viernes, 17 de febrero de 2023

Capitulo 26 Y 27



 Lali

Escoger mi patineta?

Preferiría tener a Lucas disparando bandas de goma en mi rostro.
Cerré de golpe la puerta del auto, metí mis manos en mis bolsillos y mis brazos se tensaron por el frío aire.

—Esto es el por qué insististe en ropa floja —acusé.

Cuando había empezado a ponerme pantalones esta mañana.Peter me había dicho que me pusiera algo holgado y que me callara al respecto.

Tan encantador.

Así que me vestí holgada, pantalones negros de corte recto, una camiseta gris Obey, y recogí mi cabello en una cola de caballo.
Preparada para cualquier aventura que había preparado.

Cada músculo de mi cuerpo se había tensado. A pesar de que solía ser una competente patinadora, estaba fuera de práctica.

Mientras que mi cuerpo aún estaba en forma, mi confianza no lo
estaba, y en el patinaje, la confianza y el ingenio eran las llaves del reino.


Traté de ignorar a Peter mientras me esperaba, para hacerle saber que no estaba en esto, pero mi mirada no podía apartarse de la cajuela. Jadeé sin hacer ruido, mi boca colgaba abierta. Saqué mis manos
de mis bolsillos y agarré el borde de la cajuela, boquiabierta por todas mis patinetas.

¡Mis patinetas!

—No empieces a llorar —se burló Peter—. No podía guardar tus juguetes lego y no tus patinetas.

No pude evitarlo, las lágrimas nublaron mis ojos mientras miraba a las cinco patinetas, cada una tenía un conjunto especial de recuerdos.


Mi primera patineta que estaba astillada en cada centímetro de sus bordes y probablemente había sangre en ella. Mi segunda y tercera patineta que había adornado con ruedas personalizadas y las primeras con las que aprendí cómo hacer ollies, kick-flips, y heel-draggers14. Mi


14 Movimientos y trucos con la tabla de skate. cuarta patinetas que era mi favorita para usar en bowl15. Y mi quinta. Nuevecita. Nunca utilizada.


Mis pulmones estaban vacíos, pero no sentía el dolor. Mirando a Peter, en realidad me tragué toda mi sonrisa.

—Te amo —le dije con voz temblorosa.
Guiñó en su forma oh-demasiado-sexy, diciéndome que aceptaría eso como un agradecimiento.


—Voy a usar ésta —desafió Lucas, agarrando la tabla que nunca había sido usada.
—Oh, no. —Se la arrebaté—. Ésta para ti. —Le tendí una raída, con la tracción casi  destrozada.


Mordió su labio superior, cogiendo la patineta.


—Tienes que graduarla —le expliqué—. ¿Entendiste?

Asintió y cogió la tabla mientras yo agarraba una nueva. Peter cerró la cajuela sin coger ninguna. Lo miré, levantando mis cejas.

—No voy a patinar —murmuró—. Me gusta mirar.

Sujeté la patineta junto a mí, malhumorada.
—Genial.

—Lucas —llamó Peter, y ambos nos giramos—. Ponte estos.

Peter le lanzó una bolsa de redecilla con almohadillas y un casco, e intenté contener mi sonrisa. Lucas frunció el ceño como si él
fuera muy genial para un equipo de protección, pero yo estaba
impresionada.


Peter era bueno con esta cosa de hermano mayor. ¿Era de esta manera desde hace años? ¿O había madurado
después de que lo había dejado? 


Busqué en mi memoria, recordando
tiempos en el que se bebía mi jugo para enfadarme, pero luego siempre venía y veía la televisión conmigo, haciéndome sentir menos sola.

Y todas las veces que me ignoraba en el colegio, pero luego me enviaba chucherías y globos así no me sentía excluida cuando en
vacaciones todos lo demás en la clase conseguían regalos. 


Él había apuntado algún obsceno o bruto poema, por supuesto, pero hacía que
me sintiera bien al recibir algo.


