domingo, 29 de septiembre de 2019

Capitulo 20




Peter
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Casi abandoné mi plan en el minuto en que la tuve en mis
brazos, al segundo que toqué sus labios, en el instante en
que gimió mi nombre.

Pero no había manera en el infierno en que iba a verla irse de
nuevo. No, no esta vez. Yo sería el que se iría.

Y la esquina de mi boca se levantó, hice mi camino a través de la
multitud. Estaba tan rígida como un cubo de hielo cuando la quité de los brazos de Pablo, y se derritió en mis brazos. 

Ahora era un charco por todo el piso de la pista de baile.
Soy el hombre.

¿A quién le importa si se ve como si estuviera teniendo sexo en el
escenario? ¿O que hubiera estado un poco celoso cuando Pablo
comenzó a bailar con ella? ¿O listo para matarlo cuando vi su mano
dentro de la parte de atrás de su camisa?

Que se joda él, y que se joda ella.

—¡Vete a la mierda! —me gritó Asthyn cuando regresé a la mesa.

Vi como llevaba su mano hacia atrás, y me agaché fuera de su camino justo antes de que se estrellara en mi mejilla.

—¿En serio? —Levanté mis manos, riendo—. Cálmate, solo era una broma.

Supuse que había visto el beso.

—¡Eres un imbécil! —gritó y se precipitó fuera del bar.

La gente a nuestro alrededor se rió, incluyendo a  Gas, mientras
 Nico sacudió la cabeza y  Euge frunció el ceño.

—Oh, por favor —rogué sarcásticamente—-. Me extrañaron y lo
saben.

Euge rodó los ojos y se puso de pie, enderezando su camisa.

—Creo que lo hice. —Mirando a su alrededor, suspiró—. Chicos
pórtense bien. Voy a ir sacar a Lali del baño.

No sé cómo Euge vio la cabeza de ella desde la parte de atrás del
bar a través de los grupos de personas, pero estaba en marcha sin
perder el tiempo, abriéndose paso entre los bailarines, en busca de su amiga. Tomando asiento, me bebí el resto de mi cerveza,
tambaleándome hacia adelante cuando Gas me da una palmada en
la espalda.

—¿No vas a ir detrás de alguna de ellas? —preguntó, llevando sus
manos detrás de la cabeza y apoyándose en las patas traseras de la
silla.

—¿Euge y Lali? —Miré por encima de él—. Creo que se pueden
cuidar entre ellas.

—No, me refería a Lali o Ashtyn. ¿No es Ashtyn tu novia?
Novia. 

La palabra me daba ganas de enterrar mi cabeza en el
lodo y no tomar aire hasta que muriera.

—No. —Miré de nuevo hacia la pista de baile—. ¿Desde cuándo
tengo novia?

Entrecerré mis ojos a Nico a través de la mesa, y él no habló. Sin
embargo, dijo lo suficiente con los ojos.

Él sabía que algo estaba pasando, y sabía que yo estaba
perdiendo el camino. Pero como un buen amigo, no sentía la
necesidad de decir lo obvio.

El hecho de saber que estaba ahí y que lo entendía, ayudó.
Divisé la camisa roja de Euge que sobresalía de la multitud, y me
senté con la espalda recta cuando me di cuenta de que estaba sola.

—Bueno... —suspiró—, creo que podemos irnos. Ya he terminado
por hoy.

Le sonrió a Nico, un vistazo entre ellos dos dejó a entender que no
habían acabado la noche. Pero estaba confundido.

—¿Dónde está Lali? —pregunté.

Euge cogió su bolso, evitando mirarme a los ojos.

—¿Ah, Lali? Si, está... creo... que se fue para otro bar con ese
chico que estaba aquí sentado antes. ¿Cuál era su nombre? ¿Pablo?

Ira irradió de mis poros, y mis cejas juntas pellizcando 
dolorosamente.

—¿Qué? —¿Que carajos?

Euge finalmente miró en mi dirección y puso sus labios en una fina
línea, viéndose como si eso no fuera la gran cosa.

