sábado, 30 de mayo de 2015

capitulo 25 parte 2



A medida que el dulce pulso entre mis piernas palpitaba, mis ojos se abrieron. Miré a mi izquierda y derecha antes de sentarme en mi cama. La luz del sol brillaba a través de la ventana de mi habitación, y me di cuenta de que estaba sola.

¿Qué demonios?

Me di la vuelta, segura de que encontraría a Peter allí. Pero no. Nada. Ningún Peter. Ninguna luz de luna. Me había ido a dormir en mi pantalón de pijama y camiseta negra. Mis sábanas estaban sobre mi cuerpo. Peter nunca había estado aquí.

Pero el orgasmo había sido real. Todavía sentía mi cuerpo temblando en el interior con la excitación que él, o más bien el sueño de él, causó. Mis músculos, débiles por la tensión, apenas me mantenían sentada en la cama. Me caí de nuevo en la almohada y dejé escapar un suspiro exasperado. Eso había sido increíble, ¡pero no podía creer que realmente había ocurrido! Había oído hablar de que los chicos tienen sueños húmedos, pero no las chicas.

Lali, eres una psicótica. Fantasear sobre ese idiota era enfermo. Tomé respiraciones largas y profundas para calmarme. Todo fue porque él había estado mucho en mi mente. Nada más.

No había sido adecuadamente besada en meses, no desde las pocas citas que había tenido en Francia. Peter se había metido debajo de mi piel la noche anterior, pero sin importar lo mucho que me encendía, tenía que recordar que él estaba fuera de los límites. Disculparse por tratarme como basura no era suficiente. No confiaba en él, y nunca lo haría.

No sin toda la historia.

Él también tenía demasiado control sobre mi cuerpo, y eso tenía que cambiar.

Anoche, después del no-beso, Peter me había llevado a casa sin decir una palabra. Se había ido conduciendo después de dejarme, y ahora estaba agotada por quedarme despierta hasta las dos de la mañana preguntándome acerca de sus últimas palabras para mí.

Tú primero. ¿Él quería decir que no podía permanecer lejos de él?

Atrevido hijo de puta.

―¿Estás levantada, Lali? ―Mi abuela asomó la cabeza a través de mi puerta. Me arrastré bajo las sábanas cuando entró en la habitación, e hice una mueca interna, preguntándome si había hecho algún ruido sospechoso en voz alta durante el sueño.

―Uh, sí. Acabo de despertar. ―Sentándome, pegué una inocente sonrisa en mi cara.

―Bueno. Será mejor que te vistas. Tengo el desayuno abajo. Es necesario que te des prisa si vamos a llegar a tu reunión a tiempo. ―Ella asintió y agitó su mano en un movimiento de “sal de la cama” mientras yo trataba de recordar de qué estaba hablando.

¿Reunión?

―Vamos. Ponte en marcha. ―Aplaudió antes de girarse y salir.

Mirando el reloj, me di cuenta de que había olvidado poner la alarma anoche. ¡Mi reunión! La razón por la que había dejado que Peter me trajera en primer lugar. ¡Debería haberme levantado hacía media hora!
Afortunadamente, mi abuela me estaba dando un aventón y se quedaría a observar antes de volver a su casa hoy. Mañana, estaría sola otra vez.

Quitándome las sábanas, corrí a mi armario y me puse mi pantalón, sujetador deportivo y camiseta sin mangas. Me pondría la camiseta del equipo cuando llegara allí, así que la metí en mi bolsa de lona con mis calcetines. Agarrando mis zapatos y una coleta para el cabello, bajé las escaleras y llené un plato desechable con un poco de pan tostado y rodajas de fruta.

―Siéntate y come. ―La abuela señaló la silla.

―Voy a comer en el auto. No me gusta llegar tarde. ―Metí un par de barras de cereal y botellas de agua en la bolsa antes de dirigirme a la puerta―. Vamos ―le dije, ignorando su mirada.

Lo último que quería hacer esta mañana era estar sentada al otro lado de la mesa con mi abuela y tratar de tomar el desayuno, a sabiendas de que había entrado en mi habitación minutos después de que había tenido un orgasmo.

                                                                                         * * *

Incluso con tan poco sueño como el que había tenido, la oportunidad de gastar un poco de energía y frustración demostró ser útil en el encuentro. Mi equipo participó en una competición en la que logramos el segundo lugar, y también competí en una carrera individual que abarcaba unos pocos kilómetros a través de un área recreativa cercana. Los altos muros de la cantera que nos rodeaba, y la densa población de árboles hacían que el espacio del camino se sintiera agobiante. Y así era como lo quería hoy. No podía imaginar que estaba sola, así que era difícil dejar que mi mente vagara fuera de la carrera.

Llegando segunda otra vez, sonreí mientras mi abuela sacaba foto tras foto. Estaba contenta de que estuviera aquí para ver mi carrera, probablemente por última vez en mi carrera de la secundaria. A pesar de que mi padre se la perdió, y ahora lo echaba de menos aún más. Había sido difícil lidiar con el hecho de que mi mamá no estaba cerca de los acontecimientos importantes, pero realmente quería a mi padre hoy.

Después de chilidogs en Mulgrew, ella nos llevó a casa.

―Voy a echarte de menos. Le dije a tu padre que estaría de vuelta en Navidad, sin embargo. ―La abuela empacó hasta la última de sus pertenencias y colocó todo junto a la puerta principal.

―Estaré esperando por eso. Y voy a echarte de menos también.

―Así que, ¿quieres decirme sobre anoche? ―Ella apartó la mirada de su bolso mientras comprobaba para asegurarse de que tenía todo.

Mi corazón dio un vuelco.

―¿Anoche? ―Podría sincerarme con ella, pero en cambio, opté por jugarla de ignorante. No tenía idea de por dónde empezar sobre anoche.

―Sí. ¿Un auto negro de aspecto peligroso, similar al del chico de al lado, te dejó en casa después del toque de queda? ―preguntó con ojos risueños. Claramente, no estaba demasiado preocupada.

―Sssí ―dije estirándolo dramáticamente―. Peter me dio un aventón. Estábamos en la misma fiesta. No es gran cosa. ―Mis ojos se apartaron de mis zapatos, mientras mis omisiones hacían que me sintiera culpable.

 Había más que decirle, mucho más, pero como siempre, opté por mantener mis problemas con Peter tranquilos.

Y ahora había toda una nueva lata de gusanos que resolver: sus besos y mis sueños sucios.

Se quedó allí por un momento estudiándome mientras yo continuaba actuando inocente.

―Bueno, si tú lo dices. ―Enganchó su bolso sobre su hombro―. ¿Te acuerdas de las reglas sobre cerrar?

Asentí.

―Bien. Bueno, dame un abrazo.

Ella extendió los brazos, y me envolví a su alrededor, inhalando su aroma a perfume y loción una vez más. 

Levanté una de sus maletas y me dirigí hacia su auto.

―Nos vemos en poco tiempo ―le aseguré viendo que llevaba un pañuelo a sus ojos.

―En nada de tiempo ―sollozó―. Pon algunas decoraciones de Halloween. Te animará, si te sientes sola.

―¿Ya?

―Es octubre. ―Se rió―. Es el tiempo para Halloween, Lali.

¿Octubre? No me había dado cuenta. Mi cumpleaños se acercaba.

Después de que mi abuela se fue, le envié un mensaje de texto a Cande después de todo lo que pasó ayer por la noche, no había tenido la oportunidad de hablar con ella.

¿Cómo va todo?

Bien. Siento no haber podido llegar a la reunión. Ocupada, respondió un minuto después.

