domingo, 29 de septiembre de 2019

Capitulo 19










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Lali





En St. Joe, leí Infierno de Dante. Declaraba que el
séptimo círculo del infierno estaba reservado para los
violentos. El anillo interior del círculo albergaba a los
violentos contra Dios, el anillo del medio albergaba a los
suicidas, y el exterior era para los violentos contra la gente y los bienes.

Ese era mi anillo.

Porque no solo quería tener una pequeña rabieta con un bate de
béisbol y esta estúpida máquina de karaoke, sino que también iba a
joder a alguien.

Después de descubrir que el coche de Euge estaba fuera de
servicio hasta que pudiéramos llegar a un taller abierto de reparación de autos mañana, me había resignado a tener que quedarme en South Bend por la noche.

Y para empeorar las cosas, Euge y Gas parecían estar en una misión para asegurarse de que los seguía a todos al bar.

Peter no me quería tener cerca. Había bromeado diciendo que
encajaba mejor en una de las fiestas del colegio comunitario.

Así que... le saqué el dedo, subí a mi habitación, corté en tiras la
mierda de la parte posterior de mi camiseta DC de patinaje y me
apliqué un infierno más de maquillaje de lo que hubiera querido.

Al diablo con él. No creía que encajaría.
Nene, yo siempre encajo.

Mis vaqueros eran apretados, mi camiseta mostraba mi espalda
con veinte o más cortes cruzando por ella, y mi cabello y maquillaje transmitían que me vía condenadamente bien para pasar un buen rato.

Euge lo creía, también. Me hizo hacer la misma cosa a su camiseta,
y luego Nico la arrastró arriba para cambiarse. No regresaron durante media hora, y Euge todavía estaba usando la misma camiseta.

—Oye, ¿vas a la escuela aquí? —gritó un chico en mi oreja
mientras esperaba en el bar. Me encogí y eché una mirada hacia él,
observándolo dos veces.

Su cabello color café expreso era un poco más largo alrededor de
las orejas y caía en su frente, y sus ojos azules aparecían debajo de sus cejas oscuras. Él era lindo. Realmente lindo.

Estaba vestido muy casual, vaqueros oscuros lavados y alguna
clase de camiseta de cerveza, pero no había dureza en sus ojos. Y
definitivamente estaba mejor vestido que Peter, quien parecía un
anuncio de Abercrombie. Este chico no estaba tan desarrollado, era
delgado, pero atlético, pero tenía una amplia sonrisa llamativa.

—No —grité de regreso sobre la música—. Voy a Northwestern. ¿Y tú?

—Sí, soy estudiante de último año aquí. ¿Qué te trae a Notre
Dame?

—Invitada —respondí, pasándole al cantinero algunos billetes y
tomando mi Coca Cola—. ¿Tú?

—Bud —ordenó al cantinero y después me miró—. Ingeniería
Ambiental.

Lindo, ingeniero, y ordena cerveza sencilla. Definitivamente mi tipo.

No es que yo bebiera Budweiser o cualquier alcohol demasiado. Podría tenerlo si lo quisiera. No estaban verificando la identificación en el bar, desde que fueron revisadas en la puerta y Peter había trabajado su magia para meternos, pero todavía elegí permanecer sobria.

—Muy bien. —Choqué el puño con él y sonreí—. Bueno, voy a
regresar con mis amigos. Que tengas una buena noche.

Asintió, pareciendo que quería decir algo, pero se quedó en el bar
para esperar su bebida.

Dirigiéndome a través del denso grupo de personas esperando el
turno para sus pedidos, regresé a las dos mesas que habíamos puesto juntas cerca de la pared de vidrio y me senté de nuevo.

De inmediato me di cuenta de un cuerpo extra en nuestra mesa.
Una chica estaba sentada junto a Peter, y mis ojos se entrecerraron
en su mano sobre la pierna de ella.

Su largo cabello oscuro colgaba en rizos grandes sobre sus pechos,
y tenía bronceados, torneados brazos que se veían estupendos en una camiseta suelta sin mangas verde que mostraba el sostén de encaje negro por debajo. Estaba vestida definitivamente de una forma zorra sexy, aun así era completamente caro y elegante.

Mientras que yo probablemente solo parecía zorra.
Estaba bebiendo un Amstel Light. Por supuesto.

Peter me miró por una fracción de segundo pero luego volvió su
atención a Nico, quien se sentaba a mi lado.

—¿Así que te está gustando ROTC? —preguntó.