—Sí. —Se encogió de hombros—. Fui a agarrarla en el baño, y ella
estaba charlando con él en el pasillo. Salieron por la puerta de atrás.

Me levanté de mi asiento, mirando a Euge.

¿Lali se fue con él? Infiernos, no

Sin ni siquiera despedirme, me dirigí fuera del bar y a través de la
puerta. Al estar en la acera, me detuve y giré mi cabeza a la izquierda y a la derecha.

¿Dónde mierda estaba?

El oxígeno golpeaba dentro y fuera de mis pulmones con pesadas
respiraciones.

A la izquierda solo había oscuridad. A la derecha estaba la zona
de bares universitarios donde él podría llevarla.

Fui por la izquierda, primero. Pablo no era un enfermo. Así que no
tenía ninguna razón para sospechar que la llevo a algún lugar solitario y tratar de hacer lo que sea, pero se sentía como la mejor opción para asegurarse antes de ir a buscar en los más populares y seguros bares.

Golpeando en el pavimento, la ciudad cada vez más tranquila
mientras más caminaba.

Hijo de perra.

Iba a encontrarla, golpearlo a él, y luego arreglar el auto de Euge,
así Lali podría jodidamente irse de la ciudad. Esta noche.

¿Lo arruiné con ella en la pista de baile, al besarla más allá de mi
control, y luego pensar que desaparecería y se quedaría quieta?

¿Por qué simplemente no la dejé irse esta tarde como ella quería?

En los casi tres meses desde que la había visto por última vez, lo
había estado haciendo bien. Obvio que no era feliz, pero al igual que antes, superé la separación y seguí adelante con mi vida. 

Incluso con lo aburrida que era.
Ahora, me tenía persiguiéndola.

Era Peter Lanzani. No me enojaba, no perseguía mujeres que
no querían ser perseguidas.

Pero no podía dejar que se fuera con él. Eso no iba a suceder.

El fuerte resplandor de las farolas iluminaba toda la zona, y hasta
ahora no había visto a nadie parecida a Lali. Algunas parejas allí y
aquí. Algunos estudiantes dando tumbos juntos.

Deteniéndome en una esquina miré a la izquierda de nuevo y dejé
escapar un suspiro, finalmente la localicé. Sus piernas se movían con rapidez, y desapareció debajo de las sombras de los árboles,
protegiéndola de la luz de la luna. Esa maldita camisa rasgada.
Excavando con mis talones, caminé hacia adelante quemando
con la ira en mis piernas. Para correr hacia ella, echarla sobre mi
hombro y llevarla a su casa.

Mi voz fue grave y amarga cuando grité:
—¿A dónde vas?

Ella se dio la vuelta, deteniéndose y frunciéndome el ceño.

—¿Me has seguido? —me acusó.

Ignoré su pregunta.

—¿A dónde vas? —le pregunté de nuevo.

Sus labios se torcieron hacia arriba, suficiente para saber que había
acabado conmigo por el resto de la noche y no estaba cooperando.
Pero entonces... su sonrisa se volvió siniestra y me miró de arriba a
abajo.

—Para alguien que me odia —comenzó, mirándome con fuego en
sus ojos—, estas terriblemente preocupado por mis idas y vueltas. —Pasó una delicada mano por su cuello, sobre su seno, continuó bajando hasta descansarla en el interior de su muslo que estaba girado.

Santa mierda.

Mis ojos tenían mente propia. Ellos simplemente siguieron.
Me sonrío como si acabara de ganar, y parpadeé, tratando de
arrastrar mi mirada de donde descansaba su mano. Se dio la vuelta,
camino incluso más rápido mientras seguía por la acera hacia donde sea que se dirigía.

Fue entonces cuando noté que estaba sola.

—¿Dónde está Pablo? —grité, pero me ignoró, adentrándose en el
oscuro parque.

Corriendo tras de ella esta vez, me desabotoné mi camisa azul
clara y la tiré atreves de su brazo.