Así que... ¿tú y Vico?, pregunté. Una parte de mí esperaba que ella y Vico estuvieran juntos de nuevo. Me sentía culpable. Sólo una mala persona besaría al hombre con el que su mejor amiga estaba saliendo, y estaba preocupada por cómo iba a decirle. Si ella y Vico estaban juntos de nuevo, ¿tal vez no necesitaba decirle la verdad?

No juzgues, respondió.

El alivio me inundó. Estaban juntos de nuevo.

Nunca. Si eres feliz...

Lo soy. Sólo espero poder confiar en él. Ella todavía tenía dudas, y con razón. Yo no creo que pudiera volver con un tipo que me engañó, pero por otra parte, nunca había estado enamorada. Supongo que no sabría nada hasta que lo viviera.

Puede que nunca tengas certeza, pero siempre y cuando él valga la pena.Escribí.

Creo que sí... así que Peter es todo tuyo.

¡¿Qué?! Los golpes en mi pecho realmente dolían.

Al parecer, me tomé demasiado tiempo ahogándome en mi propio sudor, porque ella envió un mensaje de nuevo.

No te preocupes, Lali. Nunca fue mío de todos modos.

No podía responderle. ¿Qué iba a decir? ¿Gracias?

Peter no era suyo, y definitivamente no era mío. Él dejó en claro que no pertenecía a nadie. ¿Peter se estaba conteniendo con ella por mi culpa? ¿Es por eso que ella dijo lo que dijo?

Pasé el resto del fin de semana haciendo algo para mantener mi mente lejos de Peter. Sábado y domingo estuve limpiando la casa, lavando el Bronco, haciendo la tarea, escribiendo los procedimientos de mi experimento, y evitando los mensajes de textos de Benjamin y Cande.

Necesitaba estar sola, y no estaba segura de poder mantener en secreto lo que pasó entre Peter y yo. Cande merecía saber que lo había besado, pero no quería que nadie lo supiera, así que opté por evitar a todos. Incluso a mi padre cuando llamó.

Benjamin merecía mi silencio, aunque él había llamado y enviado mensajes de texto varias veces para pedir disculpas. Si me hubiera llevado a casa como había prometido, entonces no me habría metido en ese lío con Nate.

Honestamente, Benjamin probablemente era un tipo muy decente, a pesar de su comportamiento en la hoguera. Pero el problema seguía estando: no sentía fuegos artificiales estallando en mi estómago cuando me besaba. No sentía nada.

Peter era como el cuatro de julio... por todo mi cuerpo.


                                                                                                * * *

Cuando salí de la clase de francés el lunes por la mañana, inmediatamente me detuve. Agustin estaba al otro lado del pasillo, inclinado contra los casilleros, mirándome con una sonrisa tonta.

―Oye, Pequeña Corredora de Velocidad. ―Él se paseó mientras los chicos detrás de mí se agolpaban contra mi espalda tratando de salir de clase.

Puse los ojos en blanco, no estaba lista para otra irritación. Ya esta mañana, había llegado tarde a la escuela después de salir de la casa para encontrar que el Bronco tenía una rueda pinchada. El Dr. Porter me había enviado un correo electrónico para decirme que el laboratorio estaba fuera de los límites mañana por la tarde. Y la gente había estado hablándome todo el día sobre la carrera del viernes por la noche.

Tan positiva, como era esa atención, era como si alguien raspara sus dientes con un tenedor. No quería que me recordaran cómo el viernes por la noche había pasado de bueno a malo, luego bueno otra vez, y luego a peor. La semana comenzaba dura y no estaba de humor para Agustin el imbécil.

―¿Qué quieres? ―murmuré, pasándolo por el pasillo.

―Bueno, es un placer verte, también. ―Parecía estar conteniendo su habitual ser siniestro. No estaba haciendo insinuaciones o tratando de toquetearme. Sólo me miraba, casi tímidamente, con su sonrisa ridículamente divertida.

Ignorándolo y haciendo una línea recta hacia mi casillero, sentí ganas de patear algo cuando Agustin sólo aumentó su velocidad para mantener su paso con el mío.

―Oye, quiero que sepas que quedé muy impresionado con tu forma de conducir la noche del viernes. Y oí que llegaste en segundo lugar en los tres kilómetros. Parece que tuviste un gran fin de semana.

No, en realidad, estoy completamente tensa. No había visto a Peter para nada desde el viernes. Su casa parecía abandonada hasta ayer por la noche cuando oí el rugido de su motor arrastrándose por el camino. No lo había visto hoy tampoco.

Y lo estaba buscando. Estaba más irritada por eso que por nada más.

―Dilo de una vez, Agustin. ¿Qué asquerosa broma humillante estás tramando para mí hoy? ―Al llegar a mi casillero, ni siquiera gasté una mirada en él mientras tiraba mi bolso y los libros.

―No tengo absolutamente nada en mi manga, Lali. De hecho, he venido a pedirte perdón. ―Agustin tomó mi mano, y giré mi cara para mirarlo.

Puso su mano sobre su corazón e hizo una profunda reverencia.

Oh, ¿ahora qué?

Mirando alrededor para ver la inundación de estudiantes en el salón, todos embobados mirando a Agustin Sierra haciendo su gran gesto, le di un manotazo en la espalda.

―¡Levántate! ―susurré-grité mientras las personas que nos rodeaban se reían y murmuraban entre sí.

¡¿Qué estaba tramando?! El pavor me apretó el estómago.

―Realmente lo siento por todo lo que te he hecho. ―Agustin levantó su cuerpo de nuevo hacia mí―. No tengo ninguna excusa. No es lo mío hacer mis enemigos a las chicas guapas.

Eso has dicho.

―Lo que sea. ―Me crucé de brazos, lista para ir a buscar el almuerzo―. ¿Eso es todo?


―En realidad, no. ―Él movió las cejas―. ¿Esperaba que fueras al baile de Bienvenida conmigo?




o si lo se soy mala las deje con ganas solo para que descubran que era un puto sueño ..pero saben lo mejor de la vida llega mas tarde de lo esperado....bueno se termino la maratón si veo que hay 5 comentarios subo doble mañana ....que onda agus? peter lo mata 

capitulo 25 parte 1







Mis ojos se agitan y se abren con el repentino escalofrío. Estoy en la cama, pero una corriente acaricia mi cuerpo. ¿Están abiertas mis puertas francesas?

Mirando a mi alrededor, amplío mis ojos por la sorpresa cuando me doy cuenta de que Peter está parado a los pies de mi cama con mi manta en la mano.

―¿Peter? ―Me limpio los ojos y lo miro inquisitivamente. Mis brazos suben para cubrir mi pecho, que no es nada discreto bajo una camisola blanca.

―No ―me manda su voz ronca―. No te cubras.

No sé por qué obedezco. Dejo que mis brazos caigan a mi lado a la cama. La intensa mirada de Peter recorre cada centímetro de mi cuerpo mientras deja caer la manta al suelo. Mi piel quema con su hambrienta observación, y parece que no puedo obtener suficiente aire.

Su pecho desnudo brilla en la luz de la luna que entra por mi ventana. Lleva pantalones negros, que cuelgan bajo sus fuertes caderas estrechas.

Inclinándose, envuelve sus dedos alrededor de mis tobillos y suavemente los separa.

Mis piernas, que están ligeramente dobladas en la rodilla, ahora se extienden y no esconden nada, excepto lo que está cubierto por mi pantalón corto de chico color rosa.

Flexionando una rodilla sobre la cama, él se inclina hasta que cada una de sus manos cae a cada lado de mis caderas. Mientras mis rodillas tiemblan de excitado nerviosismo, veo como sumerge su cabeza y besa la parte superior de mi muslo. Suspiro al sentir sus labios, suaves y cálidos, contra mi piel. Los saltos en mi estómago no son nada comparados con el latido en mi interior.

