía una drogadicta y una prostituta?

Detuve mi coche  en frente de la inmensa casa y decidí que mis razones eran justificadas. La gente con cáncer fumaba marihuana con prescripción médica; mi situación era muy similar. Si no usaba a Peter para distraerme, me volvería loca, así que en realidad me estaba salvando de la autodestrucción y una montaña de facturas por terapia.

Caminé por la acera y toqué el timbre. Un segundo después, el seguro sonó y el pomo giró. En el instante en que la sonriente cara de Peter apareció en la puerta, supe que, a pesar de mi razonamiento, esto estaba mal.

Asqueroso. Enfermo. Poco saludable.



Y completamente estimulante.










miércoles, 29 de julio de 2015

capitulo 7 y 8





Después de pensarlo durante un rato, decidí que ser la “Duff” tenía muchos beneficios.


Beneficio número uno: no tiene sentido preocuparse por el pelo.

Beneficio número dos: ninguna presión para actuar de manera cool. Nadie se fija en ti...

Beneficio número tres: ningún drama con los chicos.

Me di cuenta del beneficio número tres mientras estábamos viendo Atonement en la habitación de Euge. En la película, la pobre Keira Knightley tiene que pasar por toda esa maldita tragedia con James McAvoy, pero si Keira no hubiera sido atractiva, el nunca se habría fijado en ella y no le habría roto el corazón. Al fin y al cabo todos sabemos eso de que “es mejor haber amado y perdido...”, todo ese rollo es una mierda.

Esta teoría se aplica a un montón de películas. Piensa en ello. Si Kate Winslet hubiese sido la “Duff”, Leonardo DiCaprio no se habría enamorado de ella en Titanic y nosotros nos habríamos ahorrado un montón de lágrimas. Si Nicole Kidman hubiese sido fea en Cold Mountain, no tendría que haberse preocupado por Jude Law cuando se fue a la guerra. La lista es interminable.

He visto a mis amigas pasarlo mal por un chico continuamente. Normalmente, las relaciones terminaban con ellas llorando (Eugenia) o gritando (Candela). A mi sólo me habían roto el corazón una vez, pero había sido más que suficiente. Así que, viendo Atonement con mis amigas, me di cuenta de lo agradecida que tenía que estar de ser la “Duff”. Bastante jodido ¿no?

Desafortunadamente, ser la “Duff” no me salvaba de experimentar dramas familiares.

Llegué a casa sobre la una y media de la tarde del día siguiente. Todavía me estaba recuperando de la fiesta de pijamas – donde ninguna habíamos dormido- y apenas podía mantener los ojos abiertos. Sin embargo, el ver mi casa en un estado de completa devastación, me espabiló al instante. Cristales rotos esparcidos por el suelo del salón, la mesita de café estaba boca abajo, como si le hubieran dado una patada y tardé más o menos un minuto en darme cuenta de que había botellas de cerveza dispersas por toda la habitación. Durante un segundo me quedé helada en la puerta pensando que nos habían robado. Entonces escuché los fuertes ronquidos de mi padre en su habitación a través del pasillo y supe que la verdad era aún peor.

No vivíamos en una casa museo por lo que se podía caminar con los zapatos puestos por la
alfombra. Hoy era indispensable. Cristales, que suponía procedían de varios marcos de
fotos rotos, crujían bajo mis pies mientras iba a la cocina a por una bolsa de basura. La necesitaría para limpiar todo este caos.

Me sentí extrañamente entumecida mientras me movía por la casa. Sabía que tenía que
estar alucinando. Quiero decir, mi padre había estado sobrio al menos los últimos dieciocho años y las botellas de cerveza dejaban bastante claro que esa sobriedad estaba en peligro, pero yo no sentía nada, tal vez porque no sabía cómo debía sentirme. ¿Qué podría haber pasado que fuese tan grave como para que recayera después de tanto tiempo?


Encontré la respuesta en la mesa de la cocina, cuidadosamente disimulada en un sobre manila.