ROTC: Reserve Officer‟s Training Corps es un programa de la Fuerza Aérea estadounidense basado en el entrenamiento de oficiales.

—Está bien. —Nico habló fuerte—. Tengo que ir a dos campus
separados para todas mis clases, pero me mantiene alejado de
problemas.

Euge, inclinándose hacia él a su otro lado, palmeó su pierna.

—Síp. Dilo, bebé. Euge, tu papá tenía razón.

Nico la pinchó con su dedo en las costillas, y ella empezó a reírse
con nerviosismo, empujándolo.

—Detente.

—¿Sabes que van a estar separados? Como un montón. —El tono
de Peter estaba lejos de ser amigable, y su expresión era severa—. Y su culo sexy va a estar lejos de ti en la selva o en un barco durante seis meses al año. ¿Estás bien con eso? —le dijo a Euge.

¿Qué diablos? ¿Por qué le estaba aguando la fiesta? Nunca había
sido fan de Nico, pero él se había ganado condenadamente de sobra
mi confianza en el último par de meses. Él y Euge lo estaban haciendo muy bien.

Euge se puso seria, estabilizando su sonrisa.

—Por supuesto. —Asintió—. Lo extrañaré, pero confío en él. —Y
entonces le sonrió con suficiencia a Nico—. Tú no vas a tocar a
ninguno de estos tipos, ¿verdad?

—No, a menos que se ponga realmente caliente —bromeó Gas.

—Te conseguiré un vibrador, Euge —ofreció  Peter—. O podría solo pasarme. Tú sabes, para checarte cuando él esté muy lejos.

Una espina de celos se cavó en mi corazón, pero luego vi a Nico
sacarle el dedo por el rabillo de mi ojo. Supongo que era una práctica bastante regular para Peter bromear así.

—Sí, gracias —masculló Euge—. Tomaré el vibrador, creo.

Puse mi trago en la mesa y miré por un lado detrás de mí al último
idiota entreteniendo a la multitud con su disco malo de karaoke.
Oh, espera. Todo el disco era malo. ¿Por qué todos los que
cantaban iban por música disco o country?

Debería subir ahí y... nop. Olvídalo. Aparté ese pensamiento idiota
y me volví hacia la mesa de nuevo.

Y encontré a Peter mirándome fijamente. Todavía tenía su mano
en la pierna de la chica, pero dejó de masajearla. No podría decir si
estaba ebrio o no. Usualmente no mostraba esas expresiones serias,
pero no había estado en el bar más de una vez.

La chica a su derecha había estado conversando con Gas, pero ni
siquiera estaba segura de si Peter la había presentado. No había
obtenido un nombre, pero ésa debía haber sido la chica de la que él
estuvo hablando sobre pasar sus noches.

En cuestión de segundos, sin embargo, ella se volvió hacia Peter
y susurró algo en su oreja.

Me encorvé un poquito más abajo en mi asiento, evitando sus ojos.

—Oye, Peter. ¿Cómo va? —Una silla apareció a mi otro lado, y
levanté la vista para ver al chico del bar sentándose junto a mí.

Me dio una media sonrisa, manteniendo contacto visual por un
poco más de tiempo en mí.

La voz de Peter era baja y profunda.

—Pablo —saludó. Solo que no sonaba como un saludo. Más como
a una amenaza.

—Dime todo lo que puedas sobre esta chica linda. —Pablo le
habló a Peter, pero hizo señas hacia mí.

¿En serio?
Puse mis ojos en blanco y me enderecé.

—Peter no me conoce. No en realidad. —Le ofrecí mi mano a
Pablo.

—Pablo, Lali. Lali, Pablo —nos presentó Peter, ignorando mi
insulto.

Sacudió mi mano, y sonreí de regreso, todavía no interesada pero
sin querer que Peter viera eso, tampoco.

—Es un gusto conocerte oficialmente —dijo Pablo, sus ojos azules
penetrantes.

—A su madre le gustan los chicos jóvenes. —Peter se metió en la
conversación de nuevo—. Y su padre mata a gente para ganarse la
vida.

Cerré mis ojos y exhalé un aliento caliente a través de mi nariz.
Qué cretino.

Torcí mis labios ante la información exagerada de Peter.

Está bien, no realmente exagerada. A mi madre le gustaban los
chicos jóvenes, pero mi padre no se había planteado matar a nadie. Si te cruzabas con él, sabías qué esperar.
Pero aun así...

A Pablo se le escapó una risa.

—Excelente.

Obviamente pensó que Peter estaba bromeando.