¿Por qué no lo estoy deteniendo?

Tengo miedo de dejar que continúe, pero estoy completamente asombrada por las sensaciones vertiéndose sobre mi cuerpo. Lo observo en silencio mientras arrastra más besos, dirigiéndose hacia adentro. El cabello en la parte superior de su cabeza cepilla mi sexo, y yo agarro la sábana de la cama para no envolver mis piernas alrededor de su cuerpo y presionarlo contra mí. Su lengua toca mi muslo con el siguiente beso, y el abrasador calor de su boca casi hace que me caiga de la cama. Enhebro mis manos por su cabello, incapaz de controlarme.

―Peter ―suplico.

Él se cierne sobre mí, mirándome a los ojos con fuego y necesidad. Mientras que su cabeza sigue estando en alto, sin romper el contacto visual, sus caderas se encuentran con las mías, y comienzan a moverse una contra otra. Lo siento endurecerse través de sus pantalones, y me gusta provocarle eso. Mis ojos se cierran por el placer que hierve en mi sangre y mi necesidad por él crece con la fricción de su erección frotándose entre mis piernas.

―No te detengas ―jadeo, el latido se hace más intenso dentro, y sé exactamente donde necesito que él esté.

 Necesito más de él.

―Eres mía, Lali. ―La mano derecha de Peter sostiene un lado de mi pecho, debajo de mi brazo, y su pulgar acaricia mi pecho.

―Por favor. ―Entre su dedo en mi pezón y el pulso entre mis muslos cada vez más rápido con nuestro ritmo creciente, cierro los ojos, delirando de deseo. Nuestros cuerpos se mueven en un frenesí, y tomo una respiración tras otra para mantener el ritmo. No sé cuánto tiempo esto puede continuar, pero sé que estamos construyendo algo dulce.

―Di que eres mía ―ordena Peter mientras muele en mí, más fuerte. Maldición, se siente bien. Él baja sus labios a los míos mientras nos respiramos el uno al otro. Él huele a lluvia, viento y fuego.

―Yo... ―Mi voz está perdida. Sólo necesito unos segundos más.

Oh, Dios.

―Dilo ―suplica Peter contra de mis labios, nuestros cuerpos están alineados ahora. Lo agarro por las caderas y lo tiro hacia mí tanto como la ropa lo permite. Mi cuerpo comienza a tener espasmos, y contengo la respiración esperando que venga.

―Dilo ―susurra Peter en mi oído.

Tiro mis caderas contra él y con voz entrecortada digo:

―Soy tuya. ―Escalofríos se disparan a través de mi centro y siguen a través de mi vientre y por mi cuerpo. Una oleada de placer se derrama sobre mi cuerpo como vibraciones bajo mi piel. Nunca he sentido nada como esto antes.



Y quiero más de ello.



la ultima parte de la maratón ya se viene !! si la quieren comenten subo en un rato mas ...las quiero


dios que fue todo eso 

capitulo 24




El clic señalando que las puertas del auto habían sido abiertas había sonado, y subí dentro del cálido auto de Peter, el lado del pasajero esta vez. Mis manos estaban temblando por mi encuentro con Nate, así que luché mientras trataba de quitarme la camisa de Peter.

―Déjala puesta. ―Ni siquiera escatimó una mirada antes de encender el motor.

Dudé. Su ira era visible cuando los músculos de su mandíbula se apretaron.

―Pero no tengo frío ya.

―Y no puedo mirar tu blusa rota ahora.

Coloqué la camisa de vuelta sobre mis hombros, me puse el cinturón, y me azoté en la parte trasera del asiento cuando salió del estacionamiento.

¿Cuál era su problema?

¿Estaba enojado conmigo o con Nate? Obviamente, Peter no quería verme lastimada, no físicamente, de cualquier manera. ¿Pero por qué estaba siendo tan cortante conmigo?

El auto derrapó un poco al dejar el estacionamiento de grava y salió a la carretera pavimentada de la autopista. Peter aplastó el acelerador y se movió con fuerza al tomar velocidad. No sonaba música, y él no hablaba.

La autopista estaba desierta excepto por los inquietantes árboles cerniéndose sobre nosotros a los lados. 

Juzgando por cuán rápido todo pasaba volando por mi ventana, Peter estaba mucha más allá del límite de velocidad.

Robando una mirada a él por el rabillo de mi ojo, vi que estaba furioso. Lamió sus labios y tomó varias respiraciones profundas, mientras apretaba y volvía a apretar su agarre en el volante.

―¿Cuál es tu problema? ―pregunté y tomé el toro por los cuernos.

―¿Mi problema? ―Alzó sus cejas como si acabara de hacer la pregunta más tonta―. Tú vienes a la fogata con ese idiota de Benjamin Amadeo, quien no puede mantenerse lo suficiente sobrio para llevarte a casa, y luego deambulas en el bosque, en la oscuridad, y eres manoseada por Dietrich. Quizás tú eres la del problema. ―Su voz era baja pero amarga y maliciosa.

¿Estaba enojado conmigo? Oh, demonios no.

Me giré en mi asiento y lo miré directamente.

―Si recuerdas, tenía la situación bajo control. ―Traté de mantener mi voz calmada―. Cualquier favor que creas que estabas haciéndome solo satisfizo tu propia ira. Déjame fuera de ello.

Chupó sus mejillas y continúo por la autopista.

Al mirar al velocímetro, mis ojos saltaron cuando noté que Peter estaba conduciendo por arriba de ciento veinte kilómetros por hora.

―Disminuye la velocidad ―ordené.

Ignoró mi suplica y sujetó el volante más fuerte.

―Van haber situaciones que no podrás manejar, Lali. Nate Dietrich no iba a tomar muy bien lo que le hiciste esta noche. ¿Pensaste que iba a ser el final eso? Él pudo haber venido tras de ti otra vez. ¿Sabes cuántas ganas tenía Agustin de hacer algo después de que rompiste su nariz? Él no quería lastimarte, sino quería contraatacar.

¿Por qué no lo hizo entonces?

Agustin había sido humillado, sin duda, en la fiesta hace más de un año cuando rompí su nariz. Pero solo lo dejó pasar, o eso pensé, y no había buscado venganza. Gracias a Peter.

Supongo que Nate Dietrich no buscaría retribución tampoco. No con Peter involucrado.

Sentí la gravedad jalar mi cuerpo hacia el otro lado del auto, y mi corazón latió salvajemente cuando vi que Peter no estaba disminuyendo la velocidad mientras rodeábamos la suave vuelta.

―Necesitas bajar la velocidad.

Peter resopló.

―No, no lo creo, Lali. Querías la experiencia de la secundaria completa, ¿cierto? ¿Novio futbolista, sexo casual, comportamiento imprudente? ―Me provocó con su sarcasmo
.
¿De qué estaba hablando? Nunca quise esas cosas. Solo quería ser normal.

Y entonces apagó sus luces.

Oh, Dios.

El camino estaba negro, y no podía ver más de un metro de distancia frente a nosotros. Afortunadamente, había reflectores que separaban nuestro carril del tráfico que venía, pero los caminos de campo estaban ocupados con venados y otros animales, no solo tráfico.

¿Qué demonios estaba haciendo él?

―¡Peter, detente! ¡Enciende las luces! ―Sujeté una mano en el tablero mientras giraba para confrontarlo. Estábamos pasando zumbando por el camino a una temerosa velocidad, y un bulto se formó en mi garganta.

El tatuaje en su brazo se asomó por su camiseta, y se estrechó con sus músculos tensándose mientras sujetaba la palanca de cambios. Mis piernas estaban débiles, y por primera vez en mucho tiempo, estaba demasiado asustada para pensar.