— Papeles de divorcio— murmuré mientras examinaba el contenido del paquete abierto. — ¿Qué demonios...? —me quedé mirando la firma de mi madre en estado de shock. Quiero decir, sí, ya me imaginaba que la cosa acabaría más o menos así. Cuando tu madre desaparece durante más de dos meses te lo acabas imaginando. — Pero, ¿ahora?, ¿en serio? ¡Ni siquiera me había llamado para avisarme!, ni a papa. — ¡Maldita sea! — susurré con los dedos temblorosos. Papá no lo había visto venir. ¡Dios!, no era de extrañar que se emborrachara de repente. ¿Cómo podía hacerle esto? ¿Cómo podía hacernos eso a ninguno de los dos?

A la mierda. En serio. Que le jodan.

Aparté el sobre hacia un lado y cayó contra el armario donde guardamos las cosas de limpieza luchando contra las lágrimas que me ardían en los ojos. Cogí una bolsa de basura y me dirigí a la devastada sala de estar.

Todo me vino de repente. Sentí un nudo en la garganta mientras cogía una de las botellas de cerveza vacías.

Mamá no iba a regresar, papá había vuelto a beber y yo estaba recogiendo literalmente los pedazos.

Reuní los fragmentos de vidrio más grandes y las botellas vacías y los tiré a la bolsa intentando no pensar en mi madre. Tratando de no pensar en que probablemente tendría un bronceado perfecto. Intentando no pensar en el atractivo latino de veintidós años al que probablemente se estaba tirando. Tratando de no pensar en la perfecta firma que había utilizado en los papeles del divorcio.

Estaba enfadada con ella. Tan, tan enfadada... ¿Cómo podía haberles hecho esto? ¿Cómo podía haber enviado los papeles del divorcio sin venir a casa, ni avisarnos? ¿Acaso no sabía lo que le haría a papá? ¿Y ni siquiera había pensado en mí?, dejando a un lado que ni me había llamado para prepararme.

Justo entonces, mientras daba una vuelta alrededor de la sala, me di cuenta de que odiaba a mi madre. La odiaba por haberse ido para siempre. La odiaba por habernos dejado en estado de shock con esos papeles. La odiaba por haberle hecho daño a papá.

Mientras llevaba la bolsa de basura llena de marcos de fotos destrozados a la cocina, me pregunté si mi padre había querido de verdad romper aquellos recuerdos, aquellos que las


fotos habían capturado de mi padre y mi madre juntos. Seguramente no. Esa es la razón por la cual necesitó beber. Cuando incluso eso no consiguió borrar la cara de mi madre de su mente, debió de destrozar la habitación como un borracho loco.

Nunca había visto a mi padre beber, pero sé por qué lo había dejado. Alguna vez, cuando era pequeña, les había oído hablar sobre ello. Supuestamente tenía mal genio cuando estaba borracho. Tan malo que mi madre se había asustado y le había rogado que dejara de beber. Lo cual explicaba la mesa de café volcada.


Pero la idea de mi padre borracho...simplemente no tenía lógica. Quiero decir, ni siquiera podía imaginarme a mi padre usando una palabra más fuerte que otra ¡maldita sea!, ¿mal genio?, no me lo podía ni creer.

Esperaba que no se hubiera cortado con ningún cristal. Quiero decir, que yo no le culpaba por esto, culpaba a mi madre. Ella era la que le había hecho esto. Yéndose, desapareciendo, no llamando, no avisando. Mi padre no hubiera recaído si no hubiera visto esos estúpidos papeles. Estaría bien, viendo la televisión por cable y leyendo el Hamilton Journal, no durmiendo la borrachera.

Me dije a mí misma que no llorara mientras ponía la mesita de café de nuevo en su sitio y aspiraba los restos de cristales de la alfombra. No podía llorar, si lloraba no tendría nada que ver con el hecho de que mis padres se estuvieran divorciando. No era una sorpresa. No tendría nada que ver con el hecho de haber perdido a mi madre, se había ido hace mucho tiempo como para llorar. No me pondría de luto por la familia que una vez tuve. Era feliz con mi vida tal y como era, sólo mi padre y yo. No, si lloraba, sería de rabia, de miedo o por algo totalmente egoísta. Podría haber llorado por lo que significaba para mí. Tendría que ser la adulta ahora. Tendría que cuidar de papá. Por el momento mi madre vivía como una estrella en el condado de Orange, ya estaba actuando egoístamente por las dos, así que tendría que echar a un lado las lágrimas.