—Lali también es bastante fácil —dijo Peter con voz ronca. Lo
fulminé con la mirada, el fuego ardiendo en mis ojos, mientras Pablo se aclaró la garganta.

¡Voy a matarlo!

—Fácil en los ojos, eso es —especificó.
Me levanté, agarrando uno de los vasos de chupito sin vaciar de la
mesa.

—Oh, Peter. No le has dicho la mejor parte. Puedo cantar.
Y bajé el chupito, sin darme cuenta que era tequila hasta que
golpeó mi garganta. Golpeando el vaso en la mesa, me di la vuelta y me sumergí en la multitud bailando, esperando hasta que estuve fuera de vista antes de toser por el ardor de la nociva mierda que acababa de beber.

—¿Quieres cantar? —preguntó el fornido tipo rockero que hacía
funcionar el karaoke mientras daba un paso adelante al lado del
escenario.

—Sí. ¿Tienes la canción La La de Ashley Simpson? —Tragué el sabor del licor una y otra vez de nuevo, pero no podía deshacerme de él en mi lengua. Aunque era una buena cosa que ya lo sentía corriendo a través de mis miembros y dándome un delicioso escalofrío por todo mi cuerpo.

—Seguro. —El chico asintió sin verme mientras operaba la
máquina—. Acércate.

Haciendo lo que me dijo, levanté mi barbilla, tomé el micrófono
con una mano, y metí la otra en el bolsillo trasero de mis vaqueros.
Silbidos irrumpieron alrededor de la habitación, y me giré hacia la mesa donde mis amigos y enemigo estaban sentados, viendo a Nico y Euge voltearse en sus asientos, sonriendo. Gas me vio, también, a pesar de que tenía a una mesera tratando desesperadamente de tener su atención inclinándose a su lado para hablar con él. Podía ver su escote desde aquí.

Pablo se había quedado en la mesa pero se levantó para ver
mejor, y Peter... bueno, Peter era el picante en la sangre de mis
venas. Su jodida boca estaba pegada a la chica junto a él, sus ojos
cerrados, y yo también podría no haber existido.

Apreté mis dientes y tensé los músculos de mis piernas,
permaneciendo cabreada. Vi a Euge mirar entre Peter y yo y luego se levantó cuando empezó la música.

—¡Aquí tienes! —gritó el tipo rockero.

Reboté el talón de mi pie derecho, encontrando el ritmo con el
tono pop acelerado. Cerrando mis ojos, sonreí, disfrutando con la
emoción de perderme. Doblando mis rodillas, contoneé mi cuerpo
hacia abajo y arriba, inclinando la cabeza al ritmo de la música.

—You can dress me up in diamonds (Puedes vestirme de diamantes.) —canté, incapaz de contener el delicioso fuego corriendo a través de mi cuerpo. 

Dejando que la letra se vertiera de mí, ni siquiera tenía que mirar a los monitores.
Muchas veces mientras crecía había cantado las palabras de esta
canción.

Mi voz baja y barbilla hacia abajo mientras cantaba las palabras,
ganándome a la multitud, miré y sonreí en sorpresa, viendo a Euge
brincar en el escenario con otro micrófono.

Bombeó su puño en el aire mientras ambas gritamos:
—Ya make me wanna la la! ( Me haces querer la la...)

Toda la multitud de chicos y chicas se volvieron salvajes, brincando
arriba y abajo y cantando con nosotras mientras reía y cantaba al
mismo tiempo. Perdí completamente la vista de nuestra mesa una vez que la multitud se puso en marcha, lo cual era probablemente una cosa buena. 

Ya no estaba tan enojada, y estaba agradecida de que Euge
subió allí conmigo. Se sentía bien tener a alguien de mi lado.
Y a pesar de que no podía ver a Peter, esperaba que estuviera
viendo. Si sus ojos estaban en mí, entonces sus labios no estaban en ella.

“Veo todo lo que quiero durante tanto tiempo como pueda
tenerlo”.

Parecía tan diferente ahora comparado con el hombre que me
había dicho esas palabras en junio.

Su frío comportamiento era distante y silencioso, y no estaba
segura de si vine aquí para demostrar algo o prolongarlo.

—La la la, la la la. —Euge y yo seguimos cantando, terminando la
canción.

Incliné mi cabeza y luego la lancé hacia atrás, balanceando todo
mi cabello fuera de mi rostro. Euge enganchó un brazo alrededor de mi cuello y susurró:
—Él no te quitaba los ojos de encima en todo el tiempo.