―¡Peter, detén el auto ahora! ―grité―. ¡Por favor!

―¿Por qué? ¿No es esto divertido? ―La voz de Peter era perturbadoramente calmada. Nada de esto lo asustaba, o siquiera lo emocionaba―. ¿Sabes cuántas cabezas huecas chillando he tenido sentadas en ese asiento? Ellas lo aman. ―Sus cejas se contrajeron juntas mientras me miraba con asombro fingido. Me estaba provocando.

―¡Detén. El. Auto! ―grité, mi corazón latiendo con miedo. Nos iba a matar.

Peter giró su cabeza para enfrentarme.

―¿Sabes por qué no te gusta esto? Porque no eres como ellas, Lali. Nunca lo fuiste. ¿Por qué crees que mantuve a todos lejos de ti? ―Su voz sonaba enojada, pero clara. No estaba ebrio, al menos no pensaba que lo estuviera, y esto era más emociones de las que había experimentado de él en años, excepto por la noche del beso.

¿Él mantuvo a todos alejados de mí? ¿Qué quería decir eso? ¿Por qué?

Las llantas rechinaron ante el sonido de otra curva, y derivamos al otro carril. Estaba respirando tan rápido como el auto estaba acelerando ahora, estaba segura. ¡Íbamos a golpear algo o volcarnos!

―¡Detén el maldito auto! ―grité con toda la fuerza de mis pulmones, golpeando mis puños en mis muslos antes de golpearlo en el brazo.

La última cosa que quería hacer era distraerlo, conduciendo a una velocidad como esa, pero funcionó. Peter golpeó los frenos, usó algunas palabras dirigidas hacia mí y cambió de velocidad al desviarse hacia el lado de la carretera y se detuvo.

Salí del auto, y Peter saltó fuera al mismo tiempo. Ambos nos inclinamos sobre el techo, ojo a ojo.

―Vuelve al auto. ―Los dientes de Peter estaban a la vista mientras gruñía.

―¡Pudiste habernos matado! ―Mi garganta se apretó, y me di cuenta de que sus ojos miraron sobre mi top roto que había salido de la camisa de botones que aún llevaba.

―¡Vuelve al maldito auto! ―Golpeó la palma de su mano en el techo, sus ojos encendidos.

―¿Por qué? ―pregunté, lágrimas amenazando.

―Porque necesitas ir a casa ―escupió como un “duh”.

―No. ―Sacudí mi cabeza―. ¿Por qué mantuviste a todos lejos de mí? ―Él comenzó esta conversación, y yo tenía cada intención de terminarla.

―Porque no pertenecías al resto de nosotros. Aún no lo haces. ―Los ojos de Peter se entrecerraron con disgusto, y mi corazón se hundió. Estaba siendo deplorable como siempre.

Lo odio.

Sin otro pensamiento, me escabullí dentro y sujeté las llaves de Peter fuera del encendido. Rodeando la puerta del auto, corrí unos metros adelante y desabroché el giro en el llavero ovalado. Sacando una de las llaves, la sostuve en un puño cerca de mi cara.

―¿Qué estás haciendo? ―Se acercó lentamente, molestia evidente en sus ojos.

―Un paso más, y vas a perder una de tus llaves. No estoy segura si es la llave del auto, pero eventualmente llegaré a esa. ―Cargué mi brazo detrás de mi cabeza, lista para lanzarla en cualquier segundo. Él se detuvo―. No voy a entrar a tu auto. Y no voy a dejarte ir. No nos moveremos de este lugar hasta que me hayas dicho la verdad.

Sudor mojó mi frente, incluso con la temperatura debajo de los quince. Labios fruncidos, esperé a que comenzara.

Pero no lo hizo. Parecía estar trabajando algo en su mente, pero no estaba dispuesta a darle tiempo para pensar alguna mentira para distraerme.

Cuando alcé mi brazo para lanzar la llave, sus ojos fueron con impotencia entre mi puño y yo, mientras levantaba su mano haciendo seña de que me detuviera.

Después de un momento más de duda, finalmente dejó salir un suspiro de derrota y encontró mi mirada.

―Lali, no hagas esto.

―No es la respuesta que estaba buscando. ―Y lancé una de sus llaves en los arbustos al lado de la carretera.

―¡Demonios, Lali! ―dijo bruscamente, mirando nerviosamente entre el bosque oscuro donde su llave había desaparecido y yo.

Rápidamente desenganché otra llave y lancé mi mano detrás de mi cabeza lista para lanzarla en cualquier segundo.

―Ahora, habla. ¿Por qué me odias?

―¿Odiarte? ―Peter respiró pesadamente y sacudió su cabeza―. Nunca te odié.

¿Qué?

Estaba impresionada.

―Entonces, ¿por qué? ¿Por qué hiciste todas las cosas que has hecho?

Dejó salir una risa amarga, sabiendo que estaba acorralado.

―El primer año, escuché a Danny Stewart diciendo que iba a invitarte al baile de Halloween. Me aseguré que nunca lo hiciera, porque también les dijo a sus amigos que no podía esperar para descubrir si tus pechos eran más que un puñado cado uno.

Me estremecí en disgusto.

―Ni siquiera pensé dos veces en mis acciones. Esparcí ese rumor acerca de Stevie Stoddard, porque no encajabas con Danny. Era un idiota. Todos lo eran.

―¿Así que pensaste que estabas protegiéndome? ¿Pero por qué harías eso? Ya me odiabas para ese momento. Eso fue después de que regresaras de casa de tu papá por el verano. ―Mi confusión brotó con cada silaba. Si nuestra amistad había terminado para ese punto, y no se preocupaba por mí, ¿entonces por qué le importaba protegerme aun?

―No estaba protegiéndote ―dijo Peter como un hecho, sujetándome con su caliente mirada―. Estaba celoso.

Aleteos atacaron mi vientre. Se sentía como si algo estuviera dando vueltas a un desagüe en mi estómago, el hormigueo yendo más lejos y más abajo.

Apenas lo noté avanzando poco a poco, acechando más cerca mientras trataba de recuperar el aliento.

―Llegamos a la escuela secundaria, y de repente, tenías a todos estos chicos que les gustabas. Lo manejé de la única manera que sabía.

―¿Intimidándome? Eso no tiene sentido. ¿Por qué no hablaste conmigo?

―No podía. ―Limpió su frente antes de meter su mano en su bolsillo―. No puedo.

―Lo estabas haciendo bien hasta ahora. Quiero saber por qué todo esto comenzó en primer lugar. ¿Por qué querías lastimarme? ¿Las bromas, el vetarme de las fiestas? Eso no era sobre los chicos. ¿Cuál era tu problema conmigo? ―lo acusé.

Sus mejillas se inflaron al suspirar.

―Porque tú estabas ahí. Porque no podía lastimar a quien quería herir, así que te lastimé a ti.
Eso no puede ser. Tiene que haber más.

―Era tu mejor amiga. ―La frustración empujó la paciencia más lejos de mí―. Todos estos años... ―Mi voz se interrumpió apenas conteniendo las lágrimas que se agrupaban en mis ojos.

―Lali, tuve un verano de mierda con mi padre ese año. ―Su voz sonaba más cerca―. Cuando regresé, no era el mismo chico. Ni siquiera cerca. Quería odiar a todo el mundo. Pero contigo, todavía te necesitaba en cierto modo. Necesitaba que no me olvidaras. ―La voz de Peter nunca se quebró, pero me di cuenta de que había remordimiento en su tono.

¿Qué le había pasado?

―Peter, me he preguntado una y otra vez en mi cabeza qué podría haber hecho para que actuaras como lo hiciste. ¿Y ahora me dices que todo fue sin motivo? ―Miré hacia arriba para mirarlo a los ojos.
Su cuerpo se acercó un poco más, pero no me importaba. Quería escuchar más.

