martes, 24 de septiembre de 2019

Capitulo 16

Peter

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Mis manos se clavaron profundamente en su parte inferior, apretando la carne firme cuando enterré mi cara en su cuello. 

No la miré. Si no lo hacía, casi podía imaginar que...

—Sr. Lanzani, basta. No aquí. —Ella se retorció contra mi cuerpo y se rió mientras trataba de empujarme.

—Te dije que no me llames así —le susurré.

—Bien —admitió—. Peter, entonces. Vamos a tu habitación.

—Pero esto es más divertido.

Brianna o ¿Brenna?, tenía sus piernas alrededor de mi cintura y la tenía inmovilizada contra la pared al lado de mi habitación en la casa de South Bend de mi padre. Ella venía una vez a la semana, limpiaba y lavaba la ropa y no esperé mucho tiempo antes de hacer mi movimiento. No estaba seguro de cuántos años tenía, pero era al menos veinticuatro o veinticinco años y caliente como el infierno.

Cabello rubio, ojos azules, y siempre con ropa de niña buena como capris y polos a la medida. Definitivamente lejos de donde me había extraviado antes.

—Necesitamos condones —señaló.

Dejé escapar un suspiro mientras la soltaba y la arrastraba detrás de mí en mi habitación.
Aparte de Brenna, mi vida aquí era más aburrida que un tractor de arrastre. Las clases aún no habían empezado, no había hecho amigos ya que los estudiantes no estaban en la escuela, sin embargo, la ciudad estaba muerta sin la gente de la universidad. Sí, me gustara o no, esta
chica era el punto culminante de mi semana. Sus tetas eran más grandes que mi cabeza y cuando se iba yo sonreía de nuevo.

Al menos por un rato.

Desabrochando mis vaqueros, vi cómo ella se despojaba de sus ropas y saqué un preservativo de la mesita de noche. Paseando sobre mí en su sujetador de encaje blanco y bragas, ella metió la mano en mis bóxeres negros y frotó mi erección.

Me miró, lamiéndose los labios y sonriendo. Mi respiración se agitó y aparté la mirada. No sabía lo que era, pero no podía mirarla. 

Nunca podía. Ni siquiera recordaba su nombre la mitad del tiempo.

No quería que fuera real.

Agarrando su cabello en la parte posterior de su cabeza, tiré de ella para darle un beso. Nuestros dientes se frotaron entre sí y oí su gemido. Por el beso duro o placer, no lo sabía, y realmente no me importaba.

—Lo quiero ahora —jadeó, frotándome más duro.

Mi mandíbula se endureció y rompí el beso, agarrándola por el codo y la llevé hasta la cama.

—No me mandas. No eres mi dueña. ¿Entiendes eso? —espeté.

Un destello de emoción cruzó sus ojos como un rayo.

—Sí, señor.

Metí mis dedos por debajo del borde de mis bóxeres y los tiré por mis piernas, pateándolos hacia un lado. Agarrando la parte posterior de su cuello, la traje conmigo cuando me acosté.

—Abajo.

Frío oxígeno se vertió en mis pulmones y mi corazón bombeó más rápido.

Rápido-rápido.
Rápido-rápido.
Rápido-rápido.

Su boca descendió entre mis piernas y apreté mis ojos con fuerza, deleitándome con el placer de lo ansiosa que ella estaba. Me lamió y chupó, tomando todo de mí en mientras su cabello calentaba mis muslos.

“Quiero verte. Quiero besarte cuando te vengas”.

Traté de apagar esa voz fuera de mi mente, en lugar puse las manos sobre la cabeza de Brenna y la empujé hacia abajo aún más en mi polla.

—Sigue adelante, nena —gruñí, instándola—. Eso se siente bien.

Su cabeza se balanceaba arriba y abajo mientras chupaba más fuerte, y arqueé las caderas hacia arriba en su boca.

“¿Quién te está besando en este momento?
 ¿Quién te está montando?”

—Más. Más duro —pedí, pero a pesar de mis mejores intenciones, el cabello rubio que sostenía se volvió de un color marrón claro y ojos verdes oscuros me miraban fijamente—. Dios, que es bueno, nena.

Y me gustara o no, retiré mi cabeza a donde Lali vivía y dejé que la fantasía se hiciera cargo. 

