domingo, 29 de septiembre de 2019

Capitulo 24



Lali

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A menudo me pregunto si el pasado luce mejor para la gente
porque odian mucho el presente o luce mejor porque era mejor.

Expresiones como “los viejos días de oro” dan a entender que esa vida solía ser de mejor calidad de lo que lo es ahora, pero creo que todo luce mejor en retrospectiva. Después de todo, no es como si tuviéramos la oportunidad de volver y revivirlo sabiendo lo que sabemos ahora y probar esa teoría.

Excepto por mí.

Regresé a casa, al lugar que odiaba, a una vida que no quería y a
un chico que despreciaba.

E incluso con todo eso, aun extrañaba a Peter. Nunca dejé de
desearlo y amarlo.

Aún estaba obsesionada con lastimarlo a pesar de que en la boca
del estómago el dolor de necesitarlo seguía ardiendo, estaba segura de llegaría a casa con una revelación como: 

¿Por qué creí que lo amaba?
o ¿en qué demonios estaba pensando?

Pero no, en este caso me acordaba de nuestro tiempo juntos con
cariño porque quería, lo recordaba con cariño porque era así de
bueno.

Recordaba la verdad, no una versión suavizada y decorada con
azúcar que mi mente arruinó después de un tiempo de embotar el
dolor.

Fue realmente así de bueno.

—Peter —advertí con una voz juguetona.

Se rió en mi oído.

—Eres tan cálida en todas partes —dijo, acariciándome—. Y aun
sigues húmeda.

Su brazo estaba envuelto alrededor de mi cintura con su mano
frotando entre mis piernas.

Nos quedamos dormidos la noche anterior después de una ronda
dulce y tranquila de hacer el amor y estaba exhausta. Después de
apenas haber dormido la noche anterior, el largo viaje hasta Shelburne Falls, descubrir las cajas en el sótano y luego regresar aquí la noche anterior, necesitaba descanso y comida.

Pero aún sonreía porque sabía por qué él se había despertado
temprano.

Estaba probablemente en alerta máxima incluso aunque no se
daba cuenta, su subconsciente probablemente creía que iba a huir
cuando se quedara dormido.

—Estaba soñando contigo —bostecé y luego hundí mi nariz en la
almohada, tenía la esencia de su colonia por toda ella y solo quería
poner la sábana sobre mi cabeza y arrastrarme en su olor.

Sus dedos comenzaron a hacer su magia, acariciando y haciendo
círculos sobre mí y sentí el latido de mi excitación.

—Cuéntame sobre el sueño —me urgió.

Mmmm... tenía una mejor idea. Sí, mi cabeza se sentía como un
balón y apenas podía abrir mis ojos pero, ¿a quién le importaba?
Estirándome tomé uno de los condones que Peter había tirado
en la mesita la noche anterior después de la primera vez. Debería haber sabido entonces que tenía planes en medio de la noche.
Girándome, lo empujé sobre su espalda y me subí encima a
horcajadas sobre él, lamiendo mis labios, pasé un dedo por su mejilla.

—Creo que te lo mostraré.

—Oh mi Dios, te acordaste —cubrí mi boca con mis manos
dejando caer la sábana accidentalmente en mi cintura mientras me
sentaba en la cama. Subiéndola nuevamente miré la caja de Krispy
Kremes como si fuera el final de mi vida. Mi estómago gruñó
inmediatamente.

Él se dejó caer, acostado en su lado y abrió la caja que estaba
entre nosotros.

—No, no en realidad —admitió—. Addie aún los consigue todos los domingos, consigue nuestro surtido regular, relleno de limón para ti, glaseado de chocolate para mí y glaseado simple para mi papá.

Y nada para mi mamá, recordé. Ella nunca comería donas.
Eligió su favorita y yo tomé una mordida, el glaseado escamoso en
sus labios se movió mientras masticaba y por alguna razón mi corazón casi explotó.

Moviéndome hacia adelante, cogí sus desprevenidos labios y tuve
que retener mi risa cuando se sacudió con sorpresa. Lamiendo el
glaseado, no podía creer lo hambrienta que estaba. Peter me hizo
prometer no dejar la cama sin permiso por doce horas y ahora creía
que iba a tener que arrastrarme lejos.

No era comida lo que quería ahora.
Me cerní sobre su boca.

—Me gustas.
Se alejó, mirándome con recelo.

—Pensé que me amabas.

—Oh, lo hago. Pero no puedes amar a una persona que no te
gusta ¿sabes? —Busqué en la caja la mía rellena de limón—. Como
nuestros padres, nuestros hermanos... pero contigo, también me gustas.
Me gusta estar y hablar contigo.

Entrecerró sus ojos y se metió un gran pedazo en la boca.
—Solo crees que soy genial porque tengo todas las temporadas de
Vampire Diaries en DVD.

¡Oh Dios Mío!

Estallé en risas, cubriendo mi boca con mi mano mientras reía.

—¡No las tienes! —Me eché a reír con incredulidad—. ¿No la sigues mirando, verdad?

Me frunció el ceño y arrebató otra rosquilla de la caja.
—Es tu culpa —se quejó—. Tenías que verla todos los jueves y luego me enganché.

—Peter. —Tragué el resto del bocado—. No lo he mirado en
años.

—Oh deberías —asintió—. ¿Damon y Elena? Síp. Y luego está Alaric, eso como que apestó, luego llegaron los Originales al pueblo, son bastante asombrosos. Tienen su propio show ahora.

Comencé a reír otra vez, y dirigió su mirada hacia mí frunciendo el
ceño.

—Lo digo enserio —imploró.

—Puedo decirlo.

Nos sentamos allí, comiendo y hablando por la siguiente hora y
luego Peter a regañadientes me dejó salir de la cama después de
rogarle para usar el baño.

Quería ir a correr pero había tenido sexo cuatro veces en las
últimas nueve horas, estaba sudorosa, pegajosa y dolorida. 
Necesitaba una ducha desesperadamente.

También necesitaba algo de tiempo para pensar que debería
hacer con mi mamá y cómo iba a decirle el resto a Peter. El bebé, mi madre tratando de tomar su casa...

Nos estábamos sintiendo tan bien ahora y no quería arruinarlo. Sin
embargo solo tenía que decírselo y superarlo. Estaría tan enojado con mi mamá y quizás un poco molesto conmigo por ocultarle eso, pero confiaba que se quedaría de mi lado.

Abrí su gel de baño, oliendo su maravilloso contenido que enviaba
a mis hormonas zumbando violentamente por todo mi cuerpo.
Como si fuera una señal, creo que sentía cuando mi cuerpo lo
necesitaba, abrió el vidrio de la ducha y entró.

Sus ojos estaban oscuros, casi enojados, mientras subían por mi
cuerpo.

—¡Infiernos Lali! —dijo en un gruñido bajo, empujándome contra
él, bajó su cabeza para mojar su cabello, alisándolo hacia atrás.

Su boca bajó hacia la mía y olvidé todas mis preocupaciones en la
calidez de la ducha y la seguridad de sus brazos.

—¿Quieres mirar una película? —le pregunté mientras me arrojaba
una toalla. Finalmente habíamos emergido de la ducha una hora
después y pensé que bajar a la sala de cine de la casa sería una buena oportunidad de hablar con él, sola, lejos de los amorosos oídos de Addie.

Envolvió una toalla alrededor de su cintura y tenía otra en su
cabeza mientras secaba su cabello.

—Bueno, estaba pensando que quizás sería divertido ver si Lucas
está por los alrededores hoy, necesito verlo.

No dije nada, tenía razón. Era mi culpa que Peter se hubiera ido
antes el verano pasado y fuera alejado de Lucas. Necesitábamos verlo de inmediato.

—Y luego tenía la esperanza de que quizás te quedaras aquí por
un par de días extras —continuó—. Estoy en el receso de temporada así que no tengo que volver hasta la otra semana.

La decepción me golpeó en el mismo sitio.

—Northwestern no tiene receso de temporada.
Asintió, apoyándose en el mostrador del baño luciendo caliente
como el infierno con su cabello todo en punta.

—Lo sé, lo investigué esta mañana. Pero si pudieras quedarte un
par de días podría valer la pena.

—¿Por qué?
Nada me gustaría más que quedarme aquí y pasar más tiempo
con él, pero mis clases no eran para los débiles de corazón. Pierde un día y perderás mucho, ya me había perdido el viernes.

—Tu mamá está tratando de quedarse con la casa, quiero ir a
hablar con Gas y ver si puede ayudar.

—¿Cómo sería capaz de ayudar? —Caminé hacia él y entrelazó la
toalla de su cuello con mi toalla que estaba alrededor de mi cuerpo
empujándome más cerca.

—Es bueno con las computadoras —explicó—. Puede encontrar
cosas en internet que otros no pueden, solo quiero ver si podemos
encontrar algo de ella.

No iba a hacerlo, los hombres de mi padre ya habían estado en
eso y además de frecuentar prostitutos, la vida de mi madre consistía en comprar, comer en restaurantes y socializar. El padre de Peter tenía información que se negó a usar.

Sin embargo, no le dije eso a Peter. Sabía mi rol en el divorcio de
nuestros padres y no iba a recordárselo.

—¡Nico solo dale una oportunidad!

Peter y yo levantamos nuestras cabezas hacia la puerta del
dormitorio por el griterío afuera.

—Mujer estás drogada —ladró Nico—. De ningún modo.