Addie tenía razón. Peter recogía los pedazos.


—Lucas. —Puse mi patineta en la acera y alboroté su cabello rubio—. ¿Has patinado antes?


—Todavía no. ¡Pero quiero hacerlo! —Señaló hacia la pista, ya que estábamos de pie cerca del borde. Ya tenía puestas sus rodilleras y coderas.

—Hoy puedes entrar ahí —le aseguré, tomando su patineta y poniéndola junto a la mía—. Pero te tomará algo de práctica antes de que estés listo para ir rápido. Te mostraré los primeros pasos. ¿Sabes cuál es tu pie delantero?

La sangre fluyendo a través de mis brazos se sentían calientes, y mi corazón estaba latiendo con fuerza. Maldita sea, estaba agradecida de que Lucas estuviese aquí. Peter se sentó, los brazos extendidos y
colgaban en el respaldo del banco mientras nos miraba. O a mí.


Por lo menos teniendo a Lucas aquí significaba que yo no era el centro de atención. Peter solo debería haberme dicho que viniera aquí por mi cuenta. Consiguiendo mis pies mojados de nuevo sin público.

Pero él me conocía, sabía que no iba a hacer nada sin ser empujada.

—¿Pie delantero? —Lucas parecía confuso mientras levantaba un pie para luego bajarlo y levantar el otro, inseguro.

Sonreí, tocando su brazo para llamar su atención.

—Está bien, vamos a subir esas escaleras de allí. —Señalé hacia la acera.

—¿Por qué?

—Solo hazlo —le ordené con más autoridad, pero manteniendo mi voz suave.

Lucas dejó su tabla en el suelo y balanceó sus brazos hacia delante y hacia atrás mientras se acercaba al camino.

Tan pronto como levantó un pie en el primer paso, le grité:
—¡Para!

Se detuvo, manteniendo su pie derecho en alto y temblando
mientras miraba atrás hacia mí.

—Ese es tu pie delantero —le dije—. Vuelve aquí.

Peter había terminado de volver de su auto y dejó las puertas abiertas así podíamos escuchar música. All I Need de Method Man’s vibraba en la calle, y mi rostro se estremeció con diversión viendo cómo
Lucas balanceaba su cabeza como el adolescente que no era. Esta
canción era más vieja que Peter y yo, por amor de Dios.


—Bien. —Me agaché y señalé sus pies—. Tu pie delantero va hacia la parte superior de la patineta, y el anterior va en la parte trasera.


Hizo lo que le dije, y lo vi mientras se subía, poniendo a prueba la elasticidad en la patineta izquierda y derecha. Mis pies comenzaron a zumbar por sentir mi propia patineta.

Tomé una respiración profunda.
—Ahora, cuando te estés moviendo, ve con tu pie delantero hacia delante y patea con tu pie trasero. Cuando pongas los dos pies de
nuevo, ponlos hacia los lados así otra vez.

No perdió tiempo. Antes incluso de que me hubiese enderezado de nuevo, se había ido. Había llevado su pie delantero hacia delante, al menos por lo que puede ver, debido a que sus pantalones negros eran tan largos que sus zapatos estaban casi cubiertos. Al menos se veía como un patinador.

Empujando con el pie trasero, tocaba el suelo una y otra vez, empujado más rápido y más rápido, aumentando su velocidad.
Sus brazos se sacudieron, y me tensé.

—¡Whoa! —gritó, y miré cómo tropezaba en la tabla y en el suelo.

Dejé escapar el aliento que estaba sosteniendo y miré a Peter.

Se encogió de hombros y sacudió su cabeza.
—Se va a caer, Lali. Relájate.

Los brazos extendidos de Peter estaban tensos, y mis ojos se demoraron demasiado tiempo en las curvas de sus bíceps y tríceps en su camiseta gris brezo de mangas cortas. La amplia extensión, los tonos
de su pecho, recordé que se sentía delgado y duro bajo las puntas de mis dedos. 