Mi corazón empezó a martillear con más fuerza, y no estaba segura
si era eso o los vítores de la multitud que estaban vibrando a través de mis brazos y piernas.

Sabía que estaba hablando de Peter, pero me hice la tonta de
todas formas.

—¿Pablo? —pregunté.

Ella sonrió con suficiencia a sabiendas.

—No, idiota. Sabes de quien estoy hablando.

Me negué a mirar hacia la mesa, así que me dirigí afuera del
escenario y pasé mis dedos por mi frente húmeda. 

Pablo surgió de la multitud en la pista de baile y puso una mano en
mi cadera. Me puse rígida mientras se inclinaba para hablar en mi oreja.

—¡Eso fue genial! Eres una buena cantante.

Le ofrecí una pequeña sonrisa y levanté la mirada cuando los
altavoces circundantes empezaron a tocar música regular. El DJ
anunció un descanso, y las parejas envolvieron sus brazos alrededor del otro y empezaron a bailar música lenta.

—¿Te gustaría bailar? —gritó Pablo en mi oreja.

Miré a mí alrededor por Euge, que parecía haber desaparecido, y
no podía ver nada a través de la multitud. Decidí que era una buena
idea irme, sin embargo. No es que haya algo malo con Pablo, sino que había terminado por la noche.

—Claro —grité de regreso—. Una antes de marcharme.

Agarró mi mano y me condujo en medio del grupo de personas,
dando la vuelta para envolver sus manos alrededor de mi cintura. Me atrajo, y retuve sus hombros mientras nos balanceamos con 21 Guns de Green Day.

—¿Cómo conoces a Peter? —pregunté.

—Estamos juntos en el equipo. —Su pulgar estaba acariciando mi
espalda—. Aunque, él está en la primera línea. Probablemente será
capitán el próximo año —dijo, sin verse particularmente satisfecho.

¿Capitán en el segundo año de la Universidad?

—¿Es así de bueno? —pregunté. Nunca había visto jugar futbol a
Peter.

—No, es solo que tiene conexiones —contestó—. Peter no tiene
que ganarse un montón por su cuenta.

Mis ojos firmes cayeron, y estaba un poquito cabreada.

Podía decir que Peter era un titulado pequeño príncipe con un
duro camino en la vida recién preparada para él, pero por alguna
razón, sentí que tenía que defenderlo.

Había estado allí cuando él renunció al piano y empezó a estudiar
coches en su lugar. Trabajó duro, leyó mucho, y se entretuvo horas para aprender a encontrar su camino en el taller. Peter ponía mucho empeño cuando se preocupaba y apartaba las cosas cuando no lo hacía.

Su nombre podía haberlo puesto en el equipo, pero no iba a jugar
si no quería. Y no jugaría si no supiera que era una ventaja.

Los dedos de Pablo se deslizaron adentro y afuera de los rasgones
de mi camiseta, acariciando mi piel mientras se presionaba más cerca.

—Probablemente debería irme... —empecé a decirle adiós pero
de repente sentí como si estuviera de espaldas contra una pared.

Pablo miró directamente detrás de mí.

—Vete, Pablo. —Parpadeé, escuchando la voz de Peter viniendo
de un lado.

Girando alrededor, levanté la vista hacia él y me di cuenta de que
sus ojos verdes estaban disparando balas a Pablo.

Oh, no. Este era un momento cero a sesenta con Peter, pero nos
habíamos saltado la parte del cero.

Pablo quitó sus manos de mi cintura.

—Oye, hombre...

Pero Peter se movió lentamente en nuestro espacio.

—Tócala de nuevo, y te voy a cortar la mano. —Lo dijo con tanta
naturalidad.

Mi respiración se volvió superficial, pero mi temperamento se
levantó.

No, no, no...

Pablo puso los ojos en blanco y retrocedió, probablemente
suponiendo que no valdría la pena la lucha. Peter se veía listo para
extraer sangre.

Mostré mis dientes, sacudiendo mi maldita cabeza que se sentía
como si mi cerebro se estuviera expandiendo y presionando contra mi cráneo. Estaba a punto de explotar.

—Peter. —Apreté mis dientes.

—Solo cállate —ordenó, sin aliento—. Solo cállate, y baila conmigo.

¿Eh? ¿Bailar con él?

¿Sin arrastrarme de aquí, gritándome por una u otra razón? ¿Sin
ladrar en mi cara y ordenándome que vaya a casa?