—¡Oh, eres tan maricón! Es solo un baile de salón —gritó Euge.

Peter y yo nos miramos con los ojos ampliamente abiertos y nos
dirigimos hacia la puerta del dormitorio abriéndola juntos.

Nico y Euge justo habían rodeado la esquina y se estaban
dirigiendo desde el salón hacia la dirección opuesta, al otro lado de la casa. Presumiblemente a su habitación.
Nico se giró, caminando hacia atrás.

—Absolutamente no.

Peter puso un brazo alrededor de mi hombro y gritó.

—¿Qué está tratando de que hagas ahora?
Euge se giró con las manos en sus caderas, mientras que Nico se
detuvo en su retirada.

—Clases de baile de salón —dijo con los dientes apretados—. No sé de dónde sacó la idea.
Euge miró hacia abajo

—Solo creí que podría ser una nueva experiencia Nico —dijo
dándole la espalda—. No puedo esperar que Peter baile conmigo en
cada ocasión, ¿verdad?

Entrecerré mis ojos, estudiándola. ¿En cada ocasión?
Y luego me golpeó.
Una boda.

Eso era lo que ella estaba pensando solo que la severa ceja
arqueada de Nico y la risa de Peter me dijeron que ellos no
entendieron.

Ella estaba enamorada de Nico e incluso yo podía ver que él
tenía la intención de casarse con ella algún día. Ella querría que el
bailara con ella en su boda, por supuesto. Y Nico no bailaba.

Quizás no necesitara la habilidad por algunos años pero ella
estaba pensando en más adelante. Masticando un lado de su boca,
lucía enojada pero tenía demasiado orgullo para decirle porque en
verdad quería que aprendiera.

—Tengo un idea —hablé, sosteniendo la toalla a mi alrededor y
asomándome por el marco de la puerta—. Una carrera —sugerí—. Ella gana y tú tienes que tomar las lecciones hasta que puedas bailar como un profesional. Tú ganas y no tienes que hacerlo.

Él miró lejos con una expresión aburrida.

—No quiero no hacerlo ahora. ¿Qué hay para mí en realidad?
Euge apretó sus labios luciendo lista para golpear la mierda fuera
de él.

—Está bien imbécil. —Se giró y dirigió a su novio—. Tu ganas y haré las cosas que has estado queriendo que haga.

Sus ojos se animaron, parpadeando con picardía, e imaginé que
esa era la manera en que lucía Nicolas Riera la mañana de navidad.

—¿Tenemos un trato? —preguntó Peter.

Nico se acercó a Euge, tomando su barbilla entre los dedos.
—La próxima noche de sábado. Llamaré a Zach y lo arreglaré. —Y
caminó hacia su habitación sacando su teléfono del bolsillo en el
camino.

—¿Qué quiere que hagas? —Podía oír la sonrisa en la voz de
Peter—. ¿Sexo anal? Había creído que ustedes dos ya habían llegado ahí.

El cabello de Euge se balanceó en su espalda mientras negaba.

—No importa, va a perder.

Sonó más confiada que segura.
Peter se rió.

—Sí, está bien. La última vez que Nico perdió una carrera fue...
hmm nunca.

Tenía razón.

Creo que había tenido una idea muy estúpida y Euge estaba en

ello ahora.

Capitulo 23



Lali




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Así que Peter quería hablar.
Eso era nuevo.

No podía salir de la cama sin su permiso, y estaba totalmente desnuda y vulnerable mientras él conducía su P&R
.
Suspiré, sabiendo que le debía eso. Y mucho más.

—Unos meses después de que me fui —agregué—. Estabas
teniendo una fiesta, y tenías a alguien contigo.

Tanto como lo pasé odiándolo por eso, la sensación de traición
nunca pudo ser olvidada. Él había estado sentado en el borde de la
bañera caliente con sus piernas en el agua mientras que alguna chica le hacía una mamada. Había estado inclinado hacia atrás con una mano y con su otra mano en el cabello de la chica, y su cabeza caída hacia atrás. No me vio mirando a través de las puertas del patio. Su papá y Addie estaban en casa pero indudablemente dormidos. Pensé que saldría bien, llegar tan tarde. Él estaría en la cama. Me escabulliría. Hablaríamos.

Mi sincronización no pudo haber estado más equivocada. O más
correcta. Corrí de la casa, lejos de alguien que era demasiado joven para amar.

Peter apartó sus ojos doloridos.
—No deberías haberte reservado para mí. No lo merezco.

—No lo hice —susurré—. Me reservé para mí. Parte de eso era que
no quería a nadie más que a ti, pero la verdad es que solo no deseaba a nadie. Incluso tú. Estaba sobre mi cabeza. Necesitaba crecer.

Su cuerpo estaba todavía quieto. Él dejó de avanzar, y quería que
supiera que nada de eso importaba ya. Viviría con eso y tenía bastante tiempo para superarlo. Él estaba todavía ajustándose.
Me recosté en la cama, mirando sus ojos volver a mí mientras
rodaba sobre mi estómago y lo miraba sobre mi hombro.

—A la mierda el pasado. ¿Recuerdas? —le dije, manteniendo mis
ojos y tono serios. Mi pose podría estar redirigiendo su atención de
vuelta a mí, pero quería que supiera que mientras entendía sus
preocupaciones, habíamos terminado de hablar.

Sus ojos se suavizaron, y caminó alrededor de la cama,
inclinándose sobre mí en sus manos.

Estaba tan cerca, y titubeé cuando sentí un rápido tiro desde mi
pecho hacia abajo entre mis piernas.

Por favor tócame, Peter.

Le di una sonrisa pícara y entrecerré mis ojos, tratando de ser sexy.
Pataleando mis piernas arriba, crucé mis tobillos y oscilé mis pies de atrás a adelante.

Giró su cabeza, corriendo sus ojos por toda la longitud de mi
cuerpo en una forma que me hizo sentir como si una cálida manta
cubriera cada pulgada que su mirada tocó. Alargando la mano, rozó la piel de mi espalda con la punta de sus dedos, y cerré mis ojos.

—¿Cómo estuvo la escuela? —preguntó, y abrí mis ojos otra vez.

—¡Peter! ¡Por el amor de Dios! —grité.

Odiaba las preguntas, y ¡ahora no era el momento!
Él arqueó una ceja reprimiendo.

—Temperamento, Lali —advirtió.
Apreté mis dientes, hirviendo.

Pero entonces fui sorprendida de mi rabia cuando me agarró por el
muslo y me arrastró hasta el borde de la cama, tirándome sobre mi
espalda.

—¡Peter!

Separando mis piernas, me enganchó por debajo de mis rodillas y
me tiró para encontrarlo en el borde.
Mi corazón latía como un peso de diez libras presionando contra mi
pecho, y un sudor rompió en mi cuello.

¿Qué diablos? ¿Por qué estaba maniobrándome?

—Escuela —urgió como una advertencia.

—Es... es... buena —tartamudeé—. Estoy estudiando ingeniería
mecánica. ¿Tú?

No reí, porque estaba enojada, pero esto debería ser gracioso,
supongo.

Corrió sus dedos entre mis piernas, masajeando mi entrada.

—Derecho —respondió en un ligero, casual tono—. Sorpresa,
sorpresa. —Sonó como que estaba teniendo una conversación de
negocios.

—Sí —suspiré. Tratando realmente duro de averiguar qué diablos
debería estar en mi mente ahora. Sus preguntas o la sensación de sus dedos empujando—. ¿Derecho? ¿Cómo va eso? —pregunté.

—Me gusta, de hecho. —Sus ojos no estaban en los míos. Estaba
mirando todo lo que su mano estaba haciendo—. Creo que seré bueno en eso. ¿Entonces qué significa el tatuaje Valknut?

Deslizó un dedo dentro, y mi vientre explotó con fuegos artificiales.

—Um... ¿Qué? —jadeé.

¿Cuál era la pregunta?

Su dedo; o sus dedos, pensé que era uno, pero me sentía tan llena;
tenía que estar enterrado hasta el nudillo, porque estaba tan profundo cuando comenzó a masajear mi interior con pequeños círculos.

Santa mierda. Mis ojos rodaron hasta atrás de mi cabeza.

—El símbolo Valknut, Lali —me recordó.

Apenas aflojé mis dientes.
—¿Puedo decirte en otro momento?

¿Por favor por favor por favor, por favor?

Su pícara pequeña sonrisa se mostró mientras mirada sus dedos
comenzaron a moverse dentro de mí.

Bastardo triunfante.

—Una pregunta más. —Levantó su mirada a la mía—. ¿Confías en
mí, Lali?
Me quedé quieta, sabiendo cuál era mi respuesta.

—Eres la única persona en que confío.
Sentándome con mis piernas todavía enganchada en sus brazos, lo
miré y susurré:
—Y haré que confíes en mí.

Él iba a despertar en la mañana conmigo todavía aquí.
Me tiró hasta levantarme de la cama, y lo envolví en mis brazos,
abrazándolo. Su suave mandíbula frotaba contra mi pecho mientras su cabeza bajaba, trazando besos sobre mi mandíbula y por mis pechos.

Corrí mis dedos a través de su corto cabello rubio y me incliné en su boca. Estremecimientos se esparcieron por todos lados, y temblé.

Tomó un pezón entre sus dientes y entonces lo cubrió con su boca
entera, succionando duro.

—Maldición —suspiré, completamente indefensa.