Peter era duro y suave en todos los lugares correctos y mi boca de hecho se aguó por los pensamientos masajeándolo, así podría
pasear mis dedos a lo largo de cada centímetro de su piel. Con aceite. Montones y montones de aceite.

—Lali.
Parpadeé, llevando mi mirada hacia el rostro de Peter.


—Limpia la baba, nena —ordenó—.  
Estaremos bajo las sábanas
después. No te preocupes.

Mi sexo se apretó, un rayo salió disparado desde mi vientre hasta mis piernas, y miré hacia otro lado, pasando mis manos por mi rostro.


Y entonces se estaba riendo.
Estúpido mamón gilipollas.

Sacudiéndolo fuera de mi cabeza, violentamente, caminé por el
camino hacia dónde Lucas estaba haciendo su camino de regreso.


—¿Sabes qué? Te quedaste encima de la patineta mucho más tiempo de lo que yo hice la primera vez. —Puse mi brazo alrededor de su hombro—. E hiciste lo que tenías que hacer. Cuando estabas en
peligro, saltando.

—No seas tan cobarde —gritó Peter—. Enséñale cómo hacerlo.

Le fruncí el ceño a través de la capucha y miré mi patineta, curvando mis dedos.

—¿Qué tienes? ¿Miedo? —Lucas me miró, la pregunta honesta llenaba su rostro.

¿Cómo iba a animarlo a hacer algo que yo no haría? ¿Qué clase de madre sería?

Torcí mis labios a un lado y sentí el sudor mojando mi cuello, me puse sobre la patineta, enderezando mis piernas contra el temblor de mis músculos. Me incliné lentamente sobre mis talones y luego hacia
delante sobre las puntas de mis pies, respiraba entrecortadamente mientras me balanceaba hacia delante y hacia atrás, doblando la patineta y recordando cómo se sentía el maniobrar y guiarme a mí
misma.

La gente frecuentemente cree que patinar es solamente sobre los pies, pero la verdad es que es un entrenamiento del cuerpo entero.
Cada músculo entra en juego. Te inclinas con tus hombros, diriges con tus talones y sumas o restas presión dependiendo de cómo quieras saltar, dar la vuelta o deslizarte. Girando hacia delante mi pie calzado con Van, hice el saque
inicial con el otro y doblé mis rodillas, ligeramente, apretando mis puños
contra el ataque repentino en mi pecho.

Mierda.

Mis ojos se abrieron como platos, y solté una carcajada antes de cubrir mi boca.
Oh, mi Dios. Espero que ellos no escucharan eso. 


¿Acabo de recibir  una descarga de adrenalina por lanzarme?

Tocando tierra otra vez, pateé y pateé, mi corazón saltando en mi pecho mientras me dirigía a la izquierda, evitando las escaleras.
Permaneciendo en la acera, continué pateando y deslizándome en la acera alrededor de la pista, fuegos artificiales descargando sobre mi vientre y mi cabeza.

Jodidamente increíble. Era como me sentía.
¿Cómo pude dejarlo?

Excavando en el suelo, empujé duro por delante directamente hacia Lucas. 

Extendiendo los brazos, tiré mi pierna hacia
atrás, trayendo la parte delantera de la patineta hacia arriba fuera del suelo y derrapando hasta detenerme, dando vueltas alrededor de Lucas hasta que paré. 
Apreté cada músculo de mi cuerpo, deseando poder pellizcar mi rostro en una maldita sonrisa ridícula, gritar y saltar de arriba abajo. Pero eso estaría fuera de onda.

Saltando fuera de la patineta, mi respiración rápida y cortante contra el frio de la tarde, obtuve el rostro de Lucas con los ojos abiertos como platos.

—¿Te parece que tengo miedo? —bromeé.
Su boca estaba abierta.

—Quiero aprender eso.
Pisé la parte trasera de mi patineta y cogí la parte delantera en mi
alcance.