Justo cuando estaba guardando la aspiradora en el cuarto de la lavadora, empezó a sonar el teléfono inalámbrico.

— ¿Hola? — dije.

-Buenas tardes Duffy-

¡Oh, mierda!. Me había olvidado de que tenía que trabajar con Peter en el estúpido proyecto. De toda la gente que podría ver hoy, ¿por qué tenía que ser justamente él? ¿Por qué el día tenía que ir a peor?

—Son casi las tres— dijo. - ya estoy listo para ir hasta tu casa. Me dijiste que te llamara antes de salir... Estoy siendo considerado.

-Ni siquiera sabes lo que significa eso- eché un vistazo hacia el pasillo, de donde venían los ronquidos de mi padre. El salón, aunque ya no era una trampa mortal, todavía se veía desordenada y no había forma de saber de qué humor se levantaría mi padre, sólo sabía que no iba a ser bueno. - mira, pensándolo bien, mejor voy yo a la tuya. Te veo en veinte minutos-.

En todos los pueblos había una casa de ese tipo. Ya sabes, la que es tan increíblemente bonita que no pega con el resto del pueblo. Esa casa que es tan fastuosa que parece como si los dueños estuviesen restregándote su dinero por la cara. Cualquier pueblo en el mundo tiene una casa como esa y en Hamilton, esa casa pertenecía a la familia Lanzani.

No sé si técnicamente se le podría llamar una mansión, pero la casa tenía tres plantas y

dos balcones.

¡Balcones!. Millones de veces me había quedado mirándola embobada mientras pasaba con el coche, pero nunca pensé que llegaría a entrar. Cualquier otro día habría estado un poco emocionada por ver el interior (por supuesto nunca le habría dicho esto a nadie), pero estaba tan ensimismada pensando en los papeles del divorcio que estaban en la mesa de la cocina que sólo podía sentirme ansiosa y miserable.

Peter se encontró conmigo en la puerta de la entrada, con un molesto gesto de confianza en su cara. Se apoyó contra el marco de la puerta, con los brazos cruzados sobre su ancho pecho. Llevaba puesta una camisa azul oscuro de botones con las mangas subidas hasta los codos, y por supuesto había dejado unos cuantos botones sin abrochar.

—Hola Duffy—.

¿Sabía cuánto me molestaba aquel nombre? Eché un vistazo hacia el camino de entrada que estaba vacío con la excepción de mi Saturn y su Porsche. — ¿En dónde están tus padres? — pregunté.

—Se han ido- contestó con un guiño—. Parece que sólo estamos tú y yo—.

Le empujé hacia dentro y pasé a un amplio recibidor poniendo los ojos en blanco del disgusto. Una vez puestos mis zapatos cuidadosamente en la esquina, me di la vuelta hacia Peter que me estaba mirando con vago interés. — Vamos a acabar con esto de una vez—.

— ¿No quieres hacer un tour por la casa? —

—En realidad no—.

Peter se encogió de hombros. — Tú te lo pierdes. Sígueme—. Se dirigió hacia el enorme salón el cual, seguramente, era tan grande como la cafetería del Hamilton High. Dos grandes pilares sostenían el techo y tres sofás de color beige junto a dos adorables butacas estaban colocados por la habitación. En una pared vi una enorme televisión de pantalla plana y en la otra una gigantesca chimenea. El sol de enero entraba por las ventanas que se extendían desde el techo hasta el suelo iluminando toda la sala de una manera cálida y natural, pero Peter giró y empezó a subir las escaleras alejándose de la confortable habitación.

— ¿A dónde vas? — pregunté.

Me miró por encima del hombro suspirando exasperado. —A mi habitación, por supuesto—.

— ¿No podemos hacer el trabajo abajo? — pregunté.

Los extremos de su boca se curvaron ligeramente hacia arriba mientras enganchaba un dedo en su cinturón. —Podríamos Duffy, pero iremos mucho más rápido si escribo en el teclado y mi ordenador está arriba. Tú eres la que dijo que quería acabar con esto de una

vez—.

Gemí y subí pisando fuerte. —De acuerdo—.