Dejé caer mi cabeza mientras gemía. Su boca caliente succionaba
y soltaba, mordía y dejaba ir, una y otra vez hasta que sentí como que había una chispa de electricidad disparándose desde mi corazón
directamente al calor entre mis piernas.

Entonces, cambió su atención al otro: besando, mordiendo, y
malditamente cerca de comerme viva.

Succionando mi labio inferior, enterré mis uñas en sus hombros
mientras se daba un festín. La tortura era muy buena, pero estaba
construyéndose mucho más que quería tumbarlo, subirme y montarlo.

Salté, mis ojos abriéndose cuando sentí sus dedos de vuelta entre
mis piernas.

—Maldición, estás mojada —gruñó en mi cuello.

Sí, podía sentirlo.

Empujé contra su pecho y caí en la cama, deslizándome hasta el
cabecero en un lento arrastrar.

—Deja de jugar, Peter —desafié a través de ojos entrecerrados—.
Tiempo de ponerlo o dejarlo. Vamos a ver lo que tienes.

Rompió en una brillante sonrisa, calmando mi corazón. Riendo y
mirándome, acechó alrededor de la cama desabrochando sus
pantalones.

—Mi pequeña rival. ¿Crees que no puedo sublevarme a la ocasión
en este juego? —respondió.

No pude esconder la sonrisa en la esquina de mi boca.
Inclinándome hacia atrás sobre mis manos, doblé mis piernas hacia
arriba, cerrando mis rodillas juntas con mis tobillos aparte.

Levanté mis cejas con una mirada que decía: pruébalo.
Pero mi cara cayó cuando sonrío otra vez, esta vez más siniestro.
¡Oh mierda!

Un grito se atoró en mi garganta cuando sacó sus manos, agarró
mis tobillos, me tiró hacia abajo, y entonces se detuvo solo un momento para saborear mi expresión sorprendida antes de voltearme sobre mi estómago.

Rápidas, superficiales respiraciones entraban y salían de mí, y mi
interior se apretó y palpitó con la fricción de las sábanas en mi
estómago.

Me ahogué.

—Pet...
—No hables —gruñó bajo en mi oído, y es cuando me di cuenta de
que estaba atrapada por una pared detrás de mí.

Él todavía tenía sus pantalones puestos. Podía sentirlos frotando
contra mi trasero.

Su mano se enterró de vuelta entre mis piernas, y cerré mis ojos
mientras las movía arriba y alrededor de la entrada, a través de mi
clítoris en círculos pero nunca entrando en mí. Me impulsé sobre mis codos y empecé a moverme en sus dedos.

La cama se hundió, así que sabía que debía haber subido una
rodilla para inclinarse sobre mí. Un caliente, húmedo estremecimiento corrió por mi espalda, y me estremecí ante la sensación de su lengua lamiéndome.

Un duro mordisco descendió a mi costado, y apreté las sábanas
debajo de mí.

—Peter. —Pero él no se detuvo. Bajando una y otra vez, succionó
la piel de mi espalda, tomándola entre sus dientes cada vez. Se sentía como cristal astillándose. Un beso y los hormigueos se esparcieron en un radio de todo mi cuerpo.

—¿Quieres retarme otra vez? —Se presionó a sí mismo en mi trasero, y pude sentir su dureza tratando de liberarse.

—¡Peter, maldición! —Traté de sonar molesta, pero salió como un
susurro-llanto-ruego al contrario—. ¡Estoy a punto de salir de la maldita cama! ¡Por favor!

Mirando sobre mi hombro, me empapé en su suave y sexi como el
infierno, bronceado pecho y su paquete de seis que quería lamer.

—Te necesito —vocalicé.

Debió haber visto la súplica en mis ojos, porque alcanzó a su buró y sacó un condón. Rasgándolo con sus dientes, tiró de sus pantalones y bóxeres rápidamente y los patío fuera de sus pies. Sostuve sus ojos mientras se lo ponía. Sostuve sus ojos cuando se arrodilló en la cama y se bajó sobre mí.

Pero lo perdí cuando arqueó una de mis piernas hacia arriba, mi
muslo interior plano en la cama, y se acurrucó entre mis piernas.
Mientras posicionaba ambos brazos en la cama a cada lado de
mis hombros, se inclinó abajo sobre mí, su mano bajo mi barbilla, e
inclinó mi cabeza arriba para encontrar sus labios.

Oh. Cubrió mi boca entera con la suya, y se deslizó dentro de mí,
hábil y rápido.
Gemí en su boca.

—Te amo —gruñó contra mis labios.

Alcancé detrás de mí y apreté su nuca, cerrando mis ojos y
absorbiendo cada movimiento de ida y vuelta de su cuerpo mientras
embestía dentro del mío.

Apretando mis dientes juntos, succioné el aire mientras se conducía
más profundo y más rápido, su cuerpo deslizándose arriba y debajo de mi espalda.

Sus largos, musculosos antebrazos a mis lados flexionados y tensos, y cada vez que entraba en mí, comencé a gemir del placer de lo que él podía hacerme que no podía hacer yo misma. Creo que la gente lo llamaba el punto G, y él era realmente bueno encontrándolo.

Comencé a retorcerme contra la cama, empujando arriba contra él
para incrementar el ritmo. Entre más rápido iba, más sentía.

Su aliento caliente siseó en mi oído.
—No hay paciencia esta noche, ¿eh?

—Lo siento —gemí, no ralentizando mi ritmo ni un poco—. Te lo
compensaré. Esta posición es simplemente...

Mi vientre comenzó a arremolinarse con mariposas como que
estaba en caída libre, y mi interior se apretó y soltó. Dejé caer mi
cabeza en la cama y arqueé mi trasero arriba para encontrarlo y lo
sostuve ahí mientras él golpeaba dentro de mí.

—Oh —gemí, sintiendo la quemazón, y volviéndome loca,
pidiéndole más rápido y más duro.

Hasta que se detuvo.
¿Qué?
¿QUÉ?

Mis ojos quemaban con miedo y rabia, y el pulso entre mis piernas
corría.

Antes de que incluso tuviera una oportunidad de dar la vuelta, sin
embargo, agarró mis caderas, me tiró a cuatro patas y entró en mí otra vez.

—¡Oh, Dios! —grité, endureciendo mis brazos y abriendo mis piernas más amplio mientras él golpeaba dentro de mí tan duro y rápido como antes.

—Esta posición es incluso mejor —señaló, sosteniendo mis caderas.

Su jodido creído tono.
Y entonces me perdí. Me apreté alrededor de su polla, latiendo y
estallando mientras el orgasmo quemaba en mi interior, haciendo a mi corazón saltar a mi garganta.

Mi frente cayó de vuelta en la cama, pero Peter no se detuvo y
no disminuyó su ritmo, incluso después de que mi orgasmo pasó.
Y eso fue para volar mentes, también.

Continuar sintiéndolo después de que me viniera era tan bueno.
Apretó mis caderas, moviéndose más rápido y más rápido. 

Maldición,
amaba su poder.

Gruñó un par de veces, respirando duro y finalmente
conduciéndose tan profundo como era posible dos veces más antes de correrse y disminuir su ritmo hasta que terminó.
Colapsando de vuelta en la cama, finalmente me dejó caer,
también.

Mi mejilla descansó en la cama, y mi cabello sudoroso estaba
pegado en mi cara. O tal vez su cabello estaba pegado a mi cara
sudorosa.

Como sea.

Capitulo 22




Peter
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Froté mi mano sobre mi boca, Headstrong de Trapt sonando a todo volumen de camino a casa. Había dado vueltas y vueltas hoy, preguntándome si debería volver para la carrera. Preguntándome si Euge había persuadido a Lali de acompañarla. Preguntándome, esperando, y luego rindiéndome.

Por alguna razón, Lali no quería quedarse para ver si íbamos a
ser algo, y yo simplemente tenía mucho orgullo de sobra. Tal vez Nico tenía razón y necesitaba perseguirla más duro.

Pero necesitaba algo, cualquier cosa de ella para demostrarme
que lo merecía. Cuando por primera vez envió un mensaje, no respondí.

Me senté en mi casa, viendo una pelea de televisión por pagar con
algunos de mis compañeros de equipo y esperé.

Si no sabía qué decir, entonces la dejaría jodidamente averiguarlo.

Cuando ella comenzó a abrirse más, estuve dentro. Ella me extrañaba, me quería allí, y Nico tenía razón. No podía dejarla ir de nuevo. Si intentaba rechazarme o huir, iba a presionarla hasta que me dijera cuál era su problema. Relación o no, necesitaba saber qué diablos le pasaba.

Y luego cuando comenzó a coquetear, ya estaba agarrando las
llaves del coche.

Una hora y cinco minutos más tarde, estaba deteniéndome
delante de la casa de Euge, la calle ya abarrotada de coches por la
fiesta en marcha en la casa de al lado de Nico y Gas.

Aparcando al otro lado de la calle, bajé del coche solo para notar
a Lali salir corriendo de la puerta principal de Euge.

Jesús.

Llevaba pequeños pantalones cortos de pijama y una ceñida
camiseta blanca y gris de béisbol, la fina correa de su pequeño bolso cruzando su pecho. Tenía zapatillas de deporte sin calcetines,
enseñándome por completo sus hermosas piernas desde los tobillos
hasta la parte superior de sus muslos.

Maldita pijama.