—Derrapar está fuera de la ecuación. Hagamos algunos cambios de dirección.

Durante el próximo par de horas, Lucas y yo nos agotamos con steering, balling, ollies y solo la práctica sencilla. Le mostré cómo usar su cuerpo, y cómo caer con una sonrisa. Porque las caídas sucedían.
Mucho.

Le prometí que íbamos a trabajar en kick-flips la próxima vez, y después él pasó más tiempo practicando en las pistas mientras que Peter y yo nos sentábamos en el borde viéndolo. Acostando la cabeza en su hombro, cerré mis ojos, por una vez, no
quería estar en ningún otro lugar.

—Gracias —dije con voz ronca—. Por lo de hoy, quiero decir. Lo necesitaba. —Creo que había reído, gritado y animado más en las
últimas horas que en el último par de años juntos.


 A pesar de que estaría sintiendo dolor mañana, estaba delirante de felicidad. El olor de Peter me envolvía en el auto de camino a casa, estaría acurrucada junto a él
esta noche, y cada músculo se sintió flojo por la liberación de estrés.

Se acercó y manoseó mi muslo mientras se dirigía por las calles de la ciudad. Acabábamos de dejar a Lucas justo a la hora de la cena y nos estábamos dirigiendo a casa.

Me recosté en mi asiento, mi adormilada 
cabeza acostada hacia un lado y mirándolo.

—No enloquezcas por esta pregunta —empecé—, ¿pero tuviste
alguna relación en la secundaria? ¿Cómo novias?

Resopló y encendió el limpiaparabrisas.
—Las mujeres siempre tienen que hacer preguntas de las cuales no
quieren realmente saber las respuestas.

—Pero lo hago. —Mi voz permaneció ligera. En realidad quiero saberlo. Habíamos perdido años, y quería saber todo sobre él.

—Sí —admitió, asintiendo y sin mirarme a los ojos—. Unas pocas.

Los celos se extendieron en mi cabeza como una enfermedad.
¿Quiénes fueron? ¿Qué aspecto tenían? ¿Qué hizo con ellas? ¿Cuáles
eran sus nombres, sus números de seguro social, y direcciones?

Es una locura cómo los pensamientos y suposiciones pueden astillar
la paz de tu mente.

—¿Y? —rogué suavemente.

—Y nunca le dije a ninguna que las quería —disparó de nuevo—. Solamente tú

Entonces se giró hacia mí, callándome con su seria, cara de póquer.

El pulso latía en mi pecho, y me tomó un momento darme cuenta que mi boca estaba abierta.

Inclinó su barbilla hacia mí.
—¿Así qué, qué significa el tatuaje de Valknut?

Inhalé una impaciente respiración y me giré para mirar por la ventana.

—Manera de vencer a un caballo muerto —medio bromeé.

—Estás evadiendo.

Sí, lo estoy. ¿Pero qué demonios podría hacer? ¿Cómo contarle a alguien con quien quieres un futuro que me deshice de su hijo sin que él lo supiera? A Peter le importaría. 

No podía decirle exactamente qué
significaba el tatuaje. No todavía.

¿Por qué no me preguntaba por el tatuaje Fuera de Servicio o el texto que bajaba por un lado de mi espalda?

Estreché mis ojos, centrándome en la lluvia en mi ventana.
—El tatuaje significa un montón de cosas diferentes para las personas. Para mí se trata de renacer. —Eso era en parte verdad—. Es sobre seguir adelante. Sobrevivir. —Luego me giré hacía él y encogí mis hombros—. Se veía genial, ¿de acuerdo?


Ahí está. Espero que esto sea el fin de eso. Por ahora, de todos modos.


Le diría todo. Eventualmente. Tan pronto como pudiese. Por ahora, solo necesitaba esta noche con él.


Y fue entonces cuando me acordé de una de las habilidades de un buen orador.

