viernes, 17 de febrero de 2023

Escenas eliminadas + notas de autor

 Bien ya que se termina y costo que fuera así, le dejo aquí de regalo unas escenas para despedir esta historia.


Son solo escenas para cerrar dudas quizás, o si tienen ganas de saber mas. no afecta ni cambia la historia. 










Escena Eliminada Rival

Agarrando la sabana en la parte trasera de mi cintura, la tiro encima de nuestras cabezas, viendo la suave luz de la luna
desvaneciendo su rostro cuando la miro. Es tan hermosa.
—¿Qué estás haciendo? —me pregunta, su voz preocupada y  
temblorosa.

—Haciendo que solo me veas a mí. Antes de que tenga la oportunidad de hablar, cubro su cuerpo con el mío y me apodero de sus labios. Ella gime y aprieta sus muslos alrededor de mi cintura, respiro en ella, asimilando su aroma y sabor.

Todavía estamos en nuestros jeans, pero no me importa lo lejos que esto va, siempre y cuando ella no descarte lo que está sucediendo en este momento. Incluso si esto es lo más lejos que llegamos esta noche.
Es una locura, y no puedo creer que esto esté sucediendo, ¿pero qué es más? No puedo creer que se siente tan bien. Lalin me mira de forma diferente, y me gusta.

Ella no dejaba de mirar alrededor, sus ojos preocupados y respiraciones superficiales probablemente llenas de miles de voces
diferentes diciéndole que lo que estábamos haciendo estaba mal, pero 
no lo era. No se sentía mal.

Así que saco la sabana de encima de nosotros.
No estamos en su dormitorio. Mi habitación no está al otro lado del pasillo. El dormitorio de mierda de nuestros padres no está a seis puertas más abajo, y solo nos estamos conociendo por primera vez. Sin su mierda. Ella y yo. Lali y Peter. Nadie más. Toco mi frente con la de ella y sostengo su rostro, pasando mi pulgar sobre el aro de su labio.

Su pecho se eleva y cae con fuerza.
—Peter —jadea—. Yo...
—Shhh. —Levanto mi cabeza y me sostengo a mí mismo con un brazo—. Mírame a mí, ¿de acuerdo?
Sus ojos preocupados mantienen los míos, y sus manos agarran mi cintura
.

—Esto se siente bien, ¿no es así? —le pregunto, tratando de calmarla mientras mis dedos corren por su vientre desnudo—. ¿Esto está bien?

Su cuerpo tiembla bajo mi mano, y llego más abajo deslizando mi mano debajo de su culo, abrazándola con fuerza.


—No detengas esto —le susurro, con mi frente de nuevo a la de ella—. Tú empezaste. Por favor, no pares ahora.
—Yo... —Traga—. Peter.. tengo miedo. —Sonrío para mis adentros.
—Estoy igual —admito—. Pero no quiero estar en ningún otro lugar en este momento.
Coloco ambos brazos en la almohada encima de su cabeza y hundo mis labios en los de ella, sosteniendo su cuerpo cerca y sintiendo cada centímetro de su calor. Sus labios se mueven con los míos, besándome de nuevo, y aunque sé que tenemos mucho que temer, no me importa. Esto es lo que quiero. Por primera vez, se siente bien.

—No quiero estar en ningún otro lugar, Lali —le digo de nuevo, a la ligera moviéndome entre sus piernas.

Ella gime, sus ojos revoloteando cerrados.
—Yo tampoco —susurra.

Envolví la toalla alrededor de mi cintura y me dirigí al espejo del baño, secándome el vapor. Con los nervios anudados en mi estómago, trataba de ignorar el ruido de puertas que se abrían y cerraban en la casa. 
Nuestros padres estaban levantados.

Había dejado a Lali anoche después de haberse quedado dormida, y me sentía como una mierda ahora. No sé si se suponía que
debía quedarme, y no quería que despertara sola después de lo que habíamos hecho la noche anterior, pero tenía miedo de quedarme 
dormido en el caso de que Addie entrara. Así que volví a mi habitación y estuve despierto toda la noche,
cuando en realidad solo quería volver a su cama.
Pero no podía.

No podríamos nunca hacer eso otra vez. Nuestros padres nunca lo permitirían, y solo porque me toleró anoche no significaba que ella se había vuelto blanda conmigo.

Y lo habíamos hecho sin un maldito condón. Podríamos haber sido vírgenes, pero no éramos estúpidos. ¿En qué estábamos pensando? Abrí un par de Advil para un dolor de cabeza y volví a mi habitación, poniéndome algo de ropa fresca. Era viernes, y teníamos la escuela en una hora.
—Hola, hombre.

Vi alrededor, Nico paso a través de la puerta luciendo como si necesitara unas veinticuatro horas de sueño sólido y una ducha. No en ese orden. Debió quedarse aquí después de la fiesta de anoche.

Caminó hacia mi armario.
—¿Puedo pedir prestado algo de ropa?
—Sí, como quieras. —Me puse un cuello en v de la camiseta gris y deslicé mi billetera en el bolsillo de mis vaqueros—. ¿Vas a la escuela? — le pregunté, viendo sus pasos tambaleantes. Parecía que todavía podría estar bebido.
—Mejor que estar en casa —murmuró, desapareciendo en el 
vestidor.

Sujeté mi reloj y me dirigí al baño, rocié mi cabello. Tuve la tentación de dejarlo sin ningún producto, porque Lali siempre decía que mi cabeza parecía un pavo real de peluche. O el culo de un pato. O un flequillo apuntando hacia el norte.
Mi pecho se sacudió de risa, y negué. Ella era claramente tan dulce como el pastel. ¿Cómo fue que no lo vi?

—Entonces, ¿qué te pasó anoche? —llamó Nico.
Apreté los dientes, mi cerebro de repente en blanco mientras caminaba de vuelta a la habitación, buscando zapatos y calcetines.

Peter... ¿la puerta está cerrada? Oh, Dios. No pares.
Tragué saliva.

—Uh, nada. Me cansé. Fui a la cama. Eso es todo. —Podía sentir sus ojos en mí cuando cogió una de mis sudaderas con capucha del gancho.

Pero entonces oí una puerta abierta, y alcé mi cabeza, mi corazón cayendo en mi estómago al ver a Lali salir de su dormitorio. Se detuvo, y me sostuvo la mirada, enmascarada por sus gafas, y al instante se puso tensa. La luz del día no había cambiado nada. Tampoco lo había hecho la sobriedad. Quería volver con ella.

Ella bajó los ojos, cruzó los brazos sobre su pecho y corrió al cuarto de baño, lejos de mí. Jesús. Mi frente se enfrío con sudor, y fue un minuto antes de darme cuenta que Nico todavía estaba allí de pie, mirándome.

Luego se volvió a mirar al pasillo y hacia mí, la sospecha escrita en sus ojos.
—Llevaba la camiseta que tenías anoche —señaló.

¡MIERDA!
¡Maldita sea! Le puse mi camisa antes de que se hubiera quedado
dormida y ni siquiera se dio cuenta. ¡Mierda!

—Fuiste a la cama, ¿eh? —bromeó—. Está bien, lo que sea. Nos vemos en la escuela.

Caminó hacia la puerta, pero me aclaré la garganta, deteniéndolo.
—Tenemos que hacer frente a Dietrich —le dije, cambiando de tema.
Se volvió, entrecerrando los ojos.

—¿Por qué?

—Él estuvo molestando a Lali anoche. No tomó un no por respuesta —le expliqué—. Y estaba husmeando a Euge, también. Por
mucho que no te guste ella, sé que odias eso.

Cerró los ojos, se pasó la mano por el cabello, y dejó escapar una risa amarga.
—Sí, bueno, nos hemos librado de Euge, Peter. ¿No has oído? —se burló—. Se irá a Europa por su tercer año de secundaria, por lo que 
dentro de unos meses, se irá.

Ese había sido el objetivo desde el principio, pero me asombró la expresión su rostro. Estaba a punto de ser un hombre muy infeliz. Y Nico infeliz no era ninguna broma.

Lo vi caminar hacia fuera, y dejé escapar un suspiro.
—Mierda. —Agarrando mi celular y mis llaves, me dirigí abajo, ignorando el sonido de la ducha al pasar por el cuarto de baño. Debía hablar con ella. Necesitaba saber lo que está pasando en su cabeza. Quería saber que ella estaba bien. Pero no me detuve. Al entrar en la cocina, mi corazón lo sentía en mis oídos, me dirigí a la nevera y cogí un  
Gatorade.
Los padres se sentaban en el área de desayuno, mi padre enterrado detrás de su periódico de la mañana, y la madre de Lali,
Patricia, comiendo frutas vestida con ropa de entrenamiento. Más o menos su uniforme mientras estaba en casa.

