viernes, 17 de febrero de 2023

Capitulo 25



Peter

Después de otra pelea divertidísima, Nico y Euge finalmente dejaron la ciudad para regresar a Chicago y a la escuela.

Él trataba de convencerla de dejar su auto en Shelburne
Falls, ya que de todos modos, estarían de vuelta en cinco
días y ella decidió que lo mejor era que fueran en autos por separado y no verse durante toda la semana. Él tuvo un arrebato, y ella murmuró
algo sobre la frustración sexual debilitaría sus habilidades agudas para el próximo fin de semana.

No tenía prisa en apurar mi tiempo con Lali esta semana, pero no podía dejar de sonreír ante la idea de ir otra vez al centro de la ciudad de Chicago. 

Extrañaba a mis amigos más de lo que me había admitido a mí mismo.

Lali decidió quedarse un día más o dos, así que nos vestimos y
subimos a mi auto. Después de ver a Gas, Lali y yo íbamos a la casa de Lucas.

—¡Gas! —grité, abriendo la puerta principal—. ¿Estás despierto? —
Oí pisadas desde el piso de arriba y esperé hasta que comenzó a bajar
las escaleras.

Como de costumbre, se encontraba en la casa sin camisa, y llevaba pantalones Adidas negros, sin zapatos o calcetines. Su cabello
estaba recogido en una cola de caballo, con cabellos sueltos como si se acabara de despertar. Y lucía un moretón en el lado de su labio. Se veía jodidamente cansado, pero de buen humor.

—Oye, hombre. —Le di nuestro golpe de puños—. Ponte una
camisa, ¿lo harías?

Era una especie de broma. Un poco. Yo era más sexy que él. Sin dudas. Agarré la mano de Lali, recordándole que podía mirar pero no tocar.

Gaz comenzó a ejercitarse con Nico y conmigo hace
aproximadamente un año, cuando aún era joven y estaba en edad de crecimiento, podía sostenerse con nosotros. Se hizo cargo de sí mismo
como no lo harían otros chicos de su edad. Tenía una cosa en cuanto a ser saludable y mientras se aventuraba por el alcohol aquí y allá, nunca
tocó cigarrillos o drogas.

De hecho, tenía un gran problema con las drogas. Un chico le ofreció marihuana una vez, y enloqueció.

Lali me apretó la mano, sonriendo ante mi petición celosa de que él se pusiera una camisa.

Cruzó los brazos sobre su pecho.

—Tienes suerte de que me puse pantalones, amigo. ¿Pasa algo?

Hice un gesto hacia las escaleras.

—Vamos a tu oficina.

Se giró, y lo seguimos al piso de arriba, a su guarida. O eso es lo que dije en broma que era. La madre de Nico, Katherine, y pronto a ser mi madrastra, había tomado a Gas del cuidado temporal y lo trajo a casa
con ella para que su hijo pudiera tener un hermano consigo.

Desafortunadamente, Gas era para ella el sol, la luna y las estrellas, lo malcriaba. Jared tuvo a la madre que se puso a sí misma como prioridad y lo ignoraba, y Gas a la mamá madura que había crecido y
se comportaba de forma responsable. Nico se quedó solo, y Gas obtuvo comidas caseras y un fan número uno en sus juegos de lacrosse.

Sin embargo, estaba bien. Él merecía un cambio después de la infancia que había tenido, y Nico se sentía feliz de que su familia finalmente estuviera junta.

A Gas le habían permitido tomar el dormitorio de Nico cuando él
se mudó a la universidad y usó el cuarto de invitados como su “oficina”.

Entré y sentí como si estuviera en una furgoneta de vigilancia del FBI.

Estaba oscuro y un poco intimidante con interruptores, monitores y cables que serpenteaban de arriba abajo por las paredes. Seis monitores enormes de pantalla táctil se alineaban en la pared, tres en
cada fila, y luego un séptimo monitor apoyado en un trípode que Gas utiliza para controlar todos. Había tres mesas largas llenas de cosas electrónicas que yo no tendría la menor idea de cómo usar, una PC y una portátil.

Cuando le pregunté el año pasado por qué necesitaba todo esto, simplemente dijo que jugaba muchos videojuegos.

Sí, esto no era un juego. Esto era severo.

Pero considerando a Lali y mi situación, estaba agradecido que
Gas estuviera cerca. Él podría estar en condiciones de emitir
documentos que me extraditaran a Sudán para ser procesado por el delito de traición contra su rey, o lo que sea que tenían, pero estaba de mi lado, así que era una ventaja.

—Vaya. —Lali se paró en seco cuando entramos en el cuarto, y
me topé con su espalda.

Estabilizándome, envolví mi brazo alrededor de su cintura vestida con una camiseta gris y esperé, permitiéndole observar todo esto.

Todo era como lo recordaba, pero todavía era mucho para
absorber. Cada monitor estaba activado, algunos mostraban líneas de códigos que no tenían sentido para mí, mientras otros monitores tenían páginas Web, documentos e IMs abiertos. 

Tuve que parpadear varias
veces, porque mi cerebro lo estaba procesando. ¿Cómo demonios Gas miraba toda esta acción cada día?

—Gas... —comenzó Fallon con preocupación en su voz.

Gas rodeó la habitación, apagó los monitores y sin mirarnos.