Distraerlo con un cambio de tema.
Aclarando mi garganta, hablé más alto:
—Nunca preguntas sobre el texto en mi espalda. —Y vi cómo sus ojos se movían hacia mis manos cuándo levanté mi camiseta sobre mi cabeza.


Los ojos redondos de Peter estaban pegado a mis pechos casi desnudos vestido solo con un sexy sujetador de encaje rosa.


—Los ojos en la carretera —le recordé con mi seductora voz.


Parpadeó y miró a través del parabrisas.
—Lali, estoy conduciendo. Esto no es genial.

Una sonrisa deleitó las esquinas de mi boca, mirándolo exprimir a la vida al auto.

—¿Ves? —Me volví y le mostré el texto que corría verticalmente desde la parte de atrás de mi hombro por mi espalda hasta justo por debajo—. “Nada de lo que ocurra en la superficie del mar puede alterar la calma de sus profundidades”. Es la cita favorita de mi padre.

Sentí balancearse mi cuerpo con el viraje del auto, y tuve el buen sentido de no reírme. Me gustaban sus ojos en mí, y cómo lo había
distraído.

—Y luego... —Alcé mi trasero, ignorando el bulto excitado en mi garganta mientras rápidamente me meneaba en mis pantalones, quitando mis zapatos y mis calcetines con ellos—. Tengo otro aquí. —
Señalé el trébol en mi cadera.

—¡Lali! —gritó Peter, sus antebrazos flexionados, mostrando los poderosas músculos en sus brazos cuándo tiró del volante para poner el auto recto—. Maldita sea.

Sonreí para mis adentros y recliné el asiento completamente hacia atrás. Las ventanas de Peter  no estaban tintadas, y ya que estábamos todavía en la ciudad, cualquiera podría verme en sujetador.


—¿Qué pasa? —le susurré, inocentemente.
Apenas aflojó sus dientes.

—No vamos a estar en casa por otros diez minutos. ¿En serio me estás haciendo esto ahora?

Levanté la mirada hacia él con mi mano detrás de mi cabeza y mis ojos entrecerrados. Bailando mi lengua justo fuera de mis labios, cogí la pequeña bola de plata entre mis dientes y vi el destello de fuego en sus ojos.


Mi piel estaba probablemente rosa por todas partes, pero no me importaba. Nada se sentí mejor que ver sus manos torpes con el auto
mientras intentaba mantenerse al día con la carretera o con la forma en que sus ojos se deslizaban por mi cuerpo.


—¿Peter? —murmuré, girándome en mi lado y poniendo mi cabeza en mi mano—. Quiero que me folles en el auto.


Sus ojos brillaron, y su cuerpo fue como si el auto estuviese conduciéndose ahora por sí mismo. Se apoderó del volante, tirando de
la palanca de cambios en sexta marcha, y corriendo fuera de la ciudad

Antes de darme cuenta, el cielo estaba oscuro, la lluvia caía duro,
y estábamos estacionando en un camino de tierra silencioso por la siguiente hora.




Peter

Durante toda la secundaria, seguí a la gente. Seguí a mi papá. Seguí a Nico. Seguí las reglas. Cuando sigues, te olvidas de crecer. Pasan los días, los años pasan sobre ti, y te dejan con poco que mostrar por tu vida. 

Mi padre era prueba de ello. Trabajó y se escondió, amando a una mujer que no tenía el coraje de reclamar, ¿y para qué? ¿Para poder tener una ciudad llena de gente en su funeral y bastante dinero para dejarle
a su distanciado hijo?

Mi padre no tenía nada. Todavía no, de todos modos. 
Sabía que me amaba, y en ese sentido era mucho más afortunado que Nico y Gas, pero no aspiraba ser como mi papá. 

Habían algunos buenos recuerdos, pero, sinceramente, no estaba seguro de cómo iba a reaccionar si él de repente moría.