Ella dejó caer la cuchara, y llevó una taza de café a sus labios.
—Bueno, no veo porque una llamada telefónica fue tan importante que tuviste que perder casi la mitad de la actuación de
anoche —ella cortó a mi padre—. Me dejaste sentada sola, Jason. Durante una hora.

Él dejó escapar un suspiro y dobló su periódico.
—Lo siento —le oí decir mientras me ocupaba de hacer un plato de cereal—. Voy a compensártelo —prometió y luego gritó—: Buenos días, ¿cómo fue tu fiesta? —me preguntó, probablemente para conseguir que Patricia se callara.

Levanté la mirada, arqueando una ceja. Mi padre me utilizaba para distraer la atención de Patricia, así que no le hice caso.
Me di la vuelta, puse la leche, y oí a la mamá de Lali detrás de mí.

—Tomaron licor de nuevo —le dijo a mi padre.
Casi me reí. Ella gastaba mi herencia en bolsos de mano de mierda, y pensaba que a mi padre le importaría un poco de licor
perdido.
—Ellos estaban en casa —dijo—, no condujeron, y Addie estaba aquí. Peter tiene mi confianza.

Me puse de pie en la isla, dejándolos ir y venir y sentir la frialdad entre ellos ponerse más fría cada día. Y entonces surgieron las agujas debajo de mi piel, y estaba caliente. Lali entró en la cocina moviéndose detrás de mí, y yo malditamente casi me ahogué, porque me tragué una bocanada de cereales sin masticarla.

Hijo de puta. Su cabello aún mojado de la ducha, colocó su mochila en el taburete de la isla mientras agarraba algo de la
despensa. El vello de mi cuello se erizó, y observé mientras salía y se situaba en la isla a unos metros de mí, con los ojos pegados a la tarea de desenvolver su barra de desayuno.

—Bueno, no me gusta todo esos chicos merodeando por aquí — espetó Patricia—. Alrededor de Lali. No es seguro.

Vi a Lali parpadear y casi levantar la mirada, pero luego no lo hizo. ¿Por qué no me está mirando? Un millón de temores diferentes corrían por mi cabeza. ¿Estaba molesta? ¿Estaba asustada? O peor. ¿Se arrepentía?

Bajé mi cuenco, dando un paso al lado de ella con la necesidad que me mirara. Su espalda se puso rígida, pero me empujé en su
espacio, mi brazo tocando los suyos. Ella se veía diferente. Todavía llevaba la misma ropa, poco o ningún maquillaje, y no podía entender lo que era, pero ella era diferente.
Todo era diferente hoy.

La voz de mi padre me sacó de mis pensamientos.
—Peter no dejará a ninguno de sus amigos cerca de ella —le dijo a Patricia—. ¿Verdad?

Sin siquiera levantar la vista, sabía que él dirigió la última parte hacia mí.
Lo miré, pero metí mi mano detrás de Lali, rozando por encima de su cintura.

—Nadie se acercará Lali más que yo. —Le sonreí.

La oí aspirar una bocanada de aire, y deslicé mi mano bajo su camiseta, rozando mis dedos por la suave piel de su espalda.

Mi padre se puso de pie.
—Bueno, tengo que salir a la carretera —dijo arrojando la servilleta.

Lali levantó la mirada, mirándome a los ojos, y se veía tan nerviosa que yo solo quería tirar de la sábana sobre nosotros otra vez.
—Voy a tener que estar en la ciudad esta noche —dijo mi padre mientras nos mirábamos el uno al otro—. Tengo que estar en reuniones mañana temprano.

—Bueno, ¿qué se supone que debo hacer? —argumentó Patricia, siguiéndolo fuera de la cocina, desapareciendo.

Lali negó.
—Peter —advirtió, pero no pude soportarlo más.
Agarrando su mano, la acerqué a la puerta del sótano, nos metimos en el interior, y la cerré de golpe.

Pasé un brazo alrededor de su estómago, su espalda contra mi pecho, y enterré mis labios en su cuello.
—¡Peter
, detente! Nuestros pad... —Tomé sus labios, inclinando su barbilla y le di el encuentro con una furiosa erección ya en mis pantalones.

Solo recuerda, Lali. Necesitaba saber que a ella le gustaba. Eso fue real, lo que pasó entre nosotros anoche. Mi mano escalaba arriba y abajo de su cuerpo, sintiendo los muslos que no tenían suficiente de mí hace solo seis horas.

Mi mano se deslizó entre sus piernas, por encima de sus pantalones vaqueros, y ella gimió, apretándose contra mí. Sí, fue real.
—Peter, detente —rogó, pero no se alejaba.
—Quiero más. —Presioné mi mano con más fuerza entre sus piernas—. ¿Todavía me sientes? —le susurré—. Yo estuve allí, Lali, y no puedo cambiar eso. Estuve allí. —La acaricié, y aunque gemía, me empujó lejos.

—Para. —Se dio la vuelta y alzó las manos contra mi pecho—. Nos van a atrapar, Peter. No podemos hacer esto.

—A la mierda ellos —gruñí—. Los odiamos, y los dejamos estar entre nosotros. Anoche fue la primera vez que alguna vez realmente me viste, y la primera vez que te vi. Quiero sentirte de nuevo —admití, mi boca estaba seca. Ella era como una droga, y yo quería ir más profundo.
Quería más tiempo con ella cuando no estaba enojada conmigo y yo
no estaba enojado con ella.

—Quédate conmigo hoy —presioné.

—¿Qué quieres decir?

—No vayamos la escuela —le dije—. Quédate conmigo. Vamos en mi coche y solos... —Tomé su cara, susurrando—: perdámonos en uno de los dormitorios de repuesto de arriba donde Addie nunca nos encontrará. No me importa. Solo para poder tocarte cualquier momento que quiera.

Me zambullí en ella, besándola hasta gemir. Arrastré besos por su cuello y ella me dio la bienvenida.
—¿Qué te gusta de mí? —preguntó en voz baja, y me detuvo.

Levantando mi cabeza, la vi mirando por la escalera hasta donde mi viejo piano estaba. No sabía cómo responder a la pregunta.
Supongo que apenas la conocía. Pero me gustaba. Mierda. Sí, eso no tiene sentido.
Se volvió y me miró.

—¿Por qué no quieres ir a la escuela? —preguntó—. ¿Porque no me puedes reconocer allí?

Negué. No estaba avergonzado de ella, y por mucho que no nos sentíamos como de la familia, ella seguía siendo mi puta hermanastra. Por supuesto que no podía tocarla en la escuela.

—Soy como el piano —señaló, haciendo un gesto por las escaleras—. Es mejor escondido, ¿verdad?

—No es así —repliqué—. Fuimos tú y yo anoche. Solo tú y yo. Solo nosotros, y se sintió jodidamente increíble. No lo sobre analices.

Se dio la vuelta, el miedo escrito en toda su cara mientras salía a través de la puerta de la cocina. Addie estaba cargando el lavavajillas, y probablemente solo suponía que habíamos estado haciendo algo inocente en el sótano.

Lali cogió su mochila.
—Addie, estoy lista para la escuela —se apresuró a decir, deslizando la bolsa en su espalda.

Pero intervine.
—Yo la llevaré —le dije, al ver la expresión de sorpresa de Addie. Nunca había llevado a Lali a la escuela, pero muy bien quería
hoy.

—¿En serio? —preguntó Addie, mirándome encantada.

—No —disparó Lali, frunciendo el ceño hacia mí—. Quiero que me lleve Addie. Como siempre. No me gusta la forma en que conduces —dijo, apretando las correas de su mochila.

—Él quiere llevarte a la escuela —instó Addie—. Deja que lo haga.

—No. —Ella comenzó a caminar fuera de la cocina—. Voy a estar en el coche, Addie.

Addie se secó las manos, y apretó los puños. Si argumentaba más, se vería sospechoso, pero no podía dejar pasar esto.
Iba a tratar de darle unos días para calmarse, pero quería tenerla en mis brazos otra vez.
Addie se acercó a mí, dándome una palmada en el pecho.

—Bueno, gracias por ofrecerte, Peyer. Es agradable ver que por fin actúas como un buen hermano.
Dejé caer mi cabeza hacia atrás y dejé escapar un suspiro.

Y esa es una manera de matar una erección.

...

Flashback de Peter


Lali—llamo suavemente, entrando lentamente a su cuarto.