—No me preguntes, Lali, y no te diré ninguna mentira —dijo
como si hubiera leído su mente.

Sus ojos me recorrieron.

—Bien —arrastró las palabras en un susurro.

—Oye, hombre. Necesito un favor. —Me acerqué a una de sus
largas mesas donde divisé un lápiz y papel—. ¿Puedes buscar este nombre?Patricia Lanzani. —Continué escribiendo sus otros apellidos, así como su número de teléfono—. También puedes encontrarla como Patricia Esposito y Patricia Mariana. Ve tras los registros policiales,
declaraciones de tarjeta de crédito, sus amigos, su calendario social...

Le entregué el papel.

—Patricia Lanzani. Esa es tu madrastra, ¿no? —preguntó, mirando entre Lali y yo.

—Es mi mamá —intervino Lali, mirándome antes de continuar—.
Gas, lamento que te involucremos, pero ella está llevando las cosas
demasiado lejos con este divorcio. Queremos ver si puedes... —Se
encogió de hombros arrepentida—, conseguir algo sobre ella. Para convencerla de dar marcha atrás, ¿sabes?

Sus ojos pensativos continuaron trasladándose entre Lali y yo,
pero finalmente asintió.

—Dame un par de horas.

Después de recoger a Lucas, fuimos a Chevelle para almorzar y luego hacia la pista de patinaje. 

Le había dicho a Lucas en el
restaurante a dónde íbamos, cuando caminamos hacia el cuarto de baño, y monté guardia fuera de la puerta, debido a la gente. 

Él nunca había hecho patinaje. También le dije que mantuviera su boca cerrada.

Quería sorprender a Lali, y para ser sincero, no estaba seguro de
cómo tomaría la idea. Por lo tanto decidí sorprenderla.

¿Mejor pedir perdón que permiso, verdad? Ese es mi lema.

Mi teléfono siguió zumbando en mi bolsillo mientras conducía, y
presioné el botón de encendido a través de mis pantalones,
apagándolo.

Lali me miró, estrechando sus ojos en mis pantalones.

Rodó sus ojos.

Mis padres habían estado llamando y enviando mensajes la última hora. Y sabía por qué. No obstante, no quise preocupar a Lali.

Ellos sabían que estábamos juntos, y yo sabía cómo estaban al corriente.
Sin embargo, no culpé a Addie por decirles. Nunca habría ofrecido la información. Uno de ellos se debe haber dirigido a ella y haberle preguntado sobre mi paradero. Addie no podía mentir, no es que debiera.

Mi mamá estaba muy lejos, en Nueva Orleans. No me preocupaba que se apareciera esta noche. Mi padre, en cambio, podría sorprendernos. Y en este punto, que era de vida o muerte. No renunciaría a Lali.

Frotó pequeños círculos sobre mis nudillos, y eché un vistazo en el espejo retrovisor para ver a Lucas meneando su cabeza al ritmo de su iPod. El maldito niño había crecido tanto. Tenía el cabello más largo alrededor de sus oídos, y había crecido al menos cinco centímetros en
los últimos cuatro meses.

El agarre de Lali en mi mano se apretó, y la miré por el rabillo del
ojo, viendo que había notado que nos dirigíamos al Parque Iroquois Mendoza. Su ceño se apretó cuando dio vuelta a su cabeza. Me tragué mi sonrisa y moví mi mano suelta, metiéndola entre sus piernas y masajeando para distraerla.

—¿Qué estás pensando?
Agarró mi mano con las suyas.

—¡Basta! —gritó-susurrando, dando miradas nerviosas y rápidas sobre su hombro para ver a Lucas.

Él todavía meneaba la cabeza y miraba por la ventana.

Comencé a masajearla y frotar 
círculos. Por lo menos ella no
estaba pensando en la posibilidad de estar enfadada conmigo por la pista de patinaje en estos momentos.

Manteniendo los ojos en la carretera, deslicé mi mano por su muslo, aumentando la presión.

Mirándola, murmuré:
—Voy a tomarte con tanta fuerza esta noche. Cuidado.

Se pellizcó sus labios y tiró de mi mano. Volví a sonreír a través del parabrisas delantero y de un tirón me detuve.

—¡Impresionante! ¡Estamos aquí! —grité, levantando el freno de
mano y apagando el motor.

Lucas me siguió fuera del auto de inmediato, y rodeamos la
cajuela para sacar las patinetas. Me había escabullido en el sótano esta mañana, de vuelta a donde se escondían entre mi half-pipe y la pared.

También me di cuenta que las cajas debajo del piano se
encontraban vacías y las cosas de Fallon se hallaban esparcidas por todo el suelo. Ella no hablaba de ello, y no tenía ninguna prisa para explicarme que estos últimos dos años había evitado el tema de toda su vida escondida.

—¡Lali! —llamé—. ¡Deja de masturbarte y ven aquí!

La puerta se abrió.
—Peter —gritó ella—. ¡Es un niño! Cuida tu lenguaje.

Arqueé una ceja sarcástica hacia Lucas.

Él negó, murmurando:
—Chicas.

Levanté la tapa de la cajuela, sujetándola con una mano y
echando una ojeada alrededor de ello hacia Lali.

—Ven. Escoge tu patineta.

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