Ese es el pensamiento que me despertó de golpe en mi cama. Calor desplazado por mi cuello y mi espalda, no tenía que tocar
mi piel para saber que estaba sudando.

Mi padre sabía lo que quería, pero nunca lo tomó. No quería esos arrepentimientos.

Miré por encima de mi hombro, captando a Lali hecha un ovillo y profundamente dormida a mi lado. Estaba vestida con una camiseta sin mangas y pantalones cortos, y las mantas descansaban en su cintura. Con las manos metidas bajo la mejilla y el cabello colgando sobre la almohada encima de su cabeza, se veía tan pequeña e indefensa.

Mi boca se levantó en la esquina con una sonrisa ante la idea, porque Lali era todo menos indefensa. Sin embargo, todavía me gustaba disfrutar de esta vista de ella. Mi
pulso cardiaco se volvió más lento, observando su respiración constante.

Agarrando mi teléfono de la mesita de noche, comprobé la hora, viendo que eran solo las nueve de la noche. Después de patinar esta tarde y nuestro pequeño desvío, nuestros cuerpos habían estado arrastrándose.

 Nos estrellamos en mi habitación, sin molestarnos en comer el asado que Addie había dejado en el horno para nosotros.

Mi teléfono sonó, y lo sostuve por encima de mí, abriendo el mensaje de texto de Gas.

-¿Puedes venir? ¿Solo?

¿Solo? Debe haber encontrado algo sobre la madre de Lali, pero ¿por qué tengo que ir solo?

-Estaré allí en veinte.

Volviéndome sobre mi lado, codeé a Lali.
—¿Nena? —susurré, besando un sendero desde su mejilla hasta su
oído—. Voy a correr por una hora. Volveré pronto.


Gimió, apretando los labios.

—Está bien —suspiró—. ¿Me puedes traer un jugo cuando vuelvas?

Y entonces se desmayó de nuevo, y yo estaba riendo.

Llegué a la casa de Gas unos quince minutos más tarde. 

La lluvia seguía cayendo fuera, pero era más ligera, y estaba feliz de ver la luz que salía de sus ventanas.

Katherine estaba en casa.
Su “madre”, no estaba seguro de cómo llamarla, todavía pasaba mucho tiempo con mi papá, pero oí que ella insistió en alojarse en su casa tanto como pudiera estar en casa para Gas. 


Me preguntaba cómo mi padre se sentía por ganar dos hijastros. Tenía un tiempo
bastante difícil conmigo.


Las luces de la cocina y sala de estar brillaban con calidez cuando llamé a la puerta principal y luego inmediatamente giré el picaporte.

Había dejado de esperar que me hicieran pasar hace años, y todavía vivía en un pueblo en el que realmente no se preocupaban por mantener las puertas cerradas con llave en todo momento.

Saludando a Katherine, quien había asomado la cabeza fuera de la cocina, corrí hasta la “sala de ordenadores” de Gas y entré, cerrando la puerta detrás de mí.

Agité mi barbilla mientras él cruzaba la pared monitor, tocando diferentes pantallas.
—Oye, ¿qué tienes? —le pregunté.

—Hola, hombre. Lamento arrastrarte hasta aquí, pero pensé que deberías ver esto en persona.

Caminando de regreso a su impresora, cogió un par de papeles, revisándolos.

—¿Qué es eso? —le pregunté, quitándome mi camiseta con botones y quedándome vestido solo con mi camiseta gris oscuro.

—Bueno, en realidad no estoy encontrando mucho sobre tu madrastra. —Me lanzó una mirada de disculpa—. Lo siento, pero es
bastante unidimensional. Accedí a su calendario social, y personalmente, me parece que C-SPAN es más entretenido.

Mis hombros se hundieron un poco, y suspiré. Dejó escapar una risa amarga.

—Aparte de su sucia inmersión en la prostitución masculina, por cierto ella tiene una reserva abierta en el Four Seasons todos los jueves por la noche para eso; es realmente muy limpia.