Ella está sentada en su cama, con la espalda descansando en la cabecera y sus rodillas levantadas. La habitación está oscura, excepto por la pequeña luz que brilla en la mesa de noche.

Puedo ver sus ojos saltar del libro que está leyendo.
—Yo... Yo, um... —tartamudeo, sintiéndome como un completo idiota. ¿Para qué infiernos vine?

Ella ha estado ignorándome completamente desde que tuvimos sexo la semana pasada. Aunque yo no he parado de pensar en eso.
—¿Qué quieres, Peter? —Su tono filoso cortó mi confianza, y casi 
me doy vuelta y salgo de la habitación.

Pero no puedo. He estado tratando toda la semana de no mirarla, tratando de no buscarla por los pasillos de la escuela, tratando de no pensar sobre cuánto la deseo.
Tengo que saber.

—Tú. —Tragué y mantuve mi cabeza en alto—. Te deseo.

Ella dejó caer sus rodillas y cruzó sus piernas.
—¿Así que piensas, entonces, que soy una zorra? ¿Justo como mi madre, Peter? —Ella me recordó mis horribles palabras hacia ella.
—Jesús, no. —Camino hacia el final de la cama—. No quise decir eso. Sabía que eras virgen... como yo.
Vi sus cejas levantarse con sorpresa.

—Yo solo... —continúo—. Yo solo no puedo parar de pensar en ti. No puedo parar de pensar en ti.

Ella mira hacia abajo y lentamente desliza el libro fuera de su falda sobre la cama. Ella está pensando. Con Lali, eso puede ser malo. Pero ella no me había botado, tampoco. Rodeé el final de la cama para pararme a su lado.
—¿Te gustó? —pregunté.

Ella miró arriba hacia mí, y su voz se suavizó.
—Pensé que solo estabas borracho y enojado. No pensé que tú querías... —se calla, sacudiendo su cabeza.
Azotando las mantas, balancea sus piernas en el borde de la cama y me mira.

—Siempre me has insultado, Lali —acusó.

Me arrodillé, mis jeans rosando sus piernas.
—Soy un idiota. Eres hermosa, y no sé por qué no lo vi.
Sus apretados labios están enojados.

—Tú solo me deseas porque estoy aquí. Tú piensas que porque lo hicimos una vez, no diré que no.
—Puedes decir que no. —Planté mis dos manos en la cama, una a cada lado de ella, y ella miró mi pecho desnudo—. Puedes cerrar con llave la puerta, y nunca entraré otra vez. Simplemente no puedo dejar de pensar en ti. Amo los piercings. Me encienden. Amo que no te vistas como una chica aniñada. Me gusta que nadie más llegara a ver lo que
vi. Por favor dime que te gustó, Lali. —Busqué sus ojos.

Por favor no digas que no. Por favor, dime que puedo tocarte, quiero gritar. La habitación está quieta, excepto por el zumbido de la luz que viene desde las rendijas de ventilación de la calefacción. Ella toma aire y busca en su falda por las respuestas que ya tiene. Ella me desea también. Si no lo hiciera, ya me habría pateado fuera de su cuarto. Su ajustado top sin mangas y su short de dormir están dentro de mi toque. Puedo difícilmente respirar, sabiendo que en este momento ella me va a pedir que me vaya, o me va a permitir sentirla otra vez.

Luego de un momento, ella tira el borde de mi camiseta gris.
—Esto no significa que tenemos que pasar el rato, ¿No? Porque aún odio tu música y a tus amigos. —La alegría se apodera de mi pecho, esparciéndose como un incendio forestal por mi cuerpo. Mi inclino hacia su cuello y lo beso.
—Solo de noche —susurro.



mi queridos lectores y lectoras. se termino esta etapa. empiezo una nueva. comencé a escribir mi propia historia y estoy ansiosa por que la conozcan, lo que si  me mudare a wattpad así que pronto tendrán noticias de mi. esperen un ultimo post besos

Capitulo 32 y 33 Final.














Lali

En el camino mantuve mis manos en mi regazo, apretando mis puños tan fuertemente que mis uñas se habían clavado en mis palmas. Mi cuerpo estaba encorvado y podía sentir el pulso palpitando en mi cuello.

Hija de puta. No quería ver esta mujer esta noche. O cualquier 
noche.

—¿Que estás haciendo? —indagó Peter mientras conducía hacia Lennox House, el lugar habitual para el encuentro anual de gran Evento de Caridad.

Golpeando enviar, metí mi teléfono de vuelta en mi bolso.
—Enviándole un mensaje a mi padre para hacerle saber dónde estoy en caso de que le sea posible contactarme.

—Estas preocupada por él.
Negué.

—Estoy preocupada por ti. —Hago un gesto intentando esconder mi inquietud—. Mi papá aún podría matarte.
Capté la pequeña sonrisa en sus labios antes de salir del coche.

Caminando hacia mi lado, abrió la puerta y después arrojó las llaves al aparcacoches.
—No va matarme. —Me dio un beso en la frente y se giró para asentir a Nico ayudando a Euge a salir del coche detrás de
nosotros.

—Estás tan seguro.

Resopló y aseguró:
—Por supuesto. Todo el mundo me quiere.

Sí. Sí que lo hacemos.

Colocando mi mano en el interior de su codo, caminamos dentro del enorme salón de baile seguidos por Nico y Euge. Los dos, Peter y Nico, vestían trajes de sastre negros, camisas blancas y corbatas negras de seda. Peter tenía un pañuelo rojo intenso y Nico no llevaba nada. Sus zapados relucientes y sus cabellos estaban adorablemente desordenados, era difícil no fijarse en ellos.
Juzgando como las señoras giraban sus cabezas cuando entramos, supuse que no nos comían con los ojos a Euge y a mí.

Bueno, podría ser. Lucíamos muy bonitas también. Las dos habíamos decidido adherirnos al negro, optando por preciosos vestidos cortos de cóctel. Ella llevaba un vestido sin mangas negro con un forro cayendo hasta la mitad del muslo y ensanchado apenas un poco más debajo de la cintura. Resplandecía con horizontales rayas negras de seda y enseñaba sus hermosas piernas y brazos. Su cabello rubio estaba rizado y después recogido en una coleta lateral debajo de su cuello. También opte por un vestido sin mangas pero con un efecto más drapeado. Las tiras del escote barca rodeaban mi cuello y trazaban colgando juntas hasta la base de mi espalda. Estaban agrupadas en la parte izquierda de mi cintura y sostenidas con una joyería de oro. Mi cabello estaba peinado con grandes rizos, pero los había arrojado por encima del hombro así podría sentir la mano de Peter sobre mi espalda.

Y aunque Euge y yo llevábamos sandalias negras de tacón, todavía quedábamos unos centímetros por debajo de nuestros hombres. Inhalé el aroma de las flores del aire. Mi madre adoraba los eventos como este, incluso si estaba en ello por el nombre.
—Oh, esto va ser divertido. —Escuché el suspiro sarcástico de Nico detrás de mí—. ¿Dónde estará mi madre? ¿Y mi hermano?
Nadie mencionó nada mientras examinábamos el enorme salón de baile buscando a Jason, Katherine y Yeyo.

La habitación estaba ya repleta de gente. Llena con los felices sonidos de charlas, risas y música, estaba decorada con cortinas, luces y flores blancas en todos los sitios. Las impecables ventanas alrededor de la habitación dejaban entrar la luz de la luna añadiendo una suave luz. No había demasiada luz, pero tampoco estaba demasiado oscuro.

El escenario también decorado en blanco destacaba con un pódium y había un grupo tocando piezas alegres. La pista de baile
estaba bastante ocupada con tres o cuatro docenas de parejas vestidas en sus más finas ropas y sonriendo entre sus joyas brillantes. Alrededor de la pista había docenas de mesas redondas adornadas con manteles blancos, velas y la mejor cristalería.
—Muy bien —comenzó Euge—, vamos a movernos.

—Bienvenidos. —Una voz que conocía demasiado bien nos recibió, y mi espalda se tensó. Dándome la vuelta arqueé una ceja mirando a mi madre que se acercaba a nosotros con una copa de champán en una mano y un
muy joven acompañante en la otra. Alguien tan joven y tan guapo, que parecía recibiendo órdenes, tenía que ser un acompañante. Llevaba un largo vestido de noche con un lazo grande de encaje adelante y una capa con mangas. Su cabello rubio estaba recogido en un moño moderno y su maquillaje era impresionante. Aparentaba ocho años más joven de los que tenía.