En pijama de chica mala con su cabello colgando en hermosas
ondas, Lali era la única que podía ver o pensar.

Mis brazos hormigueaban por abrazarla, y cuando la vi corriendo
por los escalones del porche y cruzar la calle, tuve apenas tiempo
suficiente para extenderlos y atraparla cuando saltó a mis brazos.
Envolviendo sus brazos y piernas a mí alrededor, aplastó su boca contra la mía, y gruñí cuando retrocedimos contra mi coche.

—Maldición, nena —dije sin aliento entre besos. Su boca en la mía
se movió duro, rápido y profundo. Su lengua se deslizo contra la mía y salió rápidamente para recorrer mi labio superior y luego hundirse de nuevo. Mis brazos estaban envueltos alrededor de su cintura, y estaba prácticamente arrastrándose sobre mí, tratando de acercarse con cada beso.

No había combustión para este fuego. Un incendio era ya
dolorosamente intenso en mis jeans y mi camiseta azul oscuro quemaba mi cuello donde ella la agarró y tiró.

Pero no me importaba. Mis dedos se clavaron en su espalda,
apreciando esto por completo. Sus gemidos resonando en mi boca, la forma en que se aferraba a mí...

Nos di la vuelta, para que su espalda estuviera contra la puerta de
mi coche, y empecé a devolvérselo. Sus manos ascendieron a mi
cabello, bajaron por los lados de mi cara y luego más.

Alejé mi cara, jadeando con nuestras narices presionadas juntas.
Sus manos se metieron debajo de mi camiseta y me produjo escalofríos cuando sus dedos se arrastraron por mi estómago.
Sus labios me alcanzaron intentado capturar los míos. Luego se
enderezó, envolvió sus brazos de vuelta alrededor de mi cuello, y
comenzó a esparcir suaves, ligeros besos alrededor de mi boca, sobre mi mejilla, y en mi cuello.

Mi polla se presionaba contra mis jeans, y malditamente deseaba
que estuviéramos en un lugar privado, así podía estar dentro de ella
aquí y ahora.

—Peter. —Su susurro sonó como si estuviera dolorida.

—Shhh —ordené, acercándome para tomar sus labios de nuevo.
Pero se apartó.

—No, necesito decir esto. —Tomó mi cara y me miró a los ojos. Fue entonces cuando me di cuenta de que no llevaba sus gafas.

Su hermosa mirada verde buscó en mis ojos con un poco de temor
y su rostro estaba sonrosado. Dios, era hermosa.

—Peter, te amo —susurró—. Estoy enamorada de ti.
Mis puños se apretaron alrededor de su camisa, y casi la dejé caer.

¿Qué?

Mi corazón parecía latir más y más dentro de mi pecho,
desplomándose de mi cuerpo. Sudor cubrió mi frente y mis piernas casi fallaron.

Me miró fijamente, parecía asustada pero definitivamente
consciente y alerta. Sabía lo que estaba diciendo, y repetí las palabras una y otra vez en mi cabeza.

Peter, te amo. Estoy enamorada de ti.

Bajé mi barbilla, entrecerrando mis ojos.

—¿Hablas en serio? ―pregunté.

Asintió.

—Te he amado siempre. Hay tantas cosas que necesito decirte.

Mis brazos se apretaron a su alrededor, y la más grande maldita
sonrisa que jamás sentí apareció en mi cara.

—Nada más importa —dije, atrapando sus labios para otro beso
tan duro que no podíamos respirar.

—Oigan, ¿chicos? —Oí un grito provenir del otro lado de la calle,
de la fiesta asumía. Sin romper el beso, saqué mi dedo medio detrás de mí hacia la casa de Nico.

Escuché una risa.

—¡Por mucho que me gustaría observarlos tener sexo y todo,
realmente no quiero tener que eliminar otra ronda de Adolecentes
Alocándose de Internet!

Gas.

Lali enterró su boca en mi cuello, abrazándome y riendo.

―¿De qué está hablando?

Sí, larga historia. Gas era muy bueno con las computadoras, y
estaba definitivamente en lo cierto. Teníamos que salir de la calle.

—Nico y Euge. —Me incliné, besándola y estaba completamente
jodidamente encendido en este momento—. Te lo explicaré en otro
momento. Entremos.

—No. —Sacudió su cabeza pero continuó acercándose por besos
rápidos, acariciando mi pecho y cuello—. Llévame a casa. A tu cama. Enciérrame en tu habitación y dame placer hasta que lo único que sepa hacer sea gemir tu nombre.

La empujé de nuevo contra el coche y me hundí en sus labios otra
vez, golpeando mi mano contra en la puerta por frustración. Jesucristo, la deseaba tan mal en estos momentos.

Varios gritos y declaraciones estallaron detrás de mí, y sabía que
teníamos una audiencia ahora. Oí a Gas riendo y gritándonos mientras que otros simplemente exclamaban, ¡Whoo!

Idiotas.

—Te amo —susurré contra su boca—. Vamos a casa.

Todo el camino en coche a la casa fue una jodida tortura. Lali
no se detenía de tocarme, mordisqueando mi oreja, pasando sus manos por mis muslos... Estaba más duro que un tubo de acero y a punto de detenerme y follarla a un lado de la carretera.

—Lo siento —susurró en mi oído—. ¿Es demasiado?

—Diablos, no. —Metí la sexta marcha después de que conseguimos atravesar la puerta de Seven Hills—. Me gusta este nuevo tú. Pero me estás matando en estos momentos.

Exhaló su cálido aliento en mi oído, y cerré mis ojos, apretando mi
mandíbula. No iba a durar mucho tiempo.

—Peter, llévame a la cama —suplicó.

Gruñí, acelerando en nuestro camino de entrada y deteniéndome
en seco frente de la casa. Lali salió por la puerta antes, y rodeé el
coche, cogiendo su mano y arrastrándola hacia la casa.
Desbloqueando la puerta, la jalé a través, y corrimos por el
vestíbulo escaleras arriba.

—¿Peter? —Oí la voz de Addie provenir de alguna parte—.
¿Lali?

—¡Hola, Addie! —gritamos ambos, ni siquiera nos detuvimos a
voltear mientras subíamos rápidamente los escalones de dos a la vez.

Escuché un “Oh, querido” como queja al llegar a la segunda
planta y tuve que reír. Pobre Addie.

Lali llegó a mi habitación antes que yo y abrió la puerta con
tanta fuerza que sacudió la pared cuando la golpeó. Reduje la
velocidad hasta una caminata, cruzando el umbral con mis ojos fijos en los de ella mientras giraba para mirarme.

Retrocedió dentro la habitación, un tímido, suave paso a la vez
como en cámara lenta, quitando sus zapatos y lanzando su bolsa al
suelo.

Sin apartar mi mirada de ella, cerré la puerta detrás de mí.

—Quiero hacer un trato —propuse, caminando con intención
lentamente hacia ella.

Su ardiente mirada me calentó.

—¿Y qué es? —preguntó, levantando su camisa sobre su cabeza y
dejándola caer al suelo.

Tomé un vistazo del tatuaje de Valknut en el lado de su torso. No
era grande, pero nunca había obtenido la oportunidad de estudiarlo.
Tendría que recordar preguntarle lo que significaba.

—Sí tú —amenacé—, apenas dejas mi cama sin mi permiso en las
próximas doce horas, tienes que conseguir un tatuaje con mi nombre... —Sonreí.

Arqueó una ceja desafiante.

—En tu trasero —terminé.

Una sonrisa de superioridad jugó en las comisuras de su boca, y
continúe avanzando hacia ella lentamente, admirando su suave piel y sujetador de encaje blanco.

—¿Trato? —Alcancé la parte de atrás de mi cuello y tiré de mi
camiseta por encima de mi cabeza.

Deslizó sus dedos dentro de sus pantalones cortos, los bajó por
debajo de su culo y los dejó caer al suelo.

—No voy a irme sin un adiós. No me iré en absoluto, Peter —
prometió.

—¿Tenemos un trato? —presioné, mi voz más exigente.

—Sí.

Acercándome hasta quedar de pie frente a ella, me tensé cuando
sus dedos rozaron mi estómago. Desabrochó mi cinturón, quitándolo bruscamente de las presillas. Saqué mis zapatos y luego alcancé detrás de ella para desabrochar su sujetador. Apartándolo de su cuerpo, dejé a mi boca abrirse un poco ante la vista de sus pechos llenos y pezones oscuros y duros.

Pero cuando empezó a desabrochar mis pantalones, agarré su
mano.

—Todavía no —susurré, capturando su labio inferior entre mis
dientes. Sabía a vainilla y calidez y hogar. No me podía imaginar nunca estar hambriento por nadie más que ella.

Gimió cuando tiré de sus labios con mis dientes, pero la dejé ir y
deslicé mis manos dentro de sus bragas, empujándolas por sus piernas.

Me sentí como un niño en el Cuatro de Julio. Fuegos artificiales
explotaron por todas partes.

Con ella desnuda y yo todavía en mis jeans, la dejé allí de pie y fui
a sentarme en la silla tapizada en la esquina.

Sus ojos se ensancharon, dirigiéndose de izquierda a derecha.
—Um ¿qué estás haciendo?

—Siéntate en la cama.

Se quedó allí mirándome fijamente durante unos diez segundos
antes de finalmente dejarse caer sobre el edredón azul marino y moverse hacia atrás hasta el centro. Levantando sus rodillas, las abrazó, y se burló de mí con ojos juguetones. Tratando muy duro de parecer inocente.