―Nunca fuiste empalagosa o una molestia, Lali. El día que te mudaste al lado pensé que eras la cosa más hermosa que jamás había visto. Joder, te amaba. ―Lo último fue apenas un susurro mientras sus ojos cayeron al suelo―. Tu padre estaba descargando el camión de mudanzas, y miré por la ventana de mi sala de estar para ver qué era el ruido. Allí estabas, andando en bicicleta en la calle. Llevabas un mono con una gorra de béisbol roja. Tu cabello se derramaba por la espalda. ―Peter no me miró a los ojos en su confesión.

Nos mudamos a una nueva casa en la ciudad después de que mi madre murió. Recordé haber visto a Peter por primera vez en el día. ¿Se acordó de lo que llevaba puesto?

Te amaba. Una lágrima se derramó y cerré los ojos.

―Cuando recitaste el monólogo esta semana, yo... ―se desvió con un suspiro―. Sabía que entonces realmente había llegado a ti, y en lugar de sentir alguna satisfacción, estaba enojado conmigo mismo. Quería odiarte todos estos años, quería odiar a alguien. Pero no quiero hacerte daño, y no me di cuenta de eso hasta el monólogo.

De repente, él estaba delante de mí. Ladeando la cabeza hacia un lado, con los ojos brillantes buscando los míos. No sabía lo que buscaba, y no sabía lo que quería revelar. Lo odiaba por los años de tormento. Tiró todo lo que tenía porque estaba enojado con otra persona. Agujas perforaron mi garganta mientras luchaba por contener las lágrimas.

―No me estás diciendo todo. ―Mi voz se quebró, mientras alcanzaba mi mejilla y limpiaba la lágrima con el pulgar. Sus dedos largos y musculosos eran cálidos sobre mi piel.

―No, no lo hago ―su susurro ronco provocó un hormigueo que se extendía por encima de mi cuerpo, o tal vez era su pulgar acariciando círculos en mi mejilla. Me estaba mareando con todo lo que había sucedido esa noche.

―Las cicatrices en la espalda. ―Me ahogué, mis ojos revoloteando con la sensación de su tacto―. Dijiste que tuviste un mal verano, y que cuando volviste querías odiar a todo el mundo, pero no has tratado tan mal a cualquier otro...

―¿Lali? ―Sus labios estaban a centímetros de los míos, y su cuerpo irradiaba calor―. No quiero hablar más esta noche.

Parpadeé y me di cuenta de cómo su cuerpo me había atraído. O tal vez yo lo había atraído a él. Éramos como los aspectos positivos de imanes gemelos de nuevo. Estaba tan cerca, y él había cerrado la distancia entre nosotros y sin que me diera cuenta.

No se va a librar tan fácilmente.

―¿No quieres hablar más? ―escupí, sin poder creer lo que oía―. Bueno, yo lo hago. ―Y me di la vuelta para poner en marcha otra llave en el aire, pero los brazos de Peter salieron rápidamente en círculos alrededor de mi cuerpo, capturándome desde atrás.

Me faltaba el aliento, mientras intentaba retorcerme y ser libre. Los pensamientos se arremolinaban en mi cabeza, y era difícil adherirme a uno solo. Nunca me había odiado. ¡Yo no había hecho absolutamente nada! A pesar de que sabía que, una parte de mí siempre pensó que tenía que haber una razón. ¿Y ahora él no quería terminar su historia? ¡Necesitaba saber!

Sus brazos sólidos me aseguraron, su aliento era caliente contra mi cabello mientras luchaba por salir de sus brazos.

―Shhh, Lali. No voy a hacerte daño. Nunca te haré daño de nuevo. Lo siento.

¡Al igual que eso va a borrar todo!

―¡No me importa que lo sientas! Te odio. ―Mis manos agarraron sus antebrazos, que se apoyaban sobre mi pecho mientras trataba de dar un tirón y soltarlos. Mi enojo se volvió rabia con sus juegos de mente y la mierda, y estaba enferma de la vista de él.

Su poder sobre mí disminuyó mientras usaba sus manos para agarrar las llaves de mi puño. Me soltó y di un paso adelante antes de darme vuelta para mirarlo.

―No me odias ―afirmó―. Si fuera así, no estarías tan molesta. ―El giro engreído en su tono hizo que mi cuerpo se pusiera rígido, pero sentí alivio cuando sentí el escozor de las uñas que se enterraban en mi piel.

―Ve a joderte a ti mismo ―solté y comencé a caminar.

¡Como el infierno iba a tomar la delantera! Él quería que le perdonara en una sola noche por años de vergüenza y tristeza, y luego asumía que me preocupaba por él. Pensó que iba a salir de esta indemne.

¡Qué idiota colosal!

La siguiente cosa que supe, era que mis pies estaban siendo arrastrados fuera de la tierra, y estaba al revés. Peter me había arrojado sobre su hombro, y todo el aire que quedaba en mi cuerpo salió expulsado cuando sus huesos se clavaron en mi estómago.

―¡Ponme abajo! ―El calor de la ira era como una llama de fuego que cubría mi piel. Le di una patada con mis pies y golpeé su espalda, pero él simplemente me abrazó fuertemente por la parte trasera de las rodillas, mientras caminaba hacia el camino por el que habíamos venido. Sabía que mi falda no cubría nada en esta posición, pero estábamos solos aquí, y realmente no me importaba de todos modos, en mi estado de ánimo.

―¡Peter! ¡Ahora! ―le ladré.

Como si cumpliera mis órdenes, Peter me enderezó, aterrizando en una posición sentada en el capó de su coche. Todavía estaba caliente bajo mis muslos de cuando había sido conducido, pero el calor no era un alivio bienvenido, ya que ya estaba ardiendo de furia.

Peter se inclinó lentamente, probablemente con miedo de que le golpeara, y colocó las manos a ambos lados de mí. Sus piernas estaban entre las mías, y de inmediato me vino el recuerdo de la última vez que estuvimos en esta posición.

―No trates de escapar ―advirtió―. Como recuerdas, puedo mantenerte aquí.

Aspiré una bocanada de aire. Sí, me acordaba.

Mis dedos se cerraron al pensar en aquel beso, pero sabía que no podía volver a suceder.

―Y yo sé cómo usar gas pimienta y romper narices. ―Mi voz sonaba como un pequeño ratón patético, chillón y apenas audible. Me apoyé en mis manos para mantener la mayor distancia posible, pero mi corazón latía con fuerza, como los rastrillos de Mallow.

―No soy Nate o Agustin ―amenazó―. O Benjamin.

Y su significado no pasó desapercibido para mí. No me sentía atraída por ellos, y él lo sabía.

Se inclinó más cerca, sus ojos negro-marrones haciendo que mi cuerpo quiera hacer cosas que mi cerebro sabía que no debería. Sus labios estaban a unos centímetros de los míos, y podía oler su aliento a canela.

Lo odio. Lo odio.

―No lo hagas ―le susurré.

Sus ojos buscaron los míos.

―Te lo prometo. No a menos que lo pidas.

Su boca cayó a un lado y suavemente rozó mi mejilla. El placer no deseado escapó de mi garganta, y solté un pequeño gemido.

¡Maldita sea!

Nunca me besó. Él nunca puso sus labios o me probó. Su boca sólo se deslizó a lo largo de mi piel dejando un delicioso rastro de deseo y necesidad. Por mi mejilla, sus labios aterciopelados acariciaban mi piel antes de pasar a través de mi hueso de la mandíbula y luego descendieron hasta el cuello. Cerré los ojos, saboreando las nuevas sensaciones.

Nunca había hecho el amor antes, y sin duda nunca lo hice con nadie que me hiciera sentir así. Diablos, ni siquiera me besaba, y estaba luchando por no rendirme.