—¿Entonces por qué estoy aquí?

Sus ojos cayeron, y vaciló.
Grandioso.

Sentado en su silla de oficina, se giró hacia mí.
—He encontrado otra cosa, en realidad. Estaba revisando todas las declaraciones de su tarjeta de crédito, y esto apareció.

Me entregó un papel y se alejó.

Bajé la mirada, mis ojos explorando, pero no realmente leyendo. Las palabras saltaban hacia mí. Palabras como clínica. Lali Esposito. Y Salud de la Mujer. Cobraron sentido cuando mis ojos se lanzaron sobre el papel fino, blanco que comenzó a arrugarse en mi mano.

Entonces mi escaneo desaceleró cuando cogí palabras como interrupción del embarazo y saldo a pagar.

Mis pulmones estaban anclados al suelo. No se expandieron cuando traté de respirar, y cerré mis ojos cuando las palabras se
condensaron en mi cabeza como la humedad en el cielo que se une para formar una nube.


Una gran nube oscura.


Parpadeé y miré a la fecha de la factura. 2 de julio. Un par de meses después de su desaparición hace dos años.


Mis ojos se dispararon hasta el saldo adeudado. Seiscientos cincuenta dólares.


Agarré el papel, los ojos ardiendo de ira... de terror... de miedo.

 No sabía qué. Solo sabía que me sentía enfermo.

Cerré los ojos. Había estado embarazada. 

Con mi hijo.

Seiscientos cincuenta dólares.

Seiscientos. Cincuenta. Dólares.

—Peter, Lali es una amiga. —Gas tomó la palabra—. Pero solo pensé que probablemente necesitabas saber acerca de esto. ¿Era tu hijo?


El ácido rodó en mi estómago y la bilis ardía en mi garganta.

Tragué saliva, mi voz sonó más como una amenaza, mientras decía—: Me tengo que ir.

—¿Dónde está Lali? —le gruñí a Addie.


Había ido corriendo al piso de arriba, una vez llegué a casa y encontré la cama vacía. Ella no tenía el auto de Euge  o su bicicleta, así
que a menos que se fuera a pie, tenía que estar aquí todavía.


—Uh... —Los ojos de Addie rodaron hasta el techo, pensando—. Sótano, creo. Ahí es donde la vi por última vez.


Sus manos se enterraron en una masa, ella asintió hacia la estufa, mientras caminaba hacia la puerta del sótano.


—Ninguno de los dos ha comido la cena —gritó detrás de mí—. ¡La voy a guardar! ¿De acuerdo?


Haciendo caso omiso de ella, azoté por las escaleras, dejando que la puerta se cerrara de golpe detrás de mí.


Las escaleras de cemento estaban cubiertas de alfombras, así que estaba prácticamente en silencio corriendo hacia abajo. Las luces
estaban encendidas, pero todo estaba fantasmalmente tranquilo.


Vi a Lali de inmediato.


Se sentó en un extremo de su half-pipe, recostada contra la pendiente con las piernas dobladas. Vestida con un largo camisón de algodón blanco, con el cabello
mojado me dijo que acababa de ducharse.

—Vine aquí para que Addie no oyera los gritos —admitió antes de
decir cualquier cosa. 


Sus manos descansaban sobre su estómago, y sus ojos estaban pegados al techo.

—Sabes que ya lo sé.
La mitad de su rostro que podía ver estaba relajado, como si hubiera esperado una tormenta.


—Gas llamó cuando estaba en la ducha. Quería avisarme. Dijo que lo sentía, pero que sintió que debías saberlo.


Cada paso suave hasta la patineta lo hice con los músculos tensos.

Estaba jodidamente enojado. ¡Cómo se atreve a estar calmada!
Debería estar sintiendo lo mismo que yo.
¡O por lo menos estar asustada!


—Deberías habérmelo dicho —solté, con mi profunda voz que salía de la boca del estómago—. Me merecía la verdad, Lali.