El cabello en la parte de atrás de mi cuello se erizó. Su cabello
derramándose a su alrededor, las curvas de su cintura, los tonificados músculos de sus muslos... Lali se ocultaba bajo un montón de ropa para chicos, y yo era el hombre más afortunado del mundo por haber sido el único en verla así.

Levantó la comisura de su boca, desafiándome.

—¿Y ahora qué?

Me incliné hacia delante, mis codos sobre mis rodillas.

—¿Cuándo fue la última vez que estuviste sobre una patineta? —
pregunté.

Parpadeó y preguntó con una risa nerviosa.

—¿Me estás preguntado eso ahora?

Ella estaba en lo cierto. Estaba matando el estado de ánimo como
un balde de hielo.

Pero esperé de todos modos.

—Bien —dijo, pareciendo insegura—. Creo que han pasado dos
años. La última vez que viví aquí.

—¿Por qué?
Se encogió de hombros, más como si no quisiera decirme que no
podía.

—No lo sé.

Me puse de pie, dando unos pasos hacia ella.

—¿Has perdido interés en ello?

—No.

—¿Entonces por qué? —Me detuve y crucé mis brazos sobre mi
pecho.

Lali amaba patinar. Se ponía sus auriculares e iba al parque
Iroquois Mendoza por horas, sola o con amigos, y simplemente se
perdía.

Lamiendo sus labios, ella dijo con un hilo de voz.

—Supongo que al principio, no quería disfrutar de nada. No quería
sonreír.

Eso sonaba como culpa. Pero ¿por qué iba a sentirse culpable?

—¿Estabas enojada conmigo? —pregunté—. ¿Por no ir tras de ti?

Asintió, su voz todavía un susurro.

—Lo estaba.

—¿Pero no ahora?

En ese momento, había pensado que había querido irse. Nunca
pensé en ir tras ella, porque pensaba que yo era la razón de que
huyera.

Sus ojos se encontraron con los míos.

—No, no te culpo por nada. Éramos tan jóvenes. —Apartó la
mirada y añadió en el último momento—: Demasiado jóvenes.

Supongo que tenía razón. A veces, sabía que lo que estábamos
haciendo era peligroso, pero estaba consumido por ella. No me
importaba. Y mientras ella disminuyó su ritmo y se tomó su tiempo para crecer, yo seguí adelante. No dormí con tantas chicas como presumía aunque la oportunidad estuvo allí, pero sin duda no podía decir que me había guardado para ella, tampoco.

Me acerqué más, dando un paso hasta el final de la cama.

—¿Por qué nunca intentaste volver a casa?

—Lo hice.

Capitulo 21



Lali

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Papá? —Levanto la vista de la cama de hospital donde acababa de estar dormida.

Él está parado en su suéter de color crema y chaqueta de cuero marrón, oliendo a café y Ralph Lauren.

Sus ojos, doloridos y cansados, escanean a través de mi cuerpo.

—Mira lo que te has hecho.

Mi cara se arruga, y mis ojos empiezan a llorar.

—Papá, lo siento. —Un sollozo se queda en mi garganta, y lo miro
para que me abrace.

Lo necesito. Él es todo lo que tengo.

El vacío. La soledad. Estoy sola ahora. No tengo a nadie. Mi madre
se ha ido. No me llamará. El bebé se ha ido. Mis manos instintivamente van a mi estómago, y solo siento un latido sordo en la boca en lugar de amor.

Mis ojos arden y aparto la mirada, empezando a llorar en la
habitación tranquila y oscura.

Esta no es mi vida. No es la forma en que se suponía que debía ser.
No se suponía que lo amara. No tenía que romperme.

Pero después del aborto, todo se hundió en el barro y no podía caminar más. No podía comer. El dolor en mi pecho solo creció y estaba constantemente agotada por la preocupación y la angustia.

¿Dónde estaba él? ¿Estaba tratando de llegar a mí? ¿Pensaba en mí?

No me había dado cuenta hasta que fui arrancada de él, lo mucho que lo amaba.

Mi mamá dijo que era un enamoramiento. Un flechazo. Lo
superaría. Pero cada día la frustración y la tristeza se profundizaban.

Estaba fallando en la escuela. No tenía amigos.

Finalmente regresé a Shelburne Falls solo para descubrir que
Peter había seguido adelante, definitivamente como mi mamá dijo.
No me estaba esperando ni un poco. La única cosa en su mente era la chica con la cabeza entre sus piernas. Alejándome, había salido
corriendo de la casa y salté en el coche de mi padre, que había
robado. Ahora, aquí estaba yo, tres días después con heridas en los
brazos y un fuerte dolor en mi pecho.

Inhalo y me pongo rígida cuando mi padre arranca la manta y la
sábana de encima, haciéndolas volar hasta el suelo.

—Papá, ¿qué estás haciendo? —chillo, notando sus feroces ojos
verdes.

Me da un tirón de la cama, apretando mi brazo con tanta fuerza
que mi piel pica.

—¡Ay, papá! —gimo, cojeando por el suelo mientras me arrastra
hacia el baño. Mi brazo se siente estirado, como si en cualquier
momento tirara de un enchufe.

¿Qué está haciendo?
Observo cómo abre el lavabo del baño y comienza a llenarlo con
agua. Los dedos de su otra mano se clavan en la carne de mi brazo, y empiezo a hiperventilar.

Él tira de mi brazo con fuerza, tirando de mí más cerca mientras
grita:
—¿Quién eres?

Las lágrimas se desbordan y sollozo.

—Tu hija.

—Respuesta equivocada. —Y agarra la parte de atrás de mi cuello
y fuerza mi cara al lavabo lleno.

¡No!

Jadeo y absorbo el agua no deseada mientras mi cabeza es
forzada a bajar. Golpeo ambas manos a cada lado del lavabo para
retroceder contra su mano, pero es demasiado fuerte. Sacudo mi
cabeza, mis manos resbaladizas deslizándose debajo de mí mientras
lucho contra él.

El agua está en mi nariz, y aprieto mis ojos contra la quemadura.
De repente, me da un tirón para salir del agua.

—¡Papá, ya basta! —Toso y escupo, agua gotea por mis zarcillos y
mi mentón.

Su voz retumba a mí alrededor.

—¿Quieres morir, Lali? —Sacude mi cabeza en su ira—. Es por eso que hiciste esto, ¿verdad?

—No... —dejo salir antes de que golpee mi cabeza de vuelta en el
agua, cortando mi suministro de aire. Apenas tengo tiempo para pensar o prepararme. Mi mente se vuelve negro mientras gimo en la profundidad.

Mi padre no me va a matar, me digo. Pero me está haciendo
daño. El interior de mis antebrazos duele y creo que mis cortes están sangrando de nuevo.

Me da un tirón hacia atrás, y estiro mi brazo y agarro su mano en la
parte trasera de mi cabeza mientras sollozo.

—¿Quién eres? —grita de nuevo.

—¡Tu hija! —Mi cuerpo tiembla de miedo— ¡Papi, detente! ¡Soy tu hija!

Estoy llorando y temblando, el frente de mi camisón chorreando
agua por mis piernas.

Él gruñe cerca de mi oído.

—No eres mi hija. Mi hija no se rinde. No había marcas de
neumáticos en la calle, Lali. ¡Te estrellaste contra el árbol a propósito!

Niego en su mano. No. No, no lo hice. No me estrellé a propósito.
Mi boca se llena de saliva espesa y mis ojos se aprietan con fuerza,
recordando dejar la casa de Peter y escondiéndome en casa de mi
padre, cerca de Chicago. Tomé uno de sus coches y... no, no traté de golpear el árbol.

Mi cuerpo se estremeció y mi garganta se llenó de dolor.
Solo dejé ir el volante.
Oh, Dios mío.

Robo aire tan rápido como puedo y gimo mientras lloro. ¿Qué
demonios me ha pasado?

Me tropiezo mientras mi padre lanza mi espalda contra la pared al
lado del fregadero. Antes incluso de tener la oportunidad de
enderezarme, su mano viene a través de mi cara con una bofetada
fuerte y hago una mueca de dolor mientras viaja por mi cuello.

—¡Basta! —estallo contra la falta de claridad en mis ojos.
Me agarra por los hombros y me empuja a la pared de nuevo y
grito.

—Oblígame —desafía.

Mis puños chocan contra su pecho, e impulso todo mi cuerpo en el
empuje.

—¡Basta!

Da un paso atrás para mantener el equilibrio, pero viene de nuevo
y agarra mi cabeza entre sus manos.

—¿No crees que me destruyó cuando tu madre te llevó? —
pregunta, sus ojos descorazonados—. Golpeé todas las paredes de la maldita casa, Lali. Pero me lo tragué. Porque eso es lo que hacemos. Nos tragamos cada ladrillo de mierda que este mundo nos da de comer hasta que la pared interior de nosotros es tan fuerte que nada lo rompe.—Baja su voz entrecortada, que suena más fuerte—. Y eso es lo que hice. Dejé que te llevara, porque sabía que esa mujerzuela te haría fuerte.

Aprieto los dientes, tratando de detener mis lágrimas mientras lo
miro. Amo a mi padre, pero no puedo amarlo por dejar que mi madre me alejara. Supongo que en su cabeza pensó que era una manera de esconderme de sus enemigos. ¿El vivir con mi madre me hizo fuerte? Por supuesto que no. Mírame, lloriqueando y arruinada. No soy fuerte.