Cuando sus labios se movieron sobre mi oreja, me preguntó:

―¿Puedo besarte ahora?

Oh, Dios. No. No. No.

Pero no estaba diciendo eso. No dije nada. Ceder parecía dejarle ganar. Y decirle estaba fuera de cuestión, también. No quería que se detuviera. Se sentía muy bien. Como una montaña rusa multiplicada por cien
.
Sus labios se movieron hacia atrás sobre mi mejilla, cada vez más cerca de la boca.

―Quiero tocarte. ―Sus palabras fueron contra mis labios ahora―. Quiero sentir lo que es mío. Lo que siempre ha sido mío.

Oh, dulce Jesús.

Esas palabras no me deberían encender. Pero el infierno santo, lo hicieron. Mi boca se estremeció con el deseo de tomarlo. Probé el aliento y quería capturar y probar todo de él. Quería cumplir mi necesidad.

Pero mis ojos se abrieron de golpe cuando me di cuenta de que iba a cumplir con su necesidad, también.

Mierda.

Me mordí en la esquina de la boca para ahogar el dolor entre mis piernas, y usé mis músculos débiles para empujarlo lejos.

Apenas podía mirarlo a los ojos. Sabía que había llegado a mí. Tenía que saberlo.

―Aléjate de mí. ―Salté del auto y caminé hacia el lado del pasajero.

Escuché su risa detrás de mí.



―Tu primero



me parece que soy muy buena y subire un cap mas a la maratón 

capitulo 23






Maci Feldman me dice una vez Benjamin y yo habíamos llegado a la hoguera.

―¡Eso fue increíble! Mi hermano está tan increíblemente feliz porque ganó aquella apuesta.

Las hogueras se llevaban a cabo en la propiedad de Marcus Hitchens, a orillas del lago de Swansea, prácticamente cada semana, sobre todo después de las carreras y de los juegos de fútbol. En el intenso frío de enero y febrero eran los únicos meses en que poco pasaba, tanto en el lago como en la pista de la granja de Benson.

―Me alegro de haber podido ayudar ―le respondí. Y era verdad. La carrera de esta noche ha sido el mejor momento que había tenido―. Pero sólo gané porque la otra chica no tenía ni idea de cómo manejar un auto manual.

¿Por qué dije eso? Gané esa carrera tanto si la imbécil sabía o no lo que estaba haciendo.

Ella me enganchó el brazo, mientras que Benjamin tenía su mano alrededor de mi cintura. Los demás se acercaron a saludarnos, ya sea para decir “hola” a Benjamin o para felicitarme.

―Bueno, por mi parte, me encantaría verte correr de nuevo. ¿Y tú, Benjamin? ―Maci se dirigió a mi cita cuando él volvió la atención de sus compañeros de fútbol.

―Creo que soy un tipo con suerte. ―Él me miró detenidamente de arriba abajo, y esto no evitó que me percatara de la forma en que evadió la pregunta. Me pregunté si lo avergonzaba tener a su cita haciendo algo con los chicos en lo que por lo general sólo ellos participaban.

Como ya eran las diez y media, me comprometí a permanecer durante una hora antes de que Benjamin me llevara a casa. Con la reunión en la mañana, tenía que ir a casa y descansar, me gustara o no.

―Gran carrera la de esta noche, Lali. ―Rocio Igarzabal me dio una palmada en el hombro al pasar por mí.

―Gracias ―exhalé, sintiéndome inquieta con la atención.

―¿Estás bien? ―Benjamin se me acercó.

―Absolutamente. ―Me ahogué antes de avanzar hacia los refrescos―. ¿Podemos conseguir algo de beber?

Sostuvo su mano para mantenerme en el lugar.

―Quédate aquí, ya regreso. ―Y se marchó al barril.

Grupos de personas estaban alrededor del fuego o se sentaban en las rocas, mientras que otros circulaban.

 Cande aún no había llegado, que yo pudiera ver, y supuse que llegaría con Peter. Me quedé allí, sintiéndome incómoda con el lugar. Supongo que podría agradecer a Peter por sentirme más cómoda en torno a un pequeño grupo que a mucha gente. Debido a él, nunca me habían invitado a estas cosas.

Sacudí la cabeza un poco para aclarar mis pensamientos. Tenía que dejar de echarle la culpa. Era su culpa que yo hubiera estado en la lista negra en el pasado, pero no fue su culpa que yo lo aceptara. Esto pesaba sobre mí ahora.

Mirando hacia el grupo de chicas risueñas cerca del agua, noté una de mi equipo de cross-country.

―A la mierda. ―Me encogí de hombros y decidí zambullirme. Di un paso hacia el grupo cuando una voz me detuvo.

―¿A la mierda qué?

Mi cuerpo todo se puso piel de gallina cuando me di vuelta para afrontar a Peter. Sostenía una taza en una mano y el teléfono en la otra. Parecía estar enviando un texto mientras esperaba mi respuesta. Se puso el teléfono en el bolsillo trasero y levantó los ojos hacia mí.

Los vellos de mis brazos se sentían electrizados con estática como si fueran atraídos hacia él. Frotando las manos por los brazos, me volví hacia el fuego, tratando de ignorarlo. Todavía no estaba segura de dónde estábamos. No éramos amigos, pero ya no éramos enemigos tampoco. Y tener una conversación normal aún estaba fuera de cuestión.

―Tienes frío. ―Peter se detuvo a mi lado―. ¿Cande todavía tiene tu chaqueta?

Suspiré, sin saber lo que estaba causando mi molestia en este momento. Tal vez era porque cada vez que Peter estaba a mi alrededor, los nervios de mi cuerpo se ablandaban pulsando calor, mientras que Benjamin me hacía tener ganas de acurrucarme en el sofá a ver American Idol.

Peter probablemente nunca veía la televisión. Demasiado mundana la actividad.

Además, me pareció ridículo que Peter actuara preocupado de que estuviera con frío cuando a principios de esta semana me había dicho que no le importaba si vivía o moría. Él no se había disculpado por nada, y no podía olvidarme de esto.

―Bueno, ella estaba usando mi chaqueta cuando la trajiste aquí, ¿no es cierto? ―Mi comentario insolente fue recibido con una sonrisa.

―Ella no vino conmigo. Es más, incluso no sé si está aquí todavía. ―Volvió la cabeza y me miró fijamente.

―¿Qué quieres decir? Dejaste la carrera sin ella, ¿no es así?

―No, ella agarró un paseo con Vico. Vine aquí solo. ―El tono de voz bajo y ronco de Peter se coló sobre mí y me defendí con una risa al oír sus últimas palabras.

Parecía que Cande y Vico estaban en el camino de la reconciliación.

Me aclaré la garganta.

―¿Y eso te pareció bien? ―le pregunté.

―¿Por qué no lo estaría? ―me preguntó a quemarropa, con una expresión confusa en su rostro.

Por supuesto. ¿En qué estaba pensando? Peter no salía en citas, y no había manera de que invirtiera en Cande. Busqué en el pequeño bolso que descansaba en mi cadera y agarré mi teléfono.

―Si la veo, le diré que te encuentre. ―Peter empezó a alejarse, pero se detuvo después de unos pasos y se volvió hacia mí―. Voy a necesitar nuevamente el fósil. ―Hizo un gesto hacia el collar alrededor de mi cuello.

Me di cuenta de que estaba hablando de su amuleto de la buena suerte.

―No va a suceder. ―Y puse toda la atención a mi teléfono
.
―Oh, Lali. Siempre consigo lo que quiero. ―Su tono bajo y coqueto me congeló. Mis dedos se detuvieron por encima de la pantalla de mi celular como si me hubiera olvidado de repente de cómo enviar un texto. 