—Por el amor de Cristo, Lali, hace frio y está oscuro. Toma la
camisa. —La sacudí hacia ella, pero la tomé de vuelta cuando continuó ignorándome.

Puse la lengua entre mis dientes para no rechinarlos.

—No puedes caminar a través de un parque sola —ladré—.
¿Dónde está Pablo?

—¿Por iba a saber dónde está Pablo?

—Porque... —me callé, parpadeando largo y duro.

Maldita Euge.

Dándome cuenta de que había sido manipulado, y aún más grave
Euge había permitido que Lali caminara por la ciudad sola en la
oscuridad, exhalé profundamente por la nariz.

Por supuesto, Euge probablemente asumió que correría tras Lali,
de todos modos.

—Bueno, parece que me equivoqué. Tuve la impresión de que
saliste del bar con un completo extraño.

—Sí, eso suena como algo que haría, ¿no es así? —El resentimiento en su respuesta era fuerte.

—Sí, bueno, te veías muy a gusto con él en la pista de baile. —
Luché para mantener el ritmo y todavía parecer genial. Ella casi corría.

—Sí, ¿cómo tú con la morena? —dijo sobre su hombro—. ¿Me estoy quejando, Peter? No, porque no me importa.

Perra.

—Oye. —Sacudí el aguijón de sus palabras dándole una sonrisa
casual—. Lo superé. No fue difícil. Al igual que tú lo hiciste en Chicago, estoy seguro. —Me metí en su camino y la interrumpí, mirándola fijamente mientras apretaba todos los músculos de su rostro—. Con lo fácil que abriste las piernas para mí —continué—, estoy seguro de que estás teniendo un gran tiempo en la universidad.

Sus ojos se ensancharon, y estrelló sus manos en mi pecho, apenas
me tambaleé.

—¡Ugh! —gruñó. Sus ojos verdes como joyas disparándose hacia mí con furia, y su cabello revoloteando alrededor de su rostro en una tormenta salvaje.

—Vamos —la reté, rompiendo a reír—. Sabes que me gusta cuando
peleas conmigo. Te pone caliente, y consigo un polvo.

Sus dedos se cerraron en un puño, y vi su mano probablemente
antes de que ella supiera lo que estaba haciendo. Su puño aterrizó al
otro lado de mi mandíbula, golpeando la esquina de mi boca, y ni
siquiera traté de detenerlo. Me encantaba pelear con Lali. Siempre
me había gustado.

El fuerte dolor en mi rostro se extendió por mi barbilla, y apreté mis labios, chupando y tragando la sangre del corte en el interior de mi boca.

Sin embargo, sus puños no se detuvieron. Aterrizando dos fuertes
golpes justo en mi pecho, la agarré por las muñecas, tratando de
aquietarla.

—¡Te odio! —gritó, pero las mariposas revolotearon en mi estómago por la diversión que no pude contener.

Me eché a reír, y se volvió loca.

Sus brazos se agitaban, y trató de empujarme y darme patadas,
hasta que finalmente dejé que su cuerpo se estrellara contra el mío,
haciéndonos caer a la tierra. Cayó encima de mí, pero rápidamente
nos di vuelta, quedando encima de ella a horcajadas.

No gritó, gracias a Dios, solo se retorció y me disparó balas con sus
ojos. Dios me ayude si un oficial de policía tropieza con nosotros estando de esta manera. Esta “broma” era algo que la mayoría de la gente no entendería. No iba a hacerle daño, solo quería tener su atención.

Fijando sus brazos al lado de su cabeza, me incliné, susurrando en
su oído.

—¿Qué he dicho de malo? —bromeé, sintiendo el rápido ascenso y
caída de sus senos contra mi pecho—. ¿No te estás divirtiendo en la
universidad, o te enojaste porque lo dije? No te avergüences por ello, Lali. Es genético. Eres la hija de tu madre, después de todo.

—¡Ugh! —Se irguió, tratando de derribarme, pero la volví a
presionar contra la tierra.

—¡Vamos! —desafié, al ver las lágrimas que quería en sus ojos—.
Vamos. ¡Admítelo!