—Lo sé. —Se sentó—. Pensé en decirte.


Maldita sea. Todavía estaba tan tranquila, mirándome con esos ojos sinceros e infalibles. Hablando con una voz de oro. Me estaba manejando, y eso me molestó aún más.


Me pasé la mano por el cabello.
—¿Un bebé ? ¡¿Un jodido bebé, Lali?!


—¿Cuándo se suponía que te lo dijera? —Su voz era temblorosa y lágrimas se derramaban de sus ojos—. ¿Hace años cuando pensé que no me amabas? ¿Este verano pasado, cuando te odiaba? ¿O tal vez
en los dos últimos días en que las cosas entre nosotros fueron más perfectas que nunca?


—¡Debería haber sabido acerca de ello! —grité—. ¡Gas lo supo antes que yo! Y simplemente te deshiciste de él sin que yo supiera nada al respecto. ¡Yo debería haber sabido!


Apartó la mirada, su garganta moviéndose de arriba abajo como si estuviera tragando.
Sacudiendo la cabeza, mantuvo su voz suave.


—No íbamos a ser padres de dieciséis años, Peter.


—¿Cuánto tiempo esperaste? —Le mostré mis dientes, diciendo con desprecio—. ¿Siquiera pensaste en mí antes de hacerlo? ¿O corriste a una clínica tan pronto como te enteraste?


Sus ojos se dispararon dolidos hacia mí.

—¿Corrí? —Se atragantó. Las lágrimas se derramaron, y mientras trataba de detenerlas, su rostro se contorsionó en agonía. 
Roja, bañada en lágrimas, en la angustia.

Levantándose, pasó más allá de mí, y agarré su brazo, tirando de ella a mi lado.

—¡No! —grité—. Quédate aquí y lucha. ¡Acepta tu culpa!

—¡No corrí! —gritó, enfrentándome—. ¡Quería ese bebé, y te quería a ti! Quería verte. Quería decírtelo. ¡Me estaba rompiendo, y te
necesitaba!


Su cabeza cayó, y sus hombros se estremecieron mientras lloraba,
fue entonces cuando me di cuenta.


Lali me amaba incluso en ese entonces. No quiso irse, así que ¿por qué siquiera pensé que quiso pasar por eso sin mí?


Sus manos estaban en puños a los costados, y se quedó allí,
temblando con lágrimas silenciosas, pero era demasiado fuerte para desmoronarse por completo.

—El Valknut. —Se quedó sin aliento, mirándome con ojos
desesperados—. Renacimiento, embarazo, y reencarnación. Siempre
estuvo conmigo, Peter.


Cerró los ojos, los arroyos tranquilos de lágrimas cayendo en cascada por su hermoso rostro.


El peso de lo que tuvo que pasar sola me dio una bofetada en la cara, y me acordé de la firma en el documento que ahora había
metido en mi bolsillo.


—Nuestros padres. —Me di cuenta.
Se quedó en silencio por unos momentos, y luego sollozó.

—Tu padre no sabía nada.
Nos quedamos allí, tan cerca pero tan lejos, y estaba cansado. Cansado de que todo el mundo tirara de nuestras cadenas. Cansado de preguntar y esperar.


Deslizando mi mano alrededor de su nuca, tiré de ella y envolví mis brazos a su alrededor como una banda de acero que nada nunca rompería.


No sabía qué pensar en estos momentos.

¿Debería haber sido un padre de dieciséis años de edad? No, en absoluto.

Pero tampoco estaba contento con el aborto.

¿Poner a Lali a través de eso? Quería matar a la gente.

¿Quitarme de la ecuación por completo dejándome ignorante? Alguien iba a pagar.

Ya me había cansado se ser un seguidor. Tiempo de liderar.

Puse Lali a la cama y me dirigí a la caja fuerte de mi padre. Mantenía tres cosas ahí, joyas, dinero en efectivo y una pistola.

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