Alcé la vista a tiempo para verlo sonreír y marcharse.

Lo vi dirigirse donde estaban Agustin y otros miembros de su equipo, y me quedé más perpleja ahora de lo que estaba a principios de esta semana. Quería que Peter fuera más humano, y que me tratara bien. Ahora que está mostrando signos de ambos, me aquejaba con preguntas sin respuesta. Los viejos sentimientos se rezumaban por las grietas de la pared que había construido para mantenerlo fuera.

―Oye, aquí tienes. ―Benjamin se acercó con dos cervezas, y me entregó una.

―Gracias. ―Me lamí los labios y tomé un sorbo, dejando un sabor amargo en la lengua y garganta.
Benjamin se pasó los dedos por mi cabello y lo acomodó detrás de la oreja. Mis músculos se tensaron. Mi invisible metro de espacio personal había sido violado, y quería alejarme.

¿Por qué? ¿Por qué no podía querer a este tipo? Estaba frustrada conmigo misma. Él parecía decente y orientado a objetivos. ¿Por qué no apartaba la basura en mi interior o me hacía soñar despierta?

Sentí la certeza acercarse a mí, y estaba impotente para detenerla. No quería a Benjamin. Simple y llanamente. No iba a ser una de esas chicas tontas de una novela romántica en un triángulo amoroso que no podía elegir. No es que estuviera en un triángulo amoroso, pero nunca entendí cómo una chica no puede saber si realmente quiere a un tipo. Podemos estar confundidos acerca de lo que es bueno para nosotros, pero no sobre lo que realmente queremos

Y no quería a Benjamin. Eso ya lo sabía.

―¿Era Peter con quien estabas hablando? ―Él hizo un gesto con su cerveza al otro lado de la hoguera, donde Peter se reía con un par de chicos de la escuela.

―Sí. ―Tomé otro sorbo.

Benjamin exhaló una risa y tomó un trago de su cerveza.

―Todavía no eres grande para dar información, ¿verdad?

―Oh, no fue nada. Yo estaba buscando Cande, y pensé que habían venidos juntos.

―Ella está jugando, ¿eh? ―comentó más que preguntó.

―¿Qué quieres decir? ―dije a la defensiva. Cande y yo no nos habíamos enfatizado últimamente, pero ella era mi mejor amiga.

―Pasar de Vico a Peter, y de nuevo a Vico. Los he visto después de la carrera. Se veían muy cerca.

―¿Dos chicos quiere decir que ella juega? ―En realidad estaba aliviada de que se hubiera alejado de Peter, pero no me gustaba que Benjamin o cualquier otra persona sacara conclusiones acerca de ella.

Benjamin me dio una mirada contrita y cambió de tema. Claramente, fue lo suficientemente inteligente como para saber que no debería ir por allí.

―Bueno, lo hiciste genial esta noche. La escuela va a estar hablando de ello por un tiempo. Parece que anoté el premio gordo. ―Benjamin pasó un brazo alrededor de mí y me llevó alrededor de la hoguera.

¿El premio gordo? ¿Qué se suponía que significaba eso?

Benjamin y yo circulamos entre los diferentes grupos de sus amigos, entre él corriendo ida y vuelta al barril por cerveza. Habiendo tomado dos sorbos de mi cerveza la dejé. A pesar de mis mejores insinuaciones a Benjamin de que tenía que estar en casa pronto, él estaba en su cuarta cerveza, y sabía que no iba a ser capaz de conducir. Estaba empezando a preguntarme cómo iría a casa.

Había visto a Cande y a Vico hace una media hora, sentados en una roca conversando. O más bien, Vico hablaba mientras Cande escuchaba y chillaba un poco. La conversación parecía intensa e importante por la forma en que sus cabezas estaban juntas, por lo que había optado por dejarlos solos.

Mientras trataba de ignorar la sensación de la presencia de Peter, me encontré incapaz de evitar buscarlo. Lo había visto charlando con sus amigos, y la última vez que miré, Martina tenía la cara enterrada en su cuello. Ella se veía vulgar en su corto y ajustado vestido negro y zapatos de tacón. ¿Quién llevaba tacones a la playa? Ni siquiera una playa real, tampoco, sino una orilla rocosa y barro.

Para mi alegría, él parecía tan interesado en ella como si fuera un plato de nabos. Le robé bastantes miradas y lo vi tratando de quitársela de encima un par de veces. Ella finalmente captó la indirecta y se alejó con un puchero.

Peter atrapó mis ojos más de una vez, pero siempre rompí el contacto de inmediato. Las imágenes de la otra noche mezcladas con su penetrante mirada ahumada crearon una necesidad palpitante dentro de mí.

Dejé escapar un suspiro áspero. Es sin duda el momento de salir de aquí.

Echando un vistazo a mi reloj, me encontré con Benjamin en su camino de regreso desde el barril.

―Oye, me tengo que ir ahora. Tengo una carrera en la mañana ―le recordé.

Las cejas de Benjamin levantaron con sorpresa.

―Oh, vamos. No es más que once y media. ―El lloriqueo fue un shock, y definitivamente fue apagado―. Podemos quedarnos un poco más de tiempo ―dijo.

―Lo siento, Benjamin. Por eso me ofrezco a ir conduciendo yo misma a mi casa. La verdad es que me tengo que ir.

Con mi mejor sonrisa de disculpa, me mantuve firme. No tenía miedo de lo que pensaba, porque sabía que esto era probablemente nuestra última cita. La chispa no estaba allí, y aparte de las carreras, habría estado más contenta en casa con un libro esta noche.

―Vamos a quedarnos otra media hora. ― Trató de empujar su cerveza hacia mí como si conseguirme emborrachar fuera la respuesta, pero se terminó balanceándose a un lado y tuvo que agarrarse de mi brazo por apoyo.

―No estás bien para conducir ―señalé―. Te puedo dejar en tu casa, y puedes recoger tu auto en mi casa mañana.

―No, no. ―Levantó las manos―. Voy a terminarlo ahora y estaré listo en segundos. Estaremos en camino pronto.

―Bueno, no debes conducir. No, en absoluto. ―Aparté mis ojos, en reprobación.

―Puedo cuidarme, Lali ―afirmó Benjamin―. Si quieres irte ahora, entonces tendrá que encontrar otro aventón. Si quieres salir conmigo, voy a estar listo en un rato.

¿¡Qué?! ¿Cuánto tiempo es “un rato”?

Esto se estaba volviendo ridículo, y mi paciencia se agotaba. Él había dicho que podríamos marcharnos a las 11:30, y le había tomado la palabra.

Benjamin tiró de mi brazo para llevarme de vuelta a la hoguera, pero le di un tirón para liberarme y me alejé. Él no dijo una palabra más, así que supuse que seguiría su camino sin mí.

Tenía que llegar a casa, y Benjamin ya no me llevaría. ¿Este era el escenario que había estado ansiosa por formar parte? Benjamin y sus amigos estaban tan interesantes como cereales, las chicas no tenían ningún otro interés que no fueran tiendas y maquillaje, y los chicos de aquí me dieron el impulso de desinfectar mis ojos después de ver la forma en que me miraban.

Después de un barrido rápido de la zona, averigüe que Cande ya se había ido. Saqué el teléfono de mi bolso y le marqué de todos modos. No hubo respuesta.

Mirando alrededor por la compañera de equipo de cross-country que había visto antes, me di cuenta de que tampoco estaba a la vista. La única otra opción era llamar a mi abuela, quien temí iba a despertar a esta hora, pero al menos ella iba estar contenta de saber que la llamaba por un viaje seguro.