La habitación de Peter estaba en el último piso, una de las habitaciones con balcón, y
 más grande que mi sala de estar. Su cama gigante estaba sin hacer todavía y había caratulas de videojuegos tiradas por el suelo al lado de su PlayStation 3 la cual estaba enchufada a una tele grande. Sorprendentemente la habitación olía bien, a una mezcla entre su colonia Burberry y ropa recién lavada, como si hubiera dejado la colada por ahí o algo así. La estantería a la que Peter se dirigía estaba llena de libros de diferentes autores, desde James Patterson hasta Henry Fielding. Peter se dobló por la cintura para mirar la estantería, aparté la mirada de sus pantalones Diésel mientras cogía La Letra Escarlata de la balda y se sentaba en su cama. Me hizo un gesto para que me uniera a él y lo hice reacia.

—Bien— dijo ojeando distraídamente su libro de tapa dura. —¿Sobre qué escribimos el
trabajo?, ¿alguna idea?—

—No—.

—Estaba pensando que podríamos hacer un análisis de Hester— sugirió. —Suena a cliché, pero me refiero a un análisis más profundo del personaje. Principalmente, ¿por qué tiene el affaire? ¿Por qué se acuesta con Dimmesdale? ¿Le ama o simplemente es promiscua?

Puse los ojos en blanco. —¡Oh Dios mío!. ¿Siempre vas a por las respuestas más fáciles? Hester es mucho más complicada que eso. —Ninguna de esas opciones demuestra algo de imaginación—.

Peter me miró con una ceja levantada. —De acuerdo— dijo lentamente. —Si eres tan inteligente, ¿por qué lo hizo entonces? Iluminame—.

—Por distracción—.

Vale, tal vez era algo descabellado, pero yo seguía viendo ese maldito sobre manila. Pensando en la zorra egoísta de mi madre. Seguía preguntándome lo que significaba que mi padre estuviera borracho por primera vez en dieciocho años. Mi mente buscaba cualquier cosa, cualquiera, que me distrajera de esos pensamientos tan dolorosos, entonces, ¿era tan ridículo pensar que Hester se hubiera sentido de la misma manera? Estaba sola, rodeada de puritanos hipócritas y casados con un chico inglés horrible y que estaba ausente.

—Sólo quería algo que la distrajera de toda la mierda que había en su vida— mascullé. — Una vía de escape... —.

—Si eso fue por eso, no funcionó muy bien. Le salió el tiro por la culata—.

En realidad no le estaba escuchando. Mi mente había vuelto a una noche de no hace mucho cuando encontré una manera de apartar las preocupaciones de mi cabeza. Recordé la manera en que mis pensamientos se habían vuelto silenciosos dejando a mi cuerpo que tomara el control. Recordé el éxtasis de la nada. Recordé cómo, antes de que acabara, estaba tan concentrada en lo que había hecho que mis preocupaciones apenas existían.

—...Supongo que tiene sentido. Definitivamente es un punto de vista diferente, y a Perkins le gusta la creatividad. Deberíamos sacar un sobresaliente—. Peter se giró para mirarme y su expresión se volvió preocupada de repente. —Duffy, ¿estás bien?, estás con la mirada perdida—.

—No me llames Duffy—.


—Vale. ¿Estás bien Lal...? —.

Antes de que pudiera decir mi nombre, me acerqué a él. Rápidamente mis labios se acercaron a los suyos. El vacío mental y emocional tomó el control al instante, pero físicamente estaba más alerta que nunca. La sorpresa de Peter no duró mucho y en cuestión de segundos ya tenía sus manos en mi cuerpo. Mis dedos se enredaron en su suave pelo y su lengua se introdujo en mi boca y se convirtió en una nueva arma de guerra.

Una vez más, mi cuerpo tomó el control completo de todo. Nada más existía en mi mente ningún pensamiento irritante que me agobiara. Incluso el sonido del estéreo de Peter,que estaba tocando algún rock suave que no reconocí, se desvanecía mientras mi sentido del tacto se agudizaba.

Era plenamente consciente de la mano de Peter que subía por mi torso para tocar mi pecho. Con esfuerzo le aparté de mí. Sus ojos se abrieron mientras se inclinaba de nuevo hacia mí. — Por favor, no me pegues otra vez—, dijo.

— ¡Cállate! —

Podría haber parado en ese momento. Podría haberme levantado y marchado de la habitación. Podría haber terminado con ese beso, pero no lo hice. La sensación de entumecimiento de mi mente que conseguí al besarle era tan eufórica, como si estuviera drogada, que no pude soportar que terminara tan rápido. Odiaría a Peter, pero él tenía la llave para escapar y en ese momento le quería...le necesitaba.