—No tienes derecho a rendirte. ¡No tienes derecho a renunciar! —
grita—. Habrá otros amores y otros bebés —gruñe, sacudiendo mi
cabeza entre sus manos y me observa con su dura mirada—. ¡Ahora.Traga. El. Dolor! —grita a mi alrededor—. ¡Trágalo!

Su rugido rompe mis entrañas y dejo de llorar, mirándolo con los
ojos abiertos.

Sostiene mi cabeza con fuerza, obligándome a mantener mis ojos
en él, y me concentro, en busca de algo para agarrarme. Cualquier
cosa. Me concentro en el punto más pequeño que pueda encontrar, el centro de sus pupilas negras.

No parpadeo. No me muevo.

El centro de su ojo es tan oscuro y trato de imaginar que se sentiría
cruzar a través del espacio a una velocidad vertiginosa. En mi mundo no hay nadie más que él. El oro que rodea sus pupilas negras, y me pregunto por qué no heredé eso en mis ojos verdes. El blanco de su iris se ve como un relámpago y el anillo de esmeralda, antes de llegar al blanco de los globos oculares, parece ondular como el agua.

Antes de darme cuenta nuestra respiración se sincroniza, y él está
estableciendo el ritmo que sigo.

Inhalo, exhalo.
Inhalo, exhalo.
Inhalo, exhalo.

El rostro de Peter aparece en mi mente y aprieto mi mandíbula.
Los recuerdos de mi abortado embarazo irrumpen en su imagen, y mis dientes se rozan. La voz de mi madre entra en mis oídos y chupo mi lengua seca, tomando todo ello, a todos ellos, y trago el bulto duro en la parte posterior de mi garganta, bajando, y siento todo dejar mi cerebro.

Todavía está dentro de mí. Pesado.
Pero está tranquilo ahora, enterrado en mi estómago.

Mi padre libera mi cabeza y dirige un pulgar por mi mejilla mientras sostiene mi barbilla.

—Ahora, ¿quién eres tú? —implora.

—Lali Esposito.

—¿Y dónde naciste?

Mi voz es tranquila.

—Boston, Massachusetts.
Él da un paso atrás, dándome espacio.

—¿Y qué quieres hacer con tu vida? —pregunta.

Finalmente lo miro, susurrando:
—Quiero construir cosas.

Él llega a mi lado y toma una toalla del estante, entregándomela.
La sostengo contra mi pecho, en realidad no sintiendo más el frío. 

En realidad, no sintiendo nada.

Se inclina, besa mi frente y luego encuentra mis ojos.
—“Nada de lo que ocurra en la superficie del mar puede alterar la
calma de sus profundidades.” —cita a Andrew Harvey—. Nadie puede quitarte lo que eres, Lali. No le des a nadie ese poder.

No había llorado desde aquel día que de repente estaba en mi
mente. He estado cerca, pero dos años enteros y ni una lágrima. Mi
padre me mantuvo en casa exactamente una semana para curar las
lesiones causadas por los fragmentos de vidrio del parabrisas que me había cortado, pero luego me envió a un internado para seguir
adelante con mi vida.

Y lo hice. Eso es algo que todos tienen que aprender por su cuenta.

La vida sigue, sonrisas vendrán otra vez, el tiempo cura algunas heridas y alivia las que no puede.

Levanté mis calificaciones, hice algunos amigos y me reí mucho.
Simplemente no podía perdonar, sin embargo. La traición corta
profundo y eso es lo que me trajo de vuelta a la ciudad el junio pasado.

Simplemente no esperaba que Peter todavía me afectara.

Él me quería. Lo sabía. Lo sentía. Pero ¿por qué? ¿Qué he hecho yo
realmente para merecerlo?

Había sido fiel a mí cuando teníamos dieciséis. De eso, estaba
bastante segura. No lo podía odiar más por buscar un buen momento cuando él había pensado que de buena gana lo había dejado.

Hay tantas cosas que debería decirle. Cosas que él tenía derecho
a saber. Y luego sentí que le había dicho demasiado.

Peter estaba mejor sin mí. Nuestra relación empezó en el lugar
equivocado para empezar. No teníamos dónde crecer. Él no me
conocía o sabía lo que me interesaba. No hablamos de nada.
Una vez que se sintiera lleno de sexo, se iría. Por no hablar del bebé.

Si alguna vez se enterara del bebé, abandonaría el barco. No hay
duda. Peter no estaba preparado para cualquier cosa así de pesada.

Me pregunté si alguna vez lo estaría.

Encendí Far from home de Five Finger Death Punch y tragué la
culpa todo el camino de regreso a Shelburne Falls mientras conducía a casa a petición de mi madre. Había enviado un mensaje esta mañana para hacerme saber que tenía cosas en la casa. Si no iba a recoger lo que había dejado el pasado verano, iba a la basura.

Negué y pasé una mano sobre mis ojos cansados. Golpeando el código de la puerta, acerqué el G8 de Euge mientras las barras de hierro negro se abrían con un chirrido.

Era sábado, entrada la mañana y el cielo de octubre estaba
ligeramente salpicado de nubes. Hacía frío, pero no había traído una chaqueta, optando por mi camiseta de manga larga negra y con rayas grises y unos jeans. Mi cabello aún colgaba suelto de la noche anterior, pero se había esponjado después de mi ducha esta mañana. 

Por alguna razón, sin embargo, hubiera querido que el olor de Peter
permaneciera en mi cabello junto con los pequeños trozos de hierba
que fui encontrando. Mi largo flequillo se desplegaba alrededor de mis pómulos y tomé mis gafas del asiento del pasajero mientras aparcaba delante de la casa de los Lanzani detrás de BMW de mi madre.

Mis gafas se habían destinado para la lectura desde hace años,
pero decidí usarlas casi todo el tiempo. Se sentía seguro de alguna
manera.

Al entrar en la casa, caminé penosamente a través del vestíbulo y
por el pasillo al lado de las escaleras que conducen a la parte trasera
de la casa donde yo estaba segura de encontrar a Addie en la cocina.

La tranquila casa parecía tan diferente ahora. Casi hueca como si
no estuviera llena de recuerdos, historias, y una familia. El intenso frío de los suelos de mármol se disparó a través de mis zapatillas y hasta las pantorrillas, y los techos altos no mantuvieron por arte de magia el calor.

Mirando por las puertas de cristal del patio, vi a Addie barriendo
alrededor de la piscina que ya tenía la cubierta enrollada sobre sí para el próximo invierno. Cuando miré más allá, sin embargo, me di cuenta de que el jacuzzi estaba cubierto también. Cuando vivía aquí, se siguió utilizando durante los meses de frío, así como los muebles de jardín y de la zona de barbacoa. Al papá de Peter le encantaba los alimentos a la parrilla, él y Peter se aventuraban a lanzar filetes en la barbacoa al finalizar enero.

Ahora todo el patio parecía estéril. Hojas muertas volaban de un
lado a otro, y parecía que Addie no estaba haciendo ningún progreso.

Ni siquiera parecía que estaba intentando.

Esta casa tenía problemas, pero también tenía una historia de risas
y recuerdos. Ahora todo parecía muerto.

Abrí la puerta corredera de cristal y caminé a través de las
baldosas de piedra.

—¿Addie?
Ella no me miró, y su voz baja, tranquila, no me dio la bienvenida
como la última vez.

—Lali.

Me quité las gafas y las metí en mi bolsillo trasero.

—Addie, lo siento mucho.

Ella mordió su labio entre los dientes.

—¿Lo sientes?

No tenía que decirle de qué lo sentía. Nada escapaba de ella en
esta casa, y sabía que ella sabía que el desastre del divorcio era mi
culpa. Que Peter fuera enviado lejos era mi culpa.

—Sí, lo siento —le aseguré—. Nunca quise que esto sucediera.

Y esa era la verdad. Quería ser la que dejara a Peter, y había
querido que su padre y mi madre sintieran un pellizco, pero no sabía que mi madre iba a luchar contra el divorcio tan duro o que Peter estaría atrapado en el medio.

La verdad es que no había pensado en Addie en absoluto.
Ella exhaló por la nariz y su ceño se quedó fijado profundamente.

—Esa perra piensa que va a tener esta casa —murmuró—. Va a
tomar la casa, vender todo lo que contiene, y dejarlo yacer.

Di un paso más cerca.

—No lo hará.

—No importa, supongo. —Su tono amargo me cortó—. el Sr. Lanzani está escogiendo pasar todo su tiempo en la ciudad o en la casa de Katherine, y Peter no ha estado en casa en meses.

Aparté la vista, la vergüenza me quemaba la cara.
Yo hice esto.

Mis ojos estaban empezando a picar, así que los cerré y tragué. Lo
arreglaré. Tengo que arreglarlo. Nunca debería haber regresado.
Peter estaba bien. Todos estaban muy bien antes de mí.

Esta casa, una vez llena de risas y fiestas, estaba vacía ahora, y la
familia de Addie que ella había amado y cuidado se separó y estaba
rota. Ella había estado casi completamente sola estos últimos tres
meses. Por mi culpa.

Retrocedí, sabiendo que no querría oír otra disculpa. Dándome la
vuelta, empecé a volver por la puerta del patio.

—Todavía tienes cosas en tu habitación —gritó Addie y me di la
vuelta—. Y tienes unas cajas en el sótano.