Torcí mis labios decepcionada cuando mi abuela no contestó su teléfono, tampoco. No era inusual, ya que a menudo se olvidada de llevar su teléfono a la cama. Y gracias a la comodidad de los teléfonos celulares, habíamos desconectado nuestro teléfono fijo hace años.

Impresionante.

Mis únicas opciones en este punto eran esperar a Benjamin y convencerlo de que me dejara conducir o ir de excursión al estacionamiento y pedir a alguien que conociera a que me diera un aventón.
Benjamin podría ir a orinar encima de un árbol.

Caminé con dificultad por las rocas y en el bosque deambulé hasta al claro cerca de la carretera donde todos estacionaron.

Sin linterna disponible, usé la pantalla de mi teléfono celular para alumbrar un poco mi camino. Era un camino recto, pero estaba lleno de palos y troncos. Los árboles ya habían comenzado a perder sus hojas, pero la lluvia que habíamos recibido este otoño había guardado toda lo húmeda y blandura. Gotas salpicaron mis tobillos cuando pisé muy fuerte en el follaje mojado, y algunas ramas desnudas que rozaran en mi piel, me causando escozor.

―Bueno, mira lo que encontré.

Di un salto, sorprendida en la tranquilidad que me rodeaba. Buscando, me estremecí al ver a Nate Deitrich... que me miraba siempre como mierda.

Parecía que venía de donde yo estaba tratando de ir, y ahora me bloqueaba el camino.

―Es el destino, Lali ―rimó su voz cantarina.

―¡Fuera de mi camino, Nate. ―Me acerqué a él lentamente, pero no se movió. Traté de ir a su alrededor, pero sus manos se dispararon a agarrar mi cintura y me atrajo hacia él. Mis músculos se tensaron, y mis manos se cerraron en puños.

―Shh ―imploró Nate cuando traté de apartarme. Su respiración haciendo eco en mi oído, y apestaba a alcohol―. Lali, te he querido durante mucho tiempo. Ya lo sabes. ¿Qué tal si te apiadas de mi miseria, y dejas que te lleve a casa? ―Tenía la nariz en mi cabello, y sus manos bajó a mi culo. Me puse rígida.

―Basta ―supliqué y traté de poner mi rodilla entre sus piernas. Pero parecía que anticipó mis movimientos, porque sus piernas estaban demasiado juntas.

Nate se sacudió de risa. Amasándome el culo, me susurró:

―¡Oh, conozco tus trucos, Lali! Dejar de luchar. Te puedo tomar aquí en el suelo ahora mismo si quisiera.
Sus labios se aplastaran en los míos, y el sabor ácido del vómito se elevó en mi garganta.

Le mordí el labio inferior, lo suficiente fuerte para que mis dientes de abajo sintieran mis dientes de arriba a través de la piel. Él gruñó y me soltó, escarbando en la boca para comprobar si había sangre.

Agarrando el spray pimienta de mi bolso que tanto mi padre insistió en que mantuviera ahí, le tiré a los ojos. Él gritó y se tambaleó hacia atrás mientras sus manos cubrían su rostro. Finalmente llevé mi rodilla entre sus piernas, y le vi encogerse en el suelo, quitando el agarre de mi camiseta mientras caía.

¡Corre! ¡Sólo tiene que correr!, me grité.

Pero no. Me incliné sobre él cuando dejó escapar los alaridos de dolor.

―¿Por qué los chicos de nuestra escuela son tan idiotas?

Con una mano cubriendo los ojos y la otra mano agarrando su entrepierna.

―¡Mierda! ¡Maldita perra! ―gimió Nate mientras trataba de abrir los ojos.

―¡Mariana! ―La voz de Peter resonó detrás de mí, y mis hombros se sacudieran antes de que me volteara. Con ojos llenos de furia volando entre Nate y yo, Peter estaba tan rígido como un león al acecho.
 Dejó escapar un soplo de respiración entre sus labios y sus manos en puños apretadas. Vi su ojos se movieren a mi hombro, donde la correa de mi top yacía tirado hacia adelante, donde había sido arrancado―. ¿Te hizo daño? ―preguntó de manera uniforme, pero tenía los labios apretados, y sus ojos eran crueles.

―Lo intentó. ―Cubrí mi hombro donde estaba expuesta mi piel―. Estoy bien. ―Mi voz fue cortante. La última cosa que quería esta noche era jugar a la damisela en apuros para Peter.

Desabotonando el botón negro de arriba, Peter me la tiró mientras me adelantaba en el camino.

―Ponte esto. Ahora.

Agarrando la camisa cuando me golpeó en la cara, una parte de mí quería aventarla de regreso. Aunque Peter y yo habíamos encontrado un terreno común durante la carrera, eso no significaba que quería o necesitaba su ayuda.

Sin embargo, estaba expuesta, con frío, y sin humor para llamar la atención. Deslizándome en la camisa, el calor del cuerpo de Peter calentó mis brazos y el pecho. Los puños cayeron debajo de mis manos, y cuando los alcé para que la calidez cubriera mis mejillas frías, podía oler su aroma de hombre. El almizcle híbrido y olor de neumáticos casi hizo que mis pulmones estallaran mientras trataba de respirar profundamente el aroma.

―Tienes una pobre puta memoria, Dietrich. ¿Qué te dije? ―Peter se agachó para gruñir en el rostro de Nate. Agarró un puñado de la camisa en su pecho y lo tiró en posición vertical antes de asentarle un fuerte golpe en el estómago.

Mis ojos malditamente cerca se abrieran saltones con el ataque de Peter. La inclinación del cuerpo de Nate con el golpe me recordó a la arcilla de moldear y no sería el mismo por un tiempo. Sus jadeos, mientras trataba de recuperar el aliento, sonaban como un cruce entre un fumador y el gorgoteo de un zombi.

Peter utilizó su mano izquierda para sujetarlo alrededor del cuello mientras lo apoyaba a un árbol. Con su puño derecho entregó golpe tras golpe en el rostro de Nate. Mis rodillas empezaron a ceder cuando vi a Peter exprimir el cuello de Nate hasta que sus nudillos se pusieron blancos.

Para, Peter.

Siguió dando puñetazos hasta que la sangre goteaba de los ojos y de la nariz de Nate.

Cuando no mostró ningún signo de parar, di un paso hacia adelante.

―¡Para! ¡Peter, para! ―grité, mi voz firme más alta que los gruñidos y jadeos de Nate.
Peter cesó su asalto, pero de inmediato agarró a Nate por el hueco de su codo y lo tiró al suelo.

―Esto no ha terminado ―aseguró al ensangrentado y arrugado lío en el suelo.

¿Qué estaba haciendo?

Peter se dio la vuelta para afrontarme, con el pecho subiendo y bajando pesadamente con su respiración. El esfuerzo hizo su cuerpo parecer agobiado con los hombros caídos, pero sus ojos seguían viciosos. Me miró con una mezcla de cansancio y furia.

―Te voy a llevar a casa. ―Se volvió a caminar por la trilla, sin siquiera ver si yo lo seguía.

¡Llevarme a casa! Sí, ¿entonces podía sentirse como el gran héroe?

Dejar que Peter sintiera que me había sacado de una situación que tiene el control de cortarme el orgullo. Jodete.

―No, gracias. Tengo un aventón ―escupí la mentira antes de dejarlo que me haga algún favor.

―Tu aventón ―Peter se volvió hacia mí con disgusto―, está borracho. Ahora, a menos que desees despertar a tu pobre abuela para que salga en el medio de la nada para recogerte porque tu cita se emborrachó, y casi conseguir ser violada, estoy seguro que va a hacer maravillas para que tu padre confíe en dejarte sola, por cierto, por lo tanto metete en el maldito auto, Lali.


Y se volvió para alejarse, sabiendo que lo seguiría.

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