Su rostro, caliente con feroz desafío, parecía a punto de explotar.
Y entonces ella gritó:

—¡Nunca he estado con nadie más que tú, imbécil!

Y me detuve. Todo se detuvo.

El aire me dejó. Mi rostro se ensombreció. No me importaba que mi corazón latiera como si un bate de béisbol golpeara mi pecho.
¿Qué diablos acaba de decir?

Entrecerré mis ojos, estudiándola. Ella aspiró entre sus dientes,
mirándome como si quisiera destrozarme.

—Nadie más —gruñó—. Ahora bájate antes de que grite.

No lo podía creer.

—En los dos años que estuvimos separados, ¿no hubo nadie más?
—cuestioné, todavía cerniéndome sobre ella.

—Va a haber. —Su susurro era más amenazante que sus gritos—. Te voy a convertir en un recuerdo lejano.

Entrecerré mis ojos ante su desafío, y si lo entendí o no, mi polla
comenzó a hincharse. Tal vez era la posición en la que estábamos, el calor de la batalla, o la necesidad de domarla, pero quería tocarla
duro.

Vi el destello del anillo de plata en su lengua a través de sus
dientes, e instintivamente pasé mi lengua por la parte de atrás de mis dientes de abajo, recordando la sensación de eso en mi boca en la pista de baile.

Su respiración se estaba calmando, y se humedeció los labios, sin
vacilar bajo mi mirada.

Mantuve mi voz baja y suave, tratando de llegar a ella.

—Actúas como si no tuvieras corazón, como si te hubieras tragado
tu conciencia junto con todo el dolor que has causado. Pero veo a
través de ti, Lali. La verdad es, que me quieres como a nadie. —Cerró la boca y tragó—. Siempre me has querido. ¿Sabes por qué? Porque no trato de matar a tus demonios. Corro con ellos.

Su respiración se volvió a acelerar, y sus ojos se empañaron.

—Y nunca dejé de quererte —añadí, antes de estrellar mi boca
contra la de ella.

Más, más, más. 
Todo mi cuerpo estaba en llamas.

¿Cómo me hacía esto siempre?

Enderecé mis piernas, aplastando mi cuerpo contra el de ella, y
moví mis manos de sus muñecas al suelo. Estaba a punto de hacer
putas volteretas cuando en vez de golpearme, tomó mi cara entre sus manos para profundizar el beso.

Su caliente y habilidosa boca conectó con la mía, y mantuve mis
labios abiertos sobre los suyos para jugar con su lengua. Cada vez que el anillo de su lengua rozaba alguna parte de mi boca, mi polla se sacudía con el flujo de sangre.

—Maldita sea, Lali. Tu jodida lengua. —-Solté un gemido
ahogado antes de sumergirme por más. 

La bola en su lengua se convirtió en el punto donde probablemente estaría bien pasar toda la maldita noche besándola.

Pero... oír que solo había estado conmigo me hacía sentir un
montón de cosas diferentes que no podía analizar en este momento.
Todo lo que sabía es que desde ahora quería ser su primero en
todo. No estaba preocupado porque me compara con otros chicos.
Solo estaba preocupado de estar a la altura de sus fantasías.
Lo cual, extrañamente, era un orden más alto. Quería darle todo.

Moviéndome hasta tumbarme a un lado de ella, no rompí el beso
mientras recorría mi mano por su cuerpo y la deslicé dentro de sus jeans.

—Jesús. —Me eché hacia atrás, abriendo los ojos y mirándola.

No llevaba ropa interior. Solo sus jeans.

Mi mano se fue más abajo, buscando lo que quería entre sus
piernas, y una sonrisa tiró de mis labios. Mis dedos encontraron su centro, y ya podía sentir lo húmeda que estaba su entrada. Ella arqueó su cabeza hacia atrás y jadeó.

—¿Sabes lo mucho que me enciendes? —Mi pregunta sonó más
como una acusación—. Tan mojada y perfecta.

Mía.