Me quedé de pie allí tratando de averiguar qué diablos estaba
pasando y apenas me di cuenta de que me estaba empujando. Las
fuertes manos de Peter agarraron mi cintura, sosteniéndome fuerte
pero por lo demás apenas estaba tocándome. Su pecho estaba justo
enfrente de mis ojos, y levanté lentamente la vista hacia él.

Maldita sea.

Cuando bajó su mirada hacia mí, todo estaba quieto excepto
nuestros pies que se movían con la música. Era como si estuviera
buscando mis ojos por algo.

Todo sobre él, la sombra de sus ojos, los músculos que sentí debajo
de su camiseta, la forma de que ya sabía cómo su cuerpo se movía
cuando amaba, todo sobre él me atrajo.

Contuve el aliento, deseando que dejara de tocarme y deseando
poder alejarlo. En un minuto más lo haría. En un minuto más estaría satisfecha con el calor que no había sentido en meses o los latidos del corazón que podría percibir de nuevo.

En un minuto más lo dejaría ir.
Cerré mis ojos. Solo. Un. Minuto. Más.

Enterré mis dedos en sus hombros cuando sus manos posesivas se
enroscaron en la parte posterior abierta de mi camiseta y reclamaron mi piel.

No como las caricias ligeras de Pablo. 
Peter extendió toda su mano, tocándome con todo lo que tenía.

Dejé caer mi frente en su pecho, inhalando su colonia. Mariposas
pululaban en mi estómago, y sonreí cuando el aleteo descendió más
abajo. Se sentía tan bien.

Mirándolo, traté de no se notara el temblor en mi voz.

—Tienes a alguien aquí contigo, Peter —dije en voz baja—. ¿Por
qué estas bailando conmigo?

Levantó una mano, sosteniendo el lado de mi cara firmemente y
amasando sus dedos en mi nuca.

—Haces demasiadas jodidas preguntas —escupió, con un tono
enojado en su voz.

Y tirando mi cuerpo con el suyo, cerró de golpe su boca sobre la
mía.

¿Peter? No dije su nombre en voz alta. Creo que pude haber
gemido, pero por otro lado, me quedé instantáneamente inmóvil.
Y entonces era suya.

Un escalofrió me atravesó, y sentí inmediatamente la humedad
entre mis piernas. Su calor en mis labios me hizo hambrienta.
Contuvo el aliento y susurró:

—Porque me gusta la forma en que sabes, ¿está bien?

Su boca tomó la mía una vez más, cubriéndola con calor y dominio
como si supiera exactamente cómo trabajaba mi cuerpo y lo que
necesitaba.

Diablos, sí.

Me empujé hacia él, devolviéndole el beso mientras su mano se
envolvía alrededor de mi cintura y me levantaba hacia su boca.

Duro.

Enrosqué mis dedos a través de su nuca y moví mi lengua en su
boca, masajeándolo y saboreándolo. Solo éramos nosotros. Solo esto.

Sus labios se movieron a través de los míos, iban profundo, su
lengua trabajando en la mía, golpeando afuera una y otra vez para
frotar mi aro. Me devoró. Tiró de mi labio inferior entre sus dientes, y un gemido escapó de mí mientras apretaba mis ojos contra el dolor dulce.

No es que doliera en absoluto. Solo besarlo, tocarlo, inhalarlo era
demasiado. Era como una sobrecarga en mi cuerpo, y el placer me
daba ganas de gritar. Sus dedos se enterraron en mi espalda, y pude
sentir su erección a través de sus vaqueros.

Dios, ¿qué estamos haciendo? Estábamos en una pista de baile
atestada de gente. ¡Tenía a una chica con él! Nico, Euge y Gas
probablemente estaban tratando de no ver o ya se habían marchado.

Abriendo mis ojos por un segundo, me di cuenta de que nadie nos
estaba viendo. Las parejas alrededor de nosotros estaban enfocadas en ellas mismas.

—Peter —hablé apenas, mi voz casi un grito.

Él apartó su rostro, ahuecando mis mejillas y manteniéndonos frente a frente. Ambos estábamos jadeando.

—Quiero estar dentro de ti —gimió, y regresé a nuestra noche en la
pista de patinaje en la lluvia—. Pero... —Se enderezó y dejó caer sus manos—. No lo voy a hacer.

Su voz era plana, vacía de cualquier calor que estuvo allí hace solo
un minuto.

Y se alejó.

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QUE HIJO DE RE MIL PUTA!! QUE ACABA DE SUCEDER? DIOS, ES UN IDIOTA. 
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