¿Qué? No tengo nada en el sótano.

—¿Cajas? —pregunté, confundida.

—Cajas —repitió, todavía sin mirarme.

¿Cajas?

Me dirigí a la casa, pero en lugar de ir de arriba a recoger la ropa
que había dejado hace meses, me fui directamente a la puerta del
sótano a un lado de la cocina.

No tenía sentido que tuviera algo ahí abajo. Mi madre tiró todo lo
de mi habitación, y no había venido a vivir aquí con mucho para
empezar.

Bajé por las escaleras iluminadas, mis pies casi en silencio en la
escalera alfombrada. Para una casa enorme como esta, cuenta con un igualmente enorme sótano con cuatro habitaciones. Uno estaba decorado como un dormitorio adicional y otro era el almacén de licores del Sr. Lanzani. También había una sala dedicada a las cajas de decoraciones navideñas, y luego el gran espacio abierto que resguarda un centro de juegos con videojuegos, una mesa de billar, hockey, futbolito, una pantalla plana gigante, y casi todos los otros tipos de entretenimiento que un adolescente como Peter podía disfrutar con sus amigos.  La habitación también tenía una nevera llena de refrescos y sofás para relajarse.

Pero la única parte que me gustaba de venir aquí fue cuando el Sr.
Lanzani decidió que necesitaba mi propia área para la actividad en
el sótano.

Mi rampa half-pipe.
Pensó que era una forma de que Peter y yo no uniéramos, y
como no estaba haciendo amigos, sirvió para ponerme lado a lado con Peter. Mientras jugaban, entonces yo también lo hacía.
No funcionó.

Simplemente me quedé fuera de allí cuando Peter se entretenía,
y trabajaba en mis habilidades en otras ocasiones. No fue tanto él, sino sus amigos. Encontraba a Nico de mal humor y todo el mundo mudo.

Mirando alrededor del área grande, me di cuenta de que todo
estaba impecablemente limpio. Las alfombras de color beige parecían nuevas, y la madera olía a cera para muebles. La luz aparecía en el conjunto de puertas que daban al patio trasero por el lateral de la casa. Las paredes de color canela todavía estallaban con parafernalia de Notre Dame: banderas, banderines, fotos enmarcadas y recuerdos.

Una pared entera estaba salpicada con fotos de la familia, sobre
todo de Peter creciendo. Peter abriendo regalos de Navidad
cuando tenía ocho o nueve años. Peter colgando del poste del arco
en un campo de fútbol a las diez u once años. Peter y Nico bajo el
capo de su GTO mientras Peter lanza un símbolo de pandillas torpe
con las manos.

Y entonces uno de él y yo. Justo en el medio de la pared, sobre el
piano. Estábamos fuera de la piscina y Addie quería una foto de
nosotros. Debíamos haber tenido unos catorce o quince años. 

Teníamos nuestras espaldas el uno al otro, apoyándonos el uno contra el otro con los brazos cruzados sobre el pecho. Recuerdo a Addie tratando de hacer que Peter pusiera un brazo fraternal alrededor de mi hombro, pero esta fue la única forma en que posamos.

Estudiando la imagen de cerca, me di cuenta de que yo estaba
medio con el ceño fruncido a la cámara. Hubo, sin embargo, un atisbo de sonrisa. Traté de verme aburrida a pesar de las mariposas en mi estómago, me acordé. Mi cuerpo había comenzado a tener una reacción a Peter, y lo odiaba.

La expresión de Peter era...

Tenía la cabeza hacia la cámara pero hacia abajo. Él tenía una
pequeña sonrisa en sus labios que parecía que estaba a punto de
estallar.

Un pequeño diablillo.

Me di la vuelta y pasé la mano por el viejo piano que Addie dijo
que Peter todavía tocaba. Pensé que ya no, ya que él estaba
ausente por escuela.

La tapa se encontraba abajo y había partituras esparcidas en la
parte superior. El atril tenía Dvorák en él, sin embargo. Peter había sido siempre parcial a los compositores europeos, orientales y rusos. Ni siquiera podía recordar la última vez que le oí tocar, sin embargo. Fue divertido. Era como un exhibicionista cuando no importaba y no uno cuando lo hacía.

Y fue entonces cuando mi pie rozó algo. Mirando debajo del
piano, me di cuenta de las cajas de cartón blancas.

De rodillas, arrastré una solo para darme cuenta de que había más
de diez por debajo.

Moviendo de un tirón la tapa, me quedé helada, tan inmóvil que
solo mis latidos se movían en mi cuerpo.

Oh, Dios mío.

¿Mis cosas?

Bajé la mirada a una caja llena de mis Legos. Todos los robots y
coches con mandos a distancia y cables fueron arrojados aquí,
salpicado de piezas sueltas alrededor de la caja.

Me lamí mis labios secos, sacando un Turbo Quad que hice cuando
tenía doce años y un Perseguidor que acababa de empezar antes de
que me fuera.

¡Eran las cosas de mi habitación!

Estaba frenética, sonriendo como una idiota, lista para reír a
carcajadas. Me sumergí en el piano, sacando dos cajas más.
Tirando de los tapas, me quedé sin aliento por la sorpresa de ver
todos mis planos de simulacros en ingeniería y otra caja de Legos. Me arrastré a través de los papeles, recuerdos me inundaron de las veces que me sentaba en mi habitación con mi cuaderno de dibujo y diseñaba rascacielos futuristas y barcos.

Mis dedos comenzaron a zumbar y una risa temblorosa estalló,
haciéndome reír como si no lo hubiera hecho en mucho tiempo.

¡No podía creerlo! ¡Eran mis cosas!

Volví de nuevo bajo el piano, golpeando mi cabeza contra el
borde en el proceso.

—Ouch —gemí, frotando la parte superior de mi frente y tirando
otra caja fuera mucho más lento esta vez.

Pasé por todas las cajas, encontrando todo lo que había
extrañado y cosas que ni siquiera recordaba que había tenido.
Patinetas, carteles, joyas, libros... casi todo de mi habitación, excepto la ropa.

Sentada con las piernas cruzadas en el suelo, me quedé mirando
todas las cosas a mí alrededor, sintiéndome extrañamente
desconectada de la chica que solía ser al mismo tiempo tan contenta
de haberla encontrado de nuevo. Todas estas cosas representaban un momento en que dejé de escuchar a los demás y empecé a
escucharme a mí misma. Cuando había dejado de intentar ser lo que ella quería y empecé a ser yo.

Estas cajas eran Lali Esposito y no se perdieron. Cerré mis ojos,
apretando mi nutria marina de peluche que había conseguido de mi
papá en SeaWorld cuando tenía siete años.

—Peter.

Mis ojos se abrieron y vi a Addie en la parte inferior de las escaleras.

Tenía los brazos cruzados sobre su pecho y dejó escapar un largo
suspiro.

—¿Peter? —cuestioné—. ¿Él hizo esto?

—Se volvió un poco cuando te fuiste. —Ella se apartó de la pared y
se dirigió hacia mí—. Robo de licor de su papá, fiestas, chicas... rebotó en las paredes por unos pocos meses.

—¿Por qué? —susurré.

Ella me estudió y luego dio una media sonrisa derrotada antes de
continuar.

—Jason seguro estaba muy metido en su trabajo. Peter y su
amigo Nico causaron estragos como nadie el verano después de
segundo año. Una noche se fue a tu habitación y vio que tu madre
había limpiado todo para redecorar. Solo que no había empaquetado nada. Lo botó todo.

Sí, lo sabía. Pero de alguna manera el dolor en mi pecho no se
estaba extendiendo. Si ella botó mis cosas, entonces... Bajé la mirada, cerrando los ojos contra la quemadura de nuevo.

No. Por favor, no.

—Peter salió y sacó todo, lo trajo de vuelta de la basura. —La
suave voz de Addie se derramó alrededor de mí y mi pecho empezó a temblar—. Lo empaquetó todo y lo guardó para ti.

Mi barbilla empezó a temblar, y negué. No, no, no...

—Eso es lo que hace de Peter un buen chico, Lali. Recoge los
pedazos.

Me derrumbó.

Las lágrimas se derramaron sobre mis párpados y me quedé sin
aliento cuando mi cuerpo se estremeció. No podía abrir los ojos. El dolor era demasiado grande.

Me doblé, agarrando la nutria de mar, y agaché mi cabeza,
sollozando.

Llegó la tristeza y la desesperación, y quería retractarme de todo lo
que le había dicho. Cada vez que dudé. Todo lo que no le dije.

Peter, quien me vio.
Peter, quien me recordaba.

Seis horas más tarde, estaba sentada en la habitación de Euge, mi
pierna colgaba de un lado de su silla acolchada cerca de sus puertas
francesas, y mirando fijamente el árbol de afuera. Todos los colores del otoño se mecían con la brisa y el suave resplandor de la última luz del día desaparecía lentamente de las ramas, centímetro a centímetro.

No había hablado mucho desde que llegué y ella había sido
buena al no hacer preguntas. Sabía que estaba preocupada, porque
evitó el tema de Peter tan bien como si fuera un planeta sentado en
el medio de la habitación. Me pregunté si él se había enojado al
descubrir que me había ido esta mañana.

Froté una mano sobre mi ojos. No podría quitarlo de mi mente.
¿Y qué más? No quería hacerlo.

—¿Euge? —llamé.