Pasando por delante de nosotros, nos miró con fingida
preocupación.
—Es divertido. No recuerdo enviar a alguno de ustedes una invitación. Pero... —Se paró detrás de mí probablemente comiendo con los ojos a Nico, pero era demasiado asqueroso para averiguarlo—. Todos son bienvenidos.

—Tú no nos invitas a las funciones de mi familia Patricia —habló Peter bajo y amenazante—. Y Lali tiene más derecho de estar aquí que tú. Estás saliendo de la familia, ¿recuerdas?

—Oh, es verdad. —Inclinó la barbilla hacia nosotros sonriendo—. Me olvidé de su matrimonio. Felicidades. —Su mirada cayó a mi mano y su sarcástica expresión me hizo desear pegarle.

—Veo que tienes el anillo familiar —observó, tomando otro sorbo de su champán—. Será reconfortante para ti cuando estés sola por la noche y él esté follando a otra. Probablemente ya lo hace. No le costó mucho a su padre después de casarnos.

Peter dio un paso hacia delante, pero lo tiré hacia atrás.
—No —le advertí—. Está agarrando lo que sea. Déjala que tire sus palabras. —Luego miré a mi madre—. Son lo único que le queda después de todo.

Su cara se tensó y levantó su ceja.
—Ya lo verás. Podrá costar un año o cinco, pero lo verás.

Giró rápidamente con su elegante vestido y su inmensamente tranquilo chico juguete y se alejó.
—Uhh. —Rió Euge, el tipo de risa cuando la otra única opción es llorar. Entendía la sensación.

—¿Estás bien? —preguntó ella a mi lado.

—Estoy bien —asentí y solté el brazo de Peter. No podía aferrarme a él toda la noche como a una manta de seguridad—. Debí
pegarle.

—Yo lo habría hecho —aseguró Euge inexpresiva.

Nico y Peter resoplaron al mismo tiempo y Euge bajó la mirada sonriendo. Tenía la impresión de que ahí había una broma que no estaba captando. Ella sonrió al ver mi confusión.

—La violencia nunca resuelve nada —se detuvo—, pero llama la atención a la gente. A veces, y subrayo a veces, la violencia es la una cosa que algunas personas respetan. Mira el ejemplo de Peter . Le rompí su nariz y le pateé las bolas. Me entendió finalmente.

Espera, ¿qué?

—Disculpa. —Pasé mi mirada de Peter a Euge. Nico puso los ojos en blancos cuando lo busqué para una explicación.

—¿No le contaste sobre nosotros señor No-Puedo-Mantener-Mis- Manos-Para-Mí? —Su mirada intensa en Peter lo hizo sonrojar.

—Bueno, gracias Euge. —Apartó la mirada como si tuviera un mal sabor en su boca—. Voy a tener que explicar esto ahora.
Tragué saliva, no muy segura de si me iba a gustar cómo sonaba y dónde iba esto. Pero Nico pareció leer mi mente.

—No te preocupes Lali —me reconfortó—. pETER solo estaba intentando juntarnos a Tate y a mí. Solamente que él piensa que el fin justifica los medios, eso es todo.

Síp, material de abogado, me reí en mis adentros.
Finalmente encontramos a Katherine y al padre de Peter y pasamos la siguiente hora manteniéndonos cerca o en la pista de baile. Katherine lucía impresionante en un vestido de noche rojo intenso, más parecido al estilo del mío, excepto que el suyo colgaba al suelo. Su cabello castaño suelto lucía hermoso al lado del rico color del vestido. Mientras nosotros estábamos seguros que necesitaría soporte moral, debido a que esta gente sabía que era la amante de Jason, aparentemente era solo miedo por su parte. Todos parecían bien, de momento.

Me di cuenta que a pesar de que las amigas de mi madre eran las esposas de los compañeros de Jason y ellas podrían estar del lado de mi madre, sabía qué lado les convenía. Sus esposos seguían a Jason y ellas a sus esposos.

—¿Le mandaste un mensaje a el enano? —inquirió Nico a Peter cuando nos quedamos alrededor de la barra—. No me está
contestando.

Peter sacó su teléfono mirando a través de sus mensajes.
—Si le envié dos. No tengo respuesta.

Nico negó empezando a lucir preocupado. Peter me jaló hacia su lado.

—Me voy al baño. ¿Quieres venir? —insinuó moviendo las cejas hacia mí
.
—Hmmm. —Puse mi dedo en mi mejilla pensando—. Peter

Lanzani follando a su hermanastra sobre el mostrador del baño. Jason Lanzni avergonzado delante de todo Chicago. —Leí el simulado titular, sonriendo.

Me dio una palmada en el trasero murmurando:
—Eres tan caliente.

Se giró y desapareció por el pasillo, mientras Nico llevaba a Euge a la pista de baile. Sonreí detrás de ellos contenta que Peter no fuera tan inhibido por el baile. Ellos intentaban solo sujetarse cada uno y oscilar de un lado a otro, pero era bonito que lo intentaran. Estuve al lado de la barra esperando a Peter, pero después de unos cinco minutos el seguía sin aparecer. Tensé mis músculos de las piernas tratando ignorar la propuesta que me había hecho para juntarme con él.

Sacando mi teléfono, observé que Yeyo todavía no me había contestado los mensajes. Era raro por su parte estar fuera de contacto. ¿Dónde estaría? Me dirigí a través de los pequeños grupos de personas y anduve despacio con miedo de tropezar con mis tacones. Cuando llegué al pasillo mucho más tranquilo, marqué su número y sostuve mi teléfono al oído.

—¿Qué tanto la quieres? —Oí la voz burlona de mi madre llegando del baño de hombres y miré por la puerta entrecerrada. Ella habló con una voz suave y sensual que solo significaba una cosa.

Me acerqué y abrí lo suficiente para ver dentro. Ella y Peter estaban ahí y se me cayó la cara ante la vista de ella apoyada en la
pared con su vestido levantado en la parte alta de sus muslos. Él se quedó ahí. Mirándola. ¿Por qué demonios la miraba? Él pasó su mano por la frente.

—De verdad eres otra cosa, ¿no es así?

—Tengo una habitación en el Four Season, Madoc. Piensa que bien lo podríamos pasar. Una noche conmigo y puedes tener lo que quieras. Te dejaré la casa. Me deseabas aquella noche ¿verdad?

¿Aquella noche? ¿Qué pasó entre ellos dos? Apenas podía entender lo que decían, el tronar en mis oídos era tan profundo que mis ojos estaban lagrimando.

—Sí —replicó lavándose las manos—. Te quería tanto que corrí y follé a otra persona después de dejarte en la sala de cine.

Oh, mi Dios. Apreté los puños arrastrando respiraciones dentro y fuera rápido y más de prisa. Mi cara en todo su enfado no podía estar más apretada. Mis pies estaban anclados al jodido suelo.

¿Qué demonios? Clavé mi puño en la puerta con tanta fuerza que golpeó la pared detrás de ella. Los dos saltaron mirando todo al alrededor para localizarme donde me había parado a la salida de la puerta.

—¡Lali! —Mi madre hizo un gran espectáculo arreglándose a sí misma. Poniendo su mano en el pecho me miró con mirada compasiva.

—Lali. —Peter levantó sus manos y sacudió su cabeza como si fuera a intentar parar mis pensamientos en sus rastreos—. Cariño no es nada, bien. Mírame.

—Te lo dije querida —empezó mi madre—. A Pete no le importas. Él y yo...

—¡No hay tú y yo! —vociferó volviendo su cabeza y matándola con la mirada.

—Cuéntale entonces. —Se quitó de la pared enfrentándolo y calmando su voz—. Cuéntale lo de la sala de cine, me besaste...

—Cállate. —Peter se aproximó a mí, luciendo como si estuviera sufriendo—. Lali mira mis ojos.

¿Qué? Dejé caer mi mirada al suelo intentando darle sentido a esto.

—Pregúntale —intervino la voz de mi madre de algún lugar detrás de nosotros—. Te dije que no podías confiar en él, Lali.

Cerré mis ojos empezando sentir mis pies fundirse en el suelo.

—¡Lali nunca pasó nada! —contradijo alguien—. No la he tocado nunca. Ella me besó...

Odiaba girar esquinas. Puertas cerradas. Podía todavía oírles hablar, pero no tenía idea lo que estaban
diciendo. Mis pies se habían ido. Mis piernas hasta las rodillas se habían desvanecido y no podía sentir nada cuando traté de tensar mis músculos.

Tu vida no me interesa Lali.
¿Sabes cómo solía llamarte? Sexo-fácil.
Tragué en rápidas aspiraciones pero me dejaron poco a poco
como si mi cuerpo no pudiera tener la fuerza de tomar aire de nuevo.
Dentro rápido. Fuera lento. Dentro rápido. Fuera lento.
¿Cómo pudo hacer esto? ¿Cómo podía?