No quería pensar en esa perra. No quería desearla, pero lo hacía.

 Lali estaba aquí, con su boca sobre mí en este momento y la odiaba.
 Joder, la odiaba, e iba a follarla con ese odio hasta que viniera.

Los nervios en mis piernas quemaban, llegando a mi ingle y agrupándose entre mis piernas. Apreté mis caderas hacia arriba dentro de ella, yendo más y más duro, mientras que su lengua se frotaba contra mí.

Ella apartó su boca de mí y luego me pasó la lengua arriba y abajo, antes de envolver la mano alrededor de mi eje, acariciando mientras chupaba la cabeza.

“Peter, por favor.”

—Mierda. —Me sacudí, arqueando la espalda y sacando la cabeza fuera de la cama.

Me vine en su boca, agarrando su cabello en su cuello y respirando a través de mis dientes. Trabajó en mí hasta que estuve acabado y me desplomé en la cama, dejándola ir.
Mi cuerpo siempre se sentía más relajado.

Después.

Pero mi cabeza estaba incluso hecha más nudos.

Lali. Siempre regresaba a Lali. 
No podía seguir al menos que pensara en ella.

Quería bajar la mirada y ver las orejas llenas de piercings y los tatuajes pequeños aleatorios que tenía por todo el cuerpo. 

Quería ver los ardientes ojos verdes con delineador negro devolviéndome la mirada y matándome con todo dentro de sí que trataba de ocultar.

¿Por qué? ¿Por qué la quería tanto cuando ella me seguía dejando?

—¿Quién es Lali? —Oí una voz en mi cabeza de alguna parte.

Parpadeé y le pregunté:
—¿Qué?

— Lali. Dijiste ese nombre mientras yo estaba... —Su voz se
desvaneció.

Mierda.

—Nadie. Probablemente escuchaste mal.

¡Hijo de puta! Mierda. ¿En serio, amigo?

Brenna se sentó.

—Gritaste cuando te ibas a venir. ¿Te gustan los chicos? Lali es el nombre de un chico, ¿no es así? —Ella me miró por el rabillo del ojo, burlándose con una sonrisa.

—No es un maldito chico —gruñí y luego la miré directamente—. Es mi hermana, en realidad.

Ella se rió hasta que se dio cuenta de que no me estaba riendo.
Entonces se calló.

—Um, está bien. —Se deslizó fuera de la cama, luciendo como si
quisiera correr—. Eso no es raro.

Se vistió en silencio y rápidamente, sin decir ni una palabra antes de que se fuera. El estruendo en mi pecho se desató, y me reí miserablemente mientras me deslizaba de nuevo bajo las sábanas.

************************************

—¡Oye! —Me removí en la cama—. ¿Qué demonios? —pregunté,
porque no tenía ni idea de por qué mi culo dolía.

—¡Levántate!

Me froté el sueño de mis ojos y miré hacia mi madre al final de la cama. Ella agarró la sábana y las retiró. Gracias a Dios tenía mis pantalones cortos de baloncesto puestos.

Sus labios rosados estaban apretados en señal de desaprobación y sus manos acomodadas en sus caderas.

—¿Acabas de darme una palmada en el culo? —Me molesté y gemí, cayendo sobre la cama y tirando de mi brazo sobre mis ojos.

—¡Levántate! —gritó de nuevo.

Normalmente, me gustaba ver a mi mamá. Era muy divertida y era un padre bastante decente en realidad. Ella y mi padre se volvieron a casar cada uno con bastante rapidez, y odié que ella se hubiera alejado. Su nuevo marido vivía en Nueva Orleans. Pero pedirle a un
chico salir de su casa y todo lo que había conocido era demasiado. Me quedé con mi padre y su nueva esposa.

Idea brillante, eso fue.
Suspiré.

—Estaba durmiendo. ¿Por qué estás aquí? —Mi tono exasperado le contó todo.

Solamente quería que me dejaran solo.

—Tu padre llamó y me contó lo que pasó.

—No pasó nada —mentí, manteniendo mi expresión aburrida centrada en el techo. Los faros de un coche fuera brillaron a través del techo en la habitación con poca luz y supe que me había dormido todo el día.

Escuché tacones de mi madre clunk, clunk, clunk por el suelo de madera.