Deslicé dos dedos dentro de ella, casi pierdo el maldito control. El
calor. La humedad alrededor de mis dedos.

—Quiero estar dentro de esto —le digo, bombeando mis dedos
más rápido.

—Peter, por favor —suplicó, y acaricié con mi lengua la cresta de
su oreja. Se estremeció e inclinó su cabeza hacia mí.

—Todavía no. Quiero darte otra primera vez.

Me empujé a mí mismo en una rodilla para cernirme otra vez sobre
ella, saqué mi mano de sus jeans y la extendí sobre su vientre,
empujando el dobladillo de su camisa hasta debajo de sus senos.

Tomando la piel de su vientre en mi boca, atormentándola con
pequeños besos, trazando una línea hacia abajo hasta la parte superior de sus jeans.

—Peter, no puedes. —Tomó mi cabeza entre sus manos, tirándola
hacia arriba—. Alguien puede vernos.

—No me importa.

Desabroché y bajé la cremallera de sus jeans de cintura baja y
apenas le di un tirón para bajarlo hasta sus rodillas antes de lanzarme a saborearla.

Era principio de octubre y ya estaba haciendo frio como el infierno,
pero estaba ardiendo.

Su cuerpo estaba tan caliente, y la miré mientras mi lengua se
arremolina en su clítoris. Contuve una carcajada, al ver su mirada entre sus manos.

Estaba avergonzada, y era malditamente increíble. Puede que sea
el único en haber estado dentro de ella, pero eso no significaba que
alguien más no le hubiera hecho esto. Ahora sabía que nadie más lo
hizo.

Mi polla, mi boca, mi lengua. Ella era mía.

Presioné mi lengua sobre su hinchada protuberancia y la moví en
círculos, y pronto sus manos estaban fuera de su cara enrojecida,
agarrando mi cabello.

Sus piernas se comenzaron a mover, primero la izquierda y luego la
derecha, y me di cuenta de estaba tratando de quitarse sus jeans.

Esa es mi chica.

Disparé mi mano hacia ellos y los agarré del dobladillo de sus
tobillos y tiré de los jeans, arrojándolos a no-sé-donde.

—Hijo de perra —gruñí en voz baja, mirándola, su camiseta subida
hasta cierta parte y desnuda hacia abajo.

Me dejé caer de nuevo entre sus piernas, y tiró de mi cabello
mientras lamía su sexo largo y lento y luego arremolinaba mi lengua alrededor de su clítoris.

—Peter —jadeó, moliéndose a sí misma contra mi lengua—. Eso
está muy bueno. Hazme venir. Por favor.

Todo mi maldito cuerpo estaba tenso, y estaba en fuego de la
cintura hacia abajo. Mi polla friccionándose contra mis pantalones, y podía sentir el rastro de sudor en mi espalda debajo de mi camiseta.

No podía aguantar mucho más de esto.
No la quería, la necesitaba. 

Era como un fuego en mi vientre teniéndola de nuevo, y empujé lejos la idea de que ella no me necesitaba. Podía admitirlo u ocultarlo, pero emanaba de ella como un rayo.

Poniendo toda mi boca sobre ella, la comí toda, lo que la hizo
gemir más. Chupé y mordisqueé, lamí y me sumergí en su interior.

—Oh, Dios, Peter. —Echó su cabeza hacia atrás, sus respiraciones
rápidas iban a mil por hora mientras su cuerpo temblaba. Agarré sus caderas y jaló mi cabello mientras se venía.

Y no permití que volviera a la tierra mientras se estremecía.
Echándome hacia atrás y sentándome sobre mis talones, busqué
un condón en mi billetera. Antes de que abriera los ojos, había
desgarrado el empaque, deslicé la goma sobre mi erección y me situé en su entrada. Quería estar dentro ella antes de que su orgasmo terminara. Inclinándome y jadeando tan duro como ella, llevé mis manos detrás de mi cabeza y agarré mi camiseta negra, tiré de ella y la arrojé a un lado. Me apoyé con una mano en el suelo y la otra en mi polla, dura y lista para ella. 