Eres solo una puta igual que tu madre. Las palabras de Peter no me habían cortado antes porque sabía que no eran verdaderas. ¿Por qué sentía dolor por ellas ahora?
¿De verdad crees que te ama? ¡Te ha usado!
Aprieto mis ojos cerrados aún más fuerte y tragando. Trágalo.
Oigo mi nombre. Peter. Estaba diciendo mi nombre.

—¡Lali, mírame!
¡Abre tus ojos! ¿Qué ves?

Mis ojos abrieron de golpe y vi a Peter estando delante de mí. Sus ojos estaban llorosos y estaba apretando mis hombros.
¿Quién eres tú? La voz suave irlandesa de mi padre cruzó por mí cabeza. ¿Quién eres tú?

Apreté mis puños una y otra vez parpadeando cuando Peter besó mi frente.
No intento matar a tus demonios. Corro con ellos.
Eso es lo que hace de Peter un buen chico. Recoge las piezas. Sentí sus manos en mi cara, sus pulgares frotando círculos en mis
mejillas. Recoge las piezas. Haz esa amenaza de nuevo. Te colgaré a una pared si tratas de llegar a ella.
Basta padre. Ella necesita ser besada. Peter.

Mi corazón aumentó. Él era mío. Siempre fue mío.
Peter. Mi Peter.

Miré sus ojos, viendo el amor, la preocupación, el miedo... Y sostuve su mirada llenando mis pulmones con aire.
Nada de lo que ocurra en la superficie del mar puede alterar la calma de sus profundidades.
—Lali, por favor —suplicó Peter—. Escúchame.

—No —pronuncié finalmente, dejando caer mis manos y ladeando mi barbilla alto—. Deja de hablar —dije firmemente.

Caminé rodeándolo y lento, muy lento me acerqué a mi madre con mis manos dobladas delante de mí. Mantuve completamente mi expresión y mi tono bajo cuando me metí en su espacio, tragando el oxígeno de su alrededor.

—Contrataré a un abogado —amenacé—. Peter y yo queremos la casa y estás muy sola arrinconada, madre. —Inclinándome hacia su cara apenas aflojé mis dientes—-. Estás contra mí y vas a perder.

Me di la vuelta antes que ella pudiera reaccionar y con paso tranquilo salí agarrando la mano de Peter en mi camino.
—Lali, déjame explicar. Nunca ha pasado nada. Ella se me acercó y yo...

Me detuve en el pasillo y giré mi cara hacia él.
—Ni siquiera quiero oír esto. No necesito ninguna palabra tranquilizadora.

Tomando su cara en mis manos tomé sus labios que cautivaron mi cuerpo entero en el momento que se tocaron. Peter me tenía en cuerpo y alma, nadie podía pararnos. Y mucho menos la bestia de mi madre. Ciertamente no le di el escarmiento que se merecía pero esto no habría sido bueno para nadie. Hubiese gastado mi aliento. Las únicas cosas que le importaban a esta mujer eran el dinero y el poder, yo acababa de amenazar las dos cosas.

Prestarle algo más que atención era en vano.
Nunca. Más. Peter y yo teníamos una vida por disfrutar.
—Te amo —susurré en sus labios.

Dejó caer su frente en la mía mientras suspiraba.
—Gracias a Dios. Me habías asustado.

Escuché a alguien aclarando su garganta y giré la cabeza solo para que mi corazón saltara en mi garganta.
—¡Papá! —jadeé y dejé libre a Peter para acercarme a mi padre con un abrazo.

—Hola pequeña —dijo gruñendo por el impacto.

—¿Estás bien? —pregunté echándome atrás para poder mirarlo bien.

Su cabello castaño claro estaba peinado hacia atrás y su cara, por lo general bien afeitada, estaba desaliñada como un demonio con su habitual facha de apariencia envejecida. Vestía un traje Armani, usando una corbata igual que Nico y Peter en lugar del lazo que todo el resto llevaba.

—Estoy bien. —Asintió frotando mis brazos—. Lamento haberte preocupado.

Quería hacerle preguntas, pero sabía que no era ni el momento, ni el lugar y generalmente tampoco me decía mucho. Confiaba en mí, pero pienso que él opinaba que lo mejor era que su hija no supiera nada de sus negocios, como si yo no pillaría las cosas por mí misma.

—Señor, soy Peter. —Mi esposo le tendió la mano—. En caso que no lo recuerde.

Solamente se habían visto una vez, creo. Pero mi padre seguramente lo recordaba. Especialmente después de todo lo que
había pasado.

Necesitó un momento y luego tomó la mano de Peter.
—Lo recuerdo. Y lo sé todo. —Su mirada era una advertencia—. Este no es un buen sitio para hablar sobre esto y hay cosas que quiero decirle a los dos, pero en este momento me limito a esto. —Entrecerró los ojos hacia Peter—. Eres consciente del agobio de este matrimonio ¿verdad?

—Lali no es un agobio señor. —Me sonrió Peter hacia mí.

—No estoy hablando de Lali —disparó mi papá—. Estoy hablando de mí. Tú no me quieres como suegro cabreado. Sería más
seguro para ti si mi niña estuviera feliz. ¿Lo captas?

Uff, incomodísimo.

—Ella va a ser feliz —aseguró Peter mirando a mi padre a los ojos.

Le sonreí a los dos.

—Estoy feliz ya.

Podría decir que era difícil para mi padre. Apenas me tuvo al crecer, siempre negociando con mi madre y sus arriesgados negocios. Tampoco se dejó ser el padre que yo quería que fuera, pero esas fueron sus elecciones y no iba a sentir lástima por él. Lo quería. Pero elegía a Peter para siempre.

—Felicidades. —Mi padre me dio un beso en la mejilla—. Pero dime que por favor que fueron casados por un sacerdote.
Peter soltó un bufido y yo le conté todo a mi padre mientras caminábamos hacia la mesa. Para el momento en que llegamos ahí,
vimos que todos estaban sentados en la mesa. Nico y Euge juntos, una silla vacía para Yeyo al lado de Nico, después Katherine y Jason, seguidos de tres sillas vacías para Peter, mi madre y yo. Pero de ninguna jodida manera ella estaría sentada conmigo en esta mesa, así que senté a mi padre, y Peter y yo tomamos los asientos que quedaban. Hice las presentaciones entre mi padre, Nico y Katherine. Pero Jason no me esperó para llegar a su turno.

—Esposito. —Asintió colocando una servilleta en su regazo.
—Jason —contestó mi padre.

Y eso fue lo mucho que hablaron. Jason defendía tipos como mi padre, pero no consideraba necesario ser visto relacionándose con ellos tampoco. Y definitivamente temía que su hijo fuera asociado con los Esposito. Era leal a mi padre, pero entendía de donde venía Jason. Camareros empezaron a salir con bandejas del primer plato y todo el mundo empezó a relajarse más. Katherine y Jared estaban hablando, probablemente seguían preguntándose donde demonio estaba Yeyo, y Euge nos contaba, a mi padre y a mí, la historia de cómo Peter le había preguntado para ir al baile de bienvenida el último año. Con motivos totalmente poco románticos. Si no, puede que tuviera que parar sus carreras juntos. La música tocaba un lento jazz una vez que los aperitivos fueron distribuidos, mientras todos charlaban y bailaban, la cena de siete platos empezó directo con la sopa. Una excelente y cremosa sopa de espárrago estaba servida y aunque era muy buena, todavía no podía creer que la
gente hubiera pagado diez mil por plato para estar aquí esta noche. Bueno, no por plato. Por cubierto. Pero esta es la alta sociedad caritativa supongo.

—Espero que todo el mundo esté disfrutando la noche.
Mi madre llegó detrás de nosotros y me calentaba sentir la mano de Peter en mi espalda.

—Ciaran, Katherine —saludó—. Desde luego no esperaba la muchedumbre esta noche. Tienes algo de valor.

No pude mirar a mi madre. Y no iba a mirarla tampoco. Pero vi estrecharse los ojos de Katherine y después caer.

—Basta —intervino Jason—. Te notifiqué que iba traer a Katherine.
—Tu puta está sentada en mi asiento.

Nico saltó disparado de su silla casi chocándola por encima nuestro cuando se mecieron sus piernas.
—Si no te levantas y pones en su lugar a esta perra —le advirtió al padre de Peter—. Me llevaré a mi madre de aquí.

Jason se puso de pie intentando aplanar la situación.
—Nadie se va ir. Patricia, estás haciendo una escena. Para.