Sin hablar, sin dudar, me quité la camiseta y la tiré al suelo. No tuvo oportunidad de decir nada antes de que pusiera mis manos en sus hombros y lo empujara sobre su espalda. Un segundo más tarde estaba sentada a horcajadas sobre él y nos besábamos de nuevo. Sus dedos me desabrochaban el sujetador que se unió a mi camiseta en el suelo. No me importaba. No era consciente ni me sentía tímida. Es decir, él ya sabía que yo era la Duff y no tenía que impresionarle.

Desabroché su camisa mientras él me quitaba el pasador de pelo con forma de lagarto y dejaba caer mis rizos caoba sobre nosotros. Cande tenía razón, Peter tenía un gran cuerpo. La piel se estiraba sobre su pecho esculpido y mis manos bajaban por sus musculosos brazos con asombro.

Sus labios se movieron por mi cuello dándome un respiro. Sólo podía oler su colonia estando tan cerca de él. Mientras su boca bajaba por mi hombro un pensamiento me vino a la cabeza. Me preguntaba por qué no me había rechazado, a mi, Duffy.

Entonces me dí cuenta. Peter no era precisamente conocido por rechazar a ninguna chica y yo era la que debería estar disgustada.

Pero su boca presionó la mía otra vez y ese pequeño y breve pensamiento desapareció. Actuando por instinto, tiré del labio de Peter con mis dientes, él gimió suavemente. Sus manos se movieron sobre mis costillas, dándome escalofríos en la espalda. Éxtasis. Puro y auténtico éxtasis.

Sólo una vez, mientras Peter me daba la vuelta sobre mi espalda, pensé seriamente en parar. Miró hacía mí mientras su mano experta alcanzaba la cremallera de mis vaqueros. Mi cerebro aletargado se despertó y me pregunté a mi misma si las cosas no habrían ido demasiado lejos. Pensé en quitármelo de encima y terminar justo en ese momento. ¿Pero, por qué tendría que parar? ¿Qué tenía que perder? ¿Qué podía ganar? ¿Cómo me sentiría dentro de una hora... o menos?

Antes de que pudiera contestar a esas preguntas, Peter me había quitado los vaqueros y las bragas. Sacó un condón de su bolsillo (vale, ahora que lo pienso, ¿quien lleva condones en los bolsillos? En la cartera vale, pero ¿en el bolsillo? Bastante presuntuoso, ¿no crees?). Sus pantalones ya estaban en el suelo también. De repente, estábamos practicando sexo y mis pensamientos estaban en silencio otra vez.





Tenía sólo catorce años cuando perdí mi virginidad con Pablo Martinez.

Él acababa de cumplir los dieciocho, y yo sabía perfectamente que era demasiado mayor para mí. Todavía era una estudiante de primer año de instituto y yo sólo quería tener novio. Quería gustar a alguien y encajar. Pablo era un chico mayor con coche. En aquel momento, pensaba que eso era perfecto.

En los tres meses que estuvimos juntos, nunca tuve una verdadera cita con Pablo .Un par de veces nos enrollamos en las últimas filas de un cine, pero nunca salimos a cenar, o a la bolera o a nada de eso. La mayoría de las veces quedábamos a escondidas para que nuestros padres y su hermana, que llegó a ser luego una de mis mejores amigas, no se enteraran de nuestra relación. . De hecho, encontraba esa parte divertida y excitante. Era como un romance prohibido...como Romeo y Julieta, que habíamos tenido que leer en clase de inglés ese semestre.

Nos acostamos varias veces, y aunque no disfrutaba realmente del sexo, sí lo hacía de la sensación de cercanía, de conexión, era reconfortante. Cuando Pablo me tocaba así, sabía que me quería. Sabía que el sexo era algo bonito y apasionado, y tenía mis razones para estar con él.

Acostarse con Peter Lanzani era completamente diferente. Aunque definitivamente sentía un mayor placer físico, la cercanía y el amor no existían. Cuando terminaba me sentía sucia, como si hubiera hecho algo malo y vergonzoso, pero al mismo tiempo, me sentía bien, viva, libre y salvaje. Mi mente se quedaba completamente despejada, como si alguien hubiera apretado un botón. Sabía que la euforia no duraría para siempre. Pero sentirme sucia, me servía para marcharme rápido.