Lali volvió a la tierra, envolviendo sus brazos alrededor de mi cuello y besándome con fuerza.

Froté la punta de mi polla sobre su clítoris, y tembló contra mis
labios.

—Túmbate —gruñí a través de mis dientes—. Te necesito ahora.

Tan pronto como volvió a caer al suelo, abrió las piernas más
ampliamente, y trabajé mi punta dentro de ella. Agarrando su cadera para estabilizarla, me sumergí en su interior por completo.

—¡Ah! —gimió, y cerré mis ojos, dejando escapar un gruñido bajo.

Envolví mi brazo bajo su rodilla y agarré su muslo con mi mano,
tirando de ella hacia debajo de mi tan rápido como podría ir.

—Peter —susurró desenfrenada. Estaba perdida, anhelando más
y más. Agarró mi culo dentro de la parte de atrás de mis jeans, e hice una mueca cuando sus uñas se clavaron. Me encantó eso.

—Eso es —suspiré, entrando y saliendo de ella en un ritmo rápido—. Tócame, Lali.

Sus dedos agarraron mi trasero y luego se arrastraron por mi
espalda, y dejé caer mi cabeza para encontrarme con sus labios. 

Ella era salvaje. Su lengua lamió mi cuello, chupó mi oreja, y se zambulló con fuerza en mi boca.

—Más rápido, Peter —susurró en mi oído—. Más duro.

Retirándome, continué apoyándome con una mano en el suelo y
la otra en su pecho, golpeando en ella mientras apretaba mis caderas fuertemente con cada embestida.

Su cabello estaba sobre la hierba fría, y la observaba, fascinado,
mientras su cuerpo se empujaba de atrás hacia adelante en el suelo
cada vez que entraba en ella.

Me consumía con Lali, mientras sabía que podía sobrevivir sin
ella, no quería. La quería en mi cama, en mi regazo, en mi mesa para cenar, y en mi brazo cada maldito día de ahora en adelante.

Esta era mi chica, y finalmente entendía porque Nico necesitaba
tanto a Euge. A pesar de que la lastimó cuando pensaba que no podía amarla.

Él solo la quería.

Lali me miró, tomando su labio inferior entre sus dientes, y vi sus
ojos tensos. Se apretó alrededor de mi polla, y sabía que estaba a punto de llegar.

—Quédate conmigo —rogué, manteniendo mis ojos en ella.
Con cada golpe, un gemido salía de ella, sus ojos esmeraldas
rogándome. Me mordí, tensando mi mandíbula.

Finalmente cerró sus ojos y gritó, y también me dejé ir. Sus músculos se apretaron a mí alrededor, temblando, y golpeé dos veces dentro de ella antes de derramarme y colapsar.

Me quedé allí con mi cabeza en su hombro, nuestras respiraciones
irregulares era el único sonido en el silencioso parque.

Mierda.

Ni siquiera quería mirar a nuestro alrededor para ver si nos habían
atrapado. Había sido ruidosa, y sentía la piel caliente mientras mis
latidos se alentaban. Giró su cabeza hacia mí, y me incliné, a escasos centímetros de su boca. Sus labios se separaron, y sus ojos suplicaban mientras me miraba, ambos dolor y placer en sus ojos.

Tomando la invitación, la besé, envolviendo mis brazos alrededor
de la cima de su cabeza sobre el suelo y envolviéndola con mi cuerpo.

La fuerza de sus labios empujó contra la mía, profundizando el
beso.

—Peter. —Se estremeció contra mi boca—. Yo...

—Shhh —rogué, tomando su boca de nuevo.

Había cosas que necesitábamos decir. Pero no esta noche.

*************************************

Esa noche dormí sobre el sofá de la casa de mi padre, no quería
presionar a Lali demasiado lejos, demasiado rápido. Nuestro jugueteo previo de esta noche en el parque era suficiente para asustarla, y estaba molesto por sentir que tenía que andar con cuidado alrededor de ella.