—¿Parar? Pero yo ya estoy fuera. —Cruzó sus manos, su cartera pequeña colgando en su muñeca—. ¿Por qué debería preocuparme sobre montar una escena? En realidad apenas estoy empezando.

Puede que pierda esta batalla en el juzgado, pero tu puta va hundirse en la mierda delante de todos. Ni siquiera he comenzado.
En este momento dos teléfonos sonaron y cada uno desvió su 
atención de Patricia y Jason.

Sin estar seguros de que teléfono había sido, cada uno sacó el suyo. Pero entonces unos pocos sonidos se quedaron hasta que todos recibieron mensajes. Escuché a Euge gruñendo.

—Esto no puede ser bueno. Y me preguntaba qué es lo que pasaba.
Jason levantó una ceja ante mi madre antes de detener su argumento para verificar su teléfono también.

—Oh, hombre —dejo escapar Peter mirando su teléfono—. ¿Este es Yeyo?

Parecía confundido por esto, apresuradamente abrí mis mensajes y mis malditos ojos casi saltaron de mi cabeza.
Mi padre se inclinó para ver y metí el teléfono en mi pecho con horror. Mirando entorno a la mesa vi a todos congelados, cada uno con una diferente emoción plasmada en sus caras en cuanto habían visto el video.

Nico furioso.
Euge disgustada.
Katherine herida.
Jason consternado.
Patricia aterrorizada.
Peter perturbado.

—Lali. —Respiró—. ¿Este es Yeyo con tu madre?


Lentamente quité el teléfono de mi pecho y lo miré de nuevo. Era inconfundible. Yeyo sentado en la cama. Su cola de caballo colgando por su espalda. Mi madre encima de él. La cámara cortó y pasó a la parte con ella quitándose de encima de él y caminando dentro del baño. Él arrojó una sábana blanca alrededor de sus caderas y caminó hasta la cámara. Ni una sola persona respiraba en la mesa.

—Hola. —Sonrió hacia nosotros—. Soy Yeyo Riera. Y tengo
diecisiete.

Y entonces se terminó. El video se hizo negro y cada latido en la mesa era probablemente tan apresurado y rápido como el mío. Todos los ojos empezaron a desplazarse hacia mi madre que se había quedado ahí todavía mirando fijo el teléfono que mantenía con una mano temblorosa.

—Hola a todos.

Todos saltamos. Yeyo se acercó a la mesa y arrastró fuera su silla. Estaba vestido igual que Jared menos la corbata. Su cabello estaba trenzado en tres hileras encima de cada oreja y recogido detrás en su 
habitual cola de caballo.

—¿Qué es esto? —lloriqueó mi madre. Parecía a punto de llorar o morir.

—Siéntate —ordenó él agarrando el respaldo de la silla—. Ahora. Sus ojos se abrieron y podía oír su difícil respiración. ¿Estaría
pensando en huir?

Yeyo levanto su teléfono.
—Este video está a punto de llegar a todo el mundo en esta sala. Siéntate.

Su gruñido era severo y como nunca lo había oído antes. Mi madre caminó algo aturdida y se sentó lentamente sin mirar abajo pero  tampoco mirando a nadie.

—Jason, los papeles. —Tendió la mano Yeyo.

Jason tenía una mano detrás de Katherine, en la silla.
—¿Tú fuiste quien me envió el mensaje?

—Te dije que confiaras en mí —exclamó, arrogantemente.

Jason metió la mano en el bolsillo interior de su chaqueta y sacó lo que parecían como documentos oficiales.

—Siéntese todo el mundo —comandó Yeyo—. Están llamando la atención.

Solo el padre de Peter y Nico estaban de pie, pero no le quitaron los ojos de encima mientras se sentaban en sus sillas. No sé por
qué ninguno de nosotros decía nada. Nadie hizo preguntas. Nadie manifestó preocupación. Solo estábamos callados mirando a Yeyo tomando el control en la mesa.

—¿Yeyo? —declaró Katherine en tono agudo, pánico flotando fuera de ella como perfume—. ¿Cómo pudiste hacer esto?

Él la miro con inocencia.
—Yo soy la victima aquí.
Y después la esquina de su boca se dobló hacia arriba y colocó los papeles delante de mi madre con una pluma que sacó de su
chaqueta.

—Aquí está tu acuerdo de divorcio rectificado —avisó inclinándose por encima del hombro de mi madre—. Una bonita cantidad de dinero, ninguna casa ni pensión alimenticia. Firma —ordenó.

—Si tú piensas...

—Oh, no —la interrumpió—. No emitas amenazas sin valor ahora. Esta es mi mamá para todos los efectos. —Señaló a Katherine—. Y estás jodiendo su felicidad. Esto se termina hora.

Parpadeé, mis ojos quemando al ver la escena con incredulidad. Yeyo me recordaba a mi padre con su comportamiento. Controlado y tranquilo. Mi papá siempre sabía el marcador cuando entraba en una sala, siempre estaba preparado y nunca evitaba. Cuando mi madre no se rindió, Yeyo nsacó su teléfono delante de ella.

—No querrás que este video salga de esta mesa. ¿Sabes que el Estado puede presentar cargos aunque yo no lo haga?
Sus labios se fruncieron de furia y miró de un lado a otro como si hubiera una salida en alguna parte. Pero sabía lo mejor. Tomó la pluma y firmó en los espacios marcados.

—Y aquí. —Cambió Yeyo la página, señalando—. Y aquí —describió volteando otra página.
En solo dos segundos recogía la pluma de vuelta, doblaba los papeles y se ponía de pie. Miró a Jason.
—¿El cheque?
Observé a Jason y casi me reí cuando él, en efecto movía la cabeza durante unos segundos como si no pudiera creer que esto
estaba verdaderamente pasando. Sacando un sobre fuera del interior de su chaqueta, se lo tendió a Yeyo.

Yeyo recogió lo que supuse que era su acuerdado dinero con mi madre y sonrió con su grande y blanca sonrisa.
—Felicidades, están divorciados. —Y mirando atrás hacia Jason—. Ahora, ¿la casa?

Jason le lanzó más documentos, los cuales Yeyo tiró a la parte de la mesa donde nosotros estábamos.

—Propietarios de vivienda. —Movió la cabeza—. ¿Está todo el mundo feliz?

Peter y yo abrimos el sobre y cubrí mi boca con la mano, viendo que eran las escrituras de la casa. A nuestro nombre.
—Yeyo—susurré apenas con la garganta demasiado apretada.

—¿Qué pasará con el video? —Mi madre estaba más asustada como nunca la había visto. Prácticamente temblaba cuando lo estaba mirando.

Se inclinó en su cara, hablándole como si ella fuera una niña.
—Tú solo preocúpate ahora mismo de no cabrearme otra vez. Tú te portas bien, yo también lo haré.

Tomó el cheque de pago de la mesa, lo empujó en su pecho y la puso de pie.
—Vete.

Agarrando el sobre, ella ni siquiera me miró cuando caminó fuera del salón. Sentí a Peter apretando mi mano izquierda y mi padre tomó la derecha.

Mi marido. Mi casa. Y mirando toda la mesa... mi familia.
Mi pecho tembló con una histérica risa silenciosa.
—Esto es tan irreal. —Jason se pasó las manos por su cara en cuanto los camareros quitaron los cuencos—. No estoy seguro de cómo me debería sentir con todo esto —murmuró cuando se levantó y le tendió la mano—. Yeyo, gracias. No sé cómo...
Yeyo se balanceó y golpeó al padre de Peter al otro lado de la mandíbula enviándolo al suelo mientras que todo el mundo se irguió en las sillas y Katherine gritó. Los cubiertos repiquetearon y todas las conversaciones del salón cesaron. Todo el mundo que antes no se había dado cuenta de lo que estaba pasando en nuestra mesa, nos miraba ahora. Jason tumbado en la espalda con la cabeza en el suelo y sujetando su mandíbula.

—Yeyo —chilló Katherine saltando fuera de su silla a la vez que Nico y Peter lo hicieron. Yeyo se paró de pie a su lado mirando hacia abajo al padre de Peter.

—Deberías haberte casado con ella hace años —le riñó.
Le dejó a Katherine un besito en la mejilla y girándose se alejó. A Nico, Euge, Peter y a mí no nos costó nada dejar la mesa y correr detrás de él. Katherine había conseguido sentar a Jason de vuelta en la mesa y el salón estaba todavía lleno de conversaciones divididas.

—Yeyo, para —gritó Nico.