-Guau- dijo Peter. Nos quedamos en la cama sólo unos minutos al acabar, con unos treinta centímetros o más de espacio entre nuestros cuerpos.

-No me esperaba esto.

¡Dios!, siempre lo estropeaba cuando hablaba. Enfadada y todavía aturdida por las repercusiones emocionales, me mofé.

-¿Qué?, ¿avergonzado de haberte acostado conmigo?

-No.- Me sorprendió lo serio que lo dijo. -Nunca me he avergonzado de acostarme con alguien. El sexo es una reacción química natural. Siempre sucede por una razón. ¿Quién soy yo para decir quien disfruta compartiendo mi cama?- no me vio poner los ojos en blanco mientras decía. -No, sólo significa que estoy sorprendido. Honestamente, creía que me odiabas.

-Realmente te odio- le aseguré, apartando el edredón y levantándome para recoger mi ropa.

-No debes odiarme demasiado- dijo Peter, rodando sobre su brazo para mirarme mientras me vestía. -Si casi te tiras encima de mí. Normalmente, el odio no inspira esa clase de pasión-.

Me puse la camiseta. -Créeme, Peter, definitivamente te odio. Acabo de utilizarte. Tú utilizas a la gente todo el tiempo, así que estoy segura de que lo comprendes-. Me abroché los vaqueros y cogí la pinza con forma de caimán de la mesita de noche. -Esto ha estado bien, pero si se lo dices a alguien, te juro que te caparé, ¿entendido?

-¿Por qué?- preguntó. -Tú reputación sólo podría mejorar si se supiera que estuvimos juntos.

-Eso quizás sea verdad -admití. -Pero no deseo mejorar mi reputación, y menos de esta manera. Entonces, ¿vas a mantener tu boca cerrada o tengo que buscar algo afilado?

-Un caballero se calla -dijo.

-Tú no eres un caballero. -dije recogiéndome el pelo con el prendedor. -Por eso estoy
preocupada.

Me miré en el espejo de la pared. Y una vez que vi que parecía normal y no culpable, me giré para encarar a Peter otra vez. -date prisa y ponte los pantalones .Tenemos que terminar esta estúpida redacción. Faltaba poco para las siete de la tarde cuando Peter y yo terminamos la redacción de inglés, o por lo menos, terminamos el borrador. Le hice prometer que me lo enviaría por correo electrónico para luego poder redactarlo.

-¿No te fías de mí? -preguntó, levantando una ceja mientras miraba como me ponía los zapatos en el vestíbulo.

-No me fío de ti para nada- dije.

-Salvo para acostarte conmigo.

Tenía esa sonrisa que tanto odiaba.

-¿Esto es cosa de una noche, o te veré otra vez?

Comencé a bufar, iba a decirle que soñaba despierto si pensaba que iba a volver a pasar, pero entonces recordé que tenía que volver a casa.

El sobre manila probablemente estaría todavía en la mesa de la cocina.

-¿Lali?- preguntó Peter. Sentí un temblor cuando me tocó el hombro. -¿Estás bien?

Di un tirón para soltarme y me fui hacia la puerta. Casi había conseguido salir cuando me giré hacia él y dije dudando: -ya veremos. - Entonces bajé corriendo por las escaleras.

-¡Lali!, ¡espera!.

Me puse la chaqueta, tratando de luchar contra el viento frío, y abrí la puerta de mi Saturn . Estaba detrás de mí, gracias a Dios esta vez no me tocó.


-¿Qué?- dije cuando me senté en el asiento del piloto. -debo irme a casa.

A casa, el último lugar al que quería ir.

El cielo del invierno ya se había puesto oscuro, pero todavía podía ver los ojos verdes de Peter en la oscuridad. Eran exactamente del pasto. Se agachó para ponerse a mi altura y me resultó incómoda la manera en que me miraba.

-No me has contestado la otra pregunta.

- ¿Qué pregunta?