—¡Levántate! —instó de nuevo y lo siguiente que supe que me estaba golpeando con fuerza con una revista.

Saqué a mis brazos y piernas para protegerme.

—¡Maldita sea, mujer!

Disparó la revista a través del cuarto, metió su largo cabello rubio
detrás de su oreja y pisoteó hacia mi armario.

—Y despedí a Brittany —espetó por encima del hombro.

—¿Quién es Brittany?

—El ama de llaves con la que te acuestas. Ahora levántate y dúchate. —Me tiró unos vaqueros limpios y una camiseta y salió de la habitación.

Negué hacia la nada, asombrado con las mujeres de mi vida.

Jodidas abusadoras.

Me giré, enterrando mi cara en mi almohada.

—¡Ahora! —tronó desde algún lugar de la planta baja y le di un puñetazo a mi almohada.

Pero me levanté. Si no lo hiciera, ella entraría con un balde de agua fría.

Después de que me había duchado y vestido, mamá me llevó a un lugar italiano tranquilo que era grande con velas y música de Frank Sinatra. Pedí una de sus pizzas y mi madre mordisqueó un poco de pasta con aceite de oliva.

—¿Por qué papá te llamó? —le pregunté, sentado en la silla con las manos cerradas detrás de mi cabeza.

—Debido a que no ha visto ninguna transacción sobre su tarjeta de crédito que no sea de la estación de gas. Probablemente no has consumido nada excepto Doritos y Fanta por semanas. Y él sabía que preferirías verme a mí, así que...

Eso fue bastante bien. No me gustaba comer solo, así que comía snacks y estaba demasiado cabreado ahora mismo para ser sociable.

Alimentos de la gasolinera, entonces.

Y tenía razón con eso de que no quería ver a nadie, pero mi mamá era preferible a mi papá.

—¿Te dijo... —bajé de voz—... que se va a casar? —No quería
molestar a mi madre en caso de que no lo supiera, así que traté de mantener mi tono suave. También me enteré de que su actual esposa había demandado por nuestra casa, mi casa, y eso me enfermó.


—Sí, me dijo. —Asintió, tomando un sorbo de su vino blanco—. Y estoy feliz por él, Peter.

—¿Feliz? —me burlé—. ¿Cómo puedes estar feliz? Él te engañó con ella. Ha estado sucediendo desde hace años.

Sus ojos cayeron por una fracción de segundo y puso sus manos en el regazo de su blanca falda lápiz. Tomé una respiración pero inmediatamente sentí ganas de dejar caer el argumento. Era un idiota.

—Estoy feliz, Peter. —Ella enderezó los hombros y me miró— Todavía me duele que fuera capaz de hacerme eso, pero tengo un marido maravilloso, un hijo sano e inteligente y una vida que me encanta. ¿Por qué voy a perder mi tiempo estando molesta con tu papá cuando no cambiaría nada en mi vida? —Me ofreció una pequeña pero genuina sonrisa—. Y lo creas o no, tu padre ama a Katherine. Ella y yo nunca iremos en viajes de compras —bromeó—,
pero la ama, eso está bien para mí. Es hora de seguir adelante.

¿Pensaba que no estaba haciendo eso? No podré estar a toda máquina en el momento y podría estar extrañando mis amigos como loco, pero mi padre tenía razón. Distancia y perspectiva. Estaba trabajando en ello.

Ella cogió el tenedor, clavándolo en su comida de nuevo.

—También me dijo lo que pasó con Lali.

—No vamos a hablar de ella. —Cogí un trozo de pizza y metí un bocado en la boca.

—Has eliminado tus cuentas de Facebook y Twitter —regañó—, y estás escondido en una casa vacía. ¿Por qué no vienes y pasas las últimas seis semanas del verano conmigo?

—Porque estoy bien —ataqué, mi boca llena—. Lo estoy. Estoy recibiendo un comienzo temprano aquí, haré amigos, y tengo la intención de echar un vistazo a la selección de fútbol de Notre Dame.

—Peter... —intentó, pero la interrumpí.

—Estoy bien —dije, manteniendo mi voz pareja—. Todo está bien.

Y seguí diciéndole eso todos los días cuando ella regularmente enviaba un mensaje para comprobarme, cada vez que llamaba y cada vez que hacía que Addie viniera para verme.
Por el resto del verano, estuve bien.


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