Nunca me había preocupado por otra chica como esta, y no
sabía si solo era yo, o si solo era por Lali. Ella y yo comenzamos muy jóvenes, tal vez me había arruinado para otra mujer. No lo sabía. Y no estaba de humor para pensar si la amaba o no la amaba.

Me decidí por el hecho de que simplemente no había acabado
con ella.

Así que, retrocedí, no insistí en que compartiéramos una cama, y
opté por dejarla descansar un poco.

Euge y Nico ya estaban en casa al momento en que Lali y yo
llegamos. No los vi, pero definitivamente pude distinguir ciertos ruidos pequeños procedentes de su habitación que me dijeron que no estaban dormidos.

Planté un largo beso en los labios de Lali antes de decir buenas
noches.

Pero la mañana siguiente, Nico me despertó sacudiéndome.

—Oye, nos vamos pronto —me alertó.

Me froté los ojos con las manos.

—¿Todo el mundo está despierto? —le pregunté, sentándome. Él
lanzó dos bolsos de lona al vestíbulo junto a la puerta.

—Sí, pero Lali ya se ha ido.

Tiré mis piernas por el borde de la cama apoyando mis codos en
las rodillas.

—¿Qué? —espeté, mirándolo como si fuera mejor que estuviera
mintiendo.

—Supongo que despertó a Gas temprano para que arreglara el
auto. —Me dio una mirada de conocimiento—. Obviamente, eso no
llevó mucho tiempo, ya que solo había que conectar de nuevo el cable del acelerador, así que ya hace como una hora que se fue. —Se detuvo y me miró, masticando su chicle y esperando que dijera algo.

—Malditamente increíble —grité, tomando un jarrón de la mesa de
centro y lazándolo al otro lado de la habitación donde se hizo añicos contra la pared.

Golpeé mi espalda contra el sofá de cuero marrón, pasando mis
manos por mi cara con exasperación.
¿Qué carajos?

—¿Qué pasa? —Escuché venir a Gas de la esquina y preguntar.

Dejé caer mi cabeza hacia atrás, cerrando los ojos y mis manos en la parte superior de mi cabeza.

—Nada —respondió Nico—. Déjame encargarme de esto.

No escuché a Gas alejarse, pero cuando dejé caer mis manos y
abrí los ojos ya se había ido. Nico caminó alrededor de la mesa de
centro y se sentó en el sillón de cuero marrón que hacía juego con el sofá.
Volvió a Shelburne Falls por el resto de fin de semana. Su mamá le envió un mensaje diciéndole que la necesitaba allí o algo —dijo Nico.

La rabia dentro de mí creó una niebla en mi cabeza demasiado gruesa para pensar.

Nico buscó en su sudadera y parecía estar buscando una de sus
llaves.

—Estamos yéndonos ahora —dijo mientras trabajaba—. Vamos a
visitar a los padres, y Euge tiene una carrera esta noche. Deberías venir.

Negué, sin mirarlo siquiera.
¿Estaba loco?

Él me tendió una llave.

—De la casa de Euge —explicó—. Lali se quedará allí esta noche.
El Sr. Suarez dejará la ciudad por negocios temprano esta noche, y voy a mantener a Euge en nuestra habitación de tu casa. Vas a arreglar esto.

Niego.

—De ninguna manera. He terminado.
¿Por qué demonios Lali siempre me hacía esto? Esta fue la última
vez. Si no podía abrirse y actuar jodidamente normal, entonces no valía la pena.

Nico se levantó y arrojó la llave a mi pecho.

—Solo ve —ordenó—. Arregla esta mierda. Quiero a mi amigo de
vuelta.

—No. —Me mantuve—. No la voy a perseguir de nuevo.

—Le dije a toda la escuela sobre mi oso de peluche para tener
devuelta a Euge. —Me frunció el ceño—. Persíguela. Más fuerte.

Pero no podía.
Lali sabía que la quería. Tenía que saber que me importaba.
Pero no confiaba en ella. Estaba jugando conmigo, y no sabía por qué.

Cuando estuviera lista para hablar, me buscaría.

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