Él se detuvo en la entrada girándose hacia nosotros. Pero no iba dejar a Nico gritarle.
—Yeyo, gracias. —Di un paso adelante—. No debiste ponerte en esta situación por nosotros. —Sostenía la escritura con las dos manos en mi pecho.

—No te preocupes. —Metió las manos en sus bolsillos, pareciéndose mucho más al chico que conocía y no a la amenazante presencia que había probado él mismo ser.

Negué, choreando lágrimas.
—Yo nunca quise...

—Está bien Lali —me cortó—. Tú eres feliz, Katherine es feliz y esto me hace feliz a mí. —Tomó un gran respiro y palmeó el brazo de Peter—. Te veo mañana en la carrera.

Lo vi moviendo la barbilla hacia Nico y, él y Euge, lo siguieron afuera. Peter envolvió sus grandes brazos alrededor mío y levanté mi mirada hacia él con ojos nublados.

—Somos libres —susurré.
Tomó mi culo en sus manos y me levantó del suelo, deslizando su lengua detrás de mis labios y besándome tan fuerte que tuve que agarrar en su nuca.

—Nadie nos detendrá —respiró ronco en mi boca.
Nadie.

Una garganta se aclaró y abrí los ojos bruscamente en cuanto Peter me volvió a colocar en el suelo. Mi padre estaba ahí,
probablemente deseando no haber visto esto.

—Me despido —anunció.
Peter me dejó ir y lo observé irse, dándonos a mi padre y a mí algo de espacio. Le di a mi padre un abrazo instantemente acogedor y disfrutando el olor de piel y Ralph Lauren.

—Iré a Shelbourne Falls por el fin de semana, pero volveré el lunes.

¿Estarás en Chicago?

—Si —respondió—. Te llamaré para comer. A los dos —añadió.

Le di una sonrisa gratificante mientras empezaba a alejarse, pero entonces se detuvo.

—¿Lali? —Se dio la vuelta—. ¿Quién es aquel chico? —Hizo un gesto hacia Yeyo hablando con Nico y Euge justo fuera de las puertas.

—Yeyo Riera. Es amigo de Peter.

—¿Qué sabes sobre él? —preguntó todavía mirando.

No mucho desgraciadamente.

—Umm, bueno, vive con su medio hermano y su madre. Su padre está en la cárcel y su madre biológica se fue de su lado hace mucho tiempo. Está en su último año de secundaria ¿por qué?

Habló bajo como si pensara en voz alta.
—Es un muy impresionante jovencito.



Peter

 Entonces, ¿qué es el Loop exactamente? —Lali empujó su gorra de béisbol hasta sus ojos y apoyó su cabeza en el reposacabezas.

—¿Euge no te lo dijo?

—Sé que es una carrera. —Bostezó—. ¿Pero es una pista real o qué?

—No tenías que venir esta noche. Sé que estás cansada. —Me incliné y acaricié su pierna.

—Estoy bien. —Trató de sonar llena de vida, incluso con los ojos cerrados.

Ella ciertamente no había tenido una semana fácil. Aparte de la diversión sin límites de tratar con su madre, su padre y luego Yeyo, se había casado esta semana y entre el estudio y yo manteniéndola despierta hasta la mitad de la noche, su cuerpo estaba quebrándose. Duro. No habíamos llegado a la cama hasta las tres de la mañana y luego nos despertamos temprano para mirar un apartamento antes de regresar a Shelburne Falls. Cuando llegamos aquí, empezamos a reorganizar mi habitación para hacer espacio para ella y sus cosas. Aunque nos gustaba Chicago, amábamos más estar aquí. Aquí era
donde nos gustaría criar a nuestros hijos. No es que hubiera hablado con ella sobre eso todavía, pero se embarazaría tan pronto como hubiéramos terminado la universidad. Estaría de acuerdo, por supuesto. Nadie podía decirme que no a 
mí.

—Llegamos —anuncié, estacionando al final del camino donde se alzaba el Loop. El cuadrado redondeado de la pista se extendía a la izquierda y la derecha por delante de nosotros y giré hacia la derecha, ubicándonos a un lado y al resguardo en un espacio de césped.

Mi sangre corrió por mi cuerpo rápidamente, llenándome de energía tan rápido que me sentía drogado.
Maldita sea, se sentía bien estar de vuelta aquí. No reconocí a nadie, pero estaba un poco aprensivo por la nueva cosecha de conductores que habían llegado con este año escolar. Mientras los universitarios como Nico, Euge y yo volvíamos de vez en cuando, esto era sobre todo un escenario de la escuela secundaria. Pero al salir del coche, vi por lo menos a diez personas que
conocía, así que estaba en casa. Ncio  y Euge ya estaban en su lugar en la pista y tenían una multitud de personas a su alrededor, incluyendo a K.C., que debía de haber vuelto de su escuela en Arizona por el fin de semana. Mirando a su alrededor, también vi a su novio, Liam, y a algunos de los amigos de Nico y míos que se habían quedado cerca de casa este año.

Yeyo se quedó atrás, sentado en el capó de su coche con sus auriculares y mirando a la multitud. Nunca corría. A pesar de que
llegaba a los eventos, me daba la impresión de que le aburrían, a pesar de que le había sugerido que en realidad correr era un infierno mucho más divertido que ver. Dijo que estaba trabajando en algo nuevo para el Loop, pero no nos diría qué conociéndolo, me daba miedo preguntar.

Lali salió de mi GTO y le tomé la mano, tirando de ella hacia la pista. Nos abrimos paso entre la multitud espesa, haciendo caso omiso de las llamadas y felicitaciones por nuestro matrimonio. Sabía que todos estaban riéndose a mis espaldas.
¿Peter se casó? Sí, claro.

Haría lo mismo que mi padre. No les prestaría atención y ellos no nos prestarían atención. Solo las personas cercanas a Lali y yo nos entendían y no nos explicaríamos a los demás. Estoy seguro que la mayoría de ellos pensaban que la había dejado embarazada.

—Hola, hombre —saludé a Nico.

Tenía Inside the Fire de Disturbed a todo volumen en su estéreo del coche y se sentía como en los viejos tiempos. Lali fue y habló con Euge, que estaba apoyada en su coche, hablando con K.C.

—Estás sonriendo —dije rotundamente, mirando a Nico—. Eso es
raro.

Se metió las manos en el bolsillo delantero de su sudadera negra y
se encogió de hombros.

—¿Por qué no iba a estar sonriendo? Incluso si pierdo, lo cual es un gran si, Euge se detendrá con sus travesuras y podré dejar de dormir solo. Es su cumpleaños mañana y nuestro aniversario. Tengo planes.

Me reí para mis adentros, sacudiendo mi cabeza.
—Tengo muchas ganas de verte bailar por ahí. —Entrecerré los ojos, pensando—. De hecho...
Giré mi cabeza para ver a Euge, Laliy K.C. charlando.

—¡Euge! —llamé—. Ven acá.
Ella me lanzó una mirada molesta y se acercó, seguida por las otras dos.

—Montaré una consejería —le dije.

—¿Por queeeeé? —dijo arrastrando las palabras.

—Solo en caso de que necesites asesoramiento. Quiero que ganes.

Le sonreí a Nico, viendo su ceja arquearse.

—He corrido antes —dijo Euge como si pensara que era inexperta. Su cabello bailaba en el viento y seguía soplándose en su
rostro. Envolví mi brazo alrededor de la cintura de Lali y la atraje a mi lado.

—No contra Nico —señalé a Euge—. Voy contigo. Ese es el final de la discusión. ¿Quieres venir? —Miré a Lali.
—Oh, no —saltó Nico—. Tú te llevas a mi chica, yo me llevo a la tuya. —Enganchó el cuello de la camiseta de Fallon y la atrajo a su lado—. Pero no como ayuda. Ella es un rehén.

—¡De ninguna manera! —estalló Fallon—. No quiero ser asesinada o salir gravemente herida en una pista de carreras ilegales, resguardada por policía corrupta y una multitud de adolescentes borrachos.

—Sí. —Asentí—. Ella estaría asustada.
Sus ojos verdes ardían como balas.

—Muérdeme —gritó, cruzando los brazos sobre su pecho—. Ustedes caerán.

—¡Lali! —Tate estaba echando chispas—. ¡Tú eres mi amiga!

—No te preocupes. —Miré a Euge y saqué mi iPod del bolsillo de mi abrigo—. Tomaremos el MC Hammer. —Me jacté de Nico y Lali, señalando entre Euge y yo—. No pueden tocar esto.

Euge inmediatamente lo perdió. Ella se dobló, sosteniendo su estómago y riendo muy fuerte por mi juego de palabras con la canción de MC Hammer.
—¡No 
pondrás esa mierda en mi estéreo! —dijo atragantada a través de su risa.