-¿Estás bien?- le miré enfadada, asumiendo que era como un grano en el culo. Pero algo en sus ojos me hizo vacilar

-No importa si estoy bien o no -susurré. Arranqué mi coche y al cerrar la puerta le dije: - Adiós, Peter. Y me fui.

Cuando llegué a casa, mi padre todavía estaba en su dormitorio. Terminé de limpiar el salón, evité la cocina y me fui arriba a darme una ducha. El agua caliente no quitó el sentimiento de suciedad que Peter había dejado en mi piel, pero me relajó algunos músculos que estaban tensos en la espalda y en los hombros. Esperaba que la suciedad se fuera con el tiempo.

Acababa de envolverme con una toalla cuando empezó a sonar mi móvil en el dormitorio, corrí a través del pasillo para contestar a tiempo.

-Oye, La- dijo Cande en la oreja. -¿Qué has hecho con Peter ?

-¿Qué?

-Estuvisteis haciendo la redacción de inglés hoy, ¿no?. -pensaba que habíais quedado en tu casa.

-oh,…sí, bueno. Al final fui yo a la suya.

Me esforcé mucho por no sonar culpable.

- ¡Oh dios mío! ¿A la mansión?- preguntó Cande -¡Qué suerte!. ¿Has estado en alguno de los balcones? Vikki dijo que esa era una de las razones por la que quería quedar con él otra vez. La última vez fue en el asiento trasero de su Porsche, pero tenía muchas ganas de ver el interior de su casa.

-Cande, ¿esta conversación tiene alguna finalidad?

-¡Ah!, sí -se rió. -Perdón. Sólo quería asegurarme de que estabas bien.

¿Qué les había dado a todos por preguntarme lo mismo esta noche?

-Sé que le odias -continuó. -Quería asegurarme de que tú estás bien… y de que él también. No apuñalarías al chico ¿verdad? estoy totalmente en contra del asesinato de tíos buenos, pero si tengo que ayudarte a enterrar el cuerpo, sabes que llevaré la pala.

-Gracias, Cande -dije -pero está vivo. No fue tan malo como esperaba. De hecho,…- casi le cuento todo a Cande. Que mi padre y mi madre se iban a divorciar y que en un momento de desesperación había besado a Peter Lanzani, otra vez. Y que ese beso se había convertido en algo más, en mucho más. Cómo todo mi cuerpo se sentía sucio, pero al mismo tiempo asombrosamente libre.

Tenía las palabras en la punta de la lengua, pero no pude hacerlas salir.

Todavía no, al menos.

-De hecho...¿qué, La? -preguntó, sacándome de mis pensamientos.

-Pues,… nada. Que tenía algunas ideas realmente buenas para el trabajo.- Eso es. -Creo que es, una especie de friki de Hawthorne.

-Bien, eso es bueno. Sé cuánto te gustan los chicos inteligentes. ¿Admites que te gusta?

Me quedé helada sin saber qué responder a eso, pero Cande ya se estaba riendo.

-No te enfades, era una broma .Me alegro que haya ido todo bien. Estaba algo preocupada. Tenía el presentimiento de que algo malo iba a suceder. Creo que me estoy volviendo una paranoica.

-Probablemente.

-Tengo que dejarte. Euge quiere que le llame para contarle todos los detalles de mi cita con Agustín. Ella no lo entiende. De todos modos, te veré en el colegio el lunes.

-Bien. Adiós, Cande.

-Adiós La.

Colgué el teléfono y lo puse en la mesita de noche, sintiéndome como una auténtica mentirosa. Técnicamente, no había mentido; sólo me había callado…pero no contarle las cosas a Cande era un pecado mortal. Especialmente cuando siempre me había ayudado con mis problemas.

Pero al final se lo diría. Sobre lo de mis padres, primero necesitaba asimilarlo y luego Hablaría con ella y con Euge. Lo de Peter…¡Dios!, esperaba que nunca lo averiguaran. Me arrodillé a los pies de mi cama y comencé a doblar la ropa limpia, como hacía cada noche. Era raro, pero no había pensado mucho en el problema que tenía en casa. Odiaba Admitirlo, pero tenía que darle las gracias definitivamente a Peter por eso.







Bueno chicas les quería decir que esta nove no es larga pero igual la quiero terminar rápido  a si que subiré de a dos y el sábado haré maratón de 5 caps y el domingo de 3 ..pero necesito que cometen