Asomó su cabeza por la puerta de su armario, sacando una
sudadera con capucha negra.

—Si... traicionaras a Nico —balbuceé—. No como engañarlo, sino
perder su confianza de alguna manera. ¿Cómo harías para tenerla de vuelta?

Sus labios se aplanaron en una línea mientras lo pensaba.

—¿Con nico? Me aparecería desnuda. —Asiente.
Solté un bufido y sacudí la cabeza, que era aproximadamente lo
más parecido a una risa que podía convocar en estos momentos.
—O simplemente me aparecería —continúa—. O hablaría con él, o
tocarlo. Infiernos, solo lo miraría. —Se encoge de hombros, sonriendo y poniéndose su sudadera.

Dudaba que tuviera esa clase de poder sobre Peter. Mientras
que Nico parecía más animal, Peter era más de pensar.

Se sentó en el borde de su cama, poniéndose sus zapatillas negras.
—Lo siento —ofreció—. Sé que no soy de mucha ayuda, pero Nico tiene tanto poder sobre mí, como yo lo tengo en él. Hemos pasado por suficientes cosas. No hay mucho que no nos perdonaríamos el uno al otro.

La mitad de lo que decía era cierto para Peter y yo también,
pero no me había ganado su perdón. ¿Qué demonios se suponía que
debía hacer?

—¿Para Peter, sin embargo? —Sonrió, sabiendo exactamente en
lo que me había referido—. Él aprecia las travesuras. Tal vez algunos mensajes de texto sexis estarían bien.

No pude evitar reír.

—¿Mensajes sexis? ¿Hablas en serio?

—Oye, tú preguntaste.

Sí, supongo que sí. Y estaba en lo cierto. Sonaba como algo que
Peter disfrutaría.

¿Pero sexo telefónico? Sí, eso no va a suceder. No del todo lo mío.
Levanté la mirada, dándome cuenta de que Euge seguía
mirándome. Cuando no dije nada, levantó sus cejas y respiró hondo.

—Bien, bien... mi papá se fue al aeropuerto, solo para recordártelo,
así que...

—Sí, Euge. No voy a tener sexo por teléfono esta noche. ¡Gracias!

Alzó sus manos para defenderse.
—Solo digo.

Asentí hacia la puerta, dándole una pista para que tome su
caminata.
—Diviértete y buena suerte en tu carrera.

—¿Segura que no quieres venir?

Le di una media sonrisa.

—No, tengo que pensar en estos momentos. No te preocupes por
mí. Ve.

—Muy bien —cedió y se puso de pie—. Gas está teniendo una fiesta al lado después de la carrera, así que ven si quieres.

Asentí, puse mi Kindle en mi regazo y fingí que empezaba a leer
mientras se iba. Mis dedos daban unos golpecitos en mi muslo como si estuviera tocando un piano y sabía que probablemente no iba a lograr leer nada esta noche.

No quería leer. Quería hacer algo. Había una pequeña bola de
nieve en mi estómago que giraba y giraba, construyendo algo más
grande mientras me sentaba.

Mensajes sexis.
Peter merecía más que eso.
Bueno, se merecía eso y más.

“Lo siento” simplemente parecía vacío. Tenía que decir algo más,
contarle más, pero no sabía cómo empezar. ¿Cómo le dices a alguien que te alejaste, nunca dándole un cierre, tuviste un aborto secreto y luego en un apagón de estrés post-traumático trataste de hacerte daño, y luego fuiste la responsable de que perdiera su casa? 

¿Qué dices?
¿Qué lo detendrá de huir de un accidente de tren como yo?

Excavando mi teléfono fuera de entre el colchón y la silla, apreté
mis dedos mientras escribía.

No sé qué decir.

Golpeé Enviar e inmediatamente cerré los ojos, dejando escapar
un suspiro patético. ¿No sé qué decir? ¿En serio, Lali?

Bueno, al menos dije algo, supongo. Incluso si era estúpido.
Consideré la posibilidad de que era un calentamiento.

Cinco minutos pasaron y luego diez. Nada. Tal vez él estaba en la
ducha. Tal vez dejó su teléfono en otra habitación. Tal vez ya estaba en la cama. Con alguien. Ashtyn, tal vez.

Mi estómago se hundió.
Pasó una hora. Todavía nada.

No había leído una sola línea de mi libro. El cielo estaba negro
ahora. No había ruido de al lado. Todo el mundo aún debía estar la
carrera. ¿O Euge dijo que irían por algo de comer primero?
Bajé mi Kindle y salí de la silla, caminando por la habitación.

Otros veinte minutos pasaron.
Tragué el nudo en mi garganta y tomé mi teléfono.

Genial. Le estaba enviando mensajes de texto de nuevo después
de no obtener una respuesta. Era como esas chicas, prepotentes y
espeluznantes, que asustaban hasta la mierda a los hombres.

Por favor, Madoc. Di algo...

Me recosté contra la pared de Euge, meneando mi pie hacia arriba
y hacia abajo y manteniendo mi teléfono en mi mano. Veinte minutos más tarde y todavía nada. Enterré mi cara en mis manos y tomé algunas respiraciones profundas.

Trágalo.
Inhala, exhala.
Inhala, exhala.
Y entonces mis manos cayeron, lágrimas cansadas bordeaban mis
ojos.

Él no estaba escuchando.
No quería hablar conmigo.
Se rindió.

Escribí un último mensaje antes de acostarme.

Soy una mierda.

Mi barbilla tembló, pero con calma dejé el teléfono en la mesilla de
noche de Euge y apagué su lámpara.

Arrastrándome bajo las sábanas, miré sus puertas francesas y vi la
luz de la luna echando un resplandor en el arce de afuera. Sabía que el árbol fue la inspiración para el tatuaje de Nico, pero Euge nunca
volvería a realmente hablar de su historia. Ella dijo que era larga y dura, pero era suya.

Estuve de acuerdo. Había cosas que no creo que me gustaría
compartir con alguien que no fuera Peter.

Mi teléfono sonó y mi corazón dio un vuelco mientras salía de la
cama y lo agarraba de la mesita de noche.
Dejé escapar una risa aliviada, secándome una lágrima de mi
mejilla.

Estoy escuchando.

Cada parte de mi cuerpo se estremeció, y casi me sentí mareada.
No sabía qué decir, así que escribí lo primero que me vino a la
mente.

Te extraño.

¿Por qué? Disparó de regreso.

Tenía la boca súbitamente seca como un desierto.
No me iba a hacer esto fácil, supuse.

Mis dedos solo seguían. Confuso o poético, no importaba. Solo dile
la verdad.

Extraño odiarte. Escribí. Se sentía mejor que amar a cualquiera.

Esa era la verdad. Mi madre, mi padre, amigos que había tenido,
nadie me hizo sentir viva como él.

Después de un par de minutos no había enviado mensajes de texto
de vuelta. Tal vez no entendió lo que quise decir. O tal vez solo estaba tratando de pensar en qué decir.

Estoy jodida le dije.
Sigue, Fallon.

Me acordé de todas las cosas que me había dicho frente al espejo
esa noche, así que le dije lo que había en mi corazón.

Extraño tus ojos mirándome, dije. Echo de menos tus labios en la
mañana.

Estoy escuchando. Finalmente envió un mensaje de vuelta,
urgiéndome a continuar.

Me mordí el labio inferior para reprimir mi sonrisa. Quizás Euge tenía razón sobre los mensajes sexis después de todo.

Echo de menos tu hambre. Echo de menos la forma en que me
tocas. Es real, y te quiero aquí.

Le tomó solo unos diez segundos para responder.

¿Qué harías si ya estuviera allí en este momento?


El flujo de sangre a través de mi corazón me calentó el cuerpo al
instante. Dios, ¡lo quería aquí!

Nada, respondí. Es lo que te estaría haciendo...

Me acurruqué en mis piernas y puse el teléfono en mi regazo,
tapándome la cara muy feliz y avergonzada con mis manos. Estaba
segura de que tenía diez tonos de rojo en este momento.

Mi teléfono sonó de nuevo y estuve a punto de caer dos veces
tratando de recogerlo.

¡¿Qué carajo?! ¡No te detengas! Peter envió un mensaje y no
pude contener mi risa.

Esto se sentía bien, y a Peter le gustaba. Puedo hacer esto.

Me gustaría que estuvieras desnudo en mi cama ahora mismo, me burlé. Me gustaría que mi cabeza estuviera bajo las sábanas,
saboreándote, mi lengua alrededor tuyo.

¿Qué estarías vistiendo? preguntó.

A Peter le gustaba en pijamas. Dijo eso una vez. Tomé prestada
de Euge una camiseta pegada de béisbol y pantalones cortos para
dormir. En realidad no era lencería, pero Peter no sería capaz de
mantener sus manos fuera de mí de cualquier manera.

Puedes verla si quieres. Solo estoy a una hora con cincuenta y
ocho minutos de distancia.

Su respuesta llegó en cuestión de segundos.

Estaré allí en cincuenta y ocho minutos.

Me eché a reír en la habitación vacía. Por supuesto, él arriesgaría
su vida excediendo la velocidad para cualquier oportunidad de echar un polvo.
Negué, mi cara se estiró con una sonrisa.

Voy a tratar de no tocarme hasta que llegues aquí, decía mi
mensaje.

¡Maldita sea, Lali!

Me caí de nuevo en la cama, la risa y la felicidad disparándose por

todos mis poros.