—Oh, sí —amenacé.

Pero justo en ese momento, todos se enderezaron. Zack, el Maestro de las Carreras, surgió entre los dos corredores (o equipos) y se aclaró la garganta. Poniendo sus manos alrededor de su boca para formar un círculo,
gritó en el aire de la noche:

—¡Qué. Los. Juegos. Comiencen!

Lali y yo nos sonreímos el uno al otro.
Y que no se terminen nunca.

Un trueno estalló a través del cielo de medianoche y abrí los ojos mientras bramaba sobre la casa. Cuando lentamente se alejó,
parpadeé contra los relámpagos que venían a través de la ventana. Volteando mi cabeza hacia un lado, vi a Lali todavía durmiendo pacíficamente con su camiseta verde y bragas. Se había echado sobre su lado de las mantas, esa era una cosa que había notado que teníamos en común. Ambos entrábamos mucho en calor cuando dormíamos.

Había un montón de rarezas sobre ella que había encontrado y esperaba que las mías no la molestaran demasiado.
Su cuello brillaba con una fina capa de sudor y sus labios se abrían y cerraban apenas lo suficiente como para ser notados. Un pedazo de su estómago se asomaba y su cara inocente se veía absolutamente 
hermosa.

Con solo observarla, sentí que me endurecía con necesidad. Ya nos habíamos atacamos mutuamente después de la carrera. De hecho, Nico, Euge, Lali y yo vinimos todos directamente aquí después de la carrera, saltándonos la hoguera por completo. Ellos se fueron a su habitación y nosotros vinimos a la nuestra.

Ella me golpearía si la despertaba para sexo, sin embargo. No es que fuera a hacerlo. Estaba exhausta. Tomando una respiración profunda, me quité mis cobijas y salí de la cama, tirando de mis pantalones de pijama y saliendo lo más rápido posible. Mientras más duro me pusiera, menos honorable sería. Así que me fui. Bajé al sótano, frotando mi pulgar a través de mis dedos todo el
camino. Hacía meses que no tocaba y sentía el zumbido en mis manos. Las teclas frescas bajo mis dedos. Tocar no era una obsesión o algo que tenía que hacer. Solo me gustaba tener la habilidad de tocar, sin embargo. Todo el mundo debería tener una manera de expresarse, dejar el estrés, incluso si era solo frustración sexual para mí en este momento.
 
Sacando el banco, me senté en el piano de cola Steinway de 1921completamente restaurado de mi familia y me deslicé a través de la música, retomando una pieza de Dvorák. Colocando los dedos sobre las teclas, empecé a tocar las mismasnotas que había estado practicando y dejando durante años. No cambiaba mucho mi música, prefiriendo dominar una pieza antes de moverme a otra cosa, pero a medida que me ponía más cómodo con la música, me encontraba a mí mismo añadiéndole mi toque
personal. Acelerar, frenar, más suave, más fuerte... una sola composición puede tener muchos significados dependiendo de la
persona que la toque. Me gustaba la libertad de explorar y tomar riesgos.

Lo mismo podría decir Lali montando la patineta. Ella lo disfrutaba, pero solo en la medida en que se quedaba sola para
poseerla. Fresca piel tocó mis hombros desnudos y me enderecé, sacando
mis manos de las teclas.
—Addie me dijo que venías hasta aquí para tocar en la noche. — Lali puso su barbilla en la cima de mi cabeza—. ¿Por qué no lo haces en el piano de arriba?

Extendí mi mano y tomé las suyas.
—Es algo que prefiero hacer solo.

—Oh —dijo en voz baja—. Lo siento. —Y se apartó.

—No, no me refiero a eso. —Me di la vuelta y la tiré de nuevo hacia mí, empujándola a mi regazo—. Quiero decir, sin mi padre
alrededor. Me gusta tocar. Es solo que no quiero ser forzado.

Se recostó contra mí, sentándose encima de mis piernas y estando enfrente a las teclas.

—Era una melodía triste.

—La mejor música lo es —le dije al oído—. Estoy contento, sin embargo.
Pasó una mano delicadamente sobre las teclas, apoyando su cabeza sobre mi hombro.

—Creo que deberíamos tomar las clases de baile con Nico y Euge. Sería divertido. —Ella subió, besando mi mandíbula—. Todavía no puedo creer que él haya perdido.

Mi pecho se movió.
—Él arruinó esa carrera. Ya lo sabes, ¿verdad?

—No lo hizo —sostuvo ella—. Euge estuvo impresionante. Y...

Hundí mis dientes en su cuello y ella gimió, cortando su propio pensamiento antes de que incluso lo terminara. Chupé su cuello, mi cuerpo girando con necesidad por el olor de ella. Envolviendo mi brazo alrededor de su estómago, separé más mis piernas. Ya que sus muslos estaban por fuera de los míos, se extendieron ampliamente. Manteniendo mi boca en su cuello y mi brazo alrededor de ella, deslicé mi otra mano dentro de la parte delantera de sus pantalones cortos de dormir.

—Siempre lista para mí —suspiré, sintiendo lo mojada que estaba entre sus piernas. Moví mi boca por el costado de su cara y sobre su oreja. El calor en mis dedos se disparó directo a mi polla y rodeé su clítoris, sintiendo que se endurecía entre mis dedos.

Ella se estiró y agarró la parte posterior de mi cabeza.
—Después de que volvamos de hacer senderismo mañana — comenzó, respirando con dificultad—, debemos volver a casa y tratar de conseguir trasladar este piano hasta la planta principal de nuevo. Tal vez algunos de tus amigos puedan ayudar.

¿Estaba en serio tratando de hablar conmigo sobre esto ahora? Llevaríamos a Lucas de senderismo mañana y no me sentía capaz de pensar en nada más que ella en este mismo momento.

Cuando no paré de besarla para contestar, declaró:
—¿Por favor?

Mi mano se deslizó alrededor de su cintura y hacia arriba en su camisa.
—Con una condición. —Tomé sus labios en la última palabra, devorándola a besos—. Tu rampa viene arriba, también.

Ella comenzó a rodar sus caderas de nuevo sobre mí y cerré mis ojos con la ola que se apoderó de mí.
—No creo que Jason y Katherine aprecien esa cosa en la sala de estar. —Sonaba tan débil. Las cosas se estaban invirtiendo.

—Increíble —bromeé—. Porque no es su sala de estar. Esta es nuestra casa, ¿recuerdas?

—Sí, pero ellos siguen viviendo aquí.

Tenía razón, por supuesto. Nada había cambiado en los arreglos de vivienda. Katherine se mudaría luego de que Yeyo se graduara en la próxima primavera. Era nuestra casa en nombre, sin embargo, así que no me importaba.

Ella seguía frotándose lentamente sobre mi polla y deslicé mis dedos dentro de ella.
—Muy bien —cedió—. Mi rampa sube, también. A todo el mundo le encanta eso —añadió con sarcasmo.

Quité la mano de sus pantalones cortos y levanté su camisa.
—Esto sería mucho más divertido para mí si estuvieras en topless — le dije, tirándola sobre su cabeza sin resistencia.
Estirándome y agarrando la parte interior de sus muslos, apreté su culo contra mí y empujé su parte superior del cuerpo para que se apoyara contra las teclas. Inclinándome, moví su cabello a un lado y arrastré mi lengua por su espalda, separándome de vez en cuando para hincarle el diente suavemente y besarla.

Dios, la amaba. Nunca habría nada ni nadie que yo quisiera más, y ella era mía. Cuando teníamos catorce años, entró en mi vida de la mano de una mujer cruel y egoísta, pero pasaría por ello de nuevo. Por cada minuto. Por cada onza de dolor. Pasaría por todo eso de nuevo para llegar a ella.

—¿Peter? —susurró, inclinando su rostro a un lado—. ¿Qué significa El tatuaje en tu espalda?
Preguntas.

—Tu nombre—Besé un sendero por su espalda, pero se empujó hacia arriba y giró la cara para mirarme, con lágrimas en sus
ojos.

—¿Lali? —Pellizcó sus cejas juntas con comprensión.

Tomé su cara en mi mano, besando la comisura de su boca.
—Lo tengo desde hace un par de años —le dije—. Nunca te olvidé. Nunca dejé de amarte.

Sus ojos se cerraron y ella estiró su mano para acariciar mi mejilla. Luego, mirándome otra vez, me dio una pequeña sonrisa.
—Eso es porque somos imparables.

Me zambullí en ella y la besé con fuerza.
Malditamente